jueves, 24 de mayo de 2018

Un Petro antipetróleo



Elecciones presidenciales en Colombia
Por Decio Machado
Publicado en Revista La Brecha / www.brecha.com.uy

Este domingo los colombianos elegirán a su próximo presidente, divididos entre el miedo a la izquierda, por un lado, y por el otro con el temor de que Álvaro Uribe vuelva a dirigir el país a través de un presidente títere. El escrutinio de los votos se efectuará con un software que se ha mostrado corruptible y ya ha sido corrompido. Es la primera vez en la historia del país que un candidato de sensibilidad progresista podría llegar a la presidencia, se llama Gustavo Petro y propone sacar a Colombia del modelo extractivista.
Seis son los candidatos que aparecerán en la papeleta de votación, si bien la pugna por llegar a la segunda vuelta –algo que parece casi seguro, pues ningún de los presidenciables tiene una intención de voto superior al 50 por ciento– involucra sólo a cuatro nombres: Iván Duque, candidato promocionado por el ex presidente Álvaro Uribe y su partido Centro Democrático; el ex senador y ex alcalde de Bogotá Gustavo Petro, en nombre del movimiento ciudadano Colombia Humana; el ex alcalde de Medellín y ex gobernador de Antioquia Sergio Fajardo, quien se presenta como líder de la Coalición Colombia, conformada principalmente por el Polo Democrático y el Partido Verde; y el ex vicepresidente del actual gobierno Germán Vargas Lleras, quien con una coalición denominada Mejor con Vargas Llegas es el candidato del establishment y de una parte importante de la oligarquía.

La legislación colombiana no permite que se hagan públicas las encuestas durante la última semana de campaña, motivo por el cual los últimos sondeos de opinión accesibles son los del pasado 20 de mayo. En ellos el joven abogado Iván Duque –patrocinado por Álvaro Uribe–, pese a no tener más trayectoria política que su participación en el Senado durante los últimos tres años y medio, aparece en la cima de todas las encuestas con una intención de voto que oscila entre el 41 y el 34 por ciento, dependiendo de la encuestadora. Tras él, todas las empresas demoscópicas coinciden en situar al economista Gustavo Petro, quien contaría con una intención de voto de entre 27 y 21 por ciento. Les siguen, con posibilidades aún, Sergio Fajardo y Germán Vargas Lleras, con un respaldo de entre 17 y 9 por ciento.
UN PROGRE ENTRA EN ESCENA. Cabe destacar que desde que en 1811 se creara el primer Estado republicano denominado Provincias Unidas –y posteriormente Simón Bolívar conformara la Gran Colombia– es la primera vez en la historia de este país que un candidato de sensibilidad progresista puede llegar a ocupar la poltrona presidencial. Pero esto dependerá del grado de abstencionismo entre los jóvenes –grupo en el que Gustavo Petro tiene una llegada superior a la de sus rivales–, que es mayor que entre la población adulta y por lo general más conservadora. Y la maquinaria electoral de sus rivales (aparatos partidistas, de finanzas, e incluso de las instituciones públicas controladas por aliados del candidato) ya se ha puesto a trabajar. Prueba de ello es que los mitines de campaña de Germán Vargas Lleras –a los que antes no iba nadie– son, tras los de Petro, los que tienen mayor número de asistentes en este momento.

Según las últimas encuestas, entre los electores que irían a votar (la mitad del padrón electoral) todavía hay un 20 por ciento de indecisos. En Colombia es habitual que entre el 10 y el 13 por ciento de estos indecisos se decidan por uno de los candidatos en los últimos días previos a la elección (el resto de ellos entregarán un voto en blanco o nulo), lo que puede cambiar radicalmente el escenario electoral dependiendo hacia dónde y en qué proporción se inclinen. Merece destacarse que entre el 35 y el 50 por ciento de los recursos de campaña de los candidatos se gastan en las últimas dos semanas. Además las encuestas no pueden medir el efecto de las redes clientelares que se activan en los últimos días del proceso, lo que hace que las actuales encuestas puedan cambiar significativamente e inclinarse por el candidato oficialista, Vargas Lleras.

Pese a que la capacidad de transferencia de votos de los líderes políticos, legisladores y partidos a un candidato presidencial en Colombia no supera en el mejor de los casos el 60 por ciento, siendo su promedio real apenas la mitad, el apoyo de los grandes aparatos no deja de ser fundamental. La candidatura de Vargas Lleras está siendo respaldada por aproximadamente un 42 por ciento de las estructuras políticas activas en el país; mientras que Iván Duque tiene un apoyo del 30 por ciento de esos aparatos. Los candidatos que juegan fuera del establishment, Sergio Fajardo y Gustavo Petro, gozan del apoyo de tan sólo el 7 y 5 por ciento, respectivamente, de estas maquinarias.

TRES TEMORES. Sin embargo la lectura no puede hacerse de forma lineal. Valga como ejemplo indicar que sólo el 65 por ciento del santista Partido de la U apoya a Vargas Lleras, habiéndose alineado el resto con su opositor, también conservador, Iván Duque. De igual manera, y para profundizar la confusión, cabe reseñar que el apoyo a Petro supera estructuras orgánicas partidistas, transversalizando parte de las bases del Polo Democrático, de la Alianza Verde e incluso de sectores liberales y hasta conservadores que el próximo domingo al votar romperán con la disciplina partidaria (resta ver en qué medida).

Definir la principal característica de esta campaña electoral pasa por señalar la existencia generalizada de “grandes miedos” en la sociedad colombiana. Son principalmente tres. Uno ampliamente extendido a que Colombia se convierta en otra Venezuela, un discurso implementado estratégicamente desde el uribismo, que pese a ser falso le ha dado muy buenos resultados. Y dos miedos enfrentados, de peso similar: el temor a que Gustavo Petro llegue a ser presidente, por un lado, y en la trinchera opuesta el miedo a que Álvaro Uribe vuelva a gestionar el poder en el país a través de un presidente títere. El único candidato en Colombia que tiene positivos por encima de negativos es Sergio Fajardo, quien a lo largo de la campaña se ha demostrado incapaz de rentabilizarlo políticamente.

La candidatura de Gustavo Petro ha ilusionado a una parte importante del electorado, un verdadero mérito si se toma en cuenta que la candidatura de Colombia Humana carece de los recursos económicos mínimos necesarios para afrontar una campaña presidencial en un país con un PBI anual de casi 300.000 millones de dólares. Pese a ello, Petro ha repolitizado a determinados segmentos de la sociedad, construyendo una narrativa entrañable pese a su pragmatismo.

UN DUQUE DURO. No menos sorprendente es el caso del conservador Iván Duque. Este abogado de apenas 41 años fue inicialmente catapultado a la política por el actual presidente, Juan Manuel Santos, siendo reclutado posteriormente por un Álvaro Uribe ya enemistado con el primero. “Me impresionó su talante, su liderazgo, su claridad”, diría Duque respecto de Uribe, justificando su reposicionamiento político hace pocos años atrás. Iván Duque fue asesor de Álvaro Uribe en las Naciones Unidas, e impulsado por él llegó al puesto de senador. Tuvo a Uribe como profesor asistente en la Universidad de Georgetown, donde también fungieron en esa función otras figuras tan “entrañables” como el venezolano Gabriel Cisneros, el español José María Aznar y el ecuatoriano Guillermo Lasso, entre otros miembros de la crème conservadora de habla hispana.

Duque carece de trayectoria política. Su padre, un miembro del Partido Liberal que ejerció como gobernador de Antioquia en el período 1981-1982 y fue ex ministro de Minas y Energía, ocupa más espacio que los méritos políticos del candidato presidencial en las recientes biografías de Iván Duque que en la actualidad van siendo posicionadas en la red.
Hoy Duque se ha convertido en el “hombre duro” de Colombia. Nadie discute su presencia en la segunda vuelta y algunos incluso tienen la esperanza de que consiga ganar directamente en la primera. Iván Duque en la actualidad es el representante político de ese 50,21 por ciento de colombianos que votaron No al acuerdo de paz con las FARC en el referéndum de octubre de 2016. La victoria de Duque supondría para el uribismo retomar el control del país, recomponer su rumbo político en una tendencia ultraconservadora nacional y desmontar el proceso de paz para volver a implementar la mano dura que haría pagar penalmente todas sus "fechorías" a la insurgencia desmovilizada.

SALIR DEL MODELO EXTRACTIVISTA. Frente a esto, Gustavo Petro ha construido su propuesta electoral alrededor de tres ejes: superar la segregación y la discriminación; fortalecer lo público; y luchar contra el cambio climático, apostando por tecnologías limpias.

El fortalecimiento de la educación y la salud pública, la descentralización burocrática, la eliminación del latifundio improductivo, un nuevo pacto social y político, la priorización del mercado interno, la participación ciudadana y la lucha contra la corrupción son parte habitual de la actual narrativa petrista. Petro tiene claro que el modelo económico colombiano de las últimas décadas es consecuencia del énfasis puesto en el desarrollo de la capitalización mediante la exportación de petróleo y carbón. Un escenario propiciado, entre otros factores, por el código minero expedido en 2001 durante el gobierno de Andrés Pastrana. Esta fue la línea que luego siguieron Álvaro Uribe y el actual mandatario, Juan Manuel Santos. Por eso lo más innovador del programa petrista es su propuesta de sacar a Colombia del modelo extractivista, planteando retirar paulatinamente las economías basadas en la extracción de crudo y carbón para sustituirlas por políticas de fuerte apoyo al agro en los 15 millones de hectáreas colombianas que ya son fértiles, y buscando, en paralelo, impulsar un adecuado proceso para su industrialización. En palabras del candidato: “Nosotros proponemos transitar hacia un modelo que convierta a Colombia en potencia agraria y ambiental y permita el desarrollo integral de la industria. Es decir, proponemos todo lo contrario de lo que ha sucedido tanto en la Venezuela de hoy como en la Colombia de hoy”.

Para Petro las rentas provenientes tanto del incremento del precio del crudo como de la prohibición mundial del consumo de cocaína producen efectos perniciosos debido al aumento significativo de divisas en el país. De esta forma el aumento de los ingresos externos puede llegar a causar la llamada “enfermedad holandesa”, la apreciación de la moneda nacional, la destrucción de la industria y la agricultura local y el empobrecimiento de vastos sectores del país.

Pero no hay que confundirse. Gustavo Petro no es un posdesarrollista, pues considera que esta lógica económica es perfectamente compatible con un modelo de industrialización como el estadounidense, el ruso, el chino, el nipón o el coreano. En resumidas cuentas, la propuesta de reforma agrícola planteada por Petro no tiene más objetivo que modernizar al sector rural del país cafetero.

RUMBO AL BALOTAJE. Desde que dejara la Alcaldía de Bogotá, Gustavo Petro se lanzó a visitar, con distintos pretextos, las diferentes regiones del país, recorriéndolas desde hace más de dos años en un trabajo sistemático con miras a la actual campaña electoral. Su emblemática propuesta de Bogotá Humana durante su gestión como burgomaestre se convirtió en la Colombia Humana de hoy. Varios de sus colaboradores más leales en la Alcaldía se convirtieron en los impulsores territoriales de su candidatura presidencial.

A partir de entonces la gente se ha ido uniendo voluntariamente a su campaña, logrando poner en la esfera pública una propuesta alternativa de sociedad, gobierno y economía. A diferencia de sus rivales, en las movilizaciones petristas –que gozan de convocatoria masiva en todo el país– no se reparten refrigerios ni tamales, tampoco gorras o camisetas, ni hay buses que lleven a la gente al lugar. Petro irradia esperanza a sus seguidores, rescata el viejo discurso liberal de Jorge Eliécer Gaitán, lo impregna con la imagen de Luis Carlos Galán y lo actualiza hablando de cambio climático y superación de la economía fósil, o sobre la diversidad sexual y los derechos de las nuevas ciudadanías.

De esta manera Petro ha pasado a encarnar el sentimiento anti establishment de la ciudadanía común colombiana frente a una de las elites políticamente más impresentables del subcontinente. Su estrategia tiene tintes populistas, lo que lo convierte en un personaje épico para segmentos poblacionales que van paulatinamente identificándose con él. Incluso en las redes sociales el candidato progresista ha sido capaz, con un discurso altamente emocional, de gestar una comunidad que se moviliza militantemente como un ejército digital sólido, consistente desde el punto de vista estratégico y mucho más estructurado que el de sus rivales.

Pese a que a priori todos los escenarios en una segunda vuelta son favorables a Duque y ninguno a Petro, el mero hecho de una presencia progresista en el balotaje pone muy nerviosas a las elites y al establishment.

IRREGULARIDADES ELECTORALES. Fruto de lo anterior, hay amplios sectores de la sociedad colombiana que están reclamando que el próximo domingo estén presentes más veedores internacionales, ante un cúmulo de irregularidades que ya comienzan a aparecer en el proceso electoral. Entre ellas se destaca el hecho de que no se haya cambiado el logo de Colombia Humana en el tarjetón de voto, petición que se realizó en tiempo y forma por parte de esta formación. En paralelo han comenzado a aparecer denuncias, como la de un senador que descubrió recientemente que unos 4 mil jurados de votación (veedores electorales), postulados por empresas en las elecciones legislativas del pasado 11 de marzo, no están registrados como aportantes en los sistemas de seguridad social. En Colombia las empresas aportan veedores a las mesas electorales. El hecho de que esas 4 mil personas no coticen en la seguridad social significa que las empresas presentaron nombres que no corresponden a sus trabajadores. De las 2.373 empresas que debían haber enviado sus listados de jurados de votación para el proceso del mes de marzo, tan sólo lo hicieron 1.609, posibilitando así que estas 4 mil personas fueran introducidas de la nada en el sistema electoral con el presumible objetivo de manipular los resultados. La Fundación Paz y Reconciliación señaló por su parte la existencia de un cártel de venta de votos dentro de la autoridad electoral.

Pero el asunto más delicado son las denuncias hechas por el propio Gustavo Petro respecto de una supuesta manipulación del software de escrutinios que utiliza la Registraduría Nacional del Estado Civil. Tras un análisis de los resultados de las elecciones legislativas de 2014, fruto de una denuncia del Partido Mira, una formación religiosa que se presentaba entonces por primera vez a las elecciones legislativas, el Consejo de Estado –máxima autoridad en la jurisdicción de lo contencioso administrativo en Colombia– detectó que no coincidían los datos del escrutinio para esa tienda política en los formularios E14, que recogen manualmente las votaciones levantadas en cada mesa, y el resultado final que arrojaba el software de la Registraduría. Este fue el caso en al menos la mitad de las 100 mil mesas electorales existentes en el país. Por consiguiente, el Consejo de Estado emitió la orden de que dicho software fuera revisado, condición que no se ha cumplido hasta hoy. En definitiva, dado el volumen de anomalías detectadas, se puede suponer que no estamos ante un error marginal, sino posiblemente ante la manipulación del sistema tecnológico electoral que se utilizaría de forma discriminatoria con el fin de inflar o menguar los resultados de determinadas formaciones políticas. Al cierre de este artículo el gobierno colombiano no ha autorizado aún la entrada al país de una misión de expertos tecnológicos –bajo el auspicio de la Unión Europea– que vienen a analizar este problema.

TRASVASES Y ABSTENCIONISMO. Las espadas de los cuatro principales candidatos presidenciales se mantienen en alto durante esta última semana de campaña, esperando la cita en las urnas del domingo. Iván Duque ha visto cómo durante los últimos días su ventaja frente a Gustavo Petro se acorta, posiblemente debido al trasvase de votos que genera el crecimiento de la candidatura de Germán Vargas Lleras. Por su parte, Sergio Fajardo, quien a priori se presumía como el principal contendor de Duque pero que hizo una campaña electoral muy insípida, ha conseguido en estos últimos días dar un pequeño tirón hacia arriba afectando negativamente la candidatura petrista, pues su crecimiento en Bogotá ha mermado el apoyo a Petro entre el electorado capitalino. A su vez, Gustavo Petro busca sorprender con el hipotético respaldo de parte de ese voto joven habitualmente abstencionista, lo que significaría un fuerte empujón a su candidatura en caso de conseguirlo. Por último, Germán Vargas Lleras busca romper los pronósticos electorales apoyándose en la política clientelar de la maquinaria oficialista y los grandes recursos de los que dispone.

Si hubiera segunda vuelta, ésta se celebraría el próximo 17 de junio. Una contienda Duque versus Petro, a priori beneficiaría al primero, aunque el pánico que han expresado las elites demuestra que ya no tienen todas las seguridades consigo. Si por alguna circunstancia Gustavo Petro no fuera el opositor al uribismo en el balotaje, sino Fajardo o Vargas Lleras, la cosa se le podría complicar aun más al candidato de Uribe.

En todo caso, Colombia es un país políticamente muy difícil y tradicionalmente conservador. Con un padrón electoral actual de 36,23 millones de electores, los cálculos para el próximo domingo indican que los votantes no superarán los 18 millones, en el mejor de los casos. Entre ellos destacará el “estrato 3”, ese 34,4 por ciento de los colombianos de clase media-baja. Entre los más pobres, eso que eufemísticamente los medios llaman “estrato 1 y 2”, y que suman el 45 por ciento de la población, posiblemente reinarán el abstencionismo y la indiferencia.

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