miércoles, 16 de septiembre de 2015

Equador: Correa abandonou projeto de mudança profunda no país, diz ex-assessor de presidente

Lamia Oualalou | Rio de Janeiro - 15/09/2015 
Opera Mundi
http://operamundi.uol.com.br/conteudo/entrevistas/41502/equador+correa+abandonou+projeto+de+mudanca+profunda+no+pais+diz+ex-assessor+de+presidente.shtml

Ecuador: Correa abandonó el proyecto de transformación profunda del país, según ex asesor del presidente

Decio Machado colabora con varios medios de comunicación en Europa y América Latina, vive en Quito y fue asesor de Rafael Correa antes de dejar el cargo en 2010 y tomar aptitudes críticas respecto al gobierno.

Entrevista completa realizada por Lamia Oualalou - Opera Mundi (Brasil)

Ecuador vive, desde hace semanas, una serie de movilizaciones nacionales convocadas por sindicatos y movimientos sociales, entre los cuales existen importantes grupos indígenas. El presidente Rafael Correa dice que estas protestas son organizanidas por “ciertos grupos” y que considera legítimo responder “por al fuerza”, mientras muchas voces denuncian una escalada de represión. Este es el caso del consultor y analista político de origen hispano-brasileño Decio Machado. Vive en Quito y colabora con varios emdios de comunicación en Europa y América Latina. Fue asesor de Rafael Correa durante los dos primeros años de mandato, antes de dejar el cargo en enero del 2010 y convertirse en un crítico al oficialismo.

En entrevista a Opera Mundi, considera que el gobierno “cruzó la linea con el nivel desproporcionado de violencia utilizada por las fuertas de seguridad del Estado contra los manifestantes”. Según Machado, la llamada “revolución ciudadana” de Rafael Correa abandonó el inicial proyecto de transformación del país. La capacidad de comunicación del presidente es lo que, para él, explica que Correa todavía se mantenga en el poder tras nueve años de su primera elección.


Indígenas, sindicalista y otros sectores de la sociedad se movilizan contra distintos proyectos de ley del gobierno. ¿Cuál es su opinión sobre la reacción del presidente Rafael Correa?

El pasado 13 de agosto, el movimiento indígena y el sindical convocaron conjuntamente a la movilización indefinida, con una larga lista de demandas. El objetivo principal de estas movilizaciones es que se archiven una serie de reformas constitucionales impulsadas por el gobierno que buscan, entre otras cuestiones, limitar derechos de participación y consulta a la ciudadanía, militarizar la seguridad pública, eliminar el derecho a la sindicación en la función pública, y posibilitar la reelección indefinida del Presidente de la República.

Los estudios de opinión desarrollados en los últimos meses indican que una notable mayoría de la sociedad ecuatoriana esta en contra de estas medidas y quiere ser consultada al respecto. El oficialismo, consciente de que perdería esta demandada consulta popular, pretende aprobar estas reformas en el Legislativo, donde aún goza de mayoría.

Personalmente considero que el presidente Correa cruzó la línea durante estas protestas, debido al desproporcionado nivel de violencia utilizado por los cuerpos de seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas en contra de los manifestantes, lo que causó la detención de 95 civiles. Quiero resaltar que Ecuador no es Venezuela, entre los detenidos no hay representantes de las élites económicas del país. Los presos son indígenas, campesinos y militantes de organizaciones sociales. Para las gentes que nos consideramos de izquierda, no cabe justificación alguna en el ejercicio de la represión por parte del Estado contra sectores sociales que históricamente han sido y siguen siendo marginados en nuestra sociedad.

¿Usted fue asesor del presidente Rafael Correa durante los dos primeros años en su primer mandato, porque denunció?

El gobierno del presidente Correa contó con el apoyo y la involucración de mucha gente que provenía de la militancia política en las izquierdas. Al poco tiempo de gobierno comenzaron las contradicciones entre el discurso revolucionario y una práctica antagónica. En esos momentos algunos entendimos que estábamos ante un gobierno en disputa entre las tendencias más transformadoras y los sectores que respondían a lógicas modernizadoras del gran capital. La balanza terminó declinándose a favor de aquellos. Por ética y coherencia política, muchos fuimos abandonando paulatinamente nuestra colaboración con el gobierno. En mi caso, renuncié a mis funciones de asesoramiento en los primeros días del año 2010.

¿Cuál ha sido el impacto de la llamada Revolución Ciudadanía de Rafael Correa? ¿Cómo cambio el país?

Considero que el proceso político auspiciado por el correísmo, el cual nada tiene de revolucionario, ha cumplido un rol que fue necesario para la modernización tecnológica y económica del país. Bajo lógicas neodesarrollista, Correa modernizó el Estado, mejoró la infraestructura pública, adecuando al país a la realidad de un mundo globalizado.

Este desarrollo ha sido posible gracias al boom de los precios de los commodities debido a las demandas del capitalismo global. El gobierno del presidente Correa es el que más recursos ha dispuesto en la historia del Ecuador. Personalmente considero de esta fase de transición hacia la modernización del país ya acabó, igual que terminó también el ciclo de bonanza económica al que hemos asistido en la región. En estos momentos, el gobierno está realizando diversos recortes en el presupuesto público, despidiendo funcionarios e congelando múltiples proyectos de inversión. Paralelamente, la deuda externa crece agresivamente. Este conjunto de circunstancias está generando un fuerte desgasta al gobierno. Esta por ver si el oficialismo es capaz de mantener el gobierno tras las próximas elecciones presidenciales y legislativas que tendrán lugar en febrero del 2017, pero lo que es evidente que ya no goza del masivo apoyo popular de otros tiempos.

En febrero del 2013 el presidente Rafael Correa conquistó un nuevo mandato con holgada ventaja sobre sus rivales y en la primera vuelta. ¿Tras nueve años en el poder, que tipo de relación se estableció con la población?

Es un poder neopopulista. El neopopulismo es una forma de acción política que busca su legitimación en base a un discurso centrado en el pueblo, buscando una fuerte reacción emocional en el público al cual se dirige. Todo ello se articula bajo criterios ideológicos muy poco definidos y donde el discurso vive en permanente contradicción con su praxis. Es un nuevo estilo de representación política-electoral que reproduce lo viejo: el caudillismo, el paternalismo, las estructuras sociales jerárquicas, el desmantelamiento de las organizaciones sociales autónomas, y la subordinación de la sociedad al poder político.

¿Cómo usted explica que todo eso pase en un régimen que se dice progresista?

El correísmo no es más que la expresión política del fenómeno de modernización emprendido por el capital nacional tras la crisis financiera de los años 1999 y 2000. Si usted analiza las cuentas de resultados, tanto de la banca privada como de las grandes empresas capitalistas que monopolizan la mayoría de los sectores de la economía ecuatoriana, verá que sus beneficios actuales son notablemente superiores a los que obtenían durante el neoliberalismo.

¿Cómo funciona el aparato institucional en el Ecuador?

Todo poder articula formas diversas y combinadas para legitimarse. Esto genera un abanico de acciones muy amplio que va desde la manipulación psicológica hasta la violencia física. En el caso del Ecuador, la práctica correísta implementó un modelo de gobierno donde la independencia entre los poderes del Estado no existe, quedando el poder Legislativo y el Judicial subordinados al Ejecutivo. En ese contexto, la interpretación y aplicación del Derecho se ve instrumentalizado por el poder político, encubriéndolo, justificándolo y convirtiéndolo en “orden” social.

La aplicación de la Justicia en Ecuador conlleva a que bajo el arcaico principio del dura lex sed lex (la ley es dura) se estén aplicando sentencias desproporcionadas y enfocadas a la implementación de un Estado disciplinario. Fue lo que sucedió por ejemplo, con la ciudadana brasileña Manuela Picq. El Estado determinó el retiro discrecional de su visa –obligándola a salir del país- por el mero hecho de acompañar a su pareja sentimental, un reconocido líder indígena ecuatoriano, durante una manifestación reivindicativa en Quito, sin que hubiera la más mínima evidencia que pudiera implicarla en algún caso de alteración del orden público.

La implementación de este tipo de estrategias basadas en generar miedo, desembocan en autocensura entre los periodistas y desincentivan la participación ciudadana. Se busca anular la capacidad de movilización de lo poco que queda de tejido social organizado en nuestra sociedad. Las movilizaciones sociales son entendidas por el gobierno como estrategias que buscan la desestabilización política del gobierno, motivo por el cual se termina criminalizando la protesta social.

¿Cómo ve la capacidad de comunicación del presidente Rafael Correa?

Uno de los rasgos que caracterizan al presidente Correa es su gran potencial  comunicador. Los líderes neopopulistas requieren de esa virtud y los que no la tienen, como es el caso de Nicolás Maduro, sufren de un deterioro político muy rápido.

El pulso que durante casí nueve años lleva manteniendo Rafael Correa contra todos los medios de comunicación privados del país e incluso contra algunos mass media globales, no hubiera sido posible sin sus notables dotes como comunicador. Sin embargo es de señalar que la credibilidad de la palabra del presidente en estos momentos está en franca decadencia. Los últimos sondeos de opinión realizados en el mes de junio indican que el 53% de los ecuatorianos ya no creen en la palabra de Correa. La tendencia de este indicador lleva meses en aumento.

Usted considera a Correa como un neopopulista ¿Cuál es la afectación de ese modelo político sobre la comunicación? 

El neopopulismo entiende a la comunicación y sus medios exclusivamente como un campo de batalla. Intenta subordinarlos buscando convertirlos en una plataforma de conexión de su líder con las masas. Esta idea de construir un modelo de sociedad que sea culturalmente homogénea y afín al régimen, conlleva la necesidad de generar una opinión pública relativamente dócil. Para lograr estos objetivos, el control de la comunicación y la información pasa a ser estratégicamente clave. Esto explica el tipo de políticas basabas en el control de la información que se ha establecido el correísmo durante estos años. Correa rompe ejemplares de periódicos durante sus apariciones públicas y define a la prensa privada como corrupta. Una de las 16 reformas constitucionales impulsadas por el gobierno en la actualidad tiene como objetivo convertir a la comunicación en un servicio público. Esto es una aberración, dado que significa equiparar a la comunicación al servicio de agua y electricidad o a la educación y la salud, estableciendo el control de sus servicio en manos del Estado. El antecedente más famoso de esta concepción sobre la comunicación es la Ley de Prensa española que fue promulgada durante la dictadura militar del general Francisco Franco. Entender la comunicación como un servicio público atenta contra los principios de independencia y veracidad que debemos exigirle a los medios de comunicación, ya que los convierte en dependientes de los intereses del Estado. Si queremos construir alternativas al actual control oligárquico de los medios de comunicación, este tipo de medidas son sin lugar a dudas inadecuadas.

¿Cuál es su visión de los medios de comunicación privados en Ecuador?

Podríamos dividir a los medios de comunicación privados en dos grupos. Aquellos que por mantener la rentabilidad de sus negocios y seguir recibiendo publicidad estatal –el gobierno tiene una fuerte dotación presupuestaria destinada a su aparato de propaganda y contrata mucha publicidad en los medios- carecen de información crítica respecto al oficialismo; y, los que vinculados a intereses políticos de la vieja oligarquía, son meras herramientas políticas de la oposición más conservadora.

¿Y sobre los medios públicos?

Según el Consejo de Regulación de la Información y Comunicación (Cordicom), un órgano teóricamente autónomo del Gobierno pero conformado en su totalidad por personas vinculadas al partido de gobierno, se reconoce la existencia de 61 medios de información nacionales en el Ecuador. De ellos, 12 son propiedad del Estado, es decir, el mayor holding mediático existente actualmente en el país está al servicio del gobierno. Es por ello que considero que estos medios de comunicación deberían definirse más como gubernamentales que como públicos, ya que no están al servicio de la sociedad sino al del poder político. La gestión de estos medios es dependiente de la Secretaria Nacional de Comunicación de la Presidencia de la República. La información que emiten es grotescamente tendenciosa en favor del gobierno y funcionan también como herramientas destinadas a mantener la estrategia oficialista de culto a la personalidad del presidente Correa. En definitiva, son herramientas al servicio de la propaganda.

¿Existe un fuerte nivel de tensión entre los medios públicos y privados?

La lucha a la que asistimos en la actualidad en Ecuador y otros países suramericanos entre los mass media privados y los nuevos holdings mediáticos de carácter “público” no están basadas en el derecho que tenemos los ciudadanos a estar debidamente informados. Es tan solo una disputa entre facciones rivales a la hegemonía política de nuestras sociedades y en base a ello, por el control de la información. Ambos muestran en su práctica cotidiana los mismos vicios de manipulación informativa. Esta situación nos obliga a plantear alternativas desde la sociedad, liberando o conquistando espacios autónomos a través de la construcción de medios independientes y alternativos.

¿Cómo son hoy los medios sociales independientes ecuatorianos?

En la lógica de conflicto anteriormente descrita, lo que podríamos definir como medios independientes es muy minoritaria y marginal en el Ecuador. La vigente Ley de Comunicación incorporó algunas demandas históricas provenientes desde los movimientos sociales por la cual se plantea la repartición equitativa del espectro radioelectrico ecuatoriano. En esta ley se plantea que el 34% de las frecuencias están destinadas para medios comunitarios, el 33% para los medios privados, y el otro 33% para los medios públicos. Pasados más de dos años de la aprobación de dicha ley, la asignación de frecuencias para los medios comunitarios no supera el 4%. Esto demuestra la falta de voluntad gubernamental por fomentar la comunicación comunitaria, alternativa e independiente.

Usted habla de una permanente estrategia de propaganda desde el gobierno. ¿Puede explicar como funciona?

La estrategia de marketing y propaganda impulsada desde gobierno tiene como elemento innovador la articulación de técnicas empresariales enmarcadas en la comunicación política. En base a ello y con ayuda de diversos consultores internacionales, se desarrolló un “branding” –técnica desarrollada en el campo de la mercadotecnia para la construcción de marcas- asociado al nombre y figura de Rafael Correa. Todo está perfectamente diseñado y no hay cabida para la espontaneidad. Por poner tan solo un ejemplo, el régimen define al proceso político actualmente en marcha como “Revolución Ciudadana”, iniciales que coinciden con el nombre del mandatario. El mensaje es claro, la revolución ciudadana no es un conjunto de ideas o ideología alguna, es en si mismo Rafael Correa.

Estas estrategias comunicaciones buscan convertir al mandatario en un “lovemarks”, -técnica innovadora utilizada en la publicidad comercial que busca fidelizar a los consumidores con una marca-. Es así que el rostro del presidente Correa aparece por todas partes, su voz cierra los spots publicitarios de toda la propaganda emitida por los diferentes ministerios, llegándose incluso a sancionar a medios de comunicación que no informen respecto a alguno de sus viajes al extranjero o sus charlas “magistrales” en universidades extranjeras. En definitiva, se intenta mediante técnicas relacionadas con el neuromarketing construir vínculos profundos y duraderos entre los electores y el mandatario.

Contar con los mejores profesionales del sector publicitario para la implementación de estas técnicas tiene sin duda su costo económico. Le pongo un ejemplo: la última campaña electoral del presidente Correa, en 2013, contó con los servicios de los consultores políticos mexicanos José Adolfo Ibinarriaga y Roberto Trad, quienes fueron galardonados con el Victory Awards, el más prestigioso premio de consultoría política otorgado en EEUU a consultores de habla hispana.

¿De manera general, como ve las nuevas regulaciones sobre medios de comunicación adoptadas en varios países de Sudamérica?

Por razones históricas, en América Latina la libertad de prensa ha tenido una existencia muy frágil, lo que ha impedido la construcción de una cultura periodística independiente.

La limitación ideológica de las oligarquías latinoamericanas, así como la concentración de la riqueza en muy pocas manos, son elementos que obstaculizan el pluralismo periodístico y la información.

Los medios de comunicación han estado históricamente en manos de las élites, siendo prostituidos sus objetivos fundacionales. En diversos países es fácil apreciar como los medios de comunicación son utilizados como herramientas de confrontación ideológica frente a estos nuevos gobiernos autodefinidos como “progresistas”. En respuesta a esto, estos gobiernos han entendido que la libertad de prensa debe estar en manos del gobierno, creando órganos subordinados para el control de los medios y creando en paralelo sus propios aparatos de información y propaganda. Todo esto ha complicado notablemente la labor informativa en la región.

Las nuevas regulaciones que se han ido dando en diversos de nuestros países tienen aspectos positivos, como la mejora de condiciones para ejercer el derecho humano a la comunicación, la supuesta intencionalidad de asegurar la información fidedigna para el conjunto de la ciudadanía, e incluso el acceso universal a las tecnologías y medios que lo facilitan. Criterios basados en la prohibición de concentración medios o acumulación de frecuencias radiales o televisivas, es otro aspecto que es fundamental destacar.

El problema de estas leyes, más allá de cuestionamientos puntuales sobre algunos de sus artículos, es la forma en que estos gobiernos entienden su aplicación. Está bien crear una institución que controle y fiscalice a los medios en sus formas de emitir la información, pero si la conformación de este no es independiente al gobierno, nos encontramos en la práctica con órganos sancionadores del pensamiento crítico y la disidencia informativa, mientras que por otro lado, se permite la impunidad de los medios gubernamentales cuando distorsionan la información en función de los intereses del poder político.

Hablemos claro, los medios de comunicación se definen en base a su postura ante el poder, sea este del tipo que sea, lo que viene a su vez determinado por su capacidad de solvencia e independencia económica. Los gobiernos latinoamericanos no están apoyando la construcción de medios de comunicación alternativos, comunitarios o independientes. En este sentido, no es creíble que estas nuevas leyes de comunicación tengan como intención final democratizar el acceso a la comunicación y dar voz a los que históricamente han carecido de voz en nuestros respectivos países.

¿Cuál es la responsabilidad de los medios, que muchas veces actúan como actor político opositor?

La responsabilidad de los medios de comunicación privados que funcionan como herramientas al servicio de la oposición política, es exactamente la misma que la que tienen los medios de comunicación públicos puestos al servicio de los interés políticos de sus correspondientes gobiernos. Ambos no cumplen con los objetivos de interés social que tienen encomendados, no emitiendo información veraz y no respetando el pluralismo de opinión. Al final unos y otros aplican aquello que Winston Churchill expresó cuando dijo que “la verdad es algo tan preciado que debe ser cuidada por un guardaespaldas de la mentira”.

Mi condición al respecto del periodismo, es la misma que defendió el periodista Rodolfo Walsh hasta que fue asesinado por la dictadura militar argentina: “el periodismo es libre o es una farsa”.

viernes, 11 de septiembre de 2015

La crisis china amenaza al desarrollo de América Latina

La crisis china lastra las economías latinoamericanas, todavía presas de la exportación de materias primas.

Decio Machado // Quito, Ecuador
Periódico Diagonal Num. 253 / Jueves, 10 de septiembre 2015

Movimiento indígena movilizado en Quito / Foto: Edu León
Durante el último mes los mercados han sido sacudidos por nuevos indicios que indican que la segunda economía más grande del mundo, la china, se está de­sacelerando de forma mucho más rápida de lo proyectado por sus autoridades y los grandes gurús del capitalismo global.

A estos episodios hay que sumar el fortalecimiento del dólar, la agudización de la caída de los precios de commodities –materias primas– y la salida de capitales, generando importantes depreciaciones monetarias en los países emergentes.

Para Julio César Gambina, miembro del Consejo Académico de ATTAC-Argentina, "América Latina es parte del fenómeno de desaceleración global, especialmente por la caída de los precios internacionales de exportación y con preocupación ante el papel asumido por China en estos años como socio comercial, inversor y prestamista de varios países de la región".

Según la CEPAL, "el comercio entre América Latina y China es netamente interindustrial: materias primas por manufacturas". El 75% de los productos que compra China a Latinoamérica son materias primas mientras que el 91% de las compras latinoamericanas a China son productos industriales.

Mientras entre el año 2000 y 2013 el comercio sino-latinoamericano se multiplicó por 22, el año pasado ha sido la primera vez que ha disminuido. Tras una gloriosa década dorada, el crecimiento estimado para América Latina en 2015 quedó limitado a un escaso 0,5% según la CEPAL.

Brasil

La economía, en recesión

El mayor impacto regional está teniendo lugar en Brasil. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), la economía más importante de América Latina se contrajo el 1,9% entre abril y junio respecto al primer trimestre del año, donde ya hubo un retroceso del 0,7%.

Para Margarida Gutiérrez, profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro, se esperan "dos años de caída del PIB, algo nunca visto en este país". Brasil, cuyo principal socio comercial es China, con exportaciones de 40.000 millones de dólares –principalmente de hierro y soja–, entra así oficialmente en recesión.

Ante estos hechos, el mensaje de la presidenta Dilma Rousseff ha sido contundente: "Vamos a hacer los deberes de casa, controlar la inflación y poner límites fiscales. Vamos a reducir gastos. Vamos a mirar a todas partes con lupa y ver lo que puede ser cortado y reducido. Tenemos que hacer un ajuste en varias cosas".

Los recortes en materia de gasto social están en marcha y dirigidos por el ministro Joaquim Levy, un economista proveniente de la Escuela de Chicago, cuyo apodo "manos de tijeras" lo dice todo. Para Joao Ma­chado, dirigente del PSOL, es un hecho que Rousseff busca una salida de la crisis por la derecha.

La crisis brasileña es expansiva y multiplica en la región el impacto de la desaceleración china y la caída de precios de las commodities. "La devaluación del real brasileño –34% en 12 meses– ha sido mayor que la de otras monedas latinoamericanas, lo que encarece la exportación de los países del Mercosur a Brasil", señala el consultor y analista brasileño Moacyr Barroso.

Sus efectos son evidentes: entre enero y julio, las ventas de los países de Mercosur al gigante suramericano cayeron un 23% respecto al mismo período del año pasado.

Argentina

Gana la derecha oficialista

La crisis de las commodities está significando que Argentina merme sus ingresos de exportación en unos 8.000 millones de dólares al año, a lo que hay que sumar los impactos del 'parón' brasileño, país al que se dirige la mitad de sus exportaciones industriales.

La elección de Daniel Scioli, representante de la derecha new age dentro del justicialismo, como candidato oficialista a las próximas elecciones de octubre, marca también un giro en política económica. Como indicó recientemente el aspirante a presidente, ahora vamos a tratar de "generar un clima de confianza y certidumbre a los empresarios".

Chile

La burbuja del cobre

Por su parte, el Banco Central de Chile presentó recientemente un deprimente informe sobre la situación económica nacional. Para Ladys Vascones, analista proveniente de la redes de economía solidaria, "es un hecho la fragilidad económica del país y aún puede empeorar mucho más, dado que el cobre –mitad de las exportaciones chilenas– podría a futuro perder aún más valor, llegando a niveles similares a los de la crisis subprime".

Ante este escenario, el Gobierno de Michelle Bachelet decidió frenar las reformas sociales de carácter progresista comprometidas durante su campaña, lo que está generando fuertes conflictos internos en la controvertida coalición de partidos que está detrás de una presidenta que atraviesa sus peores momentos de popularidad.

Venezuela

Crisis terminal

Las cifras oficiales de la economía dejaron de divulgarse hace más de un año, buscando no erosionar más la figura de Nicolás Maduro. Esto ha convertido los datos de inflación, crecimiento o desabastecimiento en indicadores meramente especulativos.

Sin embargo, el deterioro político bolivariano es evidente y para el teórico marxista Heinz Dieterich, exasesor de Hugo Chávez, "la crisis económica de Venezuela se ha convertido en una crisis política terminal para el Gobierno de Maduro. Perderá las elecciones parlamentarias de este año y saldrá, a más tardar, en 2016 del poder, sea por referéndum revocatorio, renuncia o intervención militar".

Más allá de las conjeturas sobre tiempo y forma del declive bolivariano, lo que parece evidente es que el tándem Cabello-Maduro ha perdido todo poder de negociación para salvarse de la debacle que se avecina, lo que generará una fuerte inestabilidad en el país y posiblemente el traspaso de poder a los conservadores.

Ecuador y Bolivia

Crisis y recortes

Las recientes movilizaciones en Ecuador, cuya economía está fuertemente unida a la china, son fruto de políticas impulsadas por el presidente Rafael Correa que ponen en riesgo el futuro financiamiento de la Seguridad Social, introducen recortes presupuestarios varios y vuelven a un agresivo endeudamiento externo.

En Bolivia, el Go­bierno de Evo Morales ha reconocido que la caída de precios de los recursos naturales tendrá un impacto negativo para Bolivia de 2.500 millones de dólares este año, además de la importante disminución de ingresos sufrida por el sector agropecuario debido a la situación de Brasil y Argentina.

Los efectos de la crisis mundial han estancado los avances en materia de combate a la pobreza en Latinoamérica: se estabilizó el número de pobres en 167 millones de personas e incluso el índice de extrema pobreza ha vuelto a subir, pasando del 11,3% en 2013 al 12% al cierre del 2014.

Mientras, los llamados gobiernos progresistas han moderado sus políticas reformistas, desgastándose en muchos casos aceleradamente y generando un nuevo escenario que permite la irrupción de un nuevo ciclo conservador en el subcontinente.

Perú: Humala profundiza su deriva neoliberal

El impacto de la crisis en Perú tampoco es menor, ya que las exportaciones de minerales suman el 60% de sus ingresos. Tras crecer entre el 6% y el 10% en los últimos años, la economía se ralentizó al 2,3% el pasado año. El presidente Ollanta Humala procede en la actualidad con recortes en Educación y Salud. Según Salomón Lerner, quien ejerciera como jefe de su campaña electoral, “su gran error es haber continuado con el modelo económico neoliberal excluyente, incluso lo ha profundizado, haciendo todo lo contrario al proyecto de cambio que se ofreció en la campaña”.  

lunes, 7 de septiembre de 2015

China: del comunismo rural al capitalismo salvaje

Por Decio Machado / Director de la Fundación Alternativas Latinoamericanas de Desarrollo Humano y Estudios Antropológicos (ALDHEA)

A medida que China se adentra en el siglo XXI y compite como potencial mundial en el capitalismo global, asistimos como la mayor de sus paradojas al hecho de que todo este cambio se haya producido bajo la supervisión del Partido Comunista Chino, en otro tiempo un enemigo radical de la empresa mercantil y la propiedad privada. Sin embargo, hay que reconocerle a la antigua burocracia comunista china, que sus reformas más relevantes han sido de cosecha propia, no viniendo dictadas desde el exterior por gobiernos extranjeros u organismos internacionales.

La historia de la República Popular China debe dividirse en dos etapas notablemente diferenciadas. La primera estuvo dominada por la figura del Mao Zedong, quien desde una visión derivada de la ortodoxia ideológica comunista implementó su catecismo en todos los ámbitos de la sociedad; mientras la segunda, tras su muerte en 1976 y una corta sucesión por parte de Hua Guofeng, que desembocó en el ascenso de Den Xiaoping al poder en 1981, marcó el punto de inflexión a partir del cual se pondrá fin a las políticas implementadas bajo el “socialismo real” maoísta, e iniciará una serie de reformas que desembocaron en un proceso de intenso crecimiento económico que convertiría a la República Popular China en una gran potencial económica inmersa en el capitalismo global.

Antecedentes históricos

A lo largo de las décadas de 1930 y 1940, durante la ocupación japonesa y la guerra civil china, el ejército de campesino de Mao Zedong soportó graves penurias, incluyendo la Larga Marcha de 12.400 kilómetros. Sus fuerzas sufrieron diversas derrotas como la de Yan´an, hasta que a partir de 1947 comenzaron a ganar territorio, apoderándose posteriormente de Manchuria y la toma de Peking, actual Beijing.

El triunfo revolucionario campesino comunista de 1949 puso fin a décadas de guerras internas, teniendo que enfrentar el nuevo gobierno la reconstrucción del país. El nuevo Estado quedó bajo en total control del Partido Comunista Chino a través de sus organizaciones regionales coordinadas por un Comité Central establecido bajo las pautas de un “centralismo democrático” de corte leninista. Al nacimiento de la República Popular -octubre de 1949-, el Partido Comunista contaba con 4.5 millones de miembros, de los cuales nueve de cada diez tenían antecedentes campesinos. En la búsqueda de las verdaderas fuentes del socialismo, Mao Zedong creía en “las ventajas del atraso” –cuanto más atrasada la economía, más fácil es la transición-, lo que le llevó a buscar sus bases en aquellos sectores de la sociedad menos influenciados por el capitalismo, es decir, un campesinado mayormente al margen de las relaciones capitalistas y una intelligentsia no corrompida por la ideología burguesa.

Los primeros años del gobierno de Mao Zedong vinieron marcados por la reconstrucción masiva de China, donde la nueva prosperidad y estabilidad del país contrastaba con los tumultos y calamidades de las décadas anteriores.

Desde los primeros años de comunismo, el gobierno chino se convirtió de una forma u otra en el propietario de toda la tierra en China. La revolución puso fin a un sistema de propiedad de la tierra que se remontaba a muchos siglos atrás y que se conformó bajo una lógica feudal y esclavista.

La reforma agraria llegó en 1950, lo que abolió el derecho individual a poseer tierras. Lo primero y principal fue proceder con la incautación de tierras a los viejos terratenientes chinos, los cuales poseían gigantescas extensiones de terreno, otorgándose el usufructo de dichas parcelas a quienes anteriormente eran sus arrendatarios. La reforma sirvió para poner la tierra en manos de los campesinos que la trabajaban, aunque paralelamente se les arrebató la propiedad a millones de pequeños agricultores que eran propietarios de pequeños terrenos rurales. Se estima que antes de la promulgación de la Ley de Reforma Agraria en China, el 60% de su población rural -por lo general familias muy empobrecidas-, poseían algo de tierra aunque con escasez de medios y condiciones apropiadas para su explotación.

Tras el final de la Guerra de Corea (1950-1953) la colaboración con la Unión Soviética se vio muy reforzada, decidiendo el Comité Central del Partido Comunista Chino apostar por el modelo soviético de desarrollo: economía planificada, centrada en la industria pesada y en la producción agrícola. La ruptura y el conflicto con la extinta URSS llegaría unos años después con el declive del estalinismo.

La apuesta se concretó en un plan quinquenal que estableció objetivos de crecimiento para los años comprendidos entre 1953 y 1957, aunque la falta de expertise por parte de la nueva burocracia china retrasaría su aplicación hasta febrero de 1955. Es a partir de entonces cuando se pasa del uso individual de la tierra al modelo soviético de colectivización.

Durante el primer plan quinquenal se introdujo el sistema de cooperativas en el mundo rural, mediante el cual extensiones de cultivo hasta entonces divididas en pequeñas parcelas pasaban a estar agrupadas para compartir recursos. El cambio más radical se produjo en 1956, cuando se colectivizó toda la tierra y todas las propiedades, incluyendo los animales y las herramientas agrícolas. Las medidas más extremas desplazaron a la población fuera de sus hogares y territorios, en búsqueda de la eficiencia productiva, conformándose grupos compuestos por centenares de familias que pasaron a trabajar en común la tierra. La fuerza de trabajo agrario en China se mantuvo junto a las tierras en donde pudiera ejercer su función de “ejército de reserva”, al que el partido pudiera llamar a la acción para sus proyectos de industrialización cuando fuera necesario. Se trataba de usar el excedente agrícola y parte de la mano de obra agraria para financiar y empujar un programa de industrialización patrocinado desde el mismo Estado.

El triunfo de la revolución trajo consigo también el control de la propiedad privada por parte del Estado, eliminándose millares de pequeños negocios que servían al comercio cotidiano en las zonas rurales del país. Las familias que poseían estos pequeños comercios los perdieron, viéndose obligados a volcarse sobre el trabajo agrario a tiempo completo. En 1956, el gobierno promulgó un edicto que prohibía que las fábricas, las minas, las empresas de construcción y los medios de transporte contrataran a nadie que procediera de las explotaciones agrarias salvo autorización expresa del Estado.

Los importantes cambios sociales y culturales impulsados por el gobierno revolucionario de Mao Zedong fueron acompañados en un primer momento por una economía en continuo crecimiento. El éxito del primer plan quinquenal llevó a la burocracia comunista china a implementar un segundo plan, mucho más ambicioso para el período comprendido entre 1958 y 1962, el cual se convertiría a la postre en el mayor fracaso económico de la época maoísta.

Durante un breve período de tiempo en 1959 y 1960, a través de la implementación de un plan de industrialización adscrito al Gran Salto Adelante, se permitió que los agricultores abandonaran el campo y se incorporaran a explotaciones urbanas, transformando a parte del campesinado en clase obrera. Según Mao Zedong, había llegado el turno de una gran revolución tecnológica, en la que el esfuerzo de la población debía dedicarse al incremento de la producción agrícola e industrial. Se reclutó para las ciudades a 19 millones de campesinos, pero emigraron en torno a 50 millones fruto de la falta de perspectivas existentes en el ámbito rural. En aquel momento el crecimiento estaba concentrado en la costa del este alrededor de los centros de negocios importantes como Sanghai, Beijing y Guangzhou.

El Partido Comunista Chino se vio obligado a tomar medidas de protección a sus trabajadores urbanos, deportando a gran parte de la población de emigrantes rurales nuevamente hacia el campo. El sistema hukou fue concebido inicialmente como un medio para controlar el aumento de los inmigrantes provenientes de las zonas rurales a las urbanas, y aquellos cuyo pasaporte delataba su origen rural y viajaban a las ciudades sin las autorizaciones correspondientes eran deportados de nuevo a sus granjas. Así el Estado predestinaba a los hijos de los agricultores a que se quedaran en las granjas en base a la planificación productiva realizada por el Estado.

Para impulsar el crecimiento de la producción agrícola el régimen consideró la creación del sistema de “comunas populares”, fusionando las 740.000 cooperativas entonces existentes en las zonas rurales en tan solo 26.000 comunas. El sistema de comunas conllevó la incorporación de la mujer al trabajo agrario, cubriendo las vacantes dejadas por la población masculina movilizada para trabajar en fábricas y proyectos de infraestructuras. En resumen, bajo un criterio que busca la eficiencia en la explotación agraria y el desarrollo industrial y tecnológico del país, se alteró la formas de vida tradicional en el medio rural y se desestructuró a gran parte de las familias. Los resultados finales fueron nefastos.

La exigencia de que las explotaciones colectivas cumplieran con determinados objetivos de producción sin incentivo alguno, el enorme tamaño de las comunas en las cuales se diluían responsabilidades y una serie de desastres naturales que se concadenaron en esa época, desembocó en el hecho de que los agricultores campesinos que cultivaban el alimento del país pasaran hambre. Aunque existe mucha discrepancia respecto a los datos, se estima alrededor de 30 millones de muertes por hambruna entre 1958 y 1962.

Como resultado del desastre ocasionado por el Gran Salto Adelante, Mao Zedong abandonaría la jefatura del Estado, aunque que conservaría su puesto como presidente del Partido Comunista Chino y de máximo referente ideológico. Algo más tarde, través de la llamada Gran Revolución Cultural Proletaria y el IX Congreso del Partido Comunista Chino, Mao Zedong reconfirmaría su liderazgo absoluto.

Pero el maoísmo, aunque tuvo éxito como una ideología revolucionaria, eventualmente resultó ser desastroso en la era posrevolucionaria. La tragedia del Gran Salto Adelante y el caos de la Revolución Cultural fueron el resultado del intento por revivir el maoísmo de los años revolucionarios. Esta expresión política fue precisamente la que más radicalmente se apartó de la tradición marxista: rechazo al capitalismo basado en la simpleza de considerarlo simplemente malvado, ignorándolo como una etapa progresiva en el desarrollo histórico de un país atrasado; la asunción del campesinado como el sujeto revolucionario y motor de la “transición al comunismo” –durante la Revolución Cultural los trabajadores urbanos eran enviados al campo para aprender virtudes proletarias por parte del campesinado-; y una visión exaltada de las “ventajas del atraso”, donde la “pobreza y desnudez” fue considerado positivo. En palabras del propio Mao Zedong, “en una hoja de papel en blanco, desnuda, se pueden escribir las palabras más nuevas y más hermosas y pintar los cuadros más originales y bellos”.

La escasez que vivió China en su ámbito rural durante las décadas de 1960 y 1970 y la desacreditación, fruto del fracaso, de la misma idea de socialismo en las mentes de muchos chinos, estimuló clandestinas tentativas reformadoras por parte de sectores del campesinado. Algunos agricultores practicaron pequeños sobornos para ganarse el privilegio de poder vender sus cosechas. Los funcionarios provinciales permitieron pequeños experimentos ilegales, los cuales fueron posteriormente autorizados por Deng Xiaoping aludiendo al pacto de Xiaogang –punto de partida de la reforma rural de 1978, que nace a raíz de un acuerdo de campesinos locales que decidieron dividir voluntariamente las tierras garantizando el tributo agrícola al Estado- como “un sistema de contratos responsable con beneficios vinculados a la producción”. La aldea de Xiaogang, conocida en toda la provincia por su elevado nivel de pobreza, generó en ese mismo año una producción local equivalente a la cosecha global de los últimos 20 años.

China: nueva potencia capitalista

Para la transición hacia la segunda etapa, en este caso capitalista, en que hoy se enmarca el desarrollo chino, ha sido fundamental la transformación en la visión del Estado respecto a la propiedad privada y las empresas.

De esta manera y con Deng Xiaoping como administrador económico de China y en la cúpula del Partido Comunista Chino, se inauguró la era más pragmática del país. Al cabo de un año del pacto de Xiaogang la mayor parte de los agricultores de Anhui, una provincia rural de 50 millones de habitantes, estaban ya actuando bajo una versión de lo que acabaría conociéndose como el Sistema de Responsabilidad Familiar.  Dicho sistema autorizaba a las familias a lucrarse con el cultivo y la venta de sus cosechas, siempre que cumplieran con sus responsabilidades alícuotas con el Estado. La economía de mercado actualmente existente en China despegó, de hecho, gracias a aquellos agricultores conceptualizados por el maoísmo como motor revolucionario para la transformación social y la transición hacia el socialismo.

Una vez que los agricultores empezaron a ganar algún dinero buscaron nuevas formas de rentabilizar sus pequeños capitales, lo cual ha derivado en muchas pequeñas empresas posteriores que se configuraron a partir de los ahorros acumulados en zonas atrasadas. Entre ellas se encuentran las cooperativas y empresas colectivas que no son propiedad del gobierno central, sino de miembros de las comunidades locales o de los gobierno locales bajo la modalidad de inversiones privadas, las llamadas en terminología académica estadounidense “township and village enterprises”.

Paradójicamente, las campañas de colectivización maoísta realizadas en el campo y la ciudad forjaron una masa trabajadora dócil y maleable que posteriormente fueron utilizadas por transnacionales extranjeras para la ampliación barata de sus procesos de producción. Fueron esas mismas empresas estadounidenses y europeas quienes enseñaron al nuevo capitalismo chino cómo utilizar esa misma fuerza de trabajo para obtener ventajas competitivas frente a ellos en el mercado global.

La frase mas citada de Deng Xiaoping, “gato negro, gato blanco… lo importante es que cace ratones”, fue acuñada durante los debates políticos de la década de 1960, pero se invocó posteriormente para referirse al fracaso de la antigua economía comunista, que “no cazaba ratones”, y a la que se conformó después, según la cual la población recibió autorización para centrarse en los fines sin dedicar ni un segundo a pensar en los medios.

La burocracia del Partido Comunista Chino supo desde el inicio que las primeras etapas de acumulación de capital en una economía de mercado incipiente estaban destinadas a ser desordenadas. Un ejemplo de eso habían sido las economías de su entorno regional, Japón y Corea con sus zaibatsus y chaebols, el acogedor conglomerado entrelazado de bancos, industria, políticos y militares, todos ellos deseando coordinarse entre ellos y esconder conjuntamente sus pecados. El trenzado de intereses del empresario privado y el funcionario en el poder se convirtió en un lugar común en China.

Este proceso contribuyó a vincular a grupos de China cuyos intereses no estaban alineados históricamente en el mismo bando. De un lado estaba una clase media y empresarial con aspiraciones que necesitaba dinero y derechos de propiedad para dirigir negocios. De otro estaba el Estado y los funcionarios del partido que tenían una predisposición ideológica negativa hacia los negocios y la propiedad privada. Hoy en día ya es inexistente la separación entre ambos.

Una de las facetas más sorprendentes del desarrollo económico de China fue el surgimiento de tantos recursos financieros por todo el país. Con el paso del tiempo parece como si una multitud de empresarios imitadores en China se hubieran hecho cargo de casi cualquier sector industrial del mundo,  aprovechando de una mano de obra barata y casi ilimitada destinada a ponerse a trabajar en cualquier tipo de fábrica productiva. El inicial desarrollo de una rápida producción de baja calidad desbordó a la competencia mundial.

En 1987, ante una delegación de la extinta Yugoslavia, Deng Xiaoping diría: “Nuestras reformas rurales han avanzado muy deprisa, y los agricultores se han mostrado entusiasmados. El desarrollo de las empresas de poblados y aldeas nos pilló completamente por sorpresa. Fue como si en el campo apareciera un ejército extraño fabricando y vendiendo una inmensa diversidad de artículos. Este no es un logro de nuestro gobierno central (…), fue una sorpresa.”

Entre la década de 1950 y 1970 dos terceras partes de las provincias de China dependían de sus redes industriales para abastecer a sus ciudades de casi todo lo que consumían. Se esperaba que las industrias produjeran artículos a bajo precio asequibles para la población. Sin embargo, en la práctica la diseminación de la industria estatal china agravaba su ineficiencia y cuando llegaron las reformas del mercado estas se debilitaron, volviéndose muy vulnerables ante el empuje de las nuevas empresas que se afincaban en el país. Cuando la inversión comenzó a llegar a las ciudades del litoral chino, la industria comenzó a concentrarse de nuevo allí, obligando a las anticuadas y ya ineficientes empresas estatales a abandonar sus mercados locales a favor de los mejores productos del este del país. La economía de mercado introdujo una cuña entre el pasado y el presente, que convirtió en aún más ricas y seductoras a las ciudades orientales.

El nuevo capitalismo chino ha vivido una era de Goldilocks economy o “economía de hadas” similar a la que disfrutó EEUU en la década de 1990, aunque con un crecimiento mucho más rápido y a escala planetaria. Aunque se intentó aplicar medidas de corrección en diferentes momentos, la burocracia china entonó el cántico del éxito veloz y duradero con un optimismo indiscriminado. Pero el espejismo comienza a caer en base a las leyes básicas de la gravedad económica, lo cual está devolviendo a la tierra a China y a otros tantos grandes mercados emergentes.

La República Popular China sigue un modelo de crecimiento basado en las exportaciones similar al adoptado por Japón, Corea del Sur y Taiwán después de la Segunda Guerra Mundial. Todas estas economías de alza bajaron del 9 o 10% a alrededor del 5 o 6% cuando sus rentas per cápita alcanzaron un nivel medio-alto. Japón tocó ese máximo a mediados de la década de 1970; Taiwán y Corea del Sur lo hicieron en las dos décadas subsiguientes.

Después de que Deng Xiaoping empezara a implementar sus reformas de libre mercado a principios de la década de 1980, China se preparó para lanzar una reforma tipo “Big Bang” cada cinco años, y cada nueva medida aperturista –primero la privatización de la agricultura, luego de los negocios, después franquear la entrada de empresas extranjeras- precipitó una nueva racha de crecimiento. Pero este ciclo ya toca a su fin.

Es un hecho bajo las leyes del capitalismo global que a lo largo de cualquier década desde 1950, sólo una tercera parte de los mercados emergentes han logrado crecer a una tasa anual del 5% o superior. Menos de un cuarto han mantenido ese ritmo durante dos décadas y la décima parte durante tres. Sólo seis países –Malasia, Singapur, Corea del Sur, Taiwán, Tailandia y Hong Kong- han mantenido esta tasa de crecimiento durante cuatro décadas y dos de ellos –Corea del Sur y Taiwán- durante cinco. De hecho, en la última década, con excepción de China e India, todos los demás países que consiguieron mantener una tasa de crecimiento del 5%, desde Angola y Tanzania a Armenia y Tayikistán, era la primera vez que lo hacían. Es de suponer entonces que en los años venideros la nueva normalidad en mercados emergentes sea muy parecida a la vieja normalidad existente en las décadas de 1950 y 1960, cuando el crecimiento rondaba el 5% y la carrera por los primeros puestos siempre era apretada.

China empieza una nueva etapa en la que los costes de proyectos y la opinión pública importan, y en la que el alcance de experimentos faraónicos multimillonarios se reduce. Ya en 2008 el entonces primer ministro Wen Jiabao calificó el crecimiento chino de “desequilibrado, descoordinado e insostenible” y desde entonces la situación no ha hecho más que empeorar. Su deuda en relación al PIB crece con rapidez y la ventaja que suponía la mano de obra barata en años anteriores, clave en el crecimiento chino, se está esfumando dado que la demanda supera a la oferta, motivo por el cual los trabajadores se han dotado de mecanismos sindicales para negociar mejoras en las condiciones de contratación.

La China capitalista de hoy prosperó a la manera antigua, construyendo carreteras para unir las fábricas a los puertos, desarrollando redes de telecomunicaciones para conectar unos negocios con otros y ofreciendo a los campesinos desempleados puestos de trabajo con mayor capacidad adquisitiva en fábricas urbanas. Ahora todas estas medidas llegan a su fase de madurez, a medida que la oferta de mano de obra procedente de zonas rurales se agota el empleo en las fábricas alcanza su máxima capacidad y la red de autopistas ya llegó a los 75.000 kilómetros, la segunda más larga del mundo después de EEUU. La tendencia demográfica que en décadas recientes ha inclinado la balanza de población hacia los trabajadores jóvenes y en activo pertenece ya al pasado y una cada vez mayor clase social de pensionistas pronto empezará a hacer mella sobre el presupuesto público, fenómeno novedoso para el gobierno chino. En paralelo, la afluencia de campesinos a las ciudades en busca de empleos mejor pagados está disminuyendo de forma acelerado. Según un estudio realizado hace pocos años, de los habitantes de la China rural que ya no son necesarios para las tareas agrícolas, 150 millones ya habían emigrado a las grandes ciudades, 84 millones habían encontrado trabajos no agrícolas en el sector rural y tan sólo 15 millones permanecían como “ejército de reserva” o mano de obra excedente. Las migraciones internas a los núcleos urbanos está descendiendo de manera anual en unos cinco millones de personas.

En paralelo, la brecha existente entre los salarios de la mano de obra migrada al sector industrial que realizan tareas manuales y los de titulados universitarios se han acortado, mientras que los salarios agrícolas han crecido más rápido que los ingresos que perciben los inmigrantes rurales en las ciudades. Así pues, la afluencia a las ciudades y la matriculación en la universidad –puesto que se supone que un título universitario se traduce en mayores ingresos- han caído.

Cuanto más rico es un país, más duro es el reto de crecer y es posible que en el marco del capitalismo global, hasta haya demasiados países grandes para hacerlo. En 1998 China, para que su economía de un billón de dólares creciera en un 10%, tuvo que expandir sus actividades económicas en 100.000 millones de dólares y consumir sólo el 10% de las materias primas industriales mundiales. Ya en 2011, para que su economía de seis billones de dólares creciera igual de rápido, necesitó expandirse en 600.000 millones de dólares al año y absorber más del 30% de la producción global de materias primas. Evidentemente China ahora está sufriendo el problema de insostenibilidad en su modelo de crecimiento económico.