jueves, 26 de febrero de 2015

Reflexiones enmarcadas en la coyuntura política ecuatoriana


Por Decio Machado

El segundo semestre del ejercicio 2014 ha sido sin duda el período en el que más se ha sentido el desgaste del oficialismo en Ecuador. Esta realidad se expresa incluso -aunque de forma camuflada- en las encuestas gubernamentales, dado que es un hecho difícil de ocultar y normal una vez transcurridos ocho años de gestión correísta.

La caída de los precios de los commodities está marcando un cambio de ciclo económico en el cual la mayoría de la ciudadanía no visualiza mejoras respecto a su capacidad adquisitiva y condiciones económicas generales respecto al año anterior (ver Gráfico 1), lo que acompañado con una visión de que el país se ha estancado (ver Gráfico 2), que el endeudamiento familiar crece (ver Gráfico 3) y que el año en curso se caracterizará por una situación de crisis económica (ver Gráfico 4) ante la cual existe escasa capacidad de respuesta, sitúa al gobierno en una posición sin antecedentes durante su gestión.


A esto hay que sumar que gran parte de las y los ecuatorianos consideran que la corrupción en el país ha aumentado o al menos sigue igual que siempre (ver Gráfico 5), lo que dice muy poco a favor de la transparencia política del actual gobierno y genera desconfianza hacia el aparato gubernamental con el consiguiente deterioro de las instituciones públicas. La ciudadanía comenzó a perder su confianza en el autodenominado proceso "revolucionario", aplicándose aquella máxima del filósofo alemán Friedrich Nietzsche que indicaba que "tener fe significa no querer saber la verdad".


Incluso en los datos de calificación al presidente Rafael Correa, los cuales siguen siendo extraordinariamente altos según los encuestadores al servicio del régimen (ver Gráfico 6), se muestra una importante caída durante el segundo semestre año pasado (período coincidente con el comienzo de la caída del precio del crudo en los mercados internacionales), condición que podría agravarse en lo que va de año, dadas las reiteradas salidas de tono del mandatario en el ámbito del escarnio público a twitteros, caricaturistas y formadores de opinión. Según diversas encuestadoras, el voto duro a favor del presidente Correa estaría situado en unos 10 puntos por encima del voto negativo que ha acompañado históricamente al proceso, lo cual indica que el régimen mantiene indicadores positivos aunque estos se encuentren en descenso.


En resumen, la mayoría ciudadana sigue reconociendo los méritos gubernamentales en materia de inversión social y construcción de infraestructuras, aunque muestra un descontento cada vez mayor respecto al estado de la economía, niveles salariales y las condiciones de trabajo, así como por el incremento de la inseguridad ciudadana (ver Gráfico 7). Dicha situación se verá agravada en el 2015 dado que el incremento del Salario Básico Unificado para el presente año ha sido de 14 dólares, lo que tiene un ridícula repercusión sobre la hora de trabajo de tan sólo 0,07 centavos.


Cabe destacar también que el Gobierno dejó de ser un referente político alternativo para amplios targets de la población, dado que analizadas las encuestas por franjas de edad, una importante porción del electorado –sobre todo joven- preferiría tener la opción de votar por “alguien nuevo”, dado que el conjunto de actores que se mueven en el tablero político nacional les parecen astillas del mismo palo. Esta realidad motiva determinadas acciones de carácter electoralistas a las que estamos asistiendo en los últimos días, si bien sus protagonistas poco o nada tienen de nuevo en la realidad política nacional.

Aun así, la tienda oficialista sigue siendo la mejor opción existente para la mayoría de la sociedad debido a los logros obtenidos en materia de indicadores sociales y económicos durante los ocho años de gobierno del presidente Rafael Correa. Sin embargo, asistimos a un cambio de aptitud respecto al comportamiento del electorado ecuatoriano, el cual en la actualidad define su opción política desde una perspectiva meramente pragmática -no hay nadie mejor a quien votar-, lo que viene a indicar el fin del "período mágico" de seducción discursiva correísta, demostrando a su vez el nivel de mediocridad política instalado en el país.

Dada la situación de deterioro anteriormente descrita, la opción política encarnada desde el oficialismo solo mantendrá su estatus hegemónico asegurando los niveles de capacidad de consumo actualmente existentes, así como dotando a unos servicios públicos cada vez más cuestionados de un cierto nivel de calidad. Esta condición explica el reciente espectáculo mediático protagonizado por el mandatario ecuatoriano en su reciente visita al hospital del Seguro Social "Teodoro Maldonado Carbo" en Guayaquil, entre otros episodios de similares características. 

Asistimos a una pérdida cada vez mayor de fidelidades al partido de gobierno y a un paulatino deterioró de la imagen presidencial, la cual hasta mediados del pasado año se había mantenido prácticamente intacta bajo una intensa estrategia de marketing político enfocada al culto a la personalidad del mandatario.



Recomposición de la estrategia política oficialista

Los partidos políticos ecuatorianos carecen de ideología, no siendo una excepción el oficialismo verdeflex. Es por este motivo que el gobierno del presidente Correa ha tenido escasos reparos en ir perdiendo cada una de las banderas políticas que le diferenciaron de gobiernos anteriores a nivel nacional, así como de otros gobiernos existentes en el ámbito internacional. La pérdida de valores políticos sufrida desde la gestión del poder por Alianza PAIS ha derivado en la persecución política a los dirigentes comunitarios que se han manifestado en resistencia frente a las políticas neoextractivistas y desarrollistas implementadas desde el gobierno; la renuncia a mantener el crudo bajo el subsuelo en la emblématica reserva natural del Yasuní; el deterioro de la libertad sindical; el secuestro de la autonomía requerida por parte de los organismos de control y de participación ciudadana conformados a la través de la Constitución de Montecristi; el disciplinamiento orgánico de los sectores políticos afines al oficialismo que han manifestado disidencias o intentado articular tendencias internas frente a temas como la no despenalización del aborto en caso de violación, objeciones a la reelección indefinida o la firma del TLC con la UE, entre otras temáticas conflictivas; así como el control social y cuestionamiento a cualquier forma de hacer política desde la ciudadanía que no se articule en el estricto al marco normativo electoral y partidista. Es decir, siguiendo las lógicas teóricas establecidas por intelectual apólogo del neopopulismo Ernesto Laclau, podríamos decir que el “significante vacío” (lo que suele coincidir con el nombre de un líder) en el Ecuador esta cada vez más vacío de contenidos. Si el correísmo llegó al poder pateando el tablero de una deslegitimada partidocracia en el año 2006, hay que reconocerle su capacidad para transformarse en el paradigma de la nueva partidocracia del siglo XXI.


Si bien el autodefinido gobierno de la “revolución ciudadana” es, a través de su forma de gestionar la política, un referente de aquello que Antonio Gramsci definió como poder –mitad coerción, mitad legitimidad-, la nueva coyuntura política nacional para los próximos dos años auspicia la necesidad de que el oficialismo se reenfoque en el plano de la legitimación social por encima de su ámbito coercitivo. Es por ello que desde el frente político  gubernamental (eje compuesto por la Secretaría de la Gestión de la Política, el Ministerio del Interior y la secretaría ejecutiva de Alianza PAIS) se ha puesto especial énfasis en la construcción del frente “Unidos”. Esta coalición fue formada por los responsables de la acción política gubernamental y presentada públicamente en septiembre del pasado año con la incorporación de organizaciones políticas, gremiales y sociales que forman parte de la orla clientelista del régimen. Si bien sus limitaciones organizativas están enmarcadas en la falta de debate interno y en la imposición hegemónica de los postulados de Alianza PAIS respecto al resto de fuerzas aliadas, sigue siendo la estrategia concebida desde el poder para reposicionar un modelo hegemónico que iría más allá del partido gobernista. A través de "Unidos" se pretenden auspiciar un nuevo marco de entendimiento entre el líder y la masa -multitud según Toni Negri- superadora de la cada vez mayor deslegitimación de los políticos convertidos en élite del partido de gobierno. Sobra indicar que siguiendo la perspectiva laclauniana, la autonomía de las masas carece de sentido es esta nueva estrategia política.

Por su parte, el liderazgo oficialista para la próxima legislatura está aun bajo análisis y por definirse. Si bien el presidente Correa ha habilitado la posibilidad de su reelección –con el coste político que esto conlleva-, queda por procesarse internamente el formato del próximo binomio presidencial. Dependiendo de la evolución del desgaste que pueda sufrir la imagen del actual mandatario, situación que viene condicionada por factores exógenos -evolución de los precios del petróleo- pero que condicionan la capacidad para mantener las actuales lógicas de capitalismo paternalista, podría haber cambios en el nombre incluso del futuro presidenciable. En esta situación caben básicamente dos posibles opciones: la más probable es que sea mismo presidente Rafael Correa; y en caso de necesidad de una opción sustitutoria, aparece la figura del ex vicepresidente Lenin Moreno. Como acompañantes en el binomio aparecen múltiples posibilidades, tomando fuerza por momentos la ex ministra y ex embajadora en los EEUU Nathalie Cely, hipótesis que afianzaría el marco de alianza entre determinados sectores emergentes del capital ecuatoriano y podría suavizar algunas relaciones internacionales muy deterioradas fruto del hipotecamiento de la estrategia de desarrollo nacional al capital proveniente de China.

La “opción Moreno” habilitaría a su vez, la posibilidad de que en 2021 pudiera volver un renovado Rafael Correa, condición estratégica que se movería con ciertos paralelismos a las lógicas de mantenimiento del poder auspiciadas durante siete décadas por el PRI mexicano, así como a las estrategias de time-out diseñadas para la regeneración de viejos liderazgos por el frenteamplismo uruguayo (con la vuelta de Tabaré Vázquez) y del petismo brasileño (con la posible vuelta de Lula da Silva tras el crítico período de gobierno que aun le queda por afrontar a Dilma Rousseff).

Estrategias del conservadurismo ecuatoriano

Respecto a la oposición política conservadora se destacan básicamente dos frentes con capacidad de intervención pública nacional: el Movimiento CREO, liderado por el segundo banquero más importante del país; y la agrupación recientemente surgida bajo una alianza entre los alcaldes de Guayaquil y Quito con el prefecto del Azuay.

Respecto al Movimiento CREO de Guillermo Lasso, una organización montada con formato de empresa que tiene como máximo líder al CEO del Banco de Guayaquil, cabe significar que su actual estrategia no está basada en la construcción de propuestas políticas alternativas a las desarrolladas por el gobierno, sino en la práctica de una estrategia de desgaste que tiene como objetivo central la figura del presidente Correa.

Según los indicadores de percepción de voto, Guillermo Lasso no crece, condición que debe entenderse como normal dada sus carencias políticas y dialécticas, así como por la aureola de banquero (mal asunto en un país donde la banca, quince años después, aun no ha saldado sus cuentas con la ciudadanía) que le rodea. La estrategia del Movimiento CREO está centrada en acelerar la erosión del correísmo a través de la demanda de una consulta ciudadana que deslegitime socialmente la reelección indefinida aprobada en el Legislativo –correa de transmisión del Ejecutivo para la implementación de leyes diseñadas desde la Secretaría Jurídica de la Presidencia de la República-. La hipótesis “lassista” se ancla sobre el criterio de que si el Consejo Nacional Electoral (CNE) no da paso a dicha consulta, el gobierno seguirá desgastándose y se visualizará su carácter más autoritario y antidemocrático cara al proceso electoral del 2017. Por otro lado, en el supuesto caso de que su estrategia de presión consiguiera viabilizar la consulta demandada, CREO capitalizaría una posible victoria del “NO” a la reelección, generando un punto de inflexión que se traduciría en un acelerado descenso de la curva de hegemonía política verdeflex.

La conformación de la plataforma Compromiso Ecuador, espacio político sobre el que Guillermo Lasso articula su estrategia, pretende convertirse en el referente a través del cual diversos actores políticos y sociales afines al conservadurismo implementarían un reagrupamiento en aras a la conformación de algo parecido a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) venezolana. Incluso algunos sectores autoreferenciados como progresistas han llegado a tomar contacto con esta plataforma política, señalando una posible unidad de acción bajo la hipótesis de viabilidad de dicha consulta popular. Sin embargo, la estrategia de una MUD a la ecuatoriana queda transitoriamente en entredicho con la aparición de otras “jugadas” políticas conservadoras diferenciadas de la propuesta “lassista”.

La reciente entrada en escena de un espacio nuevo auspiciado por Jaime Nebot –alcalde de Guayaquil y referente del más rancio conservadurismo ecuatoriano-, con el apoyo de Mauricio Rodas –alcalde de Quito- y de Paul Carrasco -prefecto del Azuay-, obliga a CREO a revisar su estrategia inicial. Ante esta nueva situación, CREO posiblemente se verá obligado a plantear un marco de diálogo en aras a la unidad de acción de la derecha, lo que conlleva a su vez negociar quien será el presidenciable ante las elecciones del 2017.   

Respecto a esta nueva apuesta política cuya escenificación no carente de lujos tuvo lugar en el centro de convenciones Mazán de Mall del Río de la ciudad de Cuenca, está por verse su viabilidad política y capacidad de seducción electoral. Sin embargo, ya hay elementos que apuntan hacia un futuro predecible.

Por un lado, el surgimiento de este "nuevo" espacio político fungiría como un coyuntural balón de oxígeno para los alcaldes Jaime Nebot y Mauricio Rodas. Nebot, “enguetado” políticamente en Guayaquil,  con esta herramienta estaría construyéndose un “puente de plata” que le permitiría salir de su ciudad y volver a resituarse en la política nacional –la paciencia y articulación de nuevas oportunidades es una argucia que acompaña a los viejos zorros de la política profesional-; mientras Rodas, en caída libre según las últimas encuestas de popularidad, generaría una nueva “agarradera” política ante su incapacidad para desarrollar una gestión coherente y efectiva en el distrito capitalino. Ni uno ni otro tienen condiciones en la actualidad de presentarse como candidatos a la presidencia de la República en el 2017, dado los niveles de resistencia existentes hacia el alcalde Nebot fuera de la ciudad de Guayaquil y el costó político que le significaría a Rodas no terminar su primer mandato como alcalde de Quito (gran parte de la ciudadanía quiteña entendería que su voto en 2014 habría sido utilizado por el actual burgomaestre para auspiciarse como presidenciable, restándole importancia a la ciudad y su vecinos, con la consiguiente factura política que esto conlleva). Por otro lado está el prefecto Paul Carrasco, un político relativamente joven que acumula ya en su cargo un período de diez años, el cual encontraría a través de esta nueva plataforma política la herramienta necesaria para correr en las próximas presidenciales, demostrando a su vez que para los políticos profesionales poco importan las formas y con quienes conseguir convertir en realidad sus ambiciones personales. 

El análisis político realizado desde estos sectores se resume básicamente en entender que el candidato Guillermo Lasso y su Movimiento CREO no tienen capacidad de ganarle la partida al presidente Rafael Correa, motivo por el cual un perfil como el del prefecto del Azuay se convierte en un referente político coyuntural. Revestir esta alianza con tintes socialdemócratas permite a su vez la entrada en el juego de determinados sectores de la izquierda convencional que encuentran dificultades en el momento actual para mantener o volver a los curules que algún día ocuparon, lo que tapizaría con cierta legitimidad el discurso de que estamos ante una apuesta política que superando ideologías históricamente confrontadas busca la regeneración democrática del país y un marco aceptable para la reconstrucción de un Estado de derecho y libertades ciudadanas.

Transversalizando dicha operación, aparece un consultor político de largo vuelo y varios “embarres”, Jaime Durán Barba, quien asesora a las tres dignidades inicialmente coaligadas. Este experto del marketing político y la comunicación estratégica es por cierto un especialista en dar contenido a candidaturas políticas vacías y de escaso acumulado ideológico, como se demostró recientemente en Quito y posiblemente veamos en la próxima campaña presidencial.

Las izquierdas en su laberinto

Moviéndonos en la amplia franja de la fraccionada izquierda ecuatoriana, encontramos algunos espacios que en este momento están en fase política especulativa.

Uno de ellos es el caso de la resurrección “lazariana” de la Izquierda Democrática. La reaparición de esta vieja organización política, aun en fase previa a la recolección de firmas, es de por si un interrogante. El apoyo que a esta “resurrección” le pueda dar el ex presidente Rodrigo Borja es el baremo que permite reflexionar sobre si realmente existe el mínimo atisbo de viabilidad en dicho proyecto. Está por verse también, si esto forma parte de una operación oficialista destinada a debilitar y dividir el voto de otros sectores socialdemócratas que pudieran distanciarse en un futuro próximo del gobierno -caso de Avanza-, o si realmente existe la firme voluntad de reconfigurar una organización política que hizo historia en el pasado reciente del Ecuador. En todo caso, cabe indicar que las siglas políticas se inventaron para que sean herramientas a ser utilizadas por los colectivos ciudadanos, y no al contrario. Existen en la historia múltiples ejemplos de organizaciones políticas que han cumplido un papel histórico en momentos determinados de un país y después pasaron al olvido dado que perdieron su razón de ser. En el caso de la Izquierda Democrática existen muchas posibilidades de que su catalogación se enmarque en este tipo de casos.

Otra de las organizaciones políticas que merecen reflexión es Avanza. Su ligazón con el oficialismo es tan débil que se restringe estrictamente a la función en el Ejecutivo que desarrolla su máximo líder, Ramiro González. Sin embargo, el rol de González no es fácil, dado que cuenta con la desconfianza de muchos de los actores alineados al partido gobernista. Esta situación es entendible, dado que –con la permisibilidad presidencial- Avanza se construyó insólitamente al auspicio del Instituto Ecuatoriano de la Seguridad Social (IESS), bajo su techo y con sus eslóganes y colores. Sus buenos resultados electorales en las últimas elecciones seccionales y legislativas, así como la aptitud de algunos de sus dirigentes, genera desconfianza entre muchos de los cuadros políticos de Alianza PAIS, los cuales a pesar de lo anti-estratégico de sus posiciones, preferirían ver a González fuera del actual gobierno.

Por último, quedan los grupos políticos que conformaron en la campaña electoral del 2013 la extinta Unidad Plurinacional de las Izquierdas. 

En lo correspondiente al antiguo Movimiento Popular Democrático (MPD), hoy rebautizado bajo las siglas de Unidad Popular, se desarrolla una campaña de recogida de firmas con el fin de legalizar su estatus como fuerza política institucionalmente reconocida. No es un secreto las dificultades que tendrá ante el CNE para lograr tales objetivos, dado que son uno de los puntos de mira del correísmo. En estas condiciones y ante una hipotética negatividad por parte del órgano "supuestamente" rector de la democracia de viabilizar su inscripción, podríamos asistir a un reenfoque estratégico de este partido en la búsqueda de un nuevo hábitat donde sus cuadros puedan subsistir en el marco de la política institucional.

Por parte del Pachakutik, cuyo reordenamiento interno tanto orgánico como ideológico es uno de los varios deberes pendientes de la Confederación Nacional Indígena del Ecuador (CONAIE), su situación de deterioro político interno es evidente, más allá de que haya cosechado resultados electorales que pueden ser considerados como aceptables en la elecciones seccionales del 2014. Está por verse cuales serán los movimientos políticos que puedan hacer sus dirigentes en la coyuntura actual, aunque destaca lamentablemente la presencia de algunos de ellos en las convocatorias políticas de “boato y chanel” recientemente realizadas en Cuenca.

Reflexión final

El análisis del situación de la política ecuatoriana demuestra el estado febril del correísmo y de los diferentes anticorreísmos que pululan en la actual coyuntura. De hecho no hay excesiva diferencia en las formas de entender y hacer la política entre el nuevo establishment conformado al calor del mal llamado proceso de "revolución ciudadana" y las corrientes que se proponen como alternativas al actual poder político hegemónico.

La falta de propuestas sociales y políticas, así como la carencia de cualquier proyecto alternativo de sociedad visualiza el estado anímico y de orfandad de los sectores de la izquierda política nacional. Incluso sonroja ver como algunos de estos aplauden bajo la mesa la conformación de nuevos espacios políticos que conllevaran a la larga el reposicionamiento de sectores alineados con una de las más recalcitrantes oligarquías cleptómanas latinoamericanas.


En la actual situación que vive el Ecuador, no cabe otra opción que la apuesta por la construcción de espacios autónomos en los cuales se puedan generar nuevas formas de intervención política que evidentemente deben estar muy alejadas de las que se desarrollan en el plano de la política convencional y profesionalizada. Vuelven a ser necesarios los espacios donde los movimientos sociales tengan la capacidad de reinventar sus luchas y resistir. Porque la resistencia, a pesar de todo este revival discursivo gramsciano emprendido por el "saber" -desde su visión más foucaultniana- al servicio del poder, es en si mismo una forma de vida, es la afirmación de nuestra singularidad hacia la construcción de lo que es común para todas y todos. Esa resistencia es nuestra ética transformando la realidad y redeterminando el valor real de la vida. A la postre, esa resistencia es la única forma de emancipación que se desarrolla desde la práctica efectiva de la creación cooperativa, superando los esquemas de representación política convencional y la utilización de las multitudes por parte de los poderes instituidos.