Por Decio Machado
Nos dicen que no hay democracia real sin partidos fuertes… Nos dicen que la política institucional es la política, que la participación ciudadana se ejecuta mediante el sufragio universal cada cuatro años y que para que ese mecanismo funcione se necesita de que el sistema de partidos esté vivo y tenga legitimidad social.
Sin embargo, basta mirar la realidad política nacional para ver que el deterioro de lo que fue el partido hegemónico en el país durante la última década no está siendo acumulado por ningún otro partido. La auto destrucción de Alianza PAIS no implica que haya crecido ni la simpatía ni la afiliación del resto de partidos políticos del Ecuador.
Esta crisis es igual para los partidos de izquierda que para los partidos de derecha. Si es que alguna vez lo fueron, hoy los partidos políticos ya no son los intermediarios entre la ciudadanía y el Estado… ya no son quienes buscan canalizar los intereses presentes en la sociedad para solicitar su atención por parte del Estado. Es más, en la realidad política ecuatoriana y debido a la incoherencia de sus líderes, difícilmente puede ya identificarse a los partidos con una ideología política o un programa determinado.
Aquellas viejas organizaciones políticas que generaban ideas, que tenían una militancia cohesionada, que emitían sus publicaciones formativas y de debate teórico, que construían espacios asamblearios y que incluso instruían a sus militantes mediante la realización permanente de actividades culturales ya no existen. Y si alguna queda, cabe decir que el nivel de reflexión política que en ellas se da es para echarse a llorar.
La distancia entre las dirigencias políticas del país y sus bases es abismal, lo que ha generado un efecto de profesionalización de la política. Dejamos de vivir en una sociedad con partidos para vivir en un Estado de partidos. Esto implica un modelo de partido desideologizado, colonizado por el mundo mercantil en el cual se limita a salir cada cuatro años a vender sus productos/políticos en una sociedad cada vez más consumista y donde los intereses colectivos van quedando en un segundo plano. Si antes existía la promesa del partido activista de masas que se pretendía como herramienta de transformación social, eso fue poco a poco desapareciendo y sus direcciones burocratizándose según fueron acercándose al poder.
En realidad los partidos políticos en el Ecuador de hoy no son otra cosa de meros instrumentos que nos ofrece el poder para que la ciudadanía pueda votar cada cuatro años, dándole legitimación al sistema y abriendo una ventana de fuga para el “cabreo” popular.
Es de esa manera que se vació en concepto de la política, motivo por el cual hemos podido ver como partidos políticos de la izquierda, sindicatos de trabajadores u organizaciones indígenas terminaron aliados con partidos conservadores o apoyando candidaturas que políticamente poco tendían que ver con sus postulados originales. Es así que nuestra democracia quedó sometida al extremismo centrista, tecnificándose la política, es decir, despolitizándola, en aras a un distanciamiento cada vez mayor respecto al ciudadano de a pie.
Pero hablando claro, el problema no es solo de los políticos que nos rodean ni del sistema de partidos, es la ciudadanía quien cada cuatro legitima socialmente este engendro. Somos parte de un modelo cultural que nos lleva a delegar la toma de decisiones en quienes dicen ser nuestros representantes.
Cuanto tiempo más va a durar esto es algo que no sabemos, pero claro está que Ecuador es un país que camina a pasos agigantados a una crisis de representatividad política pues cada vez son menos quienes creen en la legitimidad de los partidos y esbozan confianza en sus liderazgos.
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