lunes, 3 de diciembre de 2018

Hacia una nueva guerra fría

Por Decio Machado

Revista PlanV

El Departamento de Comercio de los Estados Unidos manifestó hace apenas unos días que se plantea la posibilidad de suspender las exportaciones de tecnologías en el ámbito de la inteligencia artificial. Productos basados en redes neuronales, el deep learning(técnicas de inteligencia artificial con las cuales las computadoras aprenden a hacer algo sin ser programadas para ello), la visión artificial, el procesamiento del lenguaje natural y la manipulación de audio y video estarían dentro de paquete de tecnologías restringidas.

Según Washington estas medidas tratarían de proteger la seguridad nacional en un momento de guerra comercial con China, cuando el gigante asiático está invirtiendo notablemente en el campo de la inteligencia artificial. De hecho, el presidente Donald Trump está intentando convencer a los proveedores de servicios tecnológicos de sus países aliados para que dejen de usar a toda costa cualquier dispositivo de Huawei o de otra marca china, comenzando por países como Alemania, Italia y Japón —donde tienen bases militares—, planteando que posiblemente estas compañías les espíen. En la actualidad, ninguna de las tiendas minoristas que surten de smartphones a las bases militares norteamericanas puede vender celulares chinos al personal allí desplegado. De igual manera, todas las entidades que conforman el aparato gubernamental de Estados Unidos tienen prohibido el uso de cualquiera de estos dispositivos.

En el ámbito de la inteligencia artificial ya vemos algunos avances en las nuevas capacidades diseñadas en dispositivos móviles, el impulso de tendencias en altavoces inteligentes o coches autónomos propiciados por compañías estadounidenses, aunque hay otros usos aun bien guardados pertenecientes al campo de la industria militar.

La guerra comercial entre Estados Unidos y la República Popular China ha evolucionado desde el ámbito comercial al tecnológico. China tiene como objetivo, en su agenda estratégica nacional, liderar el campo de las tecnologías a escala mundial en torno al año 2030. Es por ello que Google va a construir su primer centro de investigación de inteligencia artificial en dicho país.

Fei-Fei Li, investigadora jefa de inteligencia artificial y aprendizaje automático de Google Coud, indica en un anuncio de Google Al China Center (filial china de Google):
“China es el hogar de muchos de los principales expertos mundiales en inteligencia artificial y aprendizaje automático. Los tres equipos ganadores del ImageNet Challenge en los últimos tres años han estado compuestos, en su mayoría, por investigadores chinos. Los autores chinos contribuyeron con el 43% de todo el contenido de las cien principales revistas de Inteligencia Artificial en el 2015 y cuando la Association for the Advancement of Artificial Intelligence descubrió que su reunión anual se superponía con el Año Nuevo Chino este año, reprogramaron la reunión.”

Las autoridades chinas tienen la intención de construir una gran industria nacional de inteligencia artificial con un valor de USD 150.000 millones, la cual pretende ser la más importante del planeta. Estas ambiciones tuvieron su punto de partida cuando, según narraba un artículo del The New York Times en marzo del año pasado, la inteligencia AlphaGo (programa informático de inteligencia artificial desarrollado por Google DeepMind para jugar al juego de mesa Go) derrotó al mejor jugador mundial, Ke Jie, en el juego Go (juego de estrategia que se desarrolla en un tablero y que tiene su origen hace más de 2500 años en China).

Siguiendo su hoja de ruta para tal propósito, el gobierno chino refuerza en la actualidad sus empresas tecnológicas, su industria militar y la propia administración a través de software de gestión propios y plataformas tecnológicas. En paralelo, apoya fuertemente a sus empresas emergentes, investigaciones de I+D en universidades y proyectos en marcha en el ámbito de la inteligencia artificial y la robótica.

Para el 2020, según fuentes de su Ministerio de Ciencia y Tecnología, China habrá igualado en tecnología e instalaciones de investigación sobre inteligencia artificial a Estados Unidos. Será entonces cuando su producción se elevará hasta los USD 22.000 millones, llegando al año 2030 con un rendimiento estimado de USD 147.000 millones. Obras como Fundamentos de la inteligencia artificial, del profesor Xiaoou Tang, presidente de SenseTime Group —la startup de inteligencia artificial más valiosa del mundo—, ya ha comenzado a estudiarse en unas cuarenta escuelas secundarias chinas ubicadas en las ciudades de Beijing y Shangai.

Para ello, según MIT Technology Review, China no ha dejado de contratar a ingenieros y científicos especializados en el campo de la inteligencia artificial. Las escasas trabas impuestas a las compañías tecnológicas en China para recopilar y analizar datos de usuarios —algo necesario para el desarrollo de las inteligencias artificiales— hace que firmas como Google sientan interés por instalarse en dicho país.

En realidad la guerra comercial impulsada desde Estados Unidos contra la República Popular China preocupa tan solo de forma relativa a Beijing. Conscientes de que la estrategia estadounidense inicialmente tan solo buscaba encarecer los productos chinos importados en Estados Unidos, con el objetivo de promocionar el producto local, el gigante asiático se mantenía contra-replicando el incremento de aranceles de forma más o menos tranquila. Esto ha sido así hasta que este fin de semana pasado, en Buenos Aires durante el cierre de la cumbre del G20, Xi Jinping consiguió un acuerdo con Donald Trump para que en los próximos 90 días no existan más incrementos arancelarios, congelándose de forma transitoria el encarecimiento de aranceles en el actual 10% por valor de USD 200.000 millones. Xi se comprometió también en adquirir una cantidad respetable de productos agrícolas, energéticos, industriales y otros a Estados Unidos, generando las pautas para reducir en parte el desequilibrio comercial actualmente existente entre ambos países.

Sin embargo y más allá de los acuerdos de Buenos Aires, lo que ahora levanta las alarmas en Beijing son las directrices político-tecnológicas de carácter más duradero que pueden afectar gravemente sus intereses estratégicos. En concreto, las actuales preocupaciones disparadas en Zhongnanhai —sede oficial del gobierno chino— se fundamentan en que el conflicto con Trump puede terminar por limitar las inversiones de empresas chinas en sectores de alta tecnología en Estados Unidos y las implicaciones que derivan de esto. Es por ello que Xi Jinping se vio obligado a aceptar en los acuerdos de Buenos Aires algunos ítems vinculados a la transferencia forzada de tecnologías, protección de propiedad intelectual y obstáculos a las intrusiones cibernéticas. Pese a que se mantiene el bloqueo a los smartphones chinos por parte de Washington, Xi se vio obligado a aceptar la compra de la holandesa NXP por parte del fabricante de chips estadounidense Qualcomm, operación que había sido anteriormente bloqueada desde Beijing mediante el manejo de su paquete accionario.

Los think tanks chinos creen, con razón, que el país debe desarrollar mayor peso en la tecnología, frente al antiguo binomio que regía sus mercados: mano de obra y capital. De ahí deviene el interés de Beijing por dominar estos campos estratégicos, espacios en disputa donde se va a dirimir de manera inmediata el futuro liderazgo económico mundial. Al trasladar las capacidades industriales de China a áreas de alta tecnología, Beijing pretende evitar la “trampa de ingresos medios” —situación en la cual la economía de un país se adentra en períodos sostenidos en los que no crece— a la que sucumbieron tantas y tantas economías emergentes.

Conscientes de lo anterior, Estados Unidos ya ha dejado claro que considera a China como un competidor tecnológico estratégico, y con base en ello ha establecido un plan que busca obstaculizar el acceso de China a las tecnologías de vanguardia norteamericanas. De prolongarse esta situación se transformará el escenario económico y de inversión a nivel planetario, generándose una crisis global que abarcará desde las grandes empresas transnacionales hasta sus proveedores a pequeña escala.

En todo caso, si las tensiones actuales entre Estados Unidos y China continúan podría llegarse al caso de que los asiáticos desarrollen sus propios ecosistemas tecnológicos, lo que obligaría al resto del mundo a tener que elegir entre ambos. Lo anterior implicaría menos innovación a escala global y un crecimiento más reducido, dado que la alta tecnología ya no se compartiría y las economías de escala dejarían de estar globalizadas. Además, el sector tecnológico encabeza el ranking de los principales índices bursátiles tanto en Estados Unidos como en Asia, lo que implica que cualquier distorsión en el sector podría significar una grave crisis en los mercados internaciones.

A lo anterior cabe añadir que la ruptura de dependencias y complementariedades globales a nivel tecnológico interrumpiría las cadenas de suministro más importantes del planeta, implicando a varios países y regiones por las cuales estas discurren. La ruptura de un solo eslabón en dichas cadenas causaría efectos imprevisibles y en cascada, lo que afectaría tanto a inversionistas globales como locales de forma sumamente grave. En todo caso y analizando estos escenarios bajo metodologías de prospectiva estratégica, una coyuntura así terminaría golpeando más fuertemente a Estados Unidos que a China, dado que el gigantes asiático goza de un fuerte potencial de crecimiento y acceso a los mercados periféricos en auge de Asia y el Pacífico.

En resumen, la irracionalidad trumpiana podría terminar por acelerar el fin de la hegemonía planetaria estadounidenses o lo que es peor, llegada esta situación el desencadenamiento de un gran conflicto bélico basado en la lógica de que “cuando te ataquen, devuelve como puedas el golpe”.


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