miércoles, 27 de abril de 2016

Ecuador: la ayuda menos esperada

Por Decio Machado // Redacción Diagonal

Foto: Edu León
Diez días después del terremoto, el número oficial de víctimas mortales suma ya 665 y sigue en ascenso. Al drama telúrico le sigue el social y económico de los afectados. Según el presidente Correa gran parte de la población desplazada debe ser consciente de que vivirá durante más de un año en asentamientos mientras se reconstruyen sus viviendas.

Por su parte, UNICEF cifró el número de niños afectados en más de 250.000. Su presencia es palpable en los múltiples campamentos que en condiciones deplorables se prolongan a lo largo y ancho de la costa ecuatoriana. Más allá de su larga tradición en terremotos, 40 en los últimos 475 años, Ecuador no afrontaba un sismo de gran magnitud desde hace 18 años, condición que ha permitido afirmar a expertos internacionales que el país no estaba preparado para ello. Pese a que desde el Gobierno indican que todo está bajo control, es suficiente visitar los territorios afectados para recopilar una larga lista de críticas que emanan desde las víctimas. La descoordinación en las ayudas y falta de previsión por parte de las entidades responsables encabezan la lista de reproches ciudadanos a la actuación estatal.

Pocas horas después del suceso, la jefa del área de Sismología del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional del Ecuador reconocería: “sabíamos que podía ocurrir algo así en cualquier momento, la zona había tenido sismos con anterioridad, pero la mayoría de la población no tenía ni idea de qué hacer”. En la práctica, este grave error intentó ser corregido por el propio presidente Correa, quien apenas dos días después de la hecatombe pondría la gestión de la crisis en manos de siete de sus ministros en detrimento de la Secretaría de Gestión de Riesgos, una institución pública por él creada y cuya misión era la de prevenir y manejar eventos de desastre.

Sin embargo, las carencias estatales ha sido paliada en parte por el amplio despliegue solidario desarrollado por la población ecuatoriana. Si como decía el director de cine estadounidense Cecil B. DeMille, “las películas deben comenzar con un terremoto e ir creciendo en acción”, esa acción la ha protagonizado la sociedad civil. Es la ciudadanía la que ha aportado, recolectado e incluso entregado en territorio gran parte de la ayuda humanitaria que están recibiendo la víctimas del sismo.

A los 7,8 grados de la escala de Richter le está ganando los 16,35 millones de habitantes de este pequeño país andino.



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