lunes, 27 de enero de 2014

Uno de los hijos del 68

LA FORMACIÓN DE LA IZQUIERDA ALTERNATIVA


La figura de Miguel Romero resume la evolución de la izquierda alternativa española a extramuros del PCE.
Analista político // Periódico Diagonal www.diagonalperiodico.net


Hay días en la vida que cambian el transcurrir de tu historia, uno de los míos coincidió con el día en que por primera tuve ocasión de conversar ampliamente con Miguel Romero.

Corría la primera mitad de los ochenta, la Comisión Anti-OTAN (CAO) y los comités de solidaridad con los procesos revolucionarios en Centroamérica eran la puerta de entrada de mi generación a la militancia en la izquierda revolucionaria en el Estado español. Tendría unos 17 años cuando en esas asambleas y actividades había conocido a Miguel Romero, el Moro. Mi primera conversación larga con él sería unos cuantos meses después, había ido a la calle Embajadores de Lavapiés, sede de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), con la intención de enredarme políticamente. A partir de ese día la "Liga" -mientras existió- siempre fue mi referente. Retengo en la memoria su imagen, intentando cerrar una edición del periódico Combate, mientras yo permanente le interrumpía ensimismado en una conversación que no quería terminar.

A partir de ahí, vino de forma muy rápida todo lo demás: mis primeras militancias compartidas, de las reuniones en el Sol de Mayo a la célula de Móstoles, mis primeras lecturas de los textos de la IV Internacional, la impotencia sentida por la derrota en el referéndum de la OTAN en la noche del 12 de marzo de 1986, el curso de formación política en Amsterdam, el movimiento universitario, la insumisión al servicio militar, las detenciones, el nacimiento de la revista Viento Sur con Moro como director y una multitud de amigos y amigas comprometidos con la transformación social, así como alguna que otra novia en la militancia revolucionaria. Siempre el Moro andaba por ahí, codo con codo formaba parte de nuestra historia.

También recuerdo nuestra crisis política en la izquierda revolucionaria, el fracasado proceso de unificación con el Movimiento Comunista en 1991 y nuestras posteriores divisiones… Allí, en la derrota, también estaba a nuestro lado el Moro.

¿Pero quien era el Moro? Pues no más que un verdadero militante revolucionario, uno de esos de los que siempre estuvieron comprometidos, uno de esos que como diría Bertolt Brecht luchan toda la vida y son imprescindibles. Desde la conformación del Frente de Liberación Popular (FLP) en la clandestinidad del franquismo -allá por los años en los que uno nació-, hasta el día de su desaparición, el Moro estuvo siempre en la primera línea de los procesos en los que participó: ya fuese LCR, Izquierda Alternativa, Espacio Alternativo o la actual Izquierda Anticapitalista.

Fue uno de los hijos del mayo del 68, el episodio político que marcó los últimos treinta años del siglo XX. La imaginación no llegó al poder, como reclamaba Sartre, pero las barricadas si abrieron nuevos caminos, construyendo nuevas izquierdas -sociales y políticas- de las que aún son herederos los movimientos contestatarios de hoy. El Moro encarna eso, la izquierda revolucionaria democrática; la ruptura con el pasado y la lógica política institucional de los partidos comunistas europeos; el vivir como piensas; el entender que no hay pensamiento revolucionario si no va acompañado de actos revolucionarios; la herencia de Luxemburg, Trotsky, Benjamin, Mandel o Bensaid, combinada con las plataformas reivindicativas de los nuevos movimientos sociales, la indignación del 15-M y la honestidad de esos militantes que entregan todo sin pedir nada a cambio.

Los últimos cuarenta y cinco años de historia del Estado español no se pueden entender sin el Moro y otros tantos “moros” que militaron junto a él. Miguel Romero forma parte de aquellos que derribaron al franquismo creyendo que la revolución es posible, de los que no firmaron los Pactos de la Moncloa ni aceptaron el llamado “proceso de transición democrática” queriendo enterrar la memoria de los represaliados, aceptando una corrupta democracia burguesa pretendidamente representativa, el sistema capitalista y el legado monárquico dejado por la dictadura. El Moro fue de aquellos que llevaron al pensamiento marxista a superar las derivas ideológicas estalinistas en la década de los sesenta, fue un represaliado más en la dictadura franquista, fue mujer feminista, fue joven insumiso, fue comunista democrático revolucionario y fue indignado.

Si las y los jóvenes de hoy pretenden construir una nueva forma de hacer política en el Estado español, no deberían olvidar a figuras como la de Miguel Romero,  porque la gente como él es el principio de lo nuevo que no termina de nacer frente a lo viejo que no termina de morir.

Hasta la victoria siempre compañero!!


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