lunes, 15 de abril de 2013

Retos de Venezuela tras la victoria de Maduro


Decio Machado     (Quito/Ecuador)

Para el periódico Diagonal 
www.diagonalperiodico.net

El domingo 14 de abril Venezuela vivió la votación electoral más ajustada de su reciente historia. Nicolás Maduro, designado por el fallecido presidente Hugo Chávez como su sucesor, ganaba la presidencia con 7.505.338 votos, un 50,66% del voto, frente al conservador Henrique Capriles Radonski, quien obtuvo 7.270.403 de los votos, lo que representa 49,07%.

Es así que Venezuela se mantiene en continuidad con el legado de chavista por una diferencia de menos 235 mil votos, es decir, 1,59% del voto.

Jornada de tensión y una agridulce victoria

La jornada electoral estuvo marcada por permanentes denuncias que provenían tanto del oficialismo como de la oposición. Mientras las cuentas de Twitter de Nicolás Maduro y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) eran hackeadas, fuentes progubernamentales denunciaban una campaña informática “orquestada desde Bogotá”. El vicepresidente ejecutivo y yerno de Chávez, Jorge Arreaza, daba a conocer en la tarde del domingo la orden de cortar temporalmente el acceso a Internet con el fin de “evitar hackeos conspiradores”.

Días antes, Maduro había anunciado la detención de varios paramilitares colombianos en el país, quienes disponían de diversos uniformes militares venezolanos, explosivos C-4 y distintos tipo de armamento. El día anterior a los comicios, la inteligencia venezolana filtraba a los medios de comunicación un instructivo de operaciones en redes sociales a utilizarse por la oposición en el cual se indicaba la estrategia a utilizar para cuestionar los resultados electorales y generar inestabilidad en el país durante e inmediatamente después al recuento de votos.

Un ‘apagón’ de Internet, justo momentos antes de que comenzaba la totalización y transmisión de datos, fue aprovechado por los opositores para denunciar el fraude, generándose la máxima tensión cuando el Consejo Nacional Electoral se demoró más de cinco horas en publicar los resultados.

Minutos después del anuncio de resultados, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, quien además es vicepresidente del PSUV, admitía que estos resultados obligan a una "autocrítica".

Así entendía Cabello el ajustado margen del votos con el que ganó Maduro, a pesar de que el oficialismo contó con un potente despliegue económico, el aparato de comunicación gubernamental y casi 11 puntos porcentuales de ventaja obtenidos en la anterior campaña electoral ganada por Chávez hacía apenas seis meses. A pesar de ello, un Capriles en desventaja pero con el asesoramiento de Juan José Rendón –consultor político habitual en las campañas de la derecha latinoamericana-, logró en tan solo 10 días movilizar a un electorado acostumbrado a la derrota, obteniendo 679 mil votos más contra los 685 mil votos que perdió el oficialismo en relación a las elecciones del pasado 7 de octubre.

En apenas veinticuatro horas, del sábado de reflexión al domingo de votación,  el chavismo pasaba del discurso triunfalista de los 10 millones de votos al emitido entre otros por Jorge Rodríguez, jefe del comando de campaña Hugo Chávez, en el cual se expresa que bastaba con ganar por un punto de diferencia y que el resultado, fuera el que fuera, debía ser reconocido por la oposición. Mientras, en los alrededores del Palacio de Miraflores, comenzaban a oírse comentarios sobre si no hubiera sido mejor ungir a Diosdado Cabello o Elías Jaua como sucesores del chavismo.

Incertidumbre poschavista

La mayor preocupación en el oficialismo es el actual escenario económico que atraviesa Venezuela.  La reciente devaluación del 46% del bolívar ha conllevado un encarecimiento de alimentos, medicinas y cosméticos, reflejándose aumentos que alcanzan hasta un 50% en los precios de productos como leche y carne. En los tres primeros meses del año, la inflación se ha disparado al 7,9% y el propio Banco Central de Venezuela ha admitido que el índice de escasez de alimentos –el país es altamente dependiente en materia de alimentos-  ha alcanzado el 20% frente al 13% del año anterior.

La industria petrolera, motor económico del país, atraviesa una situación compleja con deudas que superan los 16.000 millones de dólares. Recientemente, el presidente de la estatal PDVSA Rafael Ramírez, reconocía públicamente que durante el ejercicio 2012 dicha industria había tenido un decremento en sus ganancias netas de 6,2%, el equivalente a 125 mil millones de dólares.

Una de las estimaciones de diversos analistas económicos de la región, es que el gobierno bolivariano se encuentra en estos momentos ante la disyuntiva de subir o no el precio de la gasolina, una decisión que podría llevar acarreado un alto costo político pero que aplacaría un costo para el Estado estimado en unos 6.000 millones de dólares en concepto de subsidios.

Cabe recordar que a pesar de la situación económica del país, el presidente Maduro prometió durante su campaña electoral elevar el salario mínimo entre 38% y 45%.

Si hasta ahora el gobierno venezolano ha manejado, como tesis amenazadoras al proceso, la posibilidad de una invasión estadounidense o un levantamiento cívico-militar con apoyo mediático y fondos extranjeros, los resultados electorales del 14 de abril abren otros escenarios quizás más preocupantes y factibles.

La división interna en el oficialismo tras la muerte de Chávez, cerrada de forma transitoria ante el reciente proceso electoral, puede volver a abrirse consecuencia de unos resultados electorales que ponen en cuestión la legitimidad interna de Nicolás Maduro.

Las presiones ejercidas en torno a un gobierno, que en apenas seis meses ha perdido más de nueve puntos porcentuales de apoyo electoral serán aprovechadas por los sectores conservadores, quienes intentarán establecer lazos con los sectores más “blandos” de la boliburguesía, así como con los militares más reaccionarios, intentando la división del aparato chavista. Esta ruptura interna del oficialismo ha pasado a ser el principal objetivo de la oposición conservadora, la cual basará su campaña en el descrédito político del nuevo gobierno y acentuando a su vez la desestabilización económica del país.

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