Por Decio Machado // Quito (Ecuador)
Para el periódico Diagonal www.diagonalperiodico.net
El Consejo Nacional Electoral (CNE),
a través de su titular, Tibisay Lucena, anunció el pasado 10 de marzo en
Caracas, la celebración de elecciones presidenciales el próximo 14 de abril.
Para la mayoría de analistas de la
región, dicha campaña comenzó en realidad el pasado 5 de marzo, fecha en la que
falleció el presidente Hugo Chávez. Quizás por ello, no ha habido acto de
homenaje al difundo líder que no fuera presidido por Nicolás Maduro, lo que ha servido
para posicionarle como sucesor del fallecido mandatario.
El régimen tiene prisas por
estabilizar cuanto antes la situación. Así lo considera, Olga Ulianova,
académica de la Universidad de Santiago de Chile, quien afirma que al chavismo le
interesa que los comicios sean cuanto antes, con el fin de aprovechar la ola de
simpatía con el régimen que se ha generado a raíz de la muerte de su líder. “Chávez,
lo juro, mi voto es pa’ Maduro!”, ha sido la consigna posicionada por el régimen
durante toda la semana siguiente a la muerte del mandatario.
Maduro dijo, al presentar su
candidatura ante el CNE, que votar por él será hacerlo por Hugo Chávez, cuyo
nombre utilizará como denominación de su comando de campaña. Pero “el candidato
no es Maduro, el candidato es Chávez y eso hay que tenerlo claro. La simbología
es Chávez, y se vota por Maduro por su juramento de serle fiel”, manifiesta el
consultor político Edgard Gutiérrez.
El gobierno nacional aprovechó el
“efecto luto”, a la par que entre sus distintas fracciones han cerrado filas,
lo que les ha permitido reinterpretar a piacere
la Constitución, invistiendo a Maduro como presidente “encargado” con todas las
prerrogativas de un presidente electo.
Parece evidente que el actual
presidente en funciones ganará las próximas elecciones, pues lo elegirán los votos
de Chávez, lo que a su vez le convierte en el principal foco de las tensiones
que pudieran estar por llegar.
¿Tiene futuro el chavismo sin
Chávez?
Según Juan José Gómez, analista venezolano,
“es muy probable que el proceso de cambios sufra un reversión total o por lo
menos una desaceleración importante que lo hará inviable con el pasar del
tiempo”. Gómez considera que “no existe una estructura que le permita al pueblo
asumir las riendas de los espacios que supuestamente ha conquistado”, quedando
a merced de una burocracia que se ha sustituido a la antigua clase dirigente
adeco copeyana, “perfeccionando las nefastas prácticas que corrompieron a toda
la estructura del estado”.
“Los cambios reales se visualizarán
a corto y a largo plazo”, afirma Ulianova, quien considera que los apoyos al régimen
son muy diversos. Entre ellos destacan las Fuerzas Armadas, quienes se mantienen
fieles al gobierno al estar “cuadradas con el proyecto desarrollista”. De igual
manera, “hay un importante aparato estatal, que no son solamente burócratas,
sino trabajadores en las funciones más diversas de las empresas estatales, que
están interesados en la continuidad del régimen”. Sin embargo, si el nuevo gobierno
no es capaz de mantener la redistribución de riqueza generada por el chavismo, “se
pueden crear espacios de descontento” y “deslegitimación del régimen”.
Oscar Lucién, docente de la
Universidad Central de Venezuela, opina que “Maduro deberá tratar de abrirse
camino primero cobijándose bajo su sombra y luego llevándola a cuestas", y
considera que al interior del PSUV, el delfín del régimen es catalogado cómo un
dirigente sin talante político, carente de estrategia y carisma.
Habrá problemas para mantener la
unidad, afirma el sociólogo chileno Patricio Navia, pues “el chavismo se ha
sostenido sobre todo en la acción del Estado más que en una organización
partidaria como el PSUV. Dentro del chavismo conviven muchos grupos entre los
que destacan IPC, Juan Bimba, CRV, Vanguardia Bicentenaria, MEP, UPV, PPT,
Podemos, Tupamaro, NCR, PRT, Redes y PCV”.
Es un hecho para los conocedores de
la política venezolana, que algunas de las fuerzas aliadas al régimen en la
actualidad discuten sobre la posibilidad de tener su propia autonomía y
defender sus tesis al margen de los lineamientos del régimen. Este el caso del
Partido Comunista, quien respecto a las últimas acciones del régimen,
manifiesta a través de su secretario general Oscar Figuera: “planteamos nuestra
preocupación por las medidas económicas que han comenzado a aplicarse y que
afectan al pueblo, no atienden los problemas del modelo económico, ni apuntan a
su transformación”.
Tras su previsible triunfo electoral,
Maduro deberá sortear tres grandes retos para conservar el respaldo popular y
la legitimidad al interior de la alianza chavista: mantener y mejorar las
condiciones de vida de los venezolanos ante una situación económica preocupante;
definir el uso de los recursos petroleros para financiar sus programas sociales
al interior del país; y renegociar la deuda contraída con China. Respecto a lo
último, cabe reseñar que Venezuela ha contraído créditos con el gigante
asiático por un valor superior a 40 mil millones de dólares desde el 2008 hasta
la fecha.
Cuando las tensiones políticas
afloren al interior del chavismo -situación que deberá ser paliada en parte a
través del reparto de poderes en el futuro gobierno-, es fácil que veamos
conflictos entre los diversos sectores del régimen. Será entonces, cuando las FFAA
buscarán ubicarse según intereses internos, políticos y materiales. Quizás por ello,
Maduro los ha incorporado a lo que ahora llama “La Dirección Político Militar
de la Revolución Bolivariana”, condición a la que Chávez nunca se refirió.
La situación no será fácil para un
gobierno que, si bien va a ganar las elecciones, no va a contar con la
legitimidad y autoridad que con anterioridad ejercía el difundo presidente Hugo
Chávez.
Venezuela ha sido precursor de la ALBA,
de la UNASUR y de la CELAC, todas ellas propuestas que buscan desplazar a viejas
organizaciones de perfil pro estadounidenses como la OEA.
La situación actual conlleva la necesidad de que
el gobierno Rousseff asuma el papel de líder regional, que parece haber evitado
en medio del complejo panorama político latinoamericano, si bien su liderazgo
conlleva también el riesgo de supeditación del resto de países de la región a
las lógicas sub-imperiales que emanan de la emergente potencia brasileña:
posicionamiento de sus transnacionales, de sus necesidades energéticas y
infraestructuras adecuadas exclusivamente a sus interés comerciales.
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