lunes, 10 de abril de 2017

Un agónico triunfo oficialista



Decio Machado
Por Decio Machado / Fue asesor del Presidente Rafael Correa durante sus primeros dos años y medios de gestión; es miembro fundador del periódico Diagonal y director de la Fundación Aldhea

Artículo publicado en Revista Brecha / Uruguay

El oficialista Lenín Moreno ganó las elecciones presidenciales con estrecho margen, tras una campaña electoral poco apasionante. El sucesor de Rafael Correa enfrenta el desafío de reactivar la economía y responder a los pedidos de regeneración democrática.

En la tarde del martes 4, 48 horas después del cierre de las urnas, el Consejo Nacional Electoral declaraba oficialmente y de forma “irreversible” al candidato oficialista Lenín Moreno como nuevo presidente electo de Ecuador.

El poco margen con que alcanzó su victoria el oficialismo –menos de 230 mil votos en un país con 12,8 millones de electores– le permitió a la oposición conservadora desarrollar una campaña declarando como fraudulentos los resultados de la elección. Su lógica es agudizar la polarización social existente, en la búsqueda de escenarios similares a los ya conocidos en Venezuela.

Mientras los seguidores de Alianza Pais celebraban durante la noche del martes, frente a su sede en Quito, el agónico triunfo de su candidato, a una distancia de apenas diez cuadras la oposición se concentraba por tercer día consecutivo intentando rodear las instalaciones del Consejo Nacional Electoral.

Si entendemos el liderazgo político como una transferencia de entusiasmo hacia las masas respecto de un proyecto de sociedad, ideas o el rumbo que debe tomar un país, cabe indicar que durante esta segunda vuelta ninguno de los dos candidatos fue capaz de demostrar dicha vocación.

Ambos cumplieron con reglas básicas del manualillo más barato existente en las librerías de técnica política para hacer campañas electorales: ambas candidaturas prometieron cuanto más mejor a los electores y explicaron lo menos posible sobre cómo lograrían cumplir dichos compromisos. Usando medios de comunicación que tienen profundas limitaciones profesionales y un claro sesgo partidista que se divide en función de su carácter público o privado, se evadieron los temas más polémicos de la campaña mediante la negación y la acusación al contrario. Temáticas como la escasa liquidez del Estado, las estrategias para atraer inversión extranjera o dinamizar la inversión nacional, las políticas destinadas al fomento y dignificación del empleo, así como cuáles eran las diferencias reales entre los distintos planes anticrisis, y sobre las espaldas de qué estrato social recaería el peso de éstos, quedaron indefinidas en el marco de la generalidad y las vaguedades discursivas.

Estos comicios no significaron un enfrentamiento entre dos modelos de gestión económica y social claramente diferenciados, sino que funcionaron más bien como un termómetro que midió el nivel de agotamiento de un régimen de marcado perfil personalista que se ha ido deteriorando junto con la situación económica, y permitieron percibir sus carencias éticas.

El conservador  Guillermo Lasso se limitó en esta segunda vuelta a intentar sumar el voto de los restantes partidos políticos apeados de esta competencia tras la primera cita en las urnas, y cuyos líderes le brindaron públicamente su apoyo. Por su parte, la estrategia oficialista remarcó las contradicciones dentro de esta nueva gran alianza opositora, aludió al riesgo de la tan cacareada vuelta al pasado y a la falta de legitimidad de un rival involucrado en la gestión de anteriores nefastos gobiernos neoliberales, y denunció sus affaires en distintos paraísos fiscales.

Agotamiento

En términos de comunicación estratégica y de marketing político, Alianza País se caracterizó durante esta década por haber desarrollado una narrativa exitosa basada en el antagonismo de lo plebeyo frente a sus elites. Sin embargo, en la presente campaña ese discurso careció de la efectividad del pasado, mostrando signos de agotamiento tan evidentes como los del mismo régimen que lo puso en marcha.

En el estricto marco de la aritmética electoral, Alianza País recibió en la primera vuelta –dato representativo de la identificación de la sociedad con sus partidos políticos– tan sólo 28,91 por ciento de los votos, frente al 42,13 por ciento recibido en las últimas presidenciales. Es más, ni siquiera en la segunda vuelta el partido de gobierno alcanzó los resultados logrados en 2013, pese a que 1,3 millones de ciudadanos más le prestaron su apoyo para evitar el triunfo conservador. Estos resultados demuestran el estado de deterioro del régimen correísta.

Luces y sombras ha tenido la gestión del presidente Correa durante la última década, pero es un hecho indiscutible que Lenín Moreno recibirá un país en una coyuntura económica muy delicada.

Desafíos

Ecuador tendrá dificultades para afrontar a corto plazo las obligaciones derivadas de la agresiva política de endeudamiento público que ha caracterizado los últimos años del gobierno. Política que ha resultado en que se esté desembolsando más en los servicios de deuda que en inversión en salud y educación. De igual manera, la economía nacional sigue mostrando escaso dinamismo tras cerrar el pasado año en recesión, no visualizándose signos de recuperación en el consumo interno en lo que va del año. Las reservas del Banco Central en este momento son insuficientes para cubrir los pasivos a corto plazo y, fruto de la contracción económica, la recaudación de impuestos tampoco se recupera tras el bajón sufrido a partir de 2015, momento en que se agudizaron los efectos en la economía nacional de la caída del precio del petróleo. Cabe señalar también que la sociedad ecuatoriana vive momentos de deterioro en su capacidad adquisitiva, consecuencia –entre otras cosas– de que apenas cuatro de cada diez trabajadores tienen acceso a un “empleo adecuado” (con un salario que alcance o supere el mínimo establecido de 375 dólares).

En el ámbito de lo institucional, la falta de independencia entre los distintos poderes del Estado y la aparición de múltiples casos de corrupción vinculados a altos funcionarios públicos están generando un crescendo de deslegitimación del sistema. Es precisamente sobre ese hecho que la oposición conservadora articula su actual campaña de desprestigio del Consejo Nacional Electoral, en teoría el órgano rector de la democracia en el país.

Por último, la tendencia autoritaria del actual gobierno se ha ido incrementando con el paso del tiempo, lo cual ha dejado un saldo hasta ahora de aproximadamente 850 activistas judicializados por la justicia por distintas acciones de protesta social.

Vicepresidente

Lenín Moreno adquirió protagonismo nacional al ejercer como vicepresidente de la República durante los seis primeros años de mandato de Rafael Correa.

Durante ese período desarrolló con éxito la Misión Solidaria Manuela Espejo y el Programa Joaquín Gallegos Lara. La primera está destinada a censar y atender a las personas que sufren algún tipo de discapacidad, y el segundo dota de una asignación económica a las personas con discapacidad severa para que puedan cubrir la atención de sus cuidados. Ambos proyectos gubernamentales marcaron un hito en el país, pues era la primera vez que desde la cúpula gubernamental se prestaba atención a un sector históricamente tan olvidado. Que un hombre que se movilizaba en silla de ruedas ocupara el segundo puesto del escalafón del Estado y se preocupara por esa franja vulnerable de la sociedad generó entre la población una amplia simpatía sobre la que posteriormente se articularía su candidatura presidencial.

Durante su período de gestión, y a diferencia del resto del gabinete correísta, Moreno fue capaz de marcar puntuales diferencias respecto de Rafael Correa, como en su relación con los medios de comunicación privados o con diversos actores políticos contrarios al régimen.

Los éxitos de la gestión de Moreno lo llevaron a las Naciones Unidas, donde fue nombrado por Ban Ki-moon como su enviado especial en discapacidad y accesibilidad. Esto le permitió estar fuera de Ecuador desde finales de 2013 hasta poco antes del inicio de la campaña electoral, precisamente el momento de mayor desgaste político vivido por el régimen.

La Puja 

Una vez descartada la postulación presidencial de Correa, dentro de Alianza Pais se abrió la lucha por el “delfinazgo”, que terminó con la oficialización de la candidatura presidencial de Moreno a inicios de octubre. Todo ello no sin resistencias internas y la imposición –siempre negada– de su compañero de fórmula, Jorge Glas, acusado de corrupción desde diferentes esferas, lo que le trajo más problemas que apoyo electoral.

Las facciones de Alianza País que han apoyado la candidatura de Lenín Moreno durante la puja de poder interno y posteriormente durante su campaña electoral no responden estrictamente a su liderazgo. El carácter ponderado de Moreno, su estilo dialogante y su estancia fuera del país durante los últimos dos años no permitieron que su figura lidere grupúsculo alguno en una organización política de escaso funcionamiento democrático y donde las decisiones del partido han venido hasta ahora definidas por el fuerte liderazgo de Rafael Correa.

A diferencia de otros aspirantes a la candidatura presidencial oficialista, Moreno ni siquiera forma parte de los 22 miembros que componen la directiva nacional de Alianza País, y no ha cumplido funciones orgánicas dentro del partido. Cabe señalar a este respecto que las direcciones de Alianza País nunca han sido orgánicamente votadas por la militancia del partido, sino respaldadas a mano alzada en diferentes convenciones nacionales por sus delegados territoriales tras la presentación de listas únicas por parte del presidente Rafael Correa. Todo ello sin actas congresuales, propuestas programáticas alternativas, debate interno alguno o conformación de corrientes y/o tendencias diferenciadas. Alianza País se construyó en torno a un líder que ya no lo será, y está por verse la evolución de esta organización política.

La oficialización de la candidatura de Moreno en la última convención nacional puso en marcha una maquinaria electoral donde la cúpula del partido trabajó intensamente en favor de su campaña. Con excepción del candidato presidencial, fueron las mismas figuras políticas de siempre las que asumieron las funciones en el buró de campaña, lo cual no permite visualizar si habrá cambios significativos en el futuro gobierno.

Descorreización

Más allá de eso, son múltiples las voces en torno a Moreno que hablan de la necesidad de “descorreización” del Estado, de que el nuevo gobierno rompa con el estilo heredado e intente significar más cambio que continuidad.

En paralelo, el discurso de Moreno a lo largo de la campaña electoral se ha caracterizado por llamar al diálogo a sectores que inicialmente apoyaron o formaron parte de la alianza correísta, pero que con el paso del tiempo y las derivas del régimen tomaron posiciones críticas. “Tengo mi mano tendida para quien la quiera tomar”, fue quizás la frase más relevante y repetida por Moreno durante su campaña. Esto ha generado expectativas de un cambio de estilo en su futuro gobierno, especialmente en sectores disidentes que fueron catalogados por Rafael Correa como traidores. En el ámbito de los movimientos sociales, especialmente entre los sectores más represaliados, existe también cierta expectativa de que puedan gestionarse de forma diferente los conflictos entre Estado y sociedad.

En el ámbito económico, durante la campaña electoral Moreno habló de la necesidad de un gran pacto entre el Estado y sectores del capital privado, para dinamizar la producción y el empleo hoy estancados. Esta formulación causa preocupación en las anquilosadas estructuras sindicales que aún subsisten en el país, pues la patronal basa sus condiciones de diálogo en la necesidad de reducir sus costos de producción y flexibilizar aún más el mercado laboral. En un país donde la carga fiscal sobre las elites económicas apenas alcanza el 3 por ciento, son estos sectores los que exigen que sean las y los trabajadores quienes asuman sobre sus espaldas el peso de la salida de la crisis.

Difícil regeneración 

Lenín Moreno debería proceder con un proceso de regeneración democrática en el ámbito de la institucionalidad, que en principio aparece como poco creíble para amplios segmentos de ésta. Todas y cada una de las instituciones del Estado han ido quedando en entredicho por su dependencia y cercanía con el partido oficialista, y requieren, para su adecuado funcionamiento, un marco de independencia y/o autonomía respecto del Poder Ejecutivo. Por poner tan sólo unos ejemplos: los vocales del Consejo Nacional Electoral tienen vínculos y en algunos casos hasta carné del partido de gobierno; el fiscal general del Estado es un familiar de Correa; el presidente del Consejo de la Judicatura ejerció como secretario personal del mandatario…, y así podríamos seguir enumerando una larga lista de desencuentros entre la ética y las funciones del Estado. Sin cambios en este sentido, difícilmente será creíble la tan anunciada lucha contra la corrupción planteada por Moreno, y menos aún factible soldar la fractura social que atraviesa la sociedad ecuatoriana.

Es de suponer que la estrategia política conservadora se concentrará en agudizar la actual polarización social, buscando acumular las fuerzas de la derecha para la próxima disputa electoral: en 2019 habrá elecciones seccionales. No está en la estrategia del candidato opositor reconocer los resultados electorales, sino que el gobierno investido sea considerado como ilegítimo por una parte importante de la ciudadanía.

Moreno tendrá también que lidiar con las presiones internas de los sectores correístas aferrados al anillo de poder heredado, un establishment político que ha gozado de privilegiadas relaciones con grandes grupos del capital nacional y extranjero y que será poco permeable a la transición política aperturista que el nuevo gobierno pretende poner en marcha.

Los retos de Lenín Moreno y su futuro gobierno son muchos, ya no sólo por las estrategias opositoras de desestabilización, sino por las resistencias internas ante una necesaria transición hacia un modelo de gobierno superador de aquello que nació bajo el liderazgo de Rafael Correa y que se eclipsa a la par de su figura. 

Fuente: Originalmente publicado en http://brecha.com.uy/ y reproducido en http://www.sinpermiso.info/textos/ecuador-despues-de-las-elecciones-presidenciales

domingo, 9 de abril de 2017

Vitória do correísmo não fará Equador escapar da regressiva dinâmica continental

Em mais uma eleição de­ci­dida por es­treia margem de votos, o Equador acabou de ver Lenin Vol­taire Mo­reno eleger-se su­cessor de Ra­fael Correa na pre­si­dência, a des­peito das con­tes­ta­ções dos der­ro­tados. Para co­mentar o pro­vável fu­turo do país, con­ver­samos com o ci­en­tista po­lí­tico e jor­na­lista Décio Ma­chado, an­tigo as­sessor do go­verno ca­pi­ta­neado pela Ali­ança País e crí­tico con­tumaz das in­fle­xões da cha­mada Re­vo­lução Ci­dadã.

“A es­treita margem de vi­tória tem per­mi­tido a di­reita po­lí­tica ar­ti­cular uma série de ma­ni­fes­ta­ções na rua, a fim de de­nun­ciar fraude nas vo­ta­ções, em­bora ainda não apre­sentem ne­nhuma evi­dência. Mas a ver­dade é que o pe­ríodo de Correa foi de es­ta­bi­li­dade po­lí­tica. Para ser breve, foram dois mo­mentos di­fe­rentes. De­pois de 2013, veio o se­gundo mo­mento, re­ces­sivo”, ex­plicou.

No en­tanto, Décio foge das re­centes po­la­ri­za­ções que os países sul-ame­ri­canos têm vi­vido, numa opo­sição entre es­querda e di­reita mais pro­pa­gan­dís­tica do que real. Ele ex­plica que também no Equador vem pela frente uma ro­dada de po­lí­ticas aus­te­ri­tá­rias, que na prá­tica já têm ocor­rido há pelo menos três anos, no mesmo passo, por­tanto, das curvas des­cen­dentes dos cha­mados “go­vernos pro­gres­sistas” que do­mi­naram o início de sé­culo na re­gião.

“Agora, o go­verno tenta pri­va­tizar as mesmas em­presas que tinha sal­vado da pri­va­ti­zação em seu pri­meiro mo­mento. As mesmas em­presas que ele re­cu­perou e for­ta­leceu - de ser­viços pú­blicos, a linha aérea na­ci­onal, me­ga­pro­jetos hi­dráu­licos - agora estão à venda no mer­cado, pois não há di­nheiro de­pois da queda do preço das ma­té­rias primas no mer­cado global. E há vá­rias ou­tras coisas por vir, como fle­xi­bi­li­zação das leis do tra­balho, que não ocor­reram nos anos an­te­ri­ores. Pois o fim de ciclo também se vê no Equador, na ver­dade é vi­sível nos úl­timos três anos, para além de qual­quer re­sul­tado elei­toral”, afirmou.

A en­tre­vista com­pleta com Décio Ma­chado, gra­vada em par­ceria com a we­brádio Cen­tral3, pode ser lida a se­guir.


Cor­reio da Ci­da­dania: O que você co­menta do con­texto geral das elei­ções do Equador, que ter­mi­naram com a vi­tória do can­di­dato go­ver­nista, Lenin Mo­reno, da Ali­ança País? O que o novo pre­si­dente terá pela frente?

Decio Ma­chado: A coisa foi quente, porque foram as pri­meiras elei­ções pre­si­den­ciais, em 10 anos e meio, sem a pre­sença do eco­no­mista Ra­fael Correa na cé­dula de vo­tação. Isso já foi uma tran­sição. Com a vi­tória da Ali­ança País, também temos a ne­ces­si­dade de uma nova tran­sição, pois há muita gente jovem que nunca viu outra coisa no país, senão um es­tilo agres­sivo e ati­tude um tanto au­to­ri­tária do pre­si­dente Ra­fael Correa. Mas esse mo­delo não é mais pos­sível.

A le­gis­lação exigia, para que Mo­reno ven­cesse no pri­meiro turno, 50% + 1 dos votos ou 40% de votos com pelo menos 10% acima do se­gundo co­lo­cado. Não con­se­guiu por apenas al­guns dé­cimos e teve de en­frentar o se­gundo turno.

Cor­reio da Ci­da­dania: Para além do cor­reísmo, ti­vemos a volta de uma opo­sição ne­o­li­beral, de um lado, e ou­tros mo­vi­mentos so­ciais e po­pu­lares, em es­pe­cial in­dí­genas, pela es­querda, tendo parte deles in­clu­sive mos­trado apoio ao can­di­dato der­ro­tado no se­gundo turno. Como foi isso e qual é o perfil geral da opo­sição?

Decio Ma­chado: Eram oito can­di­da­turas à pre­si­dência, sendo quatro de fato im­por­tantes. Lenin Mo­reno foi o pri­meiro vice-pre­si­dente de Correa, de­pois teve cargo na ONU e agora é o pre­si­dente eleito.

Na opo­sição, o mais im­por­tante ad­ver­sário foi Guil­lermo Lasso, que chegou ao se­gundo turno e é dono do se­gundo maior banco pri­vado do país, o Banco de Guaya­quil, e que tentou a pre­si­dência pela se­gunda vez. É um con­ser­vador vin­cu­lado à Opus Dei, grupos ne­o­li­be­rais e do con­ser­va­do­rismo eu­ropeu, li­gado também a Jose Maria Aznar, ex-pri­meiro mi­nistro es­pa­nhol pelo di­rei­tista PP à época da guerra do Iraque, a fa­mília Bush e ou­tros per­so­na­gens deste mag­ni­tude.

Mas a di­reita não foi capaz de pac­tuar uma única can­di­da­tura, de modo que se di­vi­diram em in­te­resses pes­soais. No caso, a outra ver­tente era o Par­tido So­cial Cristão, com a única mu­lher can­di­data, uma di­reita mais his­tó­rica do país, mais vin­cu­lada aos em­pre­sá­rios da costa equa­to­riana no Pa­cí­fico.

O outro grupo de re­levo era a Ali­ança Na­ci­onal pela Mu­dança, que aglu­ti­nava vá­rias forças po­lí­ticas, sin­di­catos, pe­quenos par­tidos, mo­vi­mentos so­ciais e que co­meçou o pro­cesso da Re­vo­lução Ci­dadã ao lado de Correa. Acre­di­tavam nesse pro­cesso po­lí­tico, mas com a pas­sagem do tempo e a di­rei­ti­zação do cor­reísmo foram rom­pendo em di­versos mo­mentos. Não houve um mo­mento es­pe­cial, e sim uma saída a conta gotas rumo à opo­sição. Foi o grupo de ca­ráter pro­gres­sista que também es­teve re­pre­sen­tado na eleição. Esses foram, pela ordem de força mos­trada nas urnas, os prin­ci­pais grupos de opo­sição no pri­meiro turno.

Após o se­gundo turno, os re­sul­tados do do­mingo deram a vi­tória a Lenin Mo­reno com apenas 229 mil votos a mais de que os de Guil­lermo Lasso. A es­treita margem de vi­tória tem per­mi­tido a di­reita po­lí­tica ar­ti­cular uma série de ma­ni­fes­ta­ções na rua, a fim de de­nun­ciar fraude nas vo­ta­ções, em­bora ainda não apre­sentem ne­nhuma evi­dência. No mo­mento, es­tamos en­vol­vidos neste con­flito, que está po­la­ri­zando for­te­mente o país.

Cor­reio da Ci­da­dania: Como você ana­lisa os anos da cha­mada Re­vo­lução Ci­dadã, de­no­mi­nação pela qual Correa apre­senta seu pe­ríodo, con­si­de­rando as fortes tur­bu­lên­cias vi­vidas pelo país nos anos 90?

Decio Ma­chado: De 1997 até a pre­si­dência de Correa, o Equador viveu uma dé­cada de ins­ta­bi­li­dade. Ne­nhum dos três pre­si­dentes an­te­ri­ores tinha ter­mi­nado seus man­datos. Os eleitos eram der­ro­tados por mo­bi­li­za­ções po­pu­lares, en­ca­be­çadas prin­ci­pal­mente pelo mo­vi­mento in­dí­gena, mas nos úl­timos tempos também pela ci­da­dania ur­bana.

Foi um tempo de muita ins­ta­bi­li­dade po­lí­tica, até o dia 15 de ja­neiro de 2007, quando Correa tomou sua pri­meira posse pre­si­den­cial. O país en­trou, então, em fase de es­ta­bi­li­dade, para bem e mal. Isso porque or­ga­ni­za­ções po­pu­lares e mo­vi­mentos so­ciais que co­man­daram pro­cessos im­por­tantes de mo­bi­li­zação per­deram pro­ta­go­nismo em re­lação ao Es­tado, in­clu­sive porque em muitos casos fi­caram de­pen­dentes. Assim, muitas or­ga­ni­za­ções se di­vi­diram, já que parte de seus di­ri­gentes foi cap­tu­rada pelo apa­rato de Es­tado. Por isso digo para bem e para mal.

Mas a ver­dade é que o pe­ríodo de Correa foi de es­ta­bi­li­dade po­lí­tica. Para ser breve, foram dois mo­mentos di­fe­rentes: um de bo­nança econô­mica, em es­pe­cial por conta da ex­por­tação de óleo cru, pe­tróleo, que en­quanto tinha bons preços no mer­cado global de ma­té­rias primas gerou as mai­ores rendas da his­tória da re­pú­blica. Assim, foram con­du­zidas po­lí­ticas de im­pacto so­cial sobre os mais po­bres e es­que­cidos da so­ci­e­dade equa­to­riana.

A partir de 2013, veio o se­gundo mo­mento, os preços de­caíram e co­me­çaram os pro­blemas da eco­nomia na­ci­onal. Agora o país vive uma re­cessão pa­re­cida com a do Brasil, e de­pois do pro­cesso elei­toral, um pe­ríodo de forte po­la­ri­zação so­cial as­sus­tador e cada vez mais se­me­lhante ao que acon­tece na Ve­ne­zuela.

Cor­reio da Ci­da­dania: Até por não fazer fron­teira com o Brasil, o país passa um tanto des­per­ce­bido do no­ti­ciário. Mas em en­tre­vista an­te­rior, fa­lamos do pro­cesso de re­dução da dí­vida pú­blica do Equador, o que foi ci­tado como exemplo a ou­tros países, a exemplo da­queles que de­fendem a au­di­toria da dí­vida bra­si­leira. Como foi essa ex­pe­ri­ência, uma das car­tadas do cor­reísmo em sua pro­jeção con­ti­nental?

Decio Ma­chado: Foi uma ex­pe­ri­ência muito in­te­res­sante. Em 2009, foi mon­tada uma co­missão in­de­pen­dente, autô­noma do go­verno, para es­tudar toda a ló­gica que ge­rara a dí­vida com as ins­ti­tui­ções de Bretton Woods – FMI e Banco Mun­dial.

A au­di­toria foi um acon­te­ci­mento que se deu apenas dois anos de­pois de sua in­ves­ti­dura como pre­si­dente. Foi um ca­pí­tulo muito in­te­res­sante da pri­meira fase do cor­reísmo, com as­pectos ide­o­ló­gicos muito avan­çados, pro­cesso que de­pois iria, in­fe­liz­mente, girar no sen­tido oposto.

O re­sul­tado dos tra­ba­lhos da co­missão afirmou que a dí­vida era ilegal e ile­gí­tima. Apesar de o pre­si­dente não atender a todo o con­junto da aná­lise, fez uma mo­ra­tória e qua­li­ficou parte da dí­vida ex­terna como ile­gí­tima. Não in­tei­ra­mente, mas uma par­cela muito grande.

Assim, foi de­cla­rado o de­fault, não econô­mico, mas po­lí­tico, pois não se tra­tava de falta de con­di­ções de pagar. Em dois meses, os cre­dores, as­so­ci­ados ao sis­tema es­pe­cu­la­tivo de compra de tí­tulos da dí­vida acei­taram re­ne­go­ciar os va­lores com o go­verno, que re­com­prou tais tí­tulos, por muito menos que seus va­lores an­te­ri­ores. Uma baixa de cerca de 35%. Uma jo­gada de en­ge­nharia fi­nan­ceira ba­seada no cri­tério po­lí­tico de de­finir a dí­vida como ile­gí­tima, imoral e ilegal.

In­fe­liz­mente, e de­pois da queda dos preços do pe­tróleo no mer­cado in­ter­na­ci­onal, o país voltou no­va­mente a um pro­cesso de dí­vida agres­sivo.

Cor­reio da Ci­da­dania: Por­tanto, foi esse o grande se­gredo para o in­cre­mento re­al­mente con­si­de­rável, para além do bom mo­mento que todo o con­ti­nente viveu no co­mércio in­ter­na­ci­onal, das po­lí­ticas pú­blicas e so­ciais no país?

Decio Ma­chado: Claro. Por um lado, teve a bo­nança econô­mica de toda a re­gião. Mas essa questão da dí­vida sig­ni­ficou uma eco­nomia enor­me­mente im­por­tante para o go­verno, algo neste mo­mento pró­xima aos 4 bi­lhões de dó­lares – o que no Equador é uma cifra muito alta, pois é um dos me­nores países da Amé­rica do Sul.

Em 2016, a co­mu­ni­dade in­ter­na­ci­onal foi sur­pre­en­dida em pelo menos três con­sultas po­pu­lares: o Brexit, a eleição de Trump nos EUA e o re­fe­rendo pelos Acordos de Paz na Colômbia. Em todos os casos, os re­sul­tados con­tra­ri­aram os prog­nós­ticos. Como as redes so­ciais pau­taram a eleição no Equador, le­vando em conta que Correa é um dos chefes de es­tado mais ativos na in­ternet?

Correa gosta muito das redes so­ciais. Apesar de não ser can­di­dato, ele não con­segue ficar quieto. Existem ane­dotas, casos cu­ri­osos, como Lenin dar en­tre­vista na te­le­visão e ao mesmo tempo Correa co­mentá-la nas redes, como se fosse di­re­ta­mente com ele. Também tem a ver com esses pro­cessos em que os lí­deres têm um ca­risma e um poder acima do normal.

Desde a volta da de­mo­cracia ao país, em 1979, em ne­nhuma eleição havia por­cen­tagem de in­de­cisos era tão grande, o que deixou in­certa até o final a vi­tória de Lenin. Acabou que as pes­soas pre­fe­riram manter a con­ti­nui­dade do pro­cesso de Correa, ainda que por pouca margem. A di­reita tentou o voto útil e quase mudou as pers­pec­tivas elei­to­rais. Não foi dessa vez, mas os se­tores con­ser­va­dores não querem aceitar a der­rota.

Sobre as redes so­ciais, foram as elei­ções em que elas ti­veram mais im­por­tância. São um es­paço de­mo­crá­tico, em­bora neste pro­cesso elei­toral te­nham sido usadas para in­to­xicar in­for­ma­ções e des­qua­li­ficar os ri­vais. Há al­guns meses o go­verno tentou re­gular por leis o twitter, fa­ce­book, mas afor­tu­na­da­mente a pressão so­cial não per­mitiu que os pro­jetos fossem adi­ante. Assim, con­ti­nuam sendo um es­paço bas­tante aberto e, de fato, foram muito ativas nas elei­ções, em es­pe­cial na mão dos jo­vens, para além da guerra suja que nelas foi de­sen­vol­vida.

Cor­reio da Ci­da­dania: Você já tinha dito que, qual­quer fosse o ven­cedor, vem pela frente o fa­mi­ge­rado ajuste fiscal, algo muito cri­ti­cado pelas es­querdas em qual­quer lugar. Por que isso teria de ser feito também no Equador, a exemplo dos vi­zi­nhos da re­gião, in­de­pen­den­te­mente dos go­vernos da vez?

Decio Ma­chado: Trata-se do cha­mado fim de ciclo econô­mico, como muitos têm dito. No Brasil, isso se sim­bo­lizou num dis­cu­tível im­pe­a­ch­ment. Na Ar­gen­tina já acon­teceu o mesmo e aqui também su­ce­derá, mesmo porque as po­lí­ticas do go­verno Correa mu­daram ao longo dos anos.

Agora, o go­verno tenta pri­va­tizar as mesmas em­presas que tinha sal­vado da pri­va­ti­zação em seu pri­meiro mo­mento. As mesmas em­presas que ele re­cu­perou e for­ta­leceu - de ser­viços pú­blicos, a linha aérea na­ci­onal, me­ga­pro­jetos hi­dráu­licos - agora estão à venda no mer­cado, pois não há di­nheiro de­pois da queda do preço das ma­té­rias primas no mer­cado global.

E há vá­rias ou­tras coisas por vir, como fle­xi­bi­li­zação das leis do tra­balho, que não ocor­reram nos anos an­te­ri­ores. Pois o fim de ciclo também se vê no Equador, na ver­dade é vi­sível nos úl­timos três anos, para além de qual­quer re­sul­tado elei­toral.

A pró­pria dí­vida ex­terna, di­mi­nuída dras­ti­ca­mente no fim da dé­cada pas­sada, agora volta aos pa­ta­mares dos anos de go­verno ne­o­li­beral, pois ti­vemos uma agres­siva po­lí­tica de en­di­vi­da­mento pú­blico nesses úl­timos anos.

Cor­reio da Ci­da­dania: À es­querda do cor­reísmo, o que você pode co­mentar dessa dis­si­dência de ca­ráter in­dí­gena, mo­vi­mento que no Equador tem muito mais força e uni­dade do que, apesar das mu­danças de pa­tamar re­centes, es­tamos acos­tu­mados a ver no Brasil? Como é a di­nâ­mica desses grupos e por que se ra­di­ca­lizou tanto no dis­tan­ci­a­mento do go­verno Correa?

Decio Ma­chado: De fato, os in­dí­genas têm pro­ta­go­nismo po­lí­tico no Equador desde 1990, quando ti­veram sua pri­mera grande mo­bi­li­zação, sim­bo­li­zada na marcha re­a­li­zada na­quele ano pelos seus di­reitos. O Equador é um país al­ta­mente ra­cista quanto aos in­dí­genas, e desde os anos 90 eles estão en­vol­vidos na po­lí­tica na­ci­onal.

O mo­vi­mento in­dí­gena está or­ga­ni­zada na CO­NAIE (Con­fe­de­ração Na­ci­onal dos Povos In­dí­genas do Equador), e também há um par­tido para as dis­putas elei­to­rais – Pa­cha­kutik. Eles nunca apoi­aram di­re­ta­mente o go­verno Correa, mesmo em 2006 apre­sen­taram sua pró­pria can­di­da­tura, e du­rante o pro­cesso cons­ti­tuinte de 2007-08 apoi­aram a ini­ci­a­tiva do go­verno que aprovou uma nova Cons­ti­tuição, re­co­nhe­ce­dora do país como plu­ri­na­ci­onal, apesar de não ter muita apli­cação prá­tica.

Acon­tece que eles têm outra vin­cu­lação com a na­tu­reza, sua pró­pria fi­lo­sofia, ex­pres­sada na ideia da Suma Kausay, ou o cha­mado Bem Viver, de pro­teção de ter­ri­tório. E os com­pro­missos es­ta­be­le­cidos pelo go­verno não foram cum­pridos. Correa fez uma forte aposta no ex­tra­ti­vismo e isso gera uma grande con­fron­tação.

Boa parte dos grandes pro­jetos do go­verno Correa é em ter­ri­tó­rios an­ces­trais, que per­tencem aos in­dí­genas, tal como Belo Monte no Brasil. Di­ante disso, o go­verno optou por re­primir a re­sis­tência e suas mo­bi­li­za­ções po­pu­lares com força, tal como o go­verno Dilma fez em junho de 2013 e em 2014. É o ex­tra­ti­vismo que gera fortes con­fron­ta­ções contra o go­verno, mas não são só os in­dí­genas. Ou­tros mo­vi­mentos so­ciais, como o de mu­lheres, am­bi­en­ta­listas e al­guns se­tores de jo­vens ur­banos também têm di­ver­gên­cias com o cor­reísmo.

Em suma, existe uma dis­puta entre Es­tado e mo­vi­mentos so­ciais, o que levou os in­dí­genas a fa­zerem uma forte opo­sição.

Cor­reio da Ci­da­dania: No plano in­ter­na­ci­onal, o que co­menta do papel do Equador na me­di­ação entre go­verno co­lom­biano e o ELN (Exér­cito de Li­ber­tação Na­ci­onal, guer­rilha de abran­gência in­fe­rior às FARCs), uma das fa­cetas do acordo de paz em ne­go­ci­ação neste país?

Decio Ma­chado: É im­por­tante. O Equador apostou forte na in­te­gração re­gi­onal e tem uma po­lí­tica ativa na Amé­rica do Sul. É um país pe­queno em termos de in­fluência se com­pa­ramos com Brasil ou Ar­gen­tina, mas tem uma po­lí­tica ativa a este res­peito.

Dentro de tal con­texto, se ofe­receu como in­ter­me­diário de uma das partes dos diá­logos de paz que a Colômbia vive. As ne­go­ci­a­ções não são pú­blicas, os meios de co­mu­ni­cação não estão nas ne­go­ci­a­ções, e al­guns co­men­tá­rios e aná­lises só serão le­vados a pú­blico após o tér­mino de al­gumas mesas de ne­go­ci­ação.

De­pois, as con­versas vão girar por ou­tros países, in­clu­sive o Brasil, pas­sarão por um pu­nhado de países da re­gião e vol­tarão ao Equador para se en­cer­rarem, o que re­força o papel ativo do go­verno equa­to­riano nos diá­logos entre go­verno e in­sur­gência co­lom­bi­anos.

A en­tre­vista foi gra­vada no pro­grama Co­nexão Su­daca.

martes, 4 de abril de 2017

Decio Machado: “Después del domingo ya no existe izquierda política en Ecuador”

Decio Machado   Foto: Roberto del Canto
Decio Machado (Sao Paulo, 1968)*, ex asesor del presidente Rafael Correa durante su primer periodo, es uno de los hombres que más ha seguido de cerca el proceso de Alianza País (AP) en Ecuador, y sus diez años de Gobierno. Su distanciamiento con AP, así como su escepticismo frente a los sectores de derecha e izquierda, que se oponen al primer mandatario ecuatoriano, lo sitúan en un inmejorable lugar para analizar, de forma más aguda el acontecer del país vecino.

Por: Felipe Pineda Ruiz / Democracia en la Red

Los comicios del pasado domingo auguraban, desde el vamos, un desenlace y un ganador decididos por “voto finish”. El devenir de los hechos estuvo a la altura de las expectativas planteadas de antemano. El denominado “ciclo progresista latinoamericano” depositaba todo su futuro, con el radio prendido, en los resultados de las elecciones celebradas en el Ecuador.

Algunos analistas, como Alfredo Serrano Mancilla o Atilio Borón, definieron estas elecciones como “el ballotage del todo o nada”. Borón llevó su trascendencia más allá: definió la disputa entre el candidato oficialista Lenin Moreno y el opositor Guillermo Lasso como la “batalla de Stalingrado”.   

En medio de un panorama de intelectuales de izquierdas demasiado radicalizados, a favor y en contra de los gobiernos progresistas latinoamericanos, emerge la serena figura de Machado al margen del sesgo, el gobiernismo, el odio y la polarización. 

Algunas de sus respuestas no dejan de dejarnos perplejos, otras conservan un grado de crudeza al describir a los diferentes actores del panorama político ecuatoriano. Para sorpresa de esta casa, Democracia en la Red, Machado no tardó mucho en responder a nuestro llamado y darle vida a un diálogo inicial devenido en entrevista.

¿Cómo viste el proceso electoral del 2 de abril?

Vivimos una situación compleja. Si bien es cierto que Alianza PAIS gana las elecciones y se prolonga en el poder ya con un nuevo liderazgo diferente al de Rafael Correa, lo cierto es que la situación económica y social del país es complicada. La falta de liquidez del Estado hace difícil que el país pueda afrontar a corto plazo la política de endeudamiento interno y externo agresivo realizado durante el último período de gestión correista, a la par esta campaña electoral deja un fuerte nivel de polarización social que empieza a tener cierta y preocupante semejanza con lo que sucede en Venezuela. 

Será complicada la cosa para el próximo gobierno, está por ver sus capacidades para revisar los errores cometidos por el oficialismo durante esta última década y posicionarse ya no como los herederos del pasado inmediato sino como un nuevo gobierno con capacidad de enfrentar los nuevos retos que tiene por delante… veremos que pasa. Alianza PAIS, entre sus luces y sombras, tiene muchas cosas que rectificar y algunos tenemos muchas dudas sobre que tengan la voluntad y la capacidad para hacerlo.

¿Tu crees que las protestas de CREO posteriores a los comicios, encabezadas por el candidato Lasso, logren algún efecto concreto?

Personalmente creo que carecen aun del músculo militante necesario para sostener una movilización prolongada con base al desconocimiento de los resultados electorales. Sin embargo, es un hecho de que amplios sectores del país están inconformes con el resultado electoral y la aptitud y el mal hacer del Consejo Nacional Electoral tampoco ayuda en nada para solucionar esta situación. Tanto en la primera vuelta como en la segunda vuelta, cuando más se agudizaban las acusaciones de fraude electoral por parte de la oposición hemos visto como la página web del mismo CNE quedaba inhabilitada. Son errores imperdonables para una institución que está bajo sospecha por parte de amplios sectores de la sociedad ecuatoriana. Demuestra falta de profesionalismo, capacidad ejecutiva y estratégica.

Así las cosas, o cambian mucho las circunstancias que se desenvuelven en la actual política ecuatoriana, o posiblemente asistiremos a un próximo gobierno de perfil débil y cuestionado por ilegítimo bajo una estrategia discursiva que será seguramente articulada desde los sectores más reaccionarios del país. Esto se conjunta con que Alianza PAIS se ha ido volviendo muy poco sexy para las y los ecuatorianos durante los últimos años, su propuesta de gobierno ya no enamora como antaño.

¿Cómo interpretas el mapa electoral que se consolidó en la elección del domingo?

Creo que es pronto para digerir en todas sus dimensiones lo sucedido el domingo. Tu pregunta en concreto es compleja y requiere de un análisis que posiblemente se vaya realizando por parte de diferentes analistas en el transcurso de los próximos días. En todo caso, los resultados del domingo reflejan lo que ya se proyectó en la primera vuelta. Territorios con fuerte influencia indígena y alta afectación de las políticas extractivas votaron por el candidato conservador y el oficialismo ganó en lugares que antes estaban en manos de los conservadores. Una mapa que en resumidas cuentas refleja la complejidad política en la que está sumido ahora mismo el Ecuador.

¿Es posible inferir algún tipo de comportamiento electoral de las clases medias?

Entre mis tareas pendientes está por analizar de forma detallada el voto ecuatoriano por estratos sociales y targets poblacionales. En todo caso, cabe significar que existe un discurso del conjunto del progresismo regional muy crítico respecto a sus clases medias. Entienden su voto tanto en Argentina, como en Brasil y ahora aquí, como una traición o un acto de ingratitud respecto a gobiernos que han desarrollado políticas públicas que han permitido que una parte de los sectores más populares se hayan podido incorporar a dichas clases medias. 

Personalmente yo no lo veo así, me parece que esa actitud mas bien refleja la incapacidad de los tecnoburócratas del progresismo para entender un nuevo perfil de demandas sociales que se establecen a partir del proceso de modernización que vive la región. El Ecuador no es una excepción al respecto. Las administraciones  públicas deben cumplir con sus obligaciones de servicios a los ciudadanos y ciudadanas que componen sus respectivas sociedades, si están esperando gratitud por parte de los gobernados es mejor que se dediquen a hacer música en la calle u obras de caridad en alguna asociación dedicada a la beneficiencia.

¿Crees que Alianza PAIS reformulará sus políticas o más bien las radicalizará?

No creo que vayamos a asistir a ningún cambio radical en el proceso político que vive el país. Ya nos prometió eso el presidente Correa en las elecciones del 2013 y en lugar de ello se ha visto obligado, por las condiciones económicas del país, a entrar en una lógica de privatizaciones y entendimientos con el sectores del capital privado de las cuales apenas hemos vivido la punta de iceberg. Creo que Lenín Moreno es un hombre con un talante más tolerante y que ha expresado durante su campaña electoral voluntad de diálogo con los sectores críticos al oficialismo, en esa medida creo que posiblemente gestionará de forma diferente sus conflictos con las disidencias políticas existentes en los movimientos sociales. 

Ahora bien, en lo que respecta a avanzar hacia un modelo de desarrollo que no sea lesivo con el entorno ambiental, la despenalización del aborto y la superación de un modelo de sociedad de marcado carácter patriarcal, el entender que el modo de producción y reproducción capitalista puede ser sustituido por otro modelo no tan dañino para la humanidad, y otras tantas cosas más que deben configurar un programa claramente de izquierdas está por verse. Entre los sectores movimentistas ecuatorianos a priori no hay mucho optimismo al respecto. En todo caso habrá que darle al nuevo gobierno que se conforme a partir del mes de mayo en Ecuador el beneficio de la duda.

¿Cómo interpretas el apoyo de una amalgama diversa de sectores de la izquierda a Lasso?

Desde mi punto de vista, tras este proceso electoral ya no existe izquierda política en Ecuador. Haciendo referencia al pasado inmediato, lo que hemos definido como progresismo hoy ya no representa lo que vino a querer significar en algún momento. Su evolución en las lógicas de gobierno asociado a la real politik les han llevado a convivir de una forma relativamente confortable con los sectores del gran capital y las corporaciones transnacionales que manejan la economía nacional. Hay por lo tanto un desajuste que se ha ido evidenciando a lo largo de estos años entre lo que es el actual progresismo y lo que son los conceptos y valores irrenunciables articulados en la historia de las luchas sociales protagonizadas por la izquierda. 

Basta con evidenciar como el progresismo carece de sentido clasista en la actualidad, como olvidaron debates vinculados a la propiedad privada, sobre quien recae el control de los medios de producción o como se olvidaron de todo lo referente a la real nacionalización de los sectores estratégicos o de sectores que desarrollan su intervención en el ámbito del interés público, así como otras tantas cosas más que forman parte del legado histórico y los valores de la izquierda.

Por otro lado, la izquierda a la izquierda del progresismo gubernamental también perdió la brújula política en Ecuador. Su actual apoyo a un partido político que es la expresión de los intereses del capital financiero nacional e internacional no puede ser entendible más que desde la perspectiva de que hipotecaron su ideología política en aras a la agudización del conflicto con el actual gobierno. Esto nos abre una nueva situación en Ecuador, pues hace de la necesidad de reconstruir a la izquierda una tarea urgente y fundamental. 

Sin embargo, esta reconstrucción debe realizarse con nuevos sectores sociales y una nueva generación política posiblemente aun por proyectarse políticamente. Todo ello debe partir de un debate fundamental, que es lo que entendemos por izquierda doscientos veintiocho años después de la “Toma de la Bastilla” y la Revolución Francesa, y que tipo de izquierda reclama hoy el Ecuador en base a las problemáticas sociales, económicas, culturales y políticas que se vive en este país en la actualidad.

* Decio Machado es ex asesor del Presidente de Ecuador Rafael Correa; Miembro del equipo fundador del periódico Diagonal y colaborador habitual en diversos medios de comunicación en América Latina y Europa. Investigador asociado en Sistemas Integrados de Análisis Socioeconómico y director de la Fundación Alternativas Latinoamericanas de Desarrollo Humano y Estudios Antropológicos (ALDHEA)

Fuente: http://www.democraciaenlared.com/2017/04/decio-machado-despues-del-domingo-ya-no.html

lunes, 27 de marzo de 2017

Ecuador: entre el cambio y la continuidad

Por Decio Machado / Director Ejecutivo de la Fundación ALDHEA

El próximo domingo (2 de abril), 12.8 millones de electores ecuatorianos decidirán quien será su próximo presidente.

Los contendientes en esta disputa electoral son Lenín Moreno por parte del partido gobernista Alianza PAIS y el líder conservador Guillermo Lasso de CREO. Ambos llegaron a esta segunda vuelta tras una primera cita con las urnas el pasado 19 de febrero, cuando el oficialismo consiguió una mayoría simple de curules (74 de 137 legisladores) en la Asamblea Nacional y su candidato presidencial se quedó apenas a unas décimas (0.64%) de ganar en primera vuelta.

Continuismo con matices críticos frente a cambio neoliberal

Más allá de espejismos propagandísticos electorales, el llamado Socialismo del XXI en Ecuador lleva mostrando cada vez mayores signos de agotamiento desde que comenzara la caída del precio de los commodities en el año 2013. La elección de Lenín Moreno para el delfinazgo correista, algo que se decidió no sin resistencias internas, vino a indicar que el propio régimen es consciente de la necesidad de un cambio dentro de su objetivo por perennizarse en el poder.

Es así que ante la imagen y discurso agresivo que ha caracterizado el perfil del presidente Rafael Correa, el elegido como su sucesor es un hombre de talante conciliador y amplio sentido del humor. Mientras el presidente Correa ha sido la “bestia negra” de los movimientos sociales y organizaciones populares no afines al régimen, el actual candidato oficialista se presenta ante la sociedad como el líder –mientras ejerció como vicepresidente durante los primeros años de la era Correa- de la misión solidaria Manuela Espejo, programa mediante el cual se realizó el primer diagnóstico de la situación de los discapacitados en Ecuador, complementándose mediante ese programa un subsidio mensual de 240 dólares a las familias afectadas para el cuidado de personas con limitaciones severas. Fruto de lo anterior, Moreno ejerció desde el 2013 como secretario de Naciones Unidas sobre Discapacidad y Accesibilidad, estando fuera del país precisamente durante el período de mayor desgaste político del correísmo.

La imagen política que proyecta Lenín Moreno no es nueva en las lógicas de sucesión en los regímenes progresistas latinoamericanos. Cambio dentro del continuismo fue la estrategia seguida, con distinto nivel de éxito, tanto por Dilma Roussef en Brasil como por Daniel Scioli en Argentina. Sin embargo, el hecho de que no exista renovación en el ámbito de las vocerías y dirigencias en el partido de gobierno, genera dudas respecto al hecho de que realmente estemos asistiendo a un proceso de aperturismo político y democratización del régimen ante la próxima etapa poscorreista.

Frente a lo anterior, la oposición conservadora se encuentra por primera vez desde la llegada de Rafael Correa al poder, ante las posibilidades políticas que genera la polarización del voto en una segunda vuelta electoral. Su candidato, Guillermo Lasso, utiliza una estrategia similar a la que utilizara Mauricio Macri en las presidenciales argentinas del año 2015, arropándose bajo el manto de un “necesario” cambio de rumbo para el país. Su discurso es simple: inmersos en una crisis económica que se presume empeorará en los próximos meses, su propuesta principal es la generación de un millón de empleos con base en criterios de aperturismo económico y desregulación de los mercados; combate al déficit fiscal mediante el achicamiento del Estado y la disminución de programas clientelistas de protección social; así como el incremento de la competitividad empresarial bajo criterios de congelación salarial y eliminación de impuestos. En pocas palabras, la vuelta del neoliberalismo de corte clásico a un país que ya vivió con escaso éxito ese modelo bajo gobiernos del que el propio candidato opositor formó parte.

Propuestas populistas que no afrontan los problemas reales

Esta campaña electoral no pasará a la historia del Ecuador por la profundidad de las propuestas políticas de ninguno de sus candidatos.

Como se indica anteriormente, el eje de esta campaña electoral está marcado por la situación de crisis económica que vive Ecuador. Los impactos de dicha crisis ha sido transitoriamente postergados mediante una agresiva política de endeudamiento interno y externo, condición que tendrá que ser afrontada más temprano que tarde por el gobierno que sea electo el próximo domingo.

Ante esta situación, el peso del pago de deuda se ha ido incrementando paulatinamente sobre las arcas del Estado, llegándose a la condición de tener que adquirir nuevas deudas para cumplir con las obligaciones devenidas por la deuda anteriormente contraída (ver Gráfico 1).

Gráfico 1: Presupuesto General del Estado vs Servicio de Deuda frente al PIB


La tendencia evolutiva al alza de esta situación se mantiene alarmantemente en el presente año. Al cierre de pasado mes de febrero podemos apreciar como la deuda pública sigue creciendo (ver Cuadro 1) incansablemente.

Cuadro 1: Deuda Pública del Ecuador diferenciada Externa e Interna por conceptos


Paralelamente, es apreciable como las reservas existentes en el Banco Central del Ecuador son insuficientes para cubrir los pasivos a corto plazo (ver Gráfico 2)


Al mismo tiempo y como consecuencia de la contracción económica que vive el país, la recaudación de impuestos (ver Gráfico 3) no se incrementa, a la par que los ingresos derivados del comercio al exterior cayeron 8% al cierre del pasado año, consecuencia principalmente de la reducción de los precios del petróleo.

Gráfico 3: Comparativo de los últimos cinco años respecto a impuestos del PGE mensuales



Los problemas anteriormente referenciados apenas son abordados por el oficialismo durante esta campaña electoral, mientras que la candidatura opositora los utiliza para posicionar lo que definen como fracaso del modelo económico “socialista” y la necesidad inmediata de un cambio.

Para generar un millón de empleos, el candidato conservador plantea como una de las claves de su programa electoral la necesidad inmediata de eliminación de 14 impuestos actualmente existentes. Con ello dice buscar atraer la inversión privada y fomentar el emprendimiento. Presionado por este popular discurso, el candidato oficialista también se ha visto obligado a incorporar parte de esa propuesta a sus compromisos de campaña. Sin embargo, uno y otro ignoran el hecho de que el problema no está en el volumen de carga tributaria existente, sino sobre quien recae dicha carga. Especialmente clases medias y pequeños emprendedores.

En el año 2006, momentos antes de la llegada de Rafael Correa al poder, la carga tributaria existente en Ecuador era del 9.1%, muy por debajo del 13.9% que suponía la media latinoamericana. En 2015 dicho indicador se situó en el 15.4%, lo que significa apenas una décima más que el promedio regional. Sin embargo, dicha presión fiscal carece de equilibrio ponderativo, pues mediante estructuras impositivas regresivas como son los impuestos al consumo, cierta tolerancia respecto a la evasión fiscal y un conjunto de políticas enfocadas a las excepciones fiscales para grandes capitales, el pago de impuestos a la renta para los sectores más ricos del país no supera el 3% de sus ingresos (ver Gráfico 4).

Gráfico 4: Proporción de impuestos a la renta que pagan los más ricos en distintos países de la región y el planeta


Lo anterior demuestra que el correísmo, pese a la elaboración de un estratégico discurso confrontativo con las clases dominantes, no entendió que para estructurar un proceso real de cambio que tenga como objetivo la equidad social es necesario redistribuir la riqueza históricamente concentrada en muy pocas manos. En resumen, no fracasó ningún modelo socialista porque en los hechos nunca existió tal modelo. En todo caso lo que fracasó es un modelo asistencialista basado en la redistribución de los excedentes derivados de la exportación de commodities, lo cual evidentemente no pasa de ser una medida coyuntural atada a la temporalidad de la existencia de dicho excedente.

Lo mismo sucede respecto al mercado laboral, donde su evolución no se muestra signos alentadores tras diez años de gobierno progresista (ver Gráfico 5). Lo anterior viene a indicar que el incremento de la capacidad adquisitiva de las y los trabajadores ha sido circunstancial al período de bonanza económica, mientras en la actualidad se deteriora de forma acelerada.

Gráfico 5: Evolución del mercado laboral ecuatoriano durante los últimos 10 años


Como se puede apreciar en el gráfico anterior, prácticamente el 60% de los trabajadores en el país no llegan al salario básico estipulado legalmente (unos míseros 375 dólares mensuales), bien porque no trabajan las cuarenta horas semanales o bien por formar parte de una economía sumergida sujeta a todo tipo de irregularidades. Por lo tanto, el problema no es generar un millón de empleos como dice el candidato opositor u 800 mil tal y como promete el candidato oficialista, sino en conseguir que dicho empleo sea digno, esté debidamente retribuido y que los operarios gocen de una adecuada cobertura social.

El inverosímil posicionamiento electoral de la izquierda no correista

El perfil autoritario del presidente Correa se ha agudizado con el paso del tiempo, lo que ha derivado en centenares de casos de criminalización de la protesta social durante esta última década.

La persecución a líderes comunitarios -principalmente indígenas-; la disolución/ilegalización de algunas organizaciones sociales; la represión sobre diversas movilizaciones reivindicativas y la militarización de territorios en resistencia contra las políticas extractivistas, han conllevado a una ruptura total entre organizaciones sociales y políticas de la izquierda no clientelar y el Estado. Es significativo ver como tan solo en el levantamiento indígena y paro nacional de agosto del 2015, más de un centenar de personas fueron aprendidas y 98 fueron procesadas a nivel nacional, de las cuales 29 fueron sentenciadas durante el pasado año.

Lo anterior implicó que el conjunto de la izquierda política y gran parte de los movimientos sociales, especialmente el indígena, haya impulsado la consigna de “ni un voto al correísmo”. En la práctica, gran parte de esta izquierda desarrolla en la actualidad una campaña electoral activa a favor del candidato conservador, ignorándose la posibilidad de darle sentido político al voto nulo. Así, del grito “Wall Street debe ser destruida!!” enarbolado por Julio Antonio Mella –uno de los fundadores del marxismo latinoamericano-, la izquierda ecuatoriana pasó, casi nueve décadas después, a pedir el voto para el representante político del capital financiero en el país. Inevitablemente dicha involución conllevará una crisis en dicha izquierda, lo cual para bien podría significar un recambio generacional y el resurgimiento de una nueva izquierda, tal y como parece estar sucediendo en Brasil en estos momentos.

Más allá de lo anterior, es el conservadurismo quien se está comprometiendo públicamente a impulsar una amnistía para todos los presos políticos existentes en el país, así como el reconocimiento a algunas organizaciones hoy clausuradas. Por su parte, el candidato oficialista manda mensajes en corto comprometiéndose a que esta política represiva no va a continuar durante su mandato, pero se ve imposibilitado de cuestionarlas públicamente por la presión del fuerte liderazgo aun presente en Alianza PAIS de Rafael Correa.

Una campaña muy sucia

El último elemento que ha caracterizado esta campaña electoral es el nivel de guerra sucia desarrollado por parte de ambas tiendas políticas.

Son innumerables las piezas comunicacionales de perfil propagandístico que circulan por las redes sociales y que están basadas sobre la descalificación soez del contrincante. De igual manera, la información tóxica a los electores es otra de las herramientas sobre las cuales se han basado ambas estrategias electorales: poner en boca de los candidatos y otras vocerías de campaña cosas que no se han dicho, circulación de noticias falsas y alarmistas, o la viralización de imágenes de sucesos que no corresponden al país. El enfrentamiento entre dos ejércitos de trolls informáticos que se caracterizan por tener similar nivel de ética cero ha sido una constante. Unos y otros convirtieron la comunicación política en el insulto al contrario, quedando las socialización de propuestas electorales en un lugar muy rezagado.

Respecto a los medios de comunicación la situación tampoco varia en exceso. El oficialismo utiliza el conjunto de medios de comunicación públicos para hacer campaña electoral directa o indirectamente en su provecho, incluido entre estos las herramientas de comunicación institucionales. Mientras desde el otro lado, raro es el medio de comunicación privado que no está absolutamente alineado con el candidato conservador, llegando algunos significados periodistas de estos canales de televisión a confundir sin pudor comunicación y periodismo con propaganda política.

Día 2 y las estrategias de tensión

Tras el cierre de urnas y el recuento de votos, posiblemente Ecuador viva un momento delicado.

Todo apunta a que el Consejo Nacional Electoral (CNE), carente de autonomía con respecto al Ejecutivo, cometió el error de demorarse en el recuento de votos de la primera vuelta en busca de que el oficialismo alcanzara las décimas que les faltaban para ganar. La situación anterior fue utilizada por la oposición para movilizar un sector de la población frente al supuesto fraude electoral en curso. Pasada la tormenta, durante toda esta segunda fase de campaña ambas estructuras políticas llaman a la movilización el día de las votaciones, lo cual presupone que existirá tensión en las calles si el resultado electoral termina siendo ajustado a favor de uno u otro candidato.

Las últimas encuestas indican que Lenín Moreno tendría ventaja respecto a su rival, la cual varía entre el 4.5% y 15% dependiendo que cual sea la empresa demoscópica y para quien trabaje. Así las cosas, el objetivo gubernamental es afianzar tal diferencia de manera que la oposición tenga dificultades para no reconocer los resultados. Por su parte, la candidatura de Guillermo Lasso busca el voto que ese entre 14% y 16% de electores que aún se mantienen como indecisos (un porcentaje que duplica lo habitual en Ecuador a esta altura de campaña), intentando recortar e incluso superar la actual tendencia.

En todo caso y más allá de quien gane este domingo, Ecuador sufrirá de forma retardada los efectos de una crisis económica sostenida bajo un in crecendo endeudamiento que posiblemente tendrá que ser renegociado, dada la falta de liquidez estatal para atender los pagos requeridos en el corto plazo.

Que la crisis no caiga sobre las espaldas de las y los trabajadores, más salvajemente sin duda si el ganador de esta contienda es Guillermo Lasso, no depende del cumplimiento de los programas políticos en liza, sino de la capacidad de rearticulación de un tejido social enormemente golpeado por diez años de correísmo y que en su deterioro terminó por perder la brújula política que indica un camino a recorrer entre la coherencia y objetivos.

Fuente: www.vientosur.info

martes, 21 de marzo de 2017

La "izquierda" en Ecuador

Por Decio Machado / Director Ejecutivo de la Fundación ALDHEA

El posicionamiento en la segunda vuelta de los partidos políticos de la “izquierda” a la “izquierda” del correísmo llamando al voto a favor de la candidatura de Guillermo Lasso, representante político del capital financiero e impulsor de un plan de gobierno de marcado perfil neoliberal, abre una serie de debates sobre la utilidad estas viejas estructuras organizativas y sus direcciones políticas como herramientas útiles para la transformación social en este pequeño país andino.

El origen del concepto político “izquierda”

El término “derecha” e “izquierda” en política tiene su origen histórico en Francia en una votación que se desarrolló en la Asamblea Constituyente el 14 de julio de 1789, el mismo día en que el pueblo de París asaltó la fortaleza de la Bastilla, cuando se discutía la propuesta de un artículo de la nueva Constitución en la que se establecía el veto absoluto del rey a las leyes aprobadas en la futura Asamblea Legislativa.

Los diputados que estaban a favor de la propuesta (girondinos), que suponía el mantenimiento del poder absoluto del monarca, se situaron a la derecha del presidente de la Asamblea, mientras que los que defendían que el rey sólo tuviera derecho a un veto suspensivo y limitado en el tiempo (jacobinos), posicionando lógicas más democráticas por encima de la autoridad real, se situaron a su izquierda. Es así que el concepto de “izquierda” quedó asociado a las opciones que propugnaban un cambio político y social, mientras que el término “derecha” quedó asociado al conservadurismo.

Sin embargo, desde la toma de la Bastilla hasta hoy el mundo ha cambiado notablemente y un término tan ambiguo como “izquierda”, definido en otros momentos por el concepto y rol de Estado, del mercado y de las personas al interior de la sociedad, debe ser inevitablemente actualizado.

Haciendo historia, sería al propio Vladimir Lenin a quien nunca le agradó en exceso dicho término, prefiriendo la denominación de bolcheviques (en ruso, “miembro de la mayoría”) para diferenciarse de forma contundente de las posiciones políticas socialdemócratas rusas (también conocidos como mencheviques). El mismo Lenin escribiría, en 1920, la obra La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, uno de los textos más importantes del marxismo y donde se aborda la tarea de la construcción del partido revolucionario en clara relación entre el marxismo y el movimiento proletario.

No es casualidad entonces que pese a que el concepto político “izquierda” tenga un origen marcadamente parlamentarista, la revolución bolchevique fuese -entre otras cuestiones- un conjunto de sucesos históricos de connotaciones marcadamente antiparlamentarias. Lenin llegaría a definir a la actividad legislativa como “cretinismo parlamentario”, impulsando junto a León Trotsky –quien tuvo a su cargo la creación del Ejército Rojo- la construcción de los Sóviets (asambleas de obreros, soldados y campesinos) en contraposición terminológica y conceptual a un viejo sistema parlamentario burgués que apenas había permitido la participación de las masas en el gobierno de la nación. Visto desde esa perspectiva, ¿es aplicable el término “izquierda” en una América Latina donde el modelo parlamentario esta lejos de ser el espacio para encontrar una expresión política para sus problemas sociales?

A punto de cumplirse el centenario de la revolución bolchevique, no hay país -tanto del Norte industrializado como del Sur en vías de desarrollo- donde la “izquierda”, las “izquierdas” en realidad, no conformen una amplia diversidad de opciones políticas diferenciadas.

Esta multiplicidad de opciones ideológicas (socialdemócratas, comunistas, socialistas, anarquistas…) y su abanico de matices (trotskistas, leninista, maoístas, anarco-comunistas, social-liberales, bolivarianos…) hacen complejo el llegar a un consenso sobre qué es hoy ser de “izquierda”. Esto se agudiza bajo la inconsecuencia de que hay sectores políticos de rancia ortodoxia “izquierdista” que, aun hoy, excluyen de sus identidades ideológicas a todo aquel que no venda su fuerza de trabajo a cambio de un salario (el viejo proletariado carente de propiedades y medios de producción). Sin embargo nuestras sociedades y sus sistemas productivos evolucionan de forma cada vez más acelerada, lo cual implica aberraciones tan grotescas como que, siguiendo los viejos parámetros ortodoxos, un gerente corporativo que no tenga acciones en la empresa que dirige podría ser considerado como clase explotada, mientras que un operario de esa misma corporación que trabaje en su casa con una computadora de su propiedad ya no formaría parte de esta. En definitiva, la compleja evolución del capitalismo y su mutación tecno-organizativa promovida en el marco de la producción/reproducción global del sistema sigue siendo un fuerte obstáculo para la comprensión del mundo actual por parte de sectores que aun leen el sistema productivo bajo las lógicas de demanda de fuerza de trabajo existentes en épocas pasadas.

A estas dificultades para entender el entorno por parte de sectores anclados a una mirada decimonónica, hay que añadir que la complejidad del mundo actual hace que los conceptos y acciones que definen a la “izquierda” en un país, puedan ser entendidas de forma contraria en otro al mismo tiempo. Un ejemplo de lo anterior podría remontarnos a 1948, donde apoyar la creación del Estado de Israel en Europa era una posición de “izquierda”, mientras que en los países árabes dicha posición tan solo fue apoyada por las corrientes políticas conservadoras. Es desde esa dislocación geográfica desde donde se entiende que la gestión del presidente Rafael Correa sea considerada por gran parte de la “izquierda” eurocéntrica -inmersa en el desmantelamiento del Estado “protector”- como un referente en materia de políticas públicas progresistas, mientras que en Ecuador los movimientos sociales y organizaciones populares viven desde hace años en permanente conflicto con el gobierno.

La problemática en el ámbito de las definiciones sobre que es “izquierda” transversalizan hoy diferentes aspectos de la realidad social, cultural, política y económica en la que vivimos. Respecto a lo económico, ¿hasta donde se es de “izquierda” aceptando la economía de mercado? ¿es que por impulsar la intervención del Estado en la economía, tal y como lo hizo Barak Obama en su primer mandato, se es de “izquierda”? ¿es que por democratizar el acceso al consumo, aunque esto beneficie al capital especulativo bajo lógicas de endeudamiento popular, un gobierno puede ser definido como de “izquierda”? Respecto a lo político, ¿es que toda persona que se considera de “izquierda” respeta las libertades, los derechos colectivos y está contra las dictaduras? ¿es que porque un gobierno establezca parámetros de modernización para un modelo de capitalismo tardío que entró en crisis, dicho gobierno puedo ser considerado de “izquierda”? Respecto a la orientación sexual, ¿es que por no seguir los cánones preestablecidos por el modelo patriarcal ya se hace una apuesta por el socialismo? Respecto a nuestra posición ante al derecho de las mujeres ¿es que toda persona que se considera de “izquierda” es de por sí feminista? Respecto a nuestra sensibilidad ambiental ¿es que por tener una posición proteccionista respecto a la riqueza de nuestro entorno natural se esta propugnando un modelo de sociedad más justo e igualitario? La lista de preguntas con respuestas contradictorias podría ser ostensiblemente más larga, pero en la práctica lo que se demuestra es que la calificación “izquierda” quedó como un concepto demasiado estático y requiere ser actualizado dada la realidad tan dinámica en la que actualmente estamos inmersos.

En todo caso no se trata de hacer de la dialéctica un tramposo bastión revisionista e intentando conceptualizar, lo más simplistamente posible, lo que en general se entiende en la actualidad como como “izquierda”, cabe rescatar la visión liberal-socialista del filósofo y politólogo italiano Norberto Bobbio, quien lo caracteriza como una sensibilidad ideológica que busca la igualdad. Si queremos ampliar este concepto de forma más académica, podríamos citar a Steven Levitsky y Kenneth Roberts en su obra The Resurgence of the Latin American Left:

Los partidos de izquierda buscan utilizar la autoridad pública para distribuir la riqueza o los ingresos hacia los sectores con menores ingresos, erosionar las jerarquías sociales y fortalecer la voz de los grupos desaventajados en el proceso político. En la arena socioeconómica, las políticas de izquierda procuran combatir las desigualdades enraizadas en la competencia de mercado y en la propiedad concentrada, aumentar las oportunidades para los pobres y proveer protección social en contra de las inseguridades de mercado. Aunque la izquierda contemporánea no se opone necesariamente a la propiedad privada o a la competencia de mercado, sí rechaza la idea de que pueda confiarse en las fuerzas no reguladas del mercado para satisfacer las necesidades sociales. En el ámbito político, la izquierda procura aumentar la participación de los grupos menos privilegiados y erosionar las formas jerárquicas de dominación que marginan a los sectores populares. Históricamente, la izquierda se ha concentrado en las diferencias de clase, pero muchos partidos de izquierda contemporánea, han ampliado ese foco para incluir las desigualdades basadas en el género, la raza o la étnia (Levtisky y Roberts, 2011: 5)

Conscientes de lo muy limitado del concepto, pues ignora la tensión en torno a la propiedad privada y la hoja de ruta para la construcción del socialismo, el control del mercado y de los medios de producción, la lucha contra el modelo patriarcal, la sostenibilidad del planeta, la participación política de la ciudadanía y la democratización de la sociedad, o como se destruye o al menos se transforma el Estado (Marx habló de la disolución del Estado y Lenin de un Estado “no Estado”), nos quedaremos en principio con esta escueta definición.

¿Hubo un gobierno de “izquierda” en la última década en Ecuador?

Pese a su limitación conceptual, dimos por bueno en el punto anterior que un gobierno de izquierda sería aquel que basase sus políticas públicas fundamentalmente en la lucha contra la desigualdad económica.

Si partimos de esto, el elemento más convencional de lucha contra la desigualdad ha de enmarcarse en el ámbito de la distribución de la riqueza y de la dignificación del ingreso hacia los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Sin embargo, para que esa distribución de la riqueza no se coyuntural -tal y como ha sucedido en América Latina durante el llamado boom de los commodities- dichas políticas públicas han de basarse en la desconcentración de la propiedad, y es evidente que las “izquierdas” en el poder en la región tienen una deuda pendiente al respecto.

Tras más de un década de gobiernos de “izquierda”, en la América Latina de hoy el 10% más rico de la población concentra el 71% de la riqueza regional, y es el propio Banco Mundial –nada “izquierdista” por cierto- quien reconoce públicamente que de continuarse esta tendencia, en menos de diez años el 1% más rico del subcontinente tendrá más riqueza que el 99% restante.

En ese sentido Ecuador no ha sido una excepción. Las empresas más grandes que operan en su mercado nacional han ganado más durante la gestión correísta que durante los años anteriores a la llegada del presidente Correa al gobierno de la nación. Así, en 2006, con un PIB de 46,8 mil millones de dólares, las 300 empresas más grandes en Ecuador ingresaron 20.363 millones de dólares, lo que viene a significar un 43,6% del PIB; mientras que seis años después, en 2012, con un PIB de 84.700 millones de dólares –casi el doble que en 2006-, estas mismas empresas ingresaron 39.289 millones de dólares, lo que implica un tres puntos porcentuales más del PIB nacional. En la actualidad, con un PIB en torno a los 100.000 millones de dólares la situación no ha cambiado y se agudiza la concentración semi monopólica de empresas en los diferentes sectores del mercado. El fisco ecuatoriano reconoce la existencia de 118 grandes grupos económicos que operan en el mercado nacional de los cuales 16 de ellos controlan la mayor parte de la economía (ver Figura 1). En pocas palabras, los mismos que antes ganaban más ahora ganan todavía más.

Figura 1: Grupos económicos – Ingresos vs IR Declarados



No existe discusión respecto a que la distribución del ingreso requiere mejoras en los niveles de empleo digno y productivo, incremento de los salarios reales, un gasto público social enfocado hacia los sectores históricamente ignorados y de una mayor equidad en la tributación.

Más allá de los escasos avances durante está última década en materia de empleo digno, en el ámbito de lo tributario -cuestión fundamental para enfrentar la distribución de la riqueza-, cabe reseñar y volviendo a ese 10% más rico de la población latinoamericana, que este sector tan solo tributa un promedio del 5,4% de su renta en la región. El problema se agudiza cuando miramos al Ecuador, pues más allá del propagandístico discurso confrontativo contra las élites económicas que se ha desarrollado durante esta última década, podemos apreciar en el Gráfico 1 que mediante estructuras impositivas regresivas (principalmente impuesto al consumo), tolerancia respecto a la evasión fiscal y política de excepciones impositivas, la política gubernamental no ha hecho recaer sobre estas castas privilegiadas el peso fundamental de la carga fiscal en el país.

Gráfico 1: Proporción de impuestos a la renta que pagan los más ricos en distintos países


La consecuencia de lo anterior deriva en el creciente déficit fiscal y el mantenimiento de la desigualdad social existente. Más allá de su retórica, el gobierno correista no pasa de ser un gobierno caracterizado por del diseño tecnocrático de sus políticas, la implementación de un Estado-control sobre la ciudadanía basado en sus miedos a la movilización popular, una fuerte concentración de poder en torno a la figura presidencial, la limitación respecto a derechos civiles y políticos en la sociedad, una preocupante incapacidad para plantear acciones efectivas de lucha contra la corrupción, así como un articulador de políticas complacientes con las élites económicas que más sirvieron para salvar el mercado tras el nefasto caos neoliberal que para cuestionarlo.

No podemos negar que el gobierno de Rafael Correa ha reducido los indicadores de pobreza, especialmente durante los primeros seis años de su mandado, sin embargo, si consideramos por ello que es un gobierno de “izquierda”, deberíamos también considerar a todos los gobiernos de América Latina -desde el año 2000 al 2013- como gobiernos de “izquierda”, lo cual evidentemente sería una imprecisión.

Los otros: esos partidos que se gustan de llamarse a si mismos la verdadera “izquierda”

No ha sido fácil el reto que han tenido que afrontar durante esta década los movimientos sociales ecuatorianos y la autodenominada verdadera “izquierda”. El aparato de propaganda correista les dejó sin banderas, entendiendo por estas la dialéctica política en pro de los de abajo. En todo caso, difícil justificación para un mal estudiante es decir que suspendió el examen porque este era difícil…

Este sector de la izquierda -marxistas se dicen de sí mismos- desde hace casi un siglo comete el error de pensar que el marxismo tiene el monopolio de la emancipación, ignorando que dicho pensamiento no es más que un meeting point y no un dogma de fe religioso a trasmitir, entre bostezos, a cada vez menor número de feligreses. Es así que ante el surgimiento del correísmo como una herramienta electoral efectiva que llena el significante vacío de cualquier cosa arropándose bajo un discurso de “izquierda”, esta “izquierda” ha entrado en una crisis existencial que contagió a las organizaciones populares que en años anteriores destacaron por sus resistencias contra las políticas de la “larga noche neoliberal”.

Lo anterior deriva en que esta “izquierda” durante la última década haya tenido muy poco que aportar en el debate sobre intervencionismo estatal en la economía; el desarrollo de la sociedad de consumo; el cada vez mayor desarrollo tecnológico; la nueva organización del trabajo impuesta por el capitalismo cognitivo; y, la reactualización del colonialismo económico, cultural y académico en el país. Es más, en estos últimos años dicha “izquierda” se ha olvidado de descentrar el problema del poder y la dominación de la lógica del Estado y la soberanía; ignorando principios foucaultianos tan básicos como que el Estado no es el punto de partida para una analítica del poder moderno, sino más bien su punto de llegada (la forma histórica que han adquirido en un determinado momento un conjunto de relaciones de poder). Es de esta manera que el debate sobre el biopoder (modos en que el poder gobierna la vida desde su exterior, tratando de capturarla, controlarla, fagocitarla y reprimirla) se desplazó al ámbito de lo académico, quedándose en el marco de un frustrante juego semi-intelectual que en la mayoría de los casos carece de efectividad para articular prácticas de resistencia (biopolítica). Afortunadamente y pese a lo anterior, las prácticas de resistencia persisten, pues son inmanentes a la vida misma, bloqueando, resistiendo y creando nuevos modos o formas de vida sobre los que hemos de retroalimentarnos a futuro.

El resumen de esta cuestión es que la mayoría de estos partidos políticos de la “izquierda” continúan haciendo infructuosos esfuerzos por encajar de forma adecuada en la nueva cartografía socio-política estructurada por el correísmo, la cual se ha desarrollado de forma efímera –mientras duró la plata- mediante un nuevo modelo de capitalismo posneoliberal con amplia intervención del Estado. El mismo hecho de que diez años después de la llegada al poder de Rafael Correa, esta “izquierda” siga teniendo dificultades a la hora en caracterizar el proceso político en el que estamos inmersos, genera su propia incapacidad a la hora de construir contra-modelos al poder hegemónico. Sus discursos y construcciones políticas quedan cortos e inadecuados a la hora de dar respuestas a una sociedad que demanda cosas concretas en el día a día de la realidad político económica vigente. Lo anterior implica que esta “izquierda” viva ante cada contienda electoral una lenta agonía ante mortem, presentando programas electorales centristas y eclécticos cuyos planes de gobierno y vistos sus resultados, pocos sentimientos fuertes inspiran en la población.

Pero más allá de lo que tiene que ver con los partidos políticos de la “izquierda”, vemos también a un movimiento indígena incapaz de superar la crisis a la que se abocó solito tras pretender cogobernar junto al gobierno de Lucio Gutiérrez (2003-2005). En estas condiciones y pese a que son las y los compañeros indígenas quienes en la mayoría de los casos han puesto sus cuerpos frente a la represión estatal, hace años que el movimiento indígena navega entre tinieblas demostrando -en el marco de este proceso de modernización acelerada implementada por el correísmo- su incapacidad para reconstruirse como un actor político de cambio y de igual manera el notable estancamiento discursivo de su dirigencia.

Lo anteriormente descrito condiciona a una “izquierda” a la “izquierda” del correísmo que en general se encuentra muy golpeada por las estrategias gubernamentales de desacreditación a la oposición política y social, lo que se visualiza en la falta de capacidad para la articulación de fuerzas “antagónicas” en los escenarios políticos actualmente existente. Inmersos en la falta de propuestas y carencia de proyecto alternativo de sociedad, sonroja ver como en la actualidad gran parte de estos sectores piden el voto activo al partido del capital financiero (la candidatura presidencial de Guillermo Lasso) en esta segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Pero sonroja más aún ver como la escenificación dialéctica de su dirigencia se basa en la autojustificación permanente de dicha medida, a la que llaman “gratuita”.

Haciendo memoria histórica, el marxismo fue inicialmente introducido y socializado en América Latina por inmigrantes alemanes, italianos y españoles a finales del siglo XIX. Fue a partir de la década de 1920 cuando aparecieron los primeros partidos obreros y sus primeros líderes. Entre estos destacó la figura de Julio Antonio Mella, quien al grito de guerra de “Wall Street debe ser destruida” proponía un frente único compuesto de “trabajadores de todas las tendencias, campesinos, estudiantes e intelectuales independientes” donde no tuviera cabida la burguesía nacional.

Sin embargo, la actual posición de la “izquierda” ecuatoriana recuerda más bien al segundo período del marxismo en América Latina (1930 al 1959), cuando en pleno apogeo stalinista la interpretación soviética del marxismo fue hegemónica y por consiguiente la teoría de la revolución por etapas de Stalin. Así esta “izquierda” no se refunda, sino que retrocede entre sesenta y noventa años, momentos cuando la teoría marxista en el subcontinente se limitaba a transplantar mecánicamente a América Latina conceptos europeos, considerando que la estructura agraria del continente era feudal como la europea, su burguesía local era progresista como la francesa y el campesinado era un sujeto hostil al colectivismo socialista. La máxima de la “izquierda” en aquel momento fue: las condiciones económicas y sociales en América Latina no están lo suficientemente maduras para una revolución socialista; por el momento, el objetivo es concretar una etapa histórica democrática y antifeudal, tal y como se hizo en la Europa de los siglos XVIII y XIX.

De esta manera tan absurda, Stultiae laus lo llamaría Erasmo de Rotterdam si renaciera quinientos años después, una “izquierda” que dice determinar su posición política actual en aras a la defensa de la democracia se sumerge en una campaña activa pidiéndole voto a favor de un programa neoliberal (como si en el subcontinente hubiera sido compatible neoliberalismo y democracia), en lugar de plantear la defensa irrestricta de aquello que el filósofo francés Claude Lefort definiera hace cuarenta años como “democracia salvaje”. Es decir, defender un modelo de democracia no domesticada ni domesticable, cuyo principio es anárquico: sin orden, sin fundamento y con un sentido enmarcado en la ampliación permanente de derechos.