jueves, 5 de julio de 2018

Un análisis estratégico para el caso Balda

Por Decio Machado
Publicado en Revista Digital Plan V

Utilizando el argot futbolístico, tan al uso en este momento, podríamos decir que “a estas alturas del partido” no hacer una lectura estratégica de los acontecimientos en el llamado caso Balda es pecar de una buena dosis de infantilismo político.

Empezar por aquí este texto requiere en primer lugar definir que es esto de la estrategia en la política, tema complejo si reconocemos que no ha habido un acuerdo general a la hora de establecer una definición de la voz “estrategia” que describa su campo de acción y delimite sus fronteras. En todo caso, el estudio en profundidad de la estrategia demuestra que su territorio es el de la negociación y la persuasión, al igual que el de las amenazas y la presión. Para ello se recurre tanto a los efectos psicológicos como a los físicos, es decir, tanto a las palabras como a los hechos. Esto es lo que convierte a la estrategia en el arte esencial de la política, pues se trata de conseguir de una situación concreta más de lo que el equilibrio inicial de fuerzas podría sugerir. La estrategia es el arte de crear poder y es sobre este conjunto de conceptos sobre los que se desarrolla cualquier acción estratégica.

Pues bien, toda estrategia parte necesariamente de saber donde esta uno parado y como se asientan en el terreno tus aliados y adversarios. Dicho esto, si hacemos un análisis real del deterioro de un gobierno en el cual tras más de un año de gestión nadie es capaz de identificar alguna obra referencial, nos daremos cuenta que la imagen del presidente Lenín Moreno ha decaído tanto que casi ya ha alcanzado la del ex mandatario Rafael Correa.

En esta condición y habiéndose convertido Rafael Correa en el principal opositor al actual gobierno pese a residir a 9.500 kilómetros de distancia del Palacio de Carondelet, condición que desnuda una manifiesta mediocridad por parte del resto de la oposición, estratégicamente lo que procedería sería: o bien paralizar del deterioro de la imagen presidencial o bien actuar en campo rival con el objetivo de anular el creciente rol del opositor. Para lo primero hace falta una notable gestión y buenos resultados, algo de lo que hasta ahora adolece el ejecutivo, para lo segundo y estando en el gobierno se necesita tan solo saber hacer.

Todos sabemos que para  los que parten en una situación de poder la estrategia para ganar no suele ser difícil. Se trata tan solo de que se aplique de forma juiciosa los importantes recursos de los que se dispone para alcanzar el objetivo. Así y no más que así, sobrevivió el correísmo toda una década pese a los permanentes envites de la prensa y la oposición política.

Pues bien, lejos de los maquiavélicos complots desarrollados por deshonestos traidores en los que basa su narrativa el correísmo, lo que se encontró el gobierno es que con el accionar de determinados personajes de la oposición política conservadora se podría ver beneficiado bajo una lógica de sinergias. Quizás más por intuición que por estrategia, vaya usted a saber…, el gobierno de Lenín Moreno entendió que en momentos de debilidad una buena alianza coyuntural sirve para derrotar al enemigo.

El exitoso accionar de un personaje tan poco brillante como Fernando Balda viene a demostrar en la práctica los muchos errores estratégicos que cometió Rafael Correa, destacando sobre estos una máxima napoleónica: “no debes luchar demasiado con un enemigo o le enseñarás tu arte de la guerra”. Es así que tras judicializar Rafael Correa a sus opositores políticos durante diez años consecutivos, fueron estos quienes pasaron a judicializarle a él. Todo ello con sus mismas herramientas, es decir, los mismos jueces que llegaron a sus cargos durante el período de Gustavo Jalkh en el Consejo de la Judicatura.

Sin entrar a valorar cuestiones de carácter jurídico, no es el enfoque de este texto, la decisión de la jueza Daniella Camacho el pasado 18 de junio exigiendo que Rafael Correa se presentará periódicamente en la Corte Nacional de Justicia actuó en el marco de lo que consideraríamos el terreno de estrategia accionando dos componentes: la amenaza y presión sobre el ex mandatario. De las palabras se pasaron a los hechos lo que implicó que quince días después, ante el desacato del ex presidente Correa y más allá de que la sede consular en Bélgica sea una extensión del Estado ecuatoriano en el extranjero, esta jueza de Garantías Penales de la Corte Nacional de Justicia emitiera una circular roja de Interpol para la captura internacional del ex mandatario.

Una vez más el error de Rafael Correa no pudo ser más garrafal. Mientras sus legisladores cuestionaban la Ley de Fomento Productivo, acusando al gobierno de haber realizado un giro a la derecha y haber puesto la política económica en manos de grandes grupos del capital nacional, su líder ponía el foco de la política en otro lado desviando la atención ciudadana.

Aquí dos cuestiones. Por un lado, Rafael Correa comenzó a sentir el miedo antes de tiempo pues el proceso jurídico está aun en estado muy embrionario, dado que ni siquiera se ha dado curso aun a la audiencia preparatoria de juicio para determinarse si en realidad se iba a proceder o no realmente por un proceso derivado de las denuncias de Fernando Balda y la acción fiscal. Por otro y más allá del error de timing, el ex mandatario ha anunciado públicamente que considera la posibilidad de solicitar el asilo político en Bélgica, cuestión que en caso de proceder y ser concedido paralizará el juicio -este no puede seguir sin el acusado-, declarándose al ex presidente Correa como prófugo y poniéndose en marcha la cuenta atrás para la prescripción del delito.

Lo anterior implica que Rafael Correa no podría salir de territorio belga en aproximadamente unos nueve años, es decir, se acabó su incidencia política a nivel nacional y se acabaron sus giras internacionales como conferencista referentedel progresismo latinoamericano. En otras palabras, nos encontramos ante los otros dos terrenos en los que se abona la estrategia, la negociación y la persuasión -aceptación por parte de Rafael Correa de que esta salida es la mejor solución para su futuro inmediato-, lo que determinaría que se acabó su vida política tanto en Ecuador como fuera del país.

Cabe indicar que una vez más Rafael Correa no entendió que el desbalance en una batalla conlleva por parte del más débil no sólo valentía, algo que no se vio, sino fundamentalmente creatividad. Esto es algo difícil de comprender en un espectro político nacional donde la creatividad no existe, condición por lo que ni la oposición a Rafael Correa en su momento ni Rafael Correa ahora en la oposición han sido capaces de doblarle el brazo al que coyunturalmente se encontraba en el poder.

Volviendo al arte de la guerra, eso que aquel militar prusiano del siglo XIX llamado Carl von Clausewitz definiría como una extensión de la política, toda victoria de los más débiles en cualquier batalla se ha basado en la aplicación de una inteligencia superior que aprovecha una evaluación miope, conservadora o perezosa de aquellos que podrían utilizar sus recursos superiores para salir vencedores. Ese fue el ejemplo de inteligente Ulises, pero no del invencible Aquiles; el ejemplo del sabio estratega chino Sun Tuz pero no del napoleónico General Jomini o del propio Clausewitz; ese ha sido el ejemplo del actual gobierno pero no el del ex mandatario Rafael Correa.

Cuando se trata de analizar la ofensiva, otro importante concepto clausewitziano es el llamado “centro de gravedad” (Schwerpunkt). Un centro de gravedad representa el punto en el que las fuerzas convergen, un punto en el cual el peso del objeto estaba equilibrado en todas las direcciones. Si se golpea o se altera el centro de gravedad, dicho objeto podría perder su equilibrio y caer. El Shwerpunkt es “el rasgo esencial del poder enemigo” y, por lo tanto, “el punto contra el cual deben dirigirse todas nuestras energías” indicaría Clausewitz en su obra referencial De la guerra, pues golpear al centro potencia los efectos más allá del daño principal a todas las filas del enemigo.

Pues bien, al gobierno hasta aquí la cosa parece haber funcionado o ¿es qué más allá de majaderías fundamentalistas alguien duda que para terminar con el correísmo es mejor tener a su líder fuera del escenario político nacional durante unos cuantos años antes que sufrir la incomodidad de meterle preso?

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