sábado, 7 de octubre de 2017

El temor de las élites al Internet

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Por Decio Machado
Publicado en Revista PlanV

Un reciente informe distribuido a sus clientes por JP Morgan, primera institución bancaria de Estados Unidos, posiciona los riesgos a corto plazo de la economía global haciendo referencia a dos procesos históricos que sobre los que correrán ríos de tinta en el próximo año: el quincuagésimo aniversario de la rebelión estudiantil-obrera de mayo de 1968 en París y el décimo aniversario de lo que fue el inicio de la última crisis financiera global que tiene su arranque con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre del 2008.

La deuda global actual, es decir, lo que deben las empresas, los hogares y los gobiernos del conjunto del planeta supera ya los 217 billones de dólares. Para entender la magnitud del problema, cabe indicar que dicha deuda equivale al 327% del Producto Interior Bruto realmente existente en el planeta y que esta creció un 46% durante la última década.

Preguntarse como hemos llegado hasta aquí conlleva una respuesta simple: la salida de la última crisis económica mundial se basó en estrategias de cada vez mayor endeudamiento. Sin embargo, la fiesta de liquidez de los bancos centrales y los mercados se acaba: la Reserva Federal ha abierto la puerta para reducir su balance en los próximos meses adquiriendo el compromiso de seguir elevando sus tipos de interés; en el Banco Central Europeo varios países ya han propuesto ir reduciendo sus programas de compra de deuda; en Japón ya se están aplicando la reducción de adquisiciones de pasivos en el mercado; y en Reino Unido y Canadá ya dieron los primeros pasos para comenzar a subir los tipos ante las presiones inflacionistas.

Marko Kolanovic, responsable de las estrategias globales de JP Morgan, indica en dicho informe que la próxima crisis económica será una “gran crisis de liquidez” fruto de que las políticas de retirada de las medidas acomodaticias de los distintos bancos centrales en diferentes partes del mundo. “Estas medidas comenzarán a retirarse de forma consistente a partir de 2018” señala Kolanovic previendo la agudización de la estampida –ya en curso- de los bancos centrales. En pocas palabras, tras la última crisis económica los bancos centrales de casi todo el mundo desarrollado sacaron toda su artillería para tratar de sostener los mercados financieros, pero ante la longevidad de un ciclo económico donde el crecimiento no repunta esos mismos bancos centrales se han ido quedando sin municiones.

Así las cosas y en medio de los despropósitos del modelo globalizado capitalista, los analistas de JP Morgan y varios de sus clientes ya preparan sus estrategias para beneficiarse de este nuevo drama humano mediante la reformulación de sus algoritmos de “trading” automatizado, enfocándolos a las nuevas oportunidades de compras especulativas de activos en un futuro de nueva crisis en los mercados globales. Es así que la brecha entre ricos y pobres sigue alcanzando cuotas nunca antes existentes, desarrollándose un mundo donde las ocho personas más ricas del planeta –todos ellos hombres por cierto- gozan del mismo acumulado de riqueza que la mitad más pobre de la población global. Estamos ante un modelo económico y social que beneficia al un por ciento privilegiado frente el noventa y nueve por ciento restante.

De forma simplificada podríamos decir que existen dos tipos de poder, uno vinculado a la clásica idea trabajada desde Maquiavelo a Max Weber y que tiene que ver con el poder como capacidad de intimidación -el Estado y su monopolio de la violencia- y otro que tiene vinculación con la capacidad de influencia y persuasión –eso que nos organiza las mentes- sobre lo que Gramsci construyó su concepto de hegemonía.

Pues bien, es precisamente sobre esta segunda faceta del poder sobre la cual en los últimos cuarenta años se ha construido la idea central de que nuestras sociedades contemporáneas son muy complejas como para que en ellas se alcancen acuerdos políticos y/o sociales ciudadanos de forma directa y sin intermediación. Es desde esa perspectiva desde la que se impone la lógica de que hay recurrir a un modelo de mercantilización lo más amplio posible para que las preferencias individuales se coordinen sin necesidad de consensos colectivos. Nos hicieron creer que no es necesario deliberar en común, pues la mercantilización nos genera una codependencia liberadora donde el mercado pasó a ser una tecnología que transmite paquetes de información acerca de las preferencias de sus usuarios y de esta manera se asignan automáticamente las soluciones oportunas para cada uno de los casos individuales. En resumen, se impuso aquella máxima de Margaret Thatcher por la cual “la sociedad no existe”.

Sin embargo, el elemento más llamativo del informe de JP Morgan es la parte en la que se pone de manifiesto que la próxima crisis dará lugar a un nivel de tensiones sociales de escala global similares a las observadas en 1968. Curiosamente, Kolanovic explica en su informe como hace cinco décadas la televisión y el periodismo de investigación proporcionaron a la generación de baby boomers –hoy padres de la Generación X y abuelos de los Millennials- el acceso a información no filtrada a acontecimientos como Vietnam y otras guerras, movimientos a favor de los derechos civiles o la desigualdad de ingresos entre otras vergonzosas cuestiones de índole internacional.

En su referencia a los sucesos rebeldes acaecidos a partir del mayo francés y más allá de demostrar cierta ignorancia respecto a los episodios protagonizados por estudiantes y obreros en París, la conformación de movimientos contraculturales en Estados Unidos, la Primavera de Praga en la extinta Checoslovaquia o la represión sangrienta en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en México, el informe viene a mostrar los miedos a una nueva reacción popular y global expresados por el uno por ciento privilegiado de la población mundial. El poder financiero descubrió por fin que las relaciones de poder son las relaciones fundamentales en nuestra sociedad, siendo la ley número uno de cualquier análisis social el hecho de que donde hay dominación hay resistencias a la dominación.

Es así que el poder global demuestra sus miedos a la democracia real y lo expresa plasmando un cuestionamiento a los procesos políticos ciudadanos y socio-deliberativos que nos permiten las nuevas tecnologías de información y comunicación.

En el informe de JP Morgan, Kolanovic alerta a sus clientes indicando que las redes sociales proporcionan en este momento un efecto similar al que los medios de comunicación desencadenaron en la juventud de finales de los sesenta. Indica que internet ofrece una plataforma para que diferentes grupos sociales a nivel global sean cada vez más conscientes de sí mismos, se unan y se organicen, poniendo el caso de movimientos como las primaveras árabes, los diferentes Occupy´s en distintos países desarrollados, las contra-cumbres antiglobalización, las movilizaciones de Junio del 2013 en Brasil, los indignados españoles o los movimientos de independencia en Europa como ejemplos de desestabilización de un mundo que sonríe tan solo al uno por ciento. En resumen, los adláteres del poder están muy preocupados porque la gente ha ido construyendo redes de personas frente a las redes del capital o de las instituciones, lo cual genera un enorme pavor a un formato de capitalismo radicalizado que está atravesado por acción y aptitudes básicamente delincuenciales.

En términos de neurociencia, Kolanovic demuestra saber que el miedo es la emoción más potente del ser humano. Que efectivamente es el miedo la base de nuestras sociedades y civilizaciones, pero también comenzó a entender que los modelos injustos de sociedad generan rabia, y es la rabia sumada a otra emoción –en este caso positiva- como es la esperanza son los antídotos históricamente demostrados al miedo. 

Para Kolanovic las reglas del juego están marcadas, teniendo que ver en la actualidad con el control de la información y la comunicación. Si históricamente quien ha controlado el poder ha controlado la comunicación y la información, este registro ya no es tan claro tras el desarrollo del internet.

Conscientes de que desconectarnos hoy del internet equivaldría a cortar el suministro eléctrico cincuenta años atrás, no deja de ser curioso como incluso los informes auspiciados desde el poder financiero a las élites de dominación global muestran su preocupación respecto a lo que vincula las palabras internet, libertad y sociedad en el complejo mundo actual.

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