Por Decio Machado / Revista Enfoque Aduanero
Contexto económico internacional y regional
Según informe Balance Preliminar de las Economía de América Latina y el Caribe,
publicado por CEPAL en diciembre de 2023, la actividad económica de la
región latinoamericana continúa exhibiendo una trayectoria de bajo
crecimiento. Todas las subregiones registrán un crecimiento menor en
2023 que en 2022 y para el 2024 se espera una tasa de crecimiento
inferior aun a la de 2023, lo que acentúa la dinámica de desaceleración
del crecimiento del PIB, de la creación de empleo y del volumen del
comercio internacional.
Estaríamos entonces ante la primera de las “D” que posiblemente caracterice el ejercicio 2024, de D de “desaceleración”.
En el ámbito de lo global, según ese mismo informe, se espera que la
economía mundial experimente un crecimiento del 3,0% en 2023 y del 2,9%
en 2024, estimaciones que continúan por debajo del promedio histórico
del 3,8% mantenido entre 2000 y 2019 (ver Gráfico 1). En otras palabras,
sigue la tendencia al estacancamiento prolongado (1) desde la crisis
del 2008-2009, con la salvedad del “efecto rebote” (2) posterior a la
pandemia del Covid-19, lo que implica escaso dinamismo respecto a la
tasa de crecimiento del PIB (ver Gráfico 2) y del comercio mundial.
%2008.17.25.png)
En ese contexto, se espera que las economías avanzadas desaceleren su
crecimiento del 2,6% en 2022 al 1,5% en 2023 y al 1,4% en 2024, en un
contexto marcado por un desempeño mejor del esperado a mediados de año
en el caso de los Estados Unidos. Queda en duda que sucederá en la
economía estadounidense el presente año 2024, dados los interrogantes
existentes respecto a si habrá solf landing o sufrirá recesión
como resultado de las políticas monetarias emprendidas por la Reserva
Federal (FED, por sus siglas en ingles) en los últimos casi veintidós
meses (3); pero en todo caso asistimos a un resultado peor que el
previsto en el caso de la Unión Europea, primer y tercer socio comercial
respectivamente de la región latinoamericana.
En lo que respecta a las economías de mercados emergentes y en
desarrollo, se prevé que su crecimiento registrará una ligera
disminución, al pasar del 4,1% en 2022 al 4% tanto en 2023 como en 2024.
Como podemos apreciar en el gráfico anterior, el crecimiento de China
-el segundo socio comercial de la región latinoamericana- ha sido
revisado a la baja por el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI) dada la crisis de su sector inmobiliario y los altos
de niveles de endeudamiento interno, lo que más temprano que tarde
tendrá implicaciones para la economía global. Se espera, para el gigante
asiático, un crecimiento del 5,0% para 2023 y del 4,2% para 2024,
apreciablemente por encima del 3% de crecimiento en 2022, cuando la
economía sufría los efectos del lockdown derivado de sus políticas “COVID Cero”, pero por debajo del 6,1% del 2019 y 6,7% del 2018, años previos a la pandemia.
En principio, todo parece indicar que los niveles de crecimiento
asombrosos de la economía china antes de la pandemia son cosa del pasado
(ver Gráfico 3), algo que el Partido Comunista de China confirmó en su
último con congreso (ver Gráfico 4).
Inflación en caída, endeudamiento disparado y restricciones de liquidez
Aunque la inflación se ha moderado a nivel mundial, las tasas de
interés de las principales economías desarrolladas aun no se han
reducido debido a que los principales bancos centrales todavía mantienen
políticas monetarias restrictivas, por lo que los costos de
financiamiento se han mantenido en niveles elevados todo el año y se
espera que continúen así, al menos, a medio plazo (ver Gráfico 5).
Aquí asistiríamos a una segunda “D”, la D de desinflación.
Según diversas agencias de inversión en el mercado bursátil
(brokers), pese a que el elevado ahorro de los hogares y las medidas de
apoyo al sector privado han derivado en tensionar las cuentas públicas,
una evolución de la oferta mejor de lo previsto ha permitido moderar las
presiones inflacionarias durante el ejercicio 2023.
La caída de los precios de los productos básicos desde mediados de
2022 ha sido uno de los principales factores que explican la reducción
de la inflación, lo que está en vilo debido a que dos pasajes de
navegación continentales estratégicos en la economía global, los canales
de Suéz y Panamá, están sufriendo obstrucciones continuadas de su
tráfico comercial, generando presiones periódicas en las cadenas de
suministro globales.
En todo caso, se espera que la inflación promedio mundial disminuya
del 8,7% en 2022 al 6,9% al cierre de 2023 y las multilaterales
proyectan un 5,8% para el 2024, cifra que aún se ubica por encima del
promedio del 3,6% registrado en la década previa a la pandemia
(2010-2019).
Todo ello siempre y cuando no escale el conflicto ahora mismo latente
en la Franja Gaza y que amenaza al Mar Rojo (4), el estrecho de Bab
el-Mandeb y el estrecho de Ormuz (ver Mapa 1) -ruta potencial para el
comercio internacional, especialmente en el caso del crudo y el gas
natural-, lo que podría involucrar a varios petroestados de forma
directa en la contienda.
%2008.32.05.png)
Entre tanto y en lo que respecta a la región latinoamericana, los
espacios de política fiscal y monetaria continúan siendo limitados,
debido a que los niveles de deuda soberana, si bien se han reducido, son
aún muy elevados, lo que, sumado al aumento del costo del
financiamiento externo e interno, restringe el espacio fiscal. En el
ámbito monetario, la inflación continúa a la baja, pero la política
monetaria mantiene todavía un sesgo restrictivo, debido a los efectos
que la reducción de tasas podría tener sobre los flujos de capital y el
tipo de cambio, considerando que, en los países desarrollados, se
mantienen todavía vigentes las altas tasas de interés.
En el ámbito financiero, podría decirse que aunque la volatilidad
financiera mundial ha sido menor este año 2023 que en 2022, las
condiciones de financiamiento continúan siendo significativamente
restrictivas si se consideran los indicadores que incorporan los costos
de acceso. De hecho y según el Índice de Condiciones Financieras del Capital Economics,
el nivel actual de restricción no se había visto desde la crisis
financiera mundial de 2008-2009, como resultante de políticas que buscan
disminuir la gran tasa monetaria actualmente circulante. La evolución
de la liquidez responde no solo a las operaciones de mercado abierto,
que han constituido el principal instrumento para el control del nivel
de las reservas del sistema financiero, sino también a la política
monetaria no convencional, instrumentada a través del manejo de las
hojas de balance. Al respecto, vale indicar que el 93% de capital
circulante en estos momentos es deuda y apuntes contables.
Lo anterior desemboca en una tercera “D”, la D de deuda e incrementos notables de los servicios que de esta derivan.
Tanto países económicamente desarrollados -Japón, Grecia, Singapur,
Italia o el mismo Estados Unidos entre otros- como países empobrecidos
como -Zambia, Ghana, Etiopía, Sudán, Angola, Mozambique, Líbano,
Argentina o Sri Lanka como casos destacados-, aunque aun sin riesgo
todavía de asistir a una escalada de defaults, se encuentran
con dificultados para cumplir con sus obligaciones financieras debido a
sus altos niveles de endeudamiento en relación a sus índices de PIB (ver
Gráfico 6).
El Banco Mundial señala en su reciente informe anual sobre deuda, la
preocupante tendencia a una reducción de la financiación internacional
dirigida a los países más pobres. Estas caídas han sido particularmente
intensas en los fondos provenientes del sector privado, los cuales
menguaron un 33% y se han situado en mínimos no vistos desde 2011.
Este sobreendeudamiento implica, más allá del desvío de capitales que
deberían destinarse a educación, salud e infraestructuras, la
imposibilidad para los países afectados de cumplir con las inversiones
necesaria para la transición energética y ponen en riesgo los principios
sobre los que se asienta el llamado orden internacional. Se acrecienta
así la brecha entre Occidente y el resto del sistema mundo.
Como ya se indicó con anterioridad, a partir de 2022, en el caso de
la Reserva Federal de los Estados Unidos, y de 2023, en el del Banco
Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra, las políticas de
expansión cuantitativa (5) han dado paso a la puesta en marcha de
políticas de restricción cuantitativa.
En consonancia con esta postura monetaria, las tasas de política
monetaria de los Estados Unidos, el Reino Unido y los países de la zona
del euro han alcanzado niveles que no se habían registrado en
aproximadamente dos décadas. La restricción de la liquidez también está
teniendo gran incidencia en las tasas de interés a largo plazo. Estas se
han incrementado a la par que las tasas a corto plazo, que se sitúan en
su nivel más elevado desde 2007.
Este alza de los tipos de interés, tanto a corto como a largo plazo,
ha debilitado los balances bancarios comerciales, resultando en una cada
vez más visible disminución del crédito al sector productivo y
encareciendo los costos de endeudamiento para dicho sector. Esta
situación, al momento, se traduce en un notable aumento de quiebras en
el sector empresarial en Estados Unidos y Europa.
Sobre esto último, un apunte más. El nivel de la deuda mundial
alcanza ya máximos históricos, especialmente en las economías
desarrolladas, elevándose a nivel internacional a la friolera de 307
billones de dólares en 2023 según el Instituto de Finanzas
Internacionales, monto que engloba el endeudamiento de los gobiernos,
empresas y hogares. Esto, a su vez, ha contribuido a incrementar el
costo del endeudamiento para los países en desarrollo, incluidos los de
América Latina y el Caribe (ver Gráfico 7). De hecho, el servicio de la
deuda en las economías -tanto emergentes como en desarrollo- se
encuentra en su nivel más elevado desde 2010.

En paralelo, los flujos de capitales hacia mercados emergentes
mantienen niveles bajos. De hecho, más bien asistimos a salidas netas de
capital durante el segundo semestre el 2023, lo que coincide con una
mayor demanda y apreciación de la divisa dólar en los mercados
financieros.
En los tres primeros trimestres del año 2023, las emisiones de deuda
de América Latina y el Caribe en mercados internacionales alcanzaron los
76.276 millones de dólares, mostrado hasta ese momento un crecimiento
del 31% respecto al mismo período del año anterior. Este indicador
incremental es engañoso, dado que la base comparativa respecto al
ejercicio 2022 es muy baja. Al respecto, cabe indicar la cada vez mayor
emisión bonos en ámbitos como el medio ambiente, género y aspectos
sociales: 39% del total de emisiones de deuda soberana latinoamericana
en 1T, 2T y 3T del 2023. Por su parte, el riesgo promedio regional se
situa en 410 puntos básicos medidos por el índice de bonos de mercados
emergentes EMBI global diversificado (EMBIGD) de J.P. Morgan.
La cuenta corriente de la balanza de pagos de América Latina cerró el
ejercicio 2023 con un déficit estimado del 1,4% del PIB, reflejando
cierta mejoría en la balanza de bienes respecto al año anterior.
Los términos de intercambio en el subcontinente, enmarcados en la
caída de un 5% en el precio de las exportaciones y el 3% en el precio de
las importaciones, denotan una reducción del 2,6% (4,4% en América del
Sur) al cierre del ejercicio 2023.
En estas condiciones, el entorno macrofinanciero se ha complejizado
en el transcurso del año 2023, lo que dificulta la política fiscal en
los diferentes países de la región latinoamericana. La desaceleración de
la actividad económica y la disminución de los precios internacionales
de los recursos naturales no renovables han afectado los ingresos
públicos, particularmente la recaudación tributaria; todo ello mientras
las demandas sociales con su incidencia en el gasto público van en
aumento.
Todo esto se da en una coyuntura en la cual las elevadas tasas de
interés en los mercados financieros -tanto internacionales como
internos- implican sobreendeudamiento en relación a mayor pago de
intereses, de manera especial respecto al servicio de deuda. Así las
cosas, el balance fiscal presenta un déficit global mayor en 2023 y el
resultado primario será deficitario por deuda pública elevada, caída de
ingresos tributarios e incremento de las tasas de interés.
Reducción del Comercio Global
En línea con esta desaceleración económica general, se hace visible
indicadores de bajo crecimiento en el volumen del comercio global (ver
Gráfico 8). La demanda de importaciones está afectada por el alza de los
costos de endeudamiento en varias economías avanzadas, lo que, junto
con al “ralentización” económica en la República Popular China y las
crecientes tensiones geopolíticas -Ucrania y Gaza, está última con
riesgo de convertirse en 2024 en un conflicto regional- está afectando
el comercio internacional.
Los analistas de los organismos multilaterales BM y FMI auspician
para el ejercicio 2024 un cierto repunte en este ámbito, pero no deja de
ser una visión amable y optimista con el futuro inmediato, pues todo
está en función de como escalen ambos conflictos bélicos, con mayor
riesgo el de Oriente Medio.

En cuanto a los precios de las materias primas, los de los bienes no
energéticos han mantenido durante el año 2023 la tendencia a la baja que
se venía observando desde la segunda mitad de 2022. En contraste, los
bienes energéticos, especialmente el petróleo, han experimentado un
aumento desde la mitad del año como respuesta a los recortes de
suministro de la Organización de Países Exportadores de Petróleo Plus
(OPEP+), aunque amortiguado por la innundación de shale oil
estadounidenses en los mercados globales (ver Gráfico 9).
A pesar de este incremento, los precios de los bienes energéticos y
los de los productos básicos se ubicarán el año 2023 un 21% y un 11%,
respectivamente, por debajo de los niveles promedio del 2022. Esto, más
allá de la alta base de comparación que representa el ejercicio 2022 por
el impacto de la invasión rusa a Ucrania a principios de año, tiene que
ver con la desaceleración de la actividad económica a nivel global.

Para 2024, se pronostican variaciones de menor magnitud en la mayoría
de los casos y, en promedio, se espera que los niveles de precios sean
un 1% menores al 2023. Todo ello, claro está, sujeto a los ya habituales
“cisnes negros” (6) de la tensionada geopolítica global del momento.
Cabe destacar al respecto que, a pesar de las disminuciones de
precios registradas en el ejercicio 2023 y proyectadas para el 2024, el
coste de los productos básicos siguen estando más de un 30% por encima
de los niveles promedio de 2019, momento previo al inicio de la pandemia
Covid-19.
En línea con la desaceleración prevista de la actividad económica
general, la Organización Mundial del Comercio (OMC) estima que el
crecimiento del volumen de comercio mundial en 2023 aumente tan solo un
0,8% al cierre del 2023, proyectando, no sin cierta alegría, un
crecimiento del 3,3% para el 2024.
El dato anterior es contradictorio respecto al último Informe Global Trade Update de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo
(UNCTAD, por sus siglas en inglés), publicado el pasado 11 de
diciembre, el cual vendría a indicar al cierre del año 2023 un descenso
del 5% respecto al nivel récord de 2022, generándose una contracción de
aproximadamente 1,5 billones de dólares, hasta situarse por debajo de
los 31 billones de dólares.
Para la UNCTAD, más realista en sus previsiones que la OMC, las
perspectivas para 2024 siguen siendo “muy inciertas y, en general,
pesimistas”, en base a las actuales tensiones geopolíticas en el sistema
mundo, la escalada de la deuda ya enunciada con anterioridad y la
fragilidad económica generalizada a nivel global.
De hecho, pesan sobre el comercio internacional la menor demanda en
los países desarrollados, el reducido nivel de comercio en Asia
Oriental, el repunte de las medidas restrictiva para el comercio, la
volatilidad de los precios de las materias primas y el hecho de que las
cadenas de suministros se están haciendo más largas y complejas,
especialmente entre China y Estados Unidos (ver Gráfico 10).

Lo anterior se plasma en que las medidas comerciales introducidas
incluso por las economías del G20 se hayan vuelto más restrictivas estos
últimos meses del 2023, según se indica en el último Informe de Vigilancia del Comercio de la OMC
publicado el pasado 18 de diciembre. En dicho documento se indica que
desde mediados de mayo, las economías del G20 introdujeron más medidas
restrictivas que medidas de facilitación del comercio de mercancías,
aunque el valor de las mercancías objeto de comercio cubiertas por las
medidas de facilitación del comercio seguía superando al de las
mercancías cubiertas por las restricciones.
Según la UNCTAD, los patrones del comercio mundial están cada más
influenciados por la geopolítica, señalando a su vez que vivimos
momentos en que los países prefieren socios comerciales que estén
alineados políticamente, una tendencia denominada “friend-shoring”.
Esto implica una disminución general en la diversificación de los
socios comerciales, lo que indica concentración del comercio mundial en
las principales relaciones comerciales (ver Gráfico 11).

Fragmentación del mercado global
Cabe añadir a todo lo anterior que el término “reducción de riesgos”
-cada vez más utilizado en el mundo de los negocios y la geopolítica a
partir de que la Casa Blanca lo incluyera en un comunicado del G7 en
mayo de 2023- terminará de afianzarse en este 2024 como un eufemismo
frente a lo que hasta ahora hemos definido como decoupling o
desacoplamiento.
Estamos ante una estrategia de guerra comercial que busca aislar a la
República Popular China, particularmente en los sectores vinculados a
la alta tecnología, con el objetivo por parte de Estados Unidos y sus
países aliados de frenar el ascenso económico del gigante asiático. En
definitiva, se trata de impedir que China se convierta en el nuevo
hegemón global en sustitución del rol ejercido por Estados Unidos
durante prácticamente todo el pasado siglo y lo que llevamos de este.
Si bien las estrategias estadounidenses durante las administraciones
Bush y Obama siguieron lógicas principalmente aplicadas a la política
exterior y militar, centrándose en controlar el “grifo del petróleo” en
el Pacífico Occidental -pivote hacia Asia-, sería la administración
Trump y posteriormente la actual encabezada por Joe Biden quienes la
convertirían en una lógica de guerra comercial sistemática.
Desde 2018, el gobierno norteamericano viene aplicando sanciones y
aranceles punitivos a China. Estas sanciones se han centrado
principalmente en empresas tecnológicas como Huawei, ZTE, Tencent o
Bytedance, entre otras. Por su parte, la administración Biden continuó
por esa misma línea pero ha desarrollado también nuevos enfoques
aplicados a la política industrial, tal y como la Ley de Innovación y
Competencia del año 2021 o la Ley CHIPS y Ciencia del año 2022 a modo de
ejemplos (7). De igual manera han procedido con posterioridad los
bloques y países aliados a Washington, tales como Unión Europea,
Australia o Japón entre otros (ver Gráfico 12).

Las empresas chinas están a la vanguardia en el desarrollo de trenes
de alta velocidad, sistemas fotovoltaicos, turbinas eólicas, baterías
eléctricas y otras tecnologías medioambientales. Sin embargo, en
sectores específicos como lo es la fabricación de microchips de alta
gama, China sigue dependiendo de las importaciones occidentales. Al
respecto, vale señalar que ha sido la industria de semiconductores la
que llevó el concepto globalización a su máxima expresión en el pasado
(ver Gráfico 13) y que la actual tendencia a localizar los chips y
romper la globalización conlleva costos altos. Se estima una inversión
inicial de 1 billón de dólares, un mantenimiento anual de entre 50 y 125
millones de dólares y un incremento del precio de los semiconductores
de entre un 40% y unn 65% de su valor actual (ver Gráfico 14). Sin
embargo hoy, tras que la guerra en Ucrania haya puesto de manifiesto la
importancia estrategia de esta industria, nadie quiere depender de
terceros en la industria de semiconductores (ver Gráfico 15).



La política de “eliminación de riesgos”, que en la práctica implica
la desvinculación estratégica de la economía china, apunta precisamente a
este ámbito: la guerra comercial es, ante todo, una guerra de chips,
pero va tomando forma en otros sectores de la economía global y en la
conformación de mercados estratégicos.
Toda acción conlleva su reacción, así que Beijing responde también
con aranceles punitivos ante tales políticas de bloqueo comercial a sus
empresas e importación de productos tecnológicos.
Aquí nos encontramos con una cuarta “D”, la D de decoupling o desglobalización.
Así vamos viendo que el PIB de los BRICS, término que inicialmente se
acuñó en 2001 para referirse a Brasil, Rusia, India y China, añadiendo
después a Sudáfrica, es ya superior al de un G7 pro estadounidense (ver
Gráfico 16).

En este contexto, el peso económico de los países emergentes seguirá
incrementándose a lo largo del 2024 y a futuro. Mientras en la
actualidad un tercio de la riqueza mundial se genera ya en los llamados
países “no libres” (ver Gráfico 17), se estima que estos tengan un peso
del 80% en la economía global en 2050 (ver Gráfico 18).


Los indicadores generales de la economía global apuntan hacia una
merma en el proceso de globalización (ver Gráfico 19), pasando “del Just in time al Just in case”, teniendo a las clases medias de los países económicamente desarrollados como el sector más perjudicado en esta transición.

Tras la llegada de la pandemia en 2020 con la consiguiente implosión
de las cadenas de suministro, el agudizamiento de la guerra arancelaria
inaugurada por Trump en 2018 y las tensiones geopolíticas derivadas del
conflicto en Ucrania a partir de 2022, lo que nos encontramos en la
actualidad es con cada vez es mayor nacionalismo económico. Al menos, es
creciente el número de corporaciones empresariales que hablan de esto
en sus presentaciones de resultados y cuentas anuales (ver Gráfico 20).

Comercio Exterior entre países de América Latina: una asignatura pendiente
Las relaciones comerciales existentes entre los 19 países de la
región latinoamericana son muy escasas, siendo alianzas como el Mercado
Común del Sur (Mercosur) y la Comunidad Andina (CAN) los ejes
principales de los escasos esfuerzos aplicados en esa materia.
Según la CAN, el ejercicio 2023 no ha sido un año favorable para el
comercio en general para la región y en específico para los países
andinos (Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia). En este sentido, el
comercio de las naciones andinas con sus socios comerciales en el resto
del mundo ha caído más de un 12% durante este pasado año y todavía más,
un 16%, entre países asociados a la CAN.
La escasas relaciones comerciales de perfil intra-regional es una
muestra de la falta de capacidad por parte de los países de la región
por generar vías de desarrollo conjunto para el subcontinente
latinoamericano.
Ecuador
Al cierre del año 2023, Ecuador registra menos consumo y la falta de
creación de empleos de calidad. El año termina marcado por dos
características que han afectado el desempeño económico de Ecuador: la
inseguridad que afronta el país (40 muertes violentas por cada 100.000
habitantes y más de 7.500 homicidios en 2023) y que ha afectado al
sector productivo y comercial, especialmente los pequeños negocios, y el
desplome de ya escasa atracción de Inversión Extranjera Directa (IED)
al país.
A esto hemos de adicionar el problema fiscal, dado que el gobierno
nacional no cuenta con recursos y afronta en estos momentos un grave
problema de liquidez que, aunque viene desde atrás, se complicó en el
transcurso del 2023 y también lo hará más aún en 2024. La actual
administración de Daniel Noboa recibió el país con un saldo en caja de
USD 187 millones de disponible, cuando el flujo diario de gastos en el
país oscila el promedio de USD 100 millones diarios.
Así las cosas, el déficit fiscal se cierra el ejercicio 2023 en unos
USD 6.000 millones. Esto hizo que el gobierno haya tenido que recurrir a
medidas como tomar recursos de la Corporación Financiera Nacional (CFN)
para hacer frente al pago de sueldos y salarios del sector público.
El panorama se complica aun más por el elevado riesgo país existente
al cierre del ejercicio pasado, durante todo el 2023 los bonos
ecuatorianos se vienen posicionando como los terceros más malos de
Latinoamérica. El riesgo país ecuatoriano casi que se duplicó durante en
2023, pasando de 1.502 a 2.062 puntos. El motivo fue primero político,
la crisis institucional y pugna entre poderes del Estado que terminó con
la salida del expresidente Guillermo Lasso del Palacio de Carondelet, y
luego financiero, existen muchas dudas en el mercado especulativo
financiero sobre la sostenibilidad de la deuda nacional actualmente
existente. En definitiva, el país tiene serios obstáculos para poder
acceder a préstamos necesarios a la hora de atender las necesidades que
tenemos como país.
Si bien la reforma tributaria aprobada recientemente en la Asamblea
Nacional, que rige desde primeros del presente año, dará un respiro de
USD 832 millones por recaudación tras incentivos a los contribuyentes
morosos derivado de una amnistía fiscal, el Gobierno Central deberá
tomar medidas urgentes, como la revisión de los subsidios a los
combustibles, lo que podría significar movilizaciones de calle e
inestabilidad política en el país. Pendiente todavía de validarse la
cifra exacta, se estima que los subsidios a los combustibles importados
-limitado el monto a gas de uso doméstico, diésel y gasolina- podría
estar en torno a los 2.293 millones de dólares al cierre del pasado año
2023.
Las empresas no solo afrontan retos respecto a sus necesidades de
situar sus productos en el mercado y comercializarlos, dada la caída de
la demanda interna -solo el 4,7% de los hogares mueven la economía-,
sino que ahora están haciendo frente también a problemas relacionados
con las extorsiones y la protección de sus equipos de trabajo e
infraestructura -Ecuador se convirtió en el país más violento de la
región-.
Esto implica un incremento de los costos operativos de las compañías,
que deben incurrir en más gastos relacionados con la seguridad y la
mejora de sus sistemas logísticos para salvaguardarse del crimen
organizado.
Por si fuera poco, a lo anterior debemos sumar el hecho de que los
apagones o cortes de luz complican aún más la actividad económica
-comercial y productiva- del país. El sector productivo ha calculado
pérdidas de USD 4.500 millones si los cortes de energía eléctrica se
extienden hasta febrero del 2024, tal y como está anunciado
oficialmente.
La situación laboral en el país sigue siendo un problema sin
resolver. Tanto solo 35 de cada 100 trabajadores en Ecuador tienen un
empleo adecuado (ver Gráfico 21), cifra que no ha tenido mayor variación
en los últimos dos años. En paralelo, la informalidad se ha
incrementado, en noviembre del pasado año, 54 de cada 100 trabajadores
están en el mercado laboral informal (ver Gráfico 22).


Por su parte, los ahorros del Instituto Ecuatoriano de Seguridad
Social (IESS) se debilitan por momentos en medio de esta profunda crisis
económica que vive el país. Para lograr atender las jubilaciones de los
pensionistas en 2023, el IESS tuvo que desinvertir más de USD 1.100
millones de sus ahorros del Fondo de Pensiones -administrado por el
BIESS-, dejando un saldo en dicho fondo de tan solo 5.500 millones de
dólares, lo que solo alcanzaría para pagar las pensiones
correspondientes al año 2024 en curso.
Por último, debe considerarse la afectación que sobre la economía
nacional tendrá el cierre este año 2024 del bloque petrolero en
producción en el ITT, fruto de la consulta popular realizada el pasado
20 de agosto. Este área produce 56.362 barriles diarios de petróleo a
noviembre de 2023, es decir, un 14% de la producción nacional y el
gobierno tiene un año desde dicha consulta para cerrar las instalaciones
de extracción de crudo existente en dicho bloque petrolero.
En estas condiciones, la administración Noboa se ha visto obligada a
plantear la venda de oro perteneciente a las reservas internacionales,
buscando optimizar las inversiones del Banco Central del Ecuador (BCE).
En definitiva, la deuda total del Estado ha superado los USD 60.000
millones, representando el 60% del PIB, lo que incluye compromisos con
el Banco del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (BIESS), el Banco
Central, organismos multilaterales y gobiernos aliados, como China por
poner tan solo un ejemplo. Además hay USD 5.000 millones en atrasos con
proveedores y otro monto similar como déficit adicional.
Comercio Exterior Ecuatoriano
En un clima económico y social tan complejo como este, la afectación
sobre el comercio exterior del país era inevitable. Si bien la Balanza
Comercio Total se mantiene positiva, lejos quedaron los indicadores de
pospandemia.
Al cierre de los tres primeros trimestres del 2023, dicha balanza
comercio arrojaba un saldo positivo de USD 1.777,6 millones, muy lejos
de lo que se registraba en el mismo período en 2021, USD 2.326 millones,
o los del ejercicio 2022, un monto USD 200 millones inferior a los del
año anterior (ver Gráfico 23).

De esta manera, pendiente aún de determinarse los resultados
definitivos al 31 de diciembre de 2023, lo que resulta evidente es que
las exportaciones totales del país han caído. El dato confirmado es
visible al cierre del septiembre (ver Gráfico 24) pudiéndose apreciarse
ya en aquel momento una caída del -5,8% respecto al mismo período del
2022.

En estas condiciones de volatilidad tan grande, las proyecciones para
el 2024 están abiertas y sujetas a todo tipo de oscilaciones y
especulaciones.
Lo que está claro es que persiste la desaceleración en Europa por los
elevados costos energéticos, lo cual contrasta con una mayor
resistencia de Estados Unidos y economías vinculadas a materias primas.
Entretanto, los países emergentes mantienen tasas de crecimiento
similares a las de prepandemia con excepción de China, que parece haber
entrado en un nuevo ciclo económico que marca los límites del modelo de
crecimiento que hasta ahora habían llevado adelante.
Este 2024 será el momento en que comenzará en serio la adopción de
tecnologías, especialmente Inteligencia Artificial y otras innovaciones,
que serán inductoras de la transformación económica global. Se proyecta
una desaceleración de la economía mundial, tal y como ya indicamos en
la primera parte del documento, lo cual afectará al posicionamiento de
los productos ecuatorianos y del conjunto de la región en el resto del
planeta.
Esta por ver si el comercio global podría registrar algún improbable
crecimiento, aunque sea muy moderado para el próximo año, aunque parece
difícil dado el actual alineamiento al comportamiento de la demanda. En
todo caso, las políticas comerciales internas, las tensiones
geopolíticas existentes al momento y la menor intensidad de importación
en Estados Unidos y China apuntan a mantener los indicadores de
desaceleración en curso.
***
Notas:
1. El análisis de la tendencia de la economía capitalista moderna
hacia el estancamiento -temporal o prolongado- se remonta a la hipótesis
del estado estacionario de los economistas clásicos del siglo XIX.
David Ricardo y John Stuart Mill explicaron de manera mecánica las
causas del estado estacionario como una condición de equilibrio donde el
stock de capital está fijo y la inversión neta es igual a cero.
Posteriormente, en el siglo XX varios autores discutieron la cuestión
del estancamiento económico como un problema asociado: a la abundancia
de capital y, en consecuencia, a una tasa de retorno del capital muy
baja que facilitaría la eutanasia del rentista como premisa para
reanudar la acumulación de capital mediante la intervención del Estado
(Keynes, 1936); al efecto combinado de una disminución de la población,
exceso de ahorro y una insuficiente tasa de inversión (Hansen, 1939); o
al crecimiento de los oligopolios y la subutilización del potencial
productivo existente (Steindl, 1952). Y en un discurso dado en el Fondo
Monetario Internacional (Summer, 2013), afirmó que el estancamiento
prolongado podría ser la situación “normal nueva” de la economía de
Estados Unidos y por ende global.
2. Conocemos como “efecto rebote” al fenómeno económico que consiste
en un incremento exponencial de la demanda luego de un periodo donde la
producción se redujo o se paralizó.
3. Desde marzo del 2022 la Reserva Federal estadounidense ha
aumentando las tasas de interés 11 veces buscando frenar la economía y
reducir la inflación. Cuando es más costoso pedir dinero prestado, las
empresas y los consumidores por igual tienen menos probabilidades de
gastar. Eso, a su vez, ralentiza el crecimiento y la demanda. Hasta
ahora, la estrategia de la Reserva Federal para mantener la inflación
baja y la economía en marcha ha funcionado: la inflación fue del 3.1% en
noviembre, frente al 9.1% en junio de 2022.
4. Los ataques de la milicia yemení de los Huthi en solidaridad con
la causa palestina en la guerra de Gaza empuja cada vez más empresas de
transporte a desviar sus buques por una ruta más larga y costosa,
aumentando también el riesgo de subida de precios.
5. La expansión cuantitativa es una herramienta de política
monetaria que los bancos centrales usan para aumentar el dinero en
circulación en el mercado y así estimular la economía.
6. La teoría del cisne negro o teoría de los sucesos del cisne negro
es una metáfoca que describe un suceso sorpresivo, de gran impacto
socioeconómico y que, una vez pasado el hecho, es racionaliza por
retrospección, haciendo que parezca predecible o explicable y dando la
impresión de que se esperaba que ocurriera.
7. Desde la crisis financiera mundial del 2007, China venía haciendo
esfuerzos cada vez mayores para ascender en la cadena de valor,
fortalecer el mercado interno y romper con el modelo exportador
unilateral que con anterioridad había caracterizado su desarrollo
nacional. Desde 2019, China superó a Estados Unidos como mayor nación
exportadora y se convirtió en el segundo mayor inversor del mundo. China
ha pasado de ser el “banco de trabajo del mundo” a una potencia
económica hipercompetitiva, cuyas empresas son líderes en diversas áreas
clave como la tecnología 5G, la inteligencia artificial, la computación
en la nube o los big data.