Decio Machado
Sociológo, socio
fundador y miembro del consejo de redacción del periódico español DIAGONAL e
investigador de la ecuatoriana Fundación Alternativas para el Desarrollo Humano
y Estudios Antropológicos (ALDHEA)
Revista Ciencias Sociales de las Carreras de Sociología y de Política Número 34
Revista Ciencias Sociales de las Carreras de Sociología y de Política Número 34
Momentos previos: la desaparición del mundo bipolar
Un anquilosado sistema político y la falta de
libertades que este conllevó, generaron inconformidad y críticas tanto al
interior de la antigua Unión Soviética como en los países europeos del bloque
socialista. Este clima de descontento social se agudizó, cuando el crecimiento
económico[1] y
los niveles de vida quedaron estancados, a partir de la década de los setenta.
La inversión en el desarrollo de la industria
militar, condición a la que la URSS se vio abocada ante la carrera
armamentística que se suscitó durante toda la “guerra fría”, tuvo un costo
altísimo para la población soviética, lo que no permitió un adecuado desarrollo
de la oferta de productos, la innovación en los bienes de consumo y el confort
de la población.
La paralización de la producción mundial y el
consiguiente hundimiento del comercio internacional consecuencia de la “Crisis
del Petróleo” (1973-1975), agravó la situación interna del sistema soviético,
dado que se redujeron sus exportaciones a la par que se dificultaron las
importaciones de productos básicos –cereales y otros- que eran necesarios para
cubrir la demanda alimentaria interna. Con la llegada del neoliberalismo y la
globalización en la década de los ochenta, el capitalismo mundial inicia una
profunda reconversión tecnológica (desarrollo científico y nuevas tecnologías)
y empresarial (consolidación de las corporaciones transnacionales como la nueva
forma de reproducción del sistema capitalista a nivel mundial) que deja atrás
al bloque socialista tanto en ámbito económico, como científico y tecnológico.
La llegada al poder en 1985 de Mijail Gorbachov,
significó la aplicación de políticas de reformas denominadas
propagandísticamente como perestroika
(restructuración) y glasnot
(transparencia). Es en esta coyuntura política en la que comienzan a desmoronarse
uno a uno los distintos gobiernos existentes en los países de Europa del Este.
Las elecciones en la Federación Rusa de julio de 1990 dan la presidencia a Boris
Yeltsin, lo que conllevó como reacción una fracasada intentona golpista en
agosto de 1991, dimitiendo Gorbachov en diciembre de ese mismo año y
fragmentándose a la par la vieja URSS en dieciséis repúblicas independientes. Este
proceso marcó el fin de la denominada “Guerra Fría” y el mundo bipolar
conformado tras la Segunda Guerra Mundial, generalizándose la expansión del
neoliberalismo hacía países que hasta entonces se habían mantenido bajo la
órbita soviética.
Nuevo Orden
Internacional y el Pensamiento Único
Aunque el término “Nuevo Orden Mundial” fue
usado en el documento de los Catorce Puntos del presidente Woodrow Wilson (el 8
de enero de 1918) y tras la Segunda Guerra Mundial, cuando perfilaban los
planes de creación de las Naciones Unidas y los Acuerdos de Bretton Woods[2],
su uso más amplio y reciente se origina en la fase final de la Guerra Fría.
En 1990 los presidentes Gorbachov y Bush usaban
el término para definir una nueva etapa de cooperación y entendimiento superadora
de la Guerra Fría entre las dos superpotencias. En enero de 1991, unos días
después de que comenzara la “Operación Tormenta del Desierto” (nombre
operacional estadounidense dado a la primera Guerra del Golfo e invasión de
Irak), la revista Time indicaba: “Mientras caían las bombas y se disparaban
los misiles, las esperanzas de un nuevo orden mundial cedieron lugar al
desorden común”.
Sin embargo, el término Nuevo Orden Mundial se
redefine tras la desaparición de la URSS, pues el capitalismo logra alcanzar la
primacía mundial absoluta. Entramos en la era de la globalización neoliberal,
de la occidentalización intensificada y del pensamiento único.
No había pasado un año de la desaparición de la
URSS y recién había terminado la primera Guerra del Golfo, cuando aparece la publicación
El fin de la Historia y el último hombre[3] del politólogo
neoconservador Francis Fukuyama en 1992. En dicha obra, Fukuyama desarrolla su
tesis: la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, comienza un
mundo basado en la política y economía neoliberal, la cual se ha impuesto a las
“utopías” tras el fin de la Guerra Fría y la desaparición de la antigua Unión
Soviética. Para el autor, las ideologías habían dejado de ser necesarias y su
lugar había sido sustituido por la economía. Este gurú del neoliberalismo
político y el nuevo pensamiento único llegaba a decir que, “el fin de la historia significaría el fin de
las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus
necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus
vidas en ese tipo de batallas”. Apenas seis años más tarde, este “nuevo
pacifista” firmaba junto a otros neocons
como Robert Kagan, Richard Perle, William Kristol o John Bolton, una carta al
presidente Clinton solicitando una segunda invasión de Irak, deseos que vieron
cumplidos en 2003 por obra y gracia del gobierno de George W. Bush (Acosta y
Machado, 2012).
En realidad el Nuevo Orden Mundial, al igual que
el viejo, se encontraba asentado sobre la desigualdad, la hipocresía, el
racismo y el colonialismo, lo que nos hace indicar que esta nueva etapa no
significaba más que “la reglamentación de la piratería internacional” (Chomsky,
1992). El poder político quedó desplazado como poder principal, asumiendo el
poder principal las grandes empresas y los grandes grupos financieros, apoyados
en los grandes grupos mediáticos (Ramonet, 2008). La globalización por lo
tanto, no ha hecho más que profundizar un fenómeno que ya se venía manifestando
con anterioridad, la disminución de los ámbitos de decisión políticos del
Estado nacional.
Bloques regionales y
las economías emergentes
En una economía globalizada, el regionalismo se constituyó
en el mecanismo recurrente que los gobiernos de diferentes países ubicados en
muy distintas partes del planeta utilizan para orientar su integración
económica, promover su desarrollo interno e insertarse en el sistema
internacional.
De esta manera, los bloques económicos se están
convirtiendo en organizaciones internacionales que agrupando a países, buscan obtener
beneficios mutuos en el comercio internacional y otras lógicas económicas, sin
perjuicio de que en la mayor parte de los casos la conformación de bloques de
países tiene difícil distinción entre lo político y lo económico. Podemos
destacar cuatro importantes bloques económicos regionales: Unión Europea (UE),
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), Mercado Común del Sur
(MERCOSUR) y Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).
Digamos que desde una perspectiva clásica, los
objetivos de la integración en enmarcan en: estrechar relaciones entre países,
reducir riesgos de conflictos armados, reducir las asimetrías entre grandes y
chicos, promover una convergencia en el desarrollo hacia arriba, y promover la
industrialización y los servicios por medio de complementaciones económicas.
La integración efectiva desvía comercio, esto
es, en lugar de exportar e importar desde la globalización, se comercia más
entre los miembros de la integración.
En la actualidad los bloques económicos suelen tener
carácter regional, mientras que las relaciones comerciales de carácter no
regional suelen tener un perfil bilateral o darse entre bloques comerciales.
A su vez, los vacíos generados por el fracasado
intento de establecer un Nuevo Orden Mundial que pretendió ser unipolar, con su
eje sobre unos EEUU en franca decadencia, permitió el crecimiento y la expansión
de potencias regionales en los cinco continentes -quienes paulatinamente van asumiendo
su nuevo rol como nuevos centros de poder mundial-. Es en este contexto donde
surge el denominado grupo BRICS que reúne en sus siglas a las cinco economías
emergentes más importantes del planeta: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica[4].
Sin embargo, los BRICS no son un bloque
cohesionado de países y la competencia entre ellos es un hecho: el ascenso
chino preocupa a los diferentes países del sureste asiático, en especial al Japón;
India y China compiten permanentemente en la disputa por los mercados asiáticos;
Brasil se ha transformado en un gran proveedor de materias primas para China,
pero a su vez depende del gigante asiático para afianzar su prosperidad
económica, a la par de que ambas potencias compiten por los recursos naturales en
el continente africano; Rusia y China coinciden en su política exterior con
respecto a Oriente Medio, pero suelen incidir en sus desencuentros respecto a
todo lo demás; por su parte Sudáfrica tiene escasa población (mercado interno) y
carece de las perspectivas de crecimiento económico a largo plazo que tienen
las otras cuatro economías emergentes. Cabe indicar también, que aunque el
comercio entre estos cinco países está creciendo aceleradamente, no se ha
firmado ni un solo acuerdo que les libere de barreras arancelarias entre ellos.
Aunque el ascenso continuado de los BRICS es un
hecho, cabe reseñar que el crecimiento chino deja muy atrás al resto de
economías emergentes. Estas cinco economías emergentes se aproximarán al tamaño
total de las ocho mayores economías desarrolladas de aquí a 2030, y se prevé
que a mediados de siglo constituyan casi el doble del tamaño del G-8 (Van
Agtmael, 2012).
En contraposición, los datos económicos,
educacionales y militares disponibles de los EEUU indican que sus tendencias
negativas se incrementarán paulatinamente hasta el año 2020 y es probable que
alcancen una masa crítica como muy tarde en 2030 (McCoy, 2010).
No es casualidad que el Consejo Nacional de
Inteligencia de EEUU admitiese, en el año 2008 y por primera en su historia,
que el poder global del Imperio se encuentra en una trayectoria descendiente.
En uno de sus periódicos informes de perspectiva, Tendencias Globales 2025, el Consejo indicaba que “la transferencia de riqueza y de poder
económico global, tiene lugar a grandes rasgos, de Occidente a Oriente […]
hecho sin precedentes en la historia moderna”.
Según las proyecciones realizadas en varios
centros de investigación económica de los EEUU, se prevé que dicho país pasará en 2026 al segundo
puesto (tras China) en el ranking de
producción económica, y al tercer puesto en 2050, detrás de la India. De igual
manera, se estima que los científicos chinos asuman el liderazgo mundial en
ciencias aplicas y en tecnología militar[5]
dentro de la década del 2020.
El proceso de
integración regional suramericano
En el ámbito de la integración entre los países
latinoamericanos se destacan los siguientes espacios: Comunidad de Estados
Americanos y Caribeños (CELAC) y Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), en
el ámbito continental; Cumbre de las Américas (con Canadá y EEUU) -herencia que
quedó del ALCA- y las Cumbres Iberoamericanas -con España y Portugal-, como
modelos mixtos en los cuales se involucran países de otras regiones; Sistema de
Integración Sudamericana (SICA), Comunidad de Estados del Caribe (CARICOM),
Comunidad Andina (CAN) y Mercado Común del Sur (MERCOSUR), en el ámbito de la
integración subregional formal; Asociación Latino Americana de Integración
(ALADI) -donde participan 14 países-, Tratado de Libre Comercio de México con
EE UU y Canadá (TLCAN) y la Alianza del Pacífico -Chile, Colombia, Perú y
México-, como los acuerdos comerciales más destacados al interior del
subcontinente; Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA),
como tratados político-comerciales; Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA)
-con enfoque de cuenca y relevancia al ambiente-, o el Fondo de Cooperación Económica
y Desarrollo para la Cuenca Rio de la Plata (FonPlata), como otro modelo de
acuerdos subcontinentales.
Limitándonos al ámbito de la integración suramericana,
habría que señalar que las poblaciones de América del Sur viven con ilusión el
proceso de integración regional en marcha, aunque existe un notable
desconocimiento entre la ciudadanía regional sobre cuál es su origen y
objetivos, fruto de la confusión generada por una propaganda cargada de consignas
bolivarianas cuyos antecedentes se remontan a la época de la independencia. Más
allá de ello, hemos de indicar que para los países de la región, el regionalismo
dejó de ser un tema acotado a expertos comerciales y diplomáticos, formando
parte en la actualidad de las temáticas cotidianas de las diferentes políticas
nacionales en cada uno de los países implicados. La región aparece como un
nuevo horizonte de acción a tener en cuenta en cualquier ámbito a tratar dentro
de las políticas nacionales: salud, educación, tecnología, infraestructuras,
comercio, gobernabilidad, etc.
A través del proceso de integración suramericana,
los países implicados buscan su estabilidad sistémica como resultante de la
puesta en común de mercados y recursos. Bajo el objeto de favorecer el
desarrollo nacional, dicha integración aparece como una de las fuerzas motrices
que explican el interés de los países suramericanos por participar en el
proceso de integración regional más allá de las sensibilidades ideológicas de
cada uno de sus gobiernos.
En los hechos, el interés inicial en integrarse
se basó en: revertir tendencias al conflicto entre países del área y los correspondientes
costos -políticos y económicos- que para la región se pudieran originar fruto
de un desencuentro de estas características; así como enfrentar de mejor manera
los distintos tipos de desafíos externos -crisis internacional y sus
consecuencias-, mejorando la capacidad de negociación, especialmente en el
ámbito comercial, con otros países (Peña, 2009).
La herramienta utilizada para desarrollar dicha
integración fue la UNASUR[6],
un organismo regional que pretende construir una identidad y ciudadanía
suramericanas, al igual que desarrollar un espacio regional integrado.
Conformado por los doce países que componen Suramérica, la UNASUR integra una
población cercana a 400 millones de habitantes (aproximadamente el 68% de la
población de América Latina).
El proyecto de integración regional tiene como
objetivo fundacional construir de forma consensuada un espacio de integración y
unión en lo socioeconómico y político entre sus integrantes, utilizando el
consenso en la aplicación de políticas para tratar asuntos relativos a la
educación, energía, infraestructura, financiación y medio ambiente entre otros.
La integración comercial en Suramérica
La integración comercial ha sido una condición
necesaria en la construcción de todos los bloques regionales existentes en la
actualidad.
En términos teóricos y desde una perspectiva
comercial, “integrar” se traduce en construir un espacio económico ampliado
superador del viejo modelo de “unidad de comercio” (Estado nación), ya en
crisis fruto de la globalización económico capitalista. En términos prácticos,
implica la eliminación de barreras comerciales para la importación/exportación
entre los países socios del bloque regional.
En esa línea, durante los últimos años se han
profundizado los acuerdos que buscan la liberalización del comercio entre los
países de América Latina, habiendo sido dinámico el rol desarrollado por la
ALADI y el MERCOSUR en este sentido. También se han realizado negociaciones
comerciales preferenciales comunes entre los países del MERCOSUR y terceros,
dándoles rango de miembros asociados e incrementando con ellos regularmente los
márgenes de preferencias otorgados a fin de lograr una Zona de Libre Comercio
(ZLC) ampliada.
El eje económico de la integración suramericana no
se disgrega del político, y así en su discurso fundacional de UNASUR, en junio
del año 2008, el entonces presidente brasileño Lula da Silva indicaría: “Más de 300 millones de hombres y mujeres se
benefician hoy de una fase excepcional de crecimiento económico y de exitosos
programas de inclusión social. Ellos son la base de producción enorme y gran
mercado de bienes de consumo. No es coincidencia que ahora somos uno de los
principales puntos de atracción de inversiones en el mundo”[7].
El crecimiento de las economías de América del
Sur se basa, en gran medida, en el impulso del consumo privado, el cual obedece
a una sustancial mejora de los indicadores laborales y al aumento del crédito. Fruto
de ello, se produce el agotamiento de la capacidad productiva ociosa, provocado
por un incremento sostenido de la demanda interna. Esta situación se enmarca en
la mayor disponibilidad de crédito, lo que genera aumento de la inversión y el
consiguiente crecimiento económico.
Asimismo, el crecimiento sostenido está
repercutiendo de manera positiva en la capacidad de creación de empleo en las
economías de la región, lo que permite avanzar en la reducción de la tasa de
desempleo[8]. La
continuidad del crecimiento y la mejora (cuantitativa y cualitativa) de los
indicadores laborales permite obtener un descenso escalonado de los indicadores
de pobreza[9].
A raíz del incremento de precios internacionales
de alimentos y combustibles, se generó un relativo endurecimiento de la
política monetaria en diversos países suramericanos, lo que ha generado un
incremento en el diferencial entre las tasas de interés internas y las
internacionales, presionando hacia la apreciación de los tipos de cambio
regionales. Los países de la región continúan incrementando sus reservas
internacionales, pero este aumento ya no responde tanto al saldo de la cuenta
corriente (que en la mayoría de los países es crecientemente deficitaria) sino
al de la cuenta financiera y, en especial, a las operaciones de menor plazo
relativo (CEPAL, 2011).
Desde la firma del Tratado de Asunción (1991)[10]
el comercio entre los socios del MERCOSUR se ha incrementando notablemente. No
obstante, este aumento de las relaciones comerciales entre países adherentes no
ha sido uniforme. Se puede apreciar como desde 1993 Argentina se convirtió en
el segundo proveedor de Brasil (tras los EEUU), habiéndose mantenido este como
segundo abastecedor de Argentina. Si bien es cierto que ha aumentado considerablemente
el intercambio comercial en la región, las asimetrías de los países más
pequeños respecto a los dos gigantes suramericanos ha generado diferencias
productivas y negociadoras en la región, lo que ha permitido que los socios
mayores acaparen en conjunto entre 1992 y 2008 entre cerca del 97% de la
exportación realizada por MERCOSUR y alrededor del 93% de las importaciones
durante el mismo periodo[11].
Fruto de dichas desigualdades, Brasil y en segundo lugar Argentina proveen a
los restantes miembros de la unión aduanera principalmente bienes con creciente
grado de industrialización, en los que poseen notables ventajas comparativas
respecto a sus socios menores (Vázquez, 2009). Mientras continúa creciendo la
importancia de las ventas brasileñas en las compras totales de sus socios, la
participación del resto de miembros en las importaciones realizadas por Brasil
se ha reducido de forma considerable.
Pese a lo anterior, diferentes analistas
coinciden en que la acertada respuesta de la región y MERCOSUR, ante la crisis
internacional de 2008 permitió la oportunidad de profundizar en: reactualizar
la política integracionista, relanzar propuestas de carácter regional en la
lógica de reinserción adecuada e inteligente en el mercado internacional,
revitalizar la firma de nuevos proyectos de desarrollo menos dependientes de los
vaivenes del mercado internacional, renovar compromisos en políticas sociales
enfocadas a la reducción de la pobreza, y la reafirmación de la vía democrática
para garantizar la gobernabilidad y la buena vecindad.
Sin embargo, esta recuperación de la región, la
cual ha tenido a China y la zona Asia-Pacífico como ejes claves, se ha
desarrollado en base a la exportación masiva de commodities, en especial en el ámbito de los alimentos, la minería
no procesada y el petróleo. Esta situación ha propiciado la reprimarización de
las economías locales, a la par que anula la posibilidad de nuevos enfoques
productivos y lógicas de desarrollo basadas en lentos procesos de incorporación
de valor agregado a los rubros exportados (Caetano, 2011).
Por lo tanto, el creciente comercio hacia China
desde la región, conlleva a su vez a un notable proceso de reprimarización
exportadora. La proporción de exportaciones basadas en recursos naturales es
muy alta, llegando al orden del 80% a 90% en los países andinos y en MERCOSUR casi
al 60%. Todos los países del Cono Sur aumentaron la exportación de materias
primas y se han desindustrializado, incluido Brasil.
Dependerá de la “dudosa” voluntad integradora de
Brasil el fusionar dos espacios que son complementarios, como UNASUR y MERCOSUR,
lo cual debería conllevar también la integración a la unión aduanera de países
como Guayana o Surinam.
Sin ignorar el paradigma económico con el que se
fundó al MERCOSUR y del político con el que nació la UNASUR, es cierto que
ambos proyectos se complementan fruto del rol diferenciado que desempeñan en
ellos los Estados partícipes. En este sentido, cabe señalar que no actúan de
igual manera Argentina o Brasil en MERCOSUR que en UNASUR. Hay que considerar a
su vez, que el modelo de integración económica que engloba MERCOSUR ha sido
superado por la UNASUR (ampliando los ámbitos de interrelación económica a la
energía, infraestructura, seguridad…). En principio, no deberían encontrarse en
contraposición un proceso y el otro, siempre y cuando los objetivos y actividades
de ambos proyectos evolucionen de forma sincronizada.
Referente a su relación con el exterior, el
MERCOSUR y la UNASUR también se complementan, pues generan dos vías que juntas
se refuerzan bajo el objetivo de obtención de acuerdos bilaterales o
multilaterales relativos a diversas materias, lo que permite la ampliación de
redes de integración para las partes involucradas.
El rol de Brasil en el proceso de integración
regional
El gigante sudamericano se muestra como el único
país con perfil de hegemónico en la región, a distancia de Argentina, y repartiendo
su liderazgo regional entre el MERCOSUR y la UNASUR.
Aunque Brasil ha sido actor protagónico en
situaciones políticas internacionales de referencia (participación en el Grupo
de los 69 en la Ronda de Tokio, en el Grupo Contadora para la paz en Nicaragua
o la coordinación del MINUSTAH –cascos azules- en Haití), su mayor despliegue
en política exterior fue la campaña desarrollada con el fin de obtener un
asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las NNUU. Brasil legitimó su
discurso como postulante al Consejo de Seguridad planteando que representaría los
intereses de toda América Latina en materia de seguridad, cosa que despertó inquietudes
en determinados países de la zona[12].
En lo que respecta al MERCOSUR, Brasil ha
mantenido desde su fundación una posición de liderazgo, incrementado los
niveles de dependencia a su economía por parte de países como Argentina,
Uruguay y Paraguay (queda por ver sus efectos sobre la recién incorporada Venezuela[13]).
De igual manera lo ha hecho Brasil en la UNASUR,
visualizando su liderazgo en momentos clave, como cuando el presidente Lula da
Silva entró a mediar en la crisis entre Colombia, Venezuela y Ecuador a raíz de
los bombardeos en Angostura[14].
La intervención de Lula propició la creación del Consejo de Seguridad
Suramericano, lo que ha permitido coordinar las políticas de seguridad entre
los países miembros.
Con esta propuesta, Brasil dejó muy clara su
voluntad de establecer un régimen de seguridad suramericano, en decremento de la
OEA y dejando fuera a los EEUU respecto a asuntos de seguridad y defensa en la
región.
Respecto a los foros internacionales de
comercio, las delegaciones brasileñas han tenido papel protagónico en varias de
ellas (Ronda de Tokio del GATT, Ronda de Uruguay y otras), asumiendo
habitualmente el rol de vocero regional a la par de no haber consensuado nunca
sus posiciones con el resto de países vecinos. En este sentido, UNASUR le sirve
a los brasileños siempre y cuando este acorde a sus objetivos, pero se cuidan
de negociar su política comercial con los restantes socios, lo que obstaculiza
cualquier posición comercial articulada en el bloque.
En lo referente a la Amazonía, desde la constitución
del Tratado de Cooperación Amazónica (1982), Itamaraty ha ido consolidando su propia
política respecto a la cuenca: soberanía territorial del conjunto de la
Amazonia –incluyendo los territorios amazónicos de Colombia, Perú, Ecuador,
Venezuela y Guayana-, frente a la intervención de transnacionales
(especialmente corporaciones farmacéuticas) y ONGs estadounidenses y europeas.
En la actualidad los brasileños profundizan su
propuesta de control de la cuenca, vinculando Amazonía a la soberanía nacional y
por lo tanto al Consejo de Seguridad Suramericano. Según comentó el ministro de
Defensa de Brasil, Celso Amorím, es necesario que la UNASUR proteja la
biodiversidad, los alimentos, agua potable y otras riquezas de los países que
la componen, tras considerar que en las próximas décadas “podríamos ser
afectados por guerras entre países de fuera de la región en disputa por
recursos naturales”[15].
Brasil y su necesidad
de energía
Desde los tiempos de la dictadura militar,
Brasil tiene como objetivo su autosuficiencia energética. Su riqueza de recursos
naturales sumada a una planificada política energética ha tenido como resultado
que tan solo importen el 9% de la oferta energética.
La pretensión brasileña no es solo
autoabastecerse, sino también convertirse en breve en un importante exportador
de energía (petróleo y al etanol[16]).
En 2008, los brasileños exportaron etanol por 2.400 millones de dólares (más del
50% se dirigió a Europa y EEUU); en 2009 firmaron
un tratado de aprovisionamiento de petróleo a largo plazo con China, negociando
en paralelo un tratado con Mozambique para el desarrollo de cooperación en el
sector energético y agrocombustibles[17];
en el 2010, las exportaciones de petróleo se habían triplicado, alcanzando la
cifra de 4.000 millones de dólares americanos[18] (Gobmann
y Quiroga, 2012).
Brasil estima que su necesidad energética se incremente
en 4,6% anual hasta el 2019. El incremento de electricidad es del 30% durante
la última década, aunque se han diversificado fuentes de energía.
En los últimos años han encontrado diversos
campos petrolíferos frente a la costa meridional del país, estimando sus
reservas en el 40% de las existencias mundiales en alta mar[19], lo
cual ya le permite al gobierno brasileño tener como objetivo triplicar la explotación
petrolera de aquí al 2020[20].
El plan energético brasileño se complementa con
algo de energía nuclear[21],
mayor inversión en energía hidráulica[22],
y aprovechamiento del potencial aeólico.
La resurrección de la
IIRSA
Aunque la iniciativa nace en agosto del año
2000, con el objetivo central de avanzar en la modernización de la
infraestructura regional y en la adopción de acciones específicas para promover
su integración y desarrollo económico y social, el proyecto estuvo auspiciado
bajo un enfoque claramente neoliberal.
Durante su coordinación del Consejo Suramericano
de Infraestructura y Planificación (Cosiplan) de la UNASUR, once años después, los
brasileños impulsaron la aprobación de un nuevo Programa de Acción Estratégica
que prioriza la ejecución de 31 proyectos de infraestructura en los próximos 10
años, con una inversión estimada de 16 mil millones de dólares.
Aunque este nuevo plan de integración 2012-2022 establece
la construcción de muy diferentes vías de comunicación, aunque se priorizó
inicialmente sobre cuatro proyectos que ya formaban parte de la antigua IIRSA:
el corredor ferroviario entre los puertos de Paranagua (Brasil) y Antofagasta
(Chile) con un costo de 3.700 millones de dólares; la carretera Caracas-Bogotá-Buenaventura-Quito-Pacífico
valuado en 3.350 millones de dólares; el ferrocarril bioceánico Santos-Arica
trecho boliviano que costará 3.100 millones; y la carretera Callao-La
Oroya-Pucallpa de 2.500 millones de dólares (SENA-FOBOMADE, 2012).
Aunque UNASUR ha desarrollado un grupo de
trabajo para la búsqueda de financiamientos de la resucitada IIRSA, existen
altas probabilidades de que el financista principal termine siendo el Banco
Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil (BNDES), con su correspondiente
incidencia para la contratación de contratistas brasileños.
El neo imperialismo
brasilero
Brasil alienta la internacionalización del
capital privado y las inversiones brasileras en los países de la región con el
objetivo de crear flujos comerciales y asumir un papel cada vez más importante
en el mercado mundial. A su vez, el gobierno brasileño fortalece a la
penetración de sus empresas con el fin de que actúen como multinacionales
regionales[23].
Al BNDES se ha convertido en el financiador de megaproyectos
latinoamericanos, todos condicionados a la contratación con empresas brasileñas
o la compra de bienes y servicios, mientras que la Cancillería en Itamaraty se
convirtió en una plataforma de negocios brasileños hacia el exterior[24]. Las
constructoras brasileñas han quintuplicado su presencia en el exterior durante
la última década.
Brasil desarrolló una alianza estratégica entre
el Estado y el capital privado para la realización de megaproyectos vinculados
al “desarrollo”, bajo un diseño que sistemáticamente busca la satisfacción de necesidades
para la industria brasilera. Estos proyectos tienen notables déficits a la hora
de tomar en cuenta las necesidades del mercado local y los costos
socioambientales que generan.
El poderío militar de
la región vs el poderío militar brasileño
La Estrategia Nacional de Defensa brasileña se
diseñó durante el segundo mandato del ex presidente Lula; lo cual está
permitiendo la dinamización de su industria militar.
La Armada brasileña potencia de manera acelerada
su capacidad militar e incluso construye submarinos nucleares para el control
de su plataforma marítima, mientras se contempla la implementación nuevas
brigadas terrestres para seguridad en fronteras, y se pone en marcha la
construcción aviones militares para entre otros objetivos, cubrir adecuadamente
el control del espacio amazónico.
En agosto del año pasado, Brasil desplegó 9.000
soldados en el límite con la Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay como parte
de una serie de operativos dirigidos contra el crimen organizado y el
narcotráfico[25].
Sin embargo, para diversos analistas militares
suramericanos, a través de la “Operación Ágata 5” se exhibió frente a los
vecinos la capacidad de control, comunicación e inteligencia de las Fuerzas Armadas
brasileñas y su poderío militar en el subcontinente. Dicha operación militar
también funcionó como un mensaje tranquilizador para los miles de brasileños
que han adquirido tierras y trabajan en zonas fronterizas de Bolivia y Paraguay.
Fuera de las operaciones Ágata, Brasil envió el pasado año soldados a su
frontera con Bolivia tras que surgieran reportes de que militares andinos
amenazaron con expulsar a los brasileños que allá residen.
Coyuntura y
conclusiones
Aunque determinados países emiten signos de
querer desbloquear esta situación, los acuerdos de integración más ambiciosos en
la región se encuentran en este momento en estancamiento
político/institucional. La Comunidad Andina subsiste a duras penas y MERCOSUR
se encuentra en una crisis por incumplimiento de las obligaciones del tratado
constitutivo en especial por Argentina y Brasil, y también debido a que Argentina
y Brasil firmaron acuerdos de comercio que excluyen a los demás socios. Más
recientemente Argentina ha adoptado una política comercial unilateral que traba
importaciones de todos, incluidos sus socios en el MERCOSUR. Esta situación ha
generado la paralización del proceso de integración, y bajo estas condiciones
se suspendió a Paraguay consecuencia de la llegada al poder de un gobierno
altamente cuestionado. Por su parte, Venezuela se encuentra en fase de ingreso,
pero su proceso durará años, dado que exige reformas arancelarias imposibles de
realizar de manera inmediata.
Por otro lado, a pesar de los avances en materia
no comercial (muchos progresos en cuestiones migratorias, culturales,
educativas o salud), la integración regional se debilita y sus instituciones se
transforman en foros políticos. En ese proceso se encuentra el MERCOSUR y la
UNASUR. Mientras se reducen las medidas para cooperación comercial y productiva
(no se respetan acuerdos regionales –caso de Argentina con sus controles a la
importación-, los países continúan compitiendo entre ellos por la explotación
de productos primarios y no se coordinan políticas comunes en sectores claves
como energía y agroalimentos), se desarrolla una mayor coordinación entre
países en materia de relaciones como bloque con el exterior, así como en la
estabilización democrática interna –apoyo a Evo en su crisis institucional o
acuerdos para la exclusión de Paraguay en determinados foros-.
Por su parte Brasil mantiene su tendencia a
convertirse en un actor más global que latinoamericano. En MERCOSUR, los brasileños han impuesto acuerdos que deberían ser
en esencial inter-gubernamentales, lo que hace que se carezca de la
supra-nacionalidad de la Unión Europea. Por su parte, que la UNASUR se “desperece”
depende de los brasileños y no podemos olvidar que Brasil solo se sumó al Banco
del Sur tras haber reducido notablemente sus aristas alternativas, tiene como
política la expansión de un reducido número de transnacionales brasileñas[26];
y, realineamiento de actores sociales apoyando este modelo[27].
La consecuencia de este tipo de política se
visualiza en el hecho de que se repite la subordinación de los países
periféricos –en este caso a Brasil- vendiendo sus materias primas o energía al
gigante suramericano a cambio de autos y camiones por poner tan solo un
ejemplo.
Brasil utiliza a la UNASUR y al MERCOSUR como
instrumentos para consolidar su liderazgo regional, y es por ello que el
presidente de Uruguay, José Mujica, advertía a finales del año pasado a los
brasileños de la siguiente manera: “Nosotros
en cada instancia relativamente difícil podemos tener enemigos exteriores, pero
los peores enemigos somos nosotros mismos (...) En el caso del Brasil, nosotros
les dijimos bien lo que pensamos: la época de los ingleses pasó. Si queremos
unificar no vengas a colonizar, vení a asociarte, vení a buscar aliado, vení a
juntar barra, pero no vengas a apropiarte de todo”[28].
Existe un déficit notable en afrontar
regionalmente los nuevos desafíos nacionales, continentales y globales. Eso se
visualiza en la carencia de políticas concretas respecto a problemas globales como
el cambio climático o comercio de alimentos; y de igual manera en problemas
regionales como la coordinación industrial dentro de América del Sur. A pesar
de un fuerte discurso de ascendencia bolivariana en el conjunto de los países
de la región, estos no coordinan entre sí aspectos prioritarios de respectivas
políticas, a la par que Brasil no coordina con nadie ni su política económica
ni su política internacional.
Dicha situación genera como consecuencia directa
que los países más pequeños de subcontinente (Bolivia, Ecuador, Paraguay o
Uruguay) no coordinen tampoco entre ellos a pesar de los muchos incentivos que
tal coordinación generaría.
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[1] La URSS, tras la Segunda Guerra Mundial, desarrolló una política de
crecimiento industrial acelerado, con base en el autoabastecimiento energético -fue
el único país desarrollado con capacidad de autoabastecerse- y fuerte producción
metalúrgica. La explotación de los inmensos recursos naturales de los que
disponía la URSS -incluido petróleo, gas y minería-, fue la base sobre la que
se sustentó su política de crecimiento. Si bien en los países del “socialismo
real” no se estimuló el consumo (no había interés por el aumento de la tasa de
retorno del capital privado ni necesidad de utilizar mecanismos de ampliación
de mercados), el centralismo burocrático basó sus objetivos en el desarrollo
del crecimiento de la producción, en el marco de una competencia creciente con
el mundo desarrollado capitalista. Dicha industrialización se desarrolló a
costa del sector agrario, y por consiguiente se generó la imposibilidad de
atender las necesidades biológicas de la población.
[2] Los acuerdos de Bretton Woods son las resoluciones de la conferencia
monetaria y financiera de Naciones Unidas –la cual se realizó en el complejo
hotelero de Bretton Woods en Nueva Hampshire (EEUU)- entre el 1 y el 22 de
julio de 1944. Allí se establecieron las reglas para las relaciones comerciales
y financieras entre los países más industrializados del mundo para el período
de posguerra. En él se decidió la creación del Banco Mundial y del Fondo
Monetario Internacional y el uso del dólar como moneda internacional.
[3] Inspirándose en Hegel y algunos de los miembros contemporáneos de la
escuela hegeliana, la teoría de Fukuyama viene a afirmar que el motor de la
historia, que es el deseo de reconocimiento (thimos), ya no tiene cabida en la actualidad con el fracaso del
socialismo real, lo que viene a demostrar que la única opción viable es la
democracia liberal burguesa tanto en lo económico como en lo político. Para
Fukuyama, la única realización posible del anhelo marxista de una sociedad sin
clases solo es posible en sociedades inspiradas en el capitalismo.
[4] Juntos, los BRICS constituyen el 40% de la población de todo el mundo,
el 25% de la superficie terrestre y alrededor del 20% del PIB mundial.
Controlan ya, aproximadamente, el 43% de las reservas mundiales de divisas
extranjeras, y esa proporción no deja de aumentar.
[5] Se estima que antes del 2020, la República Popular China ponga en
marcha una red global de satélites de comunicaciones respaldada por los
superordenadores más poderosos del mundo, suministrando a Pekín una plataforma
independiente para la militarización del espacio y un poderoso sistema de
comunicaciones para ataques de misiles o cibernéticos en cualquier cuadrante
del planeta.
[6] El tratado constitutivo se firmó el 23 de mayo de 2008 en la ciudad de
Brasilia donde se estructuró y oficializó la UNASUR.
[7] Discurso del
presidente Lula da Silva en la constitución oficial de UNASUR. http://www.amersur.org.ar/Integ/UNASUR0806.htm
[8] Según el informe del Banco Mundial titulado “La situación del mercado
laboral detrás de la transformación de América Latina” (http://siteresources.worldbank.org/LACINSPANISHEXT/Resources/empleo_LAC.pdf).
“promediando un 6,5 %, el desempleo en
América Latina descendió prácticamente a mínimos históricos, en agudo contraste
con las tasas exhibidas por los países industrializados y su propio máximo
histórico de 11% hace una década. Los salarios también aumentaron, acortando la
brecha de desigualdad en el ingreso entre los que más y menos ganan. Detrás de
estos datos está un crecimiento promedio estimado para la región en 2013 de 4%,
bastante por debajo del 6% del 2010, aunque por encima del crecimiento general
estimado para las economías desarrolladas”.
[9] Pese a la contracción de la pobreza, 167 millones de personas siguen
siendo pobres en la región, según reportaba a finales del 2012 la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). La cifra es un millón menos
que en 2011 y representa el 29% de los habitantes de la región. De ellos, 66
millones siguen sumidos en una pobreza extrema, misma cifra que el año pasado.
[10] El tratado de creación fue firmado en Asunción el 26 de marzo de 1991,
aunque los antecedentes de la integración regional se remontan al 30 de
noviembre de 1985, fecha de la Declaración de Foz de Iguazú que selló un
acuerdo de integración bilateral entre Argentina y Brasil.
[11] La
recuperación económica de los países miembros de MERCOSUR tras los
desequilibrios económicos durante el período 1999-2002, acentuaron las
asimetrías existentes entre los países pequeños y los gigantes suramericanos,
aunque a su vez, dejó relegada también a Argentina respecto a Brasil.
[12] Las ambiciones brasileñas generaron resquemor entre algunos países con importantes recursos
militares como Argentina y chile.
[13] Se estima que el proceso de incorporación de Venezuela a MERCOSUR
durará en realidad dos años, dado que el país caribeño debe afrontar reformas
arancelarias que Caracas no realizar de un día para otro.
[14] Llamada por los colombianos “Operación Fénix”, el bombardeo de
Angostura fue un ataque de la Fuerza Aérea Colombiana, con la posterior
incursión de helicópteros, personal policial y militar, realizado en la zona
selvática de Angostura (provincia ecuatoriana de Sucumbíos), el día 1 de marzo
de 2008. En dicha operación se asesinaron a 22 guerrilleros, entre los cuales
estaba el número dos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),
el comandante insurgente Raúl Reyes. El ataque produjo una crisis diplomática
regional por la violación colombiana de la soberanía territorial ecuatoriana y
por la presencia clandestina de las FARC en Ecuador.
[15] http://ambito.com/diario/noticia.asp?id=600640
[16] Brasil es el mayor productor de etanol procedente de la caña de
azúcar, sector que genera empleo para aproximadamente un millón de personas.
Los productores de azúcar brasileños quieren duplicar hasta el 2020 la
superficie cultivada (en la actualidad es de 8 millones de hectáreas),
ignorando que la transformación de pastos en zonas de cultivo del azúcar está
empujando la cría de ganado hacia regiones amazónicas y su consiguiente
deforestación. Según fuentes oficiales, Brasil dispone en la actualidad de unas
200 millones de hectáreas de pastos, de las cuales la mitad pretende ser
utilizada para la expansión del sector agrícola. La política brasileña de
expansión del etanol desconsidera el daño ecológico de los monocultivos y los
conflictos sociales que surgen por las condiciones laborales de las plantaciones
de caña de azúcar.
[17] En la actualidad se llevan a cabo conversaciones y estudios acerca de
las posibilidades de producción de biocombustibles con otros países africanos
como Tanzania, Botsuana, Liberia, Zambia, Guinea Bissau, Senegal, y también en
el Foro Trilateral IBSA, formado por la India, Brasil y Sudáfrica.
[18] Cuantitativamente las exportaciones de petróleo brasileñas se han más
que duplicado.
[19] La Agencia Nacional de Petróleo (ANP) estima que sus reservas a la
fecha estarían en torno a 15.000 millones de barriles, aunque hay quienes
calculan que podrían llegar a 80.000 millones de barriles.
[20] Ese objetivo es a pesar de que las reservas marítimas brasileñas se
encuentran bajo un grueso estrato de sal, lo que técnicamente dificulta su
explotación y tendrá costos elevados.
[21] El gobierno brasileño pretende finalizar para 2016 la construcción de
su tercera central nuclear en Angra dos Reis, y de igual manera se plantea
construir cuatro centrales más para el 2030. Como objetivo, el Plan Nacional de
Energía pretende duplicar el porcentaje de energía atómica hasta el año 2030.
[22] Brasil es el segundo mayor productor y consumidor de energía
hidráulica del mundo, tras China. Según datos oficiales, hasta ahora solo se ha
aprovechado un tercio de su potencial. El Ministerio de Energía pretende
construir más centrales hidráulicas para el 2015, entre otras, la polémica
central de Belo Monte (Pará) la cual sería la tercera mayor central del mundo
con 11.000 megavatios de capacidad.
[23] El proceso de mundialización de empresas brasileras tuvo su origen
durante la dictadura militar de la década de los setenta, cuando se impulsó la realización
de megaproyectos de infraestructura con financiamiento del BNDES y posicionamiento
de empresas brasileñas por parte de Itamaraty.
[24] El mismo ex presidente Lula da Silva negoció personalmente contratos
de construcción de hidroeléctricas en Venezuela y Colombia; grandes obras como
el metro de Caracas, y puertos, autopistas, represas y petroquímicas en
Bolivia, Cuba, Nicaragua y Perú.
[25] Este operativo militar fue denominado como “Operación Ágata 5”, y
según indicó el ministro de Defensa brasileño Celso Amorim en una entrevista a
la BBC de Londres: "Es una operación
de frontera que tiene como objetivo, sobre todo, la represión de la
delincuencia".
[26] El gobierno brasileño ampara y promueve la expansión de un conjunto
reducido de empresas nacionales que se convierten en transnacionales en la
región y el continente africano a través principalmente de mecanismos como: créditos
blandos a dichas empresas para sus operaciones en el exterior, financiamiento
de proyectos en países vecinos con la condición que contraten empresas
brasileñas y creación de un fondo de inversión del BNDES para operación con
empresas privadas.
[27] Este es el caso de los fondos de pensión de los sindicatos que son
invertidos en esas grandes corporaciones brasileñas. Un ejemplo clave es minera
Vale, que tiene más del 50% de las acciones en los fondos de pensión sindical,
que a su vez dependen de la central de trabajadores Central Única de Trabajadores
(CUT), que a su vez es uno de los principales sustentos del partido gobernante
(PT).
[28] http://www.abc.com.py/articulos/brasil-no-vengas-a-colonizar-331224.html
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