El próximo domingo (2 de abril), 12.8 millones de electores ecuatorianos decidirán quien será su próximo presidente.
Los contendientes en esta disputa electoral son Lenín Moreno por parte del partido gobernista Alianza PAIS y el líder conservador Guillermo Lasso de CREO. Ambos llegaron a esta segunda vuelta tras una primera cita con las urnas el pasado 19 de febrero, cuando el oficialismo consiguió una mayoría simple de curules (74 de 137 legisladores) en la Asamblea Nacional y su candidato presidencial se quedó apenas a unas décimas (0.64%) de ganar en primera vuelta.
Continuismo con matices críticos frente a cambio neoliberal
Más allá de espejismos propagandísticos electorales, el llamado Socialismo del XXI en Ecuador lleva mostrando cada vez mayores signos de agotamiento desde que comenzara la caída del precio de los commodities en el año 2013. La elección de Lenín Moreno para el delfinazgo correista, algo que se decidió no sin resistencias internas, vino a indicar que el propio régimen es consciente de la necesidad de un cambio dentro de su objetivo por perennizarse en el poder.
Es así que ante la imagen y discurso agresivo que ha caracterizado el perfil del presidente Rafael Correa, el elegido como su sucesor es un hombre de talante conciliador y amplio sentido del humor. Mientras el presidente Correa ha sido la “bestia negra” de los movimientos sociales y organizaciones populares no afines al régimen, el actual candidato oficialista se presenta ante la sociedad como el líder –mientras ejerció como vicepresidente durante los primeros años de la era Correa- de la misión solidaria Manuela Espejo, programa mediante el cual se realizó el primer diagnóstico de la situación de los discapacitados en Ecuador, complementándose mediante ese programa un subsidio mensual de 240 dólares a las familias afectadas para el cuidado de personas con limitaciones severas. Fruto de lo anterior, Moreno ejerció desde el 2013 como secretario de Naciones Unidas sobre Discapacidad y Accesibilidad, estando fuera del país precisamente durante el período de mayor desgaste político del correísmo.
La imagen política que proyecta Lenín Moreno no es nueva en las lógicas de sucesión en los regímenes progresistas latinoamericanos. Cambio dentro del continuismo fue la estrategia seguida, con distinto nivel de éxito, tanto por Dilma Roussef en Brasil como por Daniel Scioli en Argentina. Sin embargo, el hecho de que no exista renovación en el ámbito de las vocerías y dirigencias en el partido de gobierno, genera dudas respecto al hecho de que realmente estemos asistiendo a un proceso de aperturismo político y democratización del régimen ante la próxima etapa poscorreista.
Frente a lo anterior, la oposición conservadora se encuentra por primera vez desde la llegada de Rafael Correa al poder, ante las posibilidades políticas que genera la polarización del voto en una segunda vuelta electoral. Su candidato, Guillermo Lasso, utiliza una estrategia similar a la que utilizara Mauricio Macri en las presidenciales argentinas del año 2015, arropándose bajo el manto de un “necesario” cambio de rumbo para el país. Su discurso es simple: inmersos en una crisis económica que se presume empeorará en los próximos meses, su propuesta principal es la generación de un millón de empleos con base en criterios de aperturismo económico y desregulación de los mercados; combate al déficit fiscal mediante el achicamiento del Estado y la disminución de programas clientelistas de protección social; así como el incremento de la competitividad empresarial bajo criterios de congelación salarial y eliminación de impuestos. En pocas palabras, la vuelta del neoliberalismo de corte clásico a un país que ya vivió con escaso éxito ese modelo bajo gobiernos del que el propio candidato opositor formó parte.
Propuestas populistas que no afrontan los problemas reales
Esta campaña electoral no pasará a la historia del Ecuador por la profundidad de las propuestas políticas de ninguno de sus candidatos.
Como se indica anteriormente, el eje de esta campaña electoral está marcado por la situación de crisis económica que vive Ecuador. Los impactos de dicha crisis ha sido transitoriamente postergados mediante una agresiva política de endeudamiento interno y externo, condición que tendrá que ser afrontada más temprano que tarde por el gobierno que sea electo el próximo domingo.
Ante esta situación, el peso del pago de deuda se ha ido incrementando paulatinamente sobre las arcas del Estado, llegándose a la condición de tener que adquirir nuevas deudas para cumplir con las obligaciones devenidas por la deuda anteriormente contraída (ver Gráfico 1).
Gráfico 1: Presupuesto General del Estado vs Servicio de Deuda frente al PIB
La tendencia evolutiva al alza de esta situación se mantiene alarmantemente en el presente año. Al cierre de pasado mes de febrero podemos apreciar como la deuda pública sigue creciendo (ver Cuadro 1) incansablemente.
Cuadro 1: Deuda Pública del Ecuador diferenciada Externa e Interna por conceptos
Paralelamente, es apreciable como las reservas existentes en el Banco Central del Ecuador son insuficientes para cubrir los pasivos a corto plazo (ver Gráfico 2)
Al mismo tiempo y como consecuencia de la contracción económica que vive el país, la recaudación de impuestos (ver Gráfico 3) no se incrementa, a la par que los ingresos derivados del comercio al exterior cayeron 8% al cierre del pasado año, consecuencia principalmente de la reducción de los precios del petróleo.
Gráfico 3: Comparativo de los últimos cinco años respecto a impuestos del PGE mensuales
Los problemas anteriormente referenciados apenas son abordados por el oficialismo durante esta campaña electoral, mientras que la candidatura opositora los utiliza para posicionar lo que definen como fracaso del modelo económico “socialista” y la necesidad inmediata de un cambio.
Para generar un millón de empleos, el candidato conservador plantea como una de las claves de su programa electoral la necesidad inmediata de eliminación de 14 impuestos actualmente existentes. Con ello dice buscar atraer la inversión privada y fomentar el emprendimiento. Presionado por este popular discurso, el candidato oficialista también se ha visto obligado a incorporar parte de esa propuesta a sus compromisos de campaña. Sin embargo, uno y otro ignoran el hecho de que el problema no está en el volumen de carga tributaria existente, sino sobre quien recae dicha carga. Especialmente clases medias y pequeños emprendedores.
En el año 2006, momentos antes de la llegada de Rafael Correa al poder, la carga tributaria existente en Ecuador era del 9.1%, muy por debajo del 13.9% que suponía la media latinoamericana. En 2015 dicho indicador se situó en el 15.4%, lo que significa apenas una décima más que el promedio regional. Sin embargo, dicha presión fiscal carece de equilibrio ponderativo, pues mediante estructuras impositivas regresivas como son los impuestos al consumo, cierta tolerancia respecto a la evasión fiscal y un conjunto de políticas enfocadas a las excepciones fiscales para grandes capitales, el pago de impuestos a la renta para los sectores más ricos del país no supera el 3% de sus ingresos (ver Gráfico 4).
Gráfico 4: Proporción de impuestos a la renta que pagan los más ricos en distintos países de la región y el planeta
Lo anterior demuestra que el correísmo, pese a la elaboración de un estratégico discurso confrontativo con las clases dominantes, no entendió que para estructurar un proceso real de cambio que tenga como objetivo la equidad social es necesario redistribuir la riqueza históricamente concentrada en muy pocas manos. En resumen, no fracasó ningún modelo socialista porque en los hechos nunca existió tal modelo. En todo caso lo que fracasó es un modelo asistencialista basado en la redistribución de los excedentes derivados de la exportación de commodities, lo cual evidentemente no pasa de ser una medida coyuntural atada a la temporalidad de la existencia de dicho excedente.
Lo mismo sucede respecto al mercado laboral, donde su evolución no se muestra signos alentadores tras diez años de gobierno progresista (ver Gráfico 5). Lo anterior viene a indicar que el incremento de la capacidad adquisitiva de las y los trabajadores ha sido circunstancial al período de bonanza económica, mientras en la actualidad se deteriora de forma acelerada.
Gráfico 5: Evolución del mercado laboral ecuatoriano durante los últimos 10 años
Como se puede apreciar en el gráfico anterior, prácticamente el 60% de los trabajadores en el país no llegan al salario básico estipulado legalmente (unos míseros 375 dólares mensuales), bien porque no trabajan las cuarenta horas semanales o bien por formar parte de una economía sumergida sujeta a todo tipo de irregularidades. Por lo tanto, el problema no es generar un millón de empleos como dice el candidato opositor u 800 mil tal y como promete el candidato oficialista, sino en conseguir que dicho empleo sea digno, esté debidamente retribuido y que los operarios gocen de una adecuada cobertura social.
El inverosímil posicionamiento electoral de la izquierda no correista
El perfil autoritario del presidente Correa se ha agudizado con el paso del tiempo, lo que ha derivado en centenares de casos de criminalización de la protesta social durante esta última década.
La persecución a líderes comunitarios -principalmente indígenas-; la disolución/ilegalización de algunas organizaciones sociales; la represión sobre diversas movilizaciones reivindicativas y la militarización de territorios en resistencia contra las políticas extractivistas, han conllevado a una ruptura total entre organizaciones sociales y políticas de la izquierda no clientelar y el Estado. Es significativo ver como tan solo en el levantamiento indígena y paro nacional de agosto del 2015, más de un centenar de personas fueron aprendidas y 98 fueron procesadas a nivel nacional, de las cuales 29 fueron sentenciadas durante el pasado año.
Lo anterior implicó que el conjunto de la izquierda política y gran parte de los movimientos sociales, especialmente el indígena, haya impulsado la consigna de “ni un voto al correísmo”. En la práctica, gran parte de esta izquierda desarrolla en la actualidad una campaña electoral activa a favor del candidato conservador, ignorándose la posibilidad de darle sentido político al voto nulo. Así, del grito “Wall Street debe ser destruida!!” enarbolado por Julio Antonio Mella –uno de los fundadores del marxismo latinoamericano-, la izquierda ecuatoriana pasó, casi nueve décadas después, a pedir el voto para el representante político del capital financiero en el país. Inevitablemente dicha involución conllevará una crisis en dicha izquierda, lo cual para bien podría significar un recambio generacional y el resurgimiento de una nueva izquierda, tal y como parece estar sucediendo en Brasil en estos momentos.
Más allá de lo anterior, es el conservadurismo quien se está comprometiendo públicamente a impulsar una amnistía para todos los presos políticos existentes en el país, así como el reconocimiento a algunas organizaciones hoy clausuradas. Por su parte, el candidato oficialista manda mensajes en corto comprometiéndose a que esta política represiva no va a continuar durante su mandato, pero se ve imposibilitado de cuestionarlas públicamente por la presión del fuerte liderazgo aun presente en Alianza PAIS de Rafael Correa.
Una campaña muy sucia
El último elemento que ha caracterizado esta campaña electoral es el nivel de guerra sucia desarrollado por parte de ambas tiendas políticas.
Son innumerables las piezas comunicacionales de perfil propagandístico que circulan por las redes sociales y que están basadas sobre la descalificación soez del contrincante. De igual manera, la información tóxica a los electores es otra de las herramientas sobre las cuales se han basado ambas estrategias electorales: poner en boca de los candidatos y otras vocerías de campaña cosas que no se han dicho, circulación de noticias falsas y alarmistas, o la viralización de imágenes de sucesos que no corresponden al país. El enfrentamiento entre dos ejércitos de trolls informáticos que se caracterizan por tener similar nivel de ética cero ha sido una constante. Unos y otros convirtieron la comunicación política en el insulto al contrario, quedando las socialización de propuestas electorales en un lugar muy rezagado.
Respecto a los medios de comunicación la situación tampoco varia en exceso. El oficialismo utiliza el conjunto de medios de comunicación públicos para hacer campaña electoral directa o indirectamente en su provecho, incluido entre estos las herramientas de comunicación institucionales. Mientras desde el otro lado, raro es el medio de comunicación privado que no está absolutamente alineado con el candidato conservador, llegando algunos significados periodistas de estos canales de televisión a confundir sin pudor comunicación y periodismo con propaganda política.
Día 2 y las estrategias de tensión
Tras el cierre de urnas y el recuento de votos, posiblemente Ecuador viva un momento delicado.
Todo apunta a que el Consejo Nacional Electoral (CNE), carente de autonomía con respecto al Ejecutivo, cometió el error de demorarse en el recuento de votos de la primera vuelta en busca de que el oficialismo alcanzara las décimas que les faltaban para ganar. La situación anterior fue utilizada por la oposición para movilizar un sector de la población frente al supuesto fraude electoral en curso. Pasada la tormenta, durante toda esta segunda fase de campaña ambas estructuras políticas llaman a la movilización el día de las votaciones, lo cual presupone que existirá tensión en las calles si el resultado electoral termina siendo ajustado a favor de uno u otro candidato.
Las últimas encuestas indican que Lenín Moreno tendría ventaja respecto a su rival, la cual varía entre el 4.5% y 15% dependiendo que cual sea la empresa demoscópica y para quien trabaje. Así las cosas, el objetivo gubernamental es afianzar tal diferencia de manera que la oposición tenga dificultades para no reconocer los resultados. Por su parte, la candidatura de Guillermo Lasso busca el voto que ese entre 14% y 16% de electores que aún se mantienen como indecisos (un porcentaje que duplica lo habitual en Ecuador a esta altura de campaña), intentando recortar e incluso superar la actual tendencia.
En todo caso y más allá de quien gane este domingo, Ecuador sufrirá de forma retardada los efectos de una crisis económica sostenida bajo un in crecendo endeudamiento que posiblemente tendrá que ser renegociado, dada la falta de liquidez estatal para atender los pagos requeridos en el corto plazo.
Que la crisis no caiga sobre las espaldas de las y los trabajadores, más salvajemente sin duda si el ganador de esta contienda es Guillermo Lasso, no depende del cumplimiento de los programas políticos en liza, sino de la capacidad de rearticulación de un tejido social enormemente golpeado por diez años de correísmo y que en su deterioro terminó por perder la brújula política que indica un camino a recorrer entre la coherencia y objetivos.
Fuente: www.vientosur.info