domingo, 26 de junio de 2022

Ecuador: Análisis de una masacre anunciada


En la tarde del viernes, al calor de los hechos que se daban en Quito y todo Ecuador, dialogamos con el analista Decio Machado, quien nos planteó un panorama de un conflicto estancado y el temor de lo que se concretó horas después: una represión abierta y letal sobre el pueblo movilizado.

En Canal Abierto de Argentina

El conflicto tiene raigambre histórica. Hay un problema de grieta social enorme en el Ecuador. El país tiene un indicador de desigualdad tremendo y de alguna forma lo que hoy se está moviendo en las calles son los sectores históricamente olvidados y que además han sido fuertemente golpeados por la crisis económica que atraviesa el país. Una crisis que viene aproximadamente desde el 2015, desde el fin del boom de las commodities, donde se semiparalizó la economía, pero que además se ha visto agravada por las políticas económicas que ha habido en los últimos gobiernos y fundamentalmente a raíz de la pandemia”, describe en diálogo con Canal Abierto Decio Machado, desde Quito, Ecuador. El español es consultor y analista político, periodista y reside en el país latinoamericano hace quince años.

De alguna forma, los que se están manifestando en la calle hoy son los que podríamos definir como los de abajo y están demandando una tabla de reivindicaciones que tienen que ver con necesidades de los sectores más pauperizados de la sociedad, que tienen que ver con sectores rurales y con el mundo indígena –en gran medida pero no solamente con el mundo indígena.

Hoy estamos en el día 12 de las movilizaciones. Esto comenzó con una negociación que se inició hace un año aproximadamente, en junio del 2020, cuando se establecieron mesas de diálogo con el Gobierno donde la CONAIE, que es el movimiento social más importante del país, planteó estas demandas. Las negociaciones se han ido dando en diferentes momentos en el transcurso de este año, pero sin respuestas y sin concreciones por parte del gobierno.

Doce días atrás, la CONAIE decidió hacer este Paro Nacional, que es como se llama esta sublevación o este levantamiento de los sectores populares. Esto significó inicialmente cortes de carreteras por todo el país y después la entrada de miles de indígenas en las principales urbes y la batalla fundamental se está dando en la capital, donde aproximadamente se estima que hay unos 15.000 indígenas, además de los sectores populares y organizaciones sindicales, feministas, ambientalistas, estudiantiles, etc. que se han sumado a este paro.

 Lasso lleva cerca de un año de gobierno. Es evidentemente que este conflicto, que se sucede periódicamente en Ecuador -hubo varios levantamientos desde la década del 90 hasta ahora-, nace de la falta de respuestas a los sectores populares ecuatorianos. ¿Hay un agotamiento de la política ecuatoriana?

-Es un problema estructural de las élites ecuatorianas y de cómo gestionan el país, esta es la realidad. Efectivamente, Lasso cumplió un año de mandato en la segunda quincena de mayo, llevamos poco más de un año, pero el desgaste del Presidente de la República ha sido enorme, acelerado.

Primero, hay que entender cómo fue el proceso electoral. Lasso llegó a la segunda vuelta con muy pocos votos por encima del candidato del Pachakutik, Yaku Pérez. Llegó al balotaje como una alternativa al correísmo. Mucha gente, muchos sectores de la sociedad ecuatoriana tuvieron resistencia con la vuelta del correísmo y esto hizo que hubiese mucho voto prestado a Guillermo Lasso. En la primera vuelta apenas sacó alrededor del 19% de los votos y en la segunda vuelta se convirtió en presidente de la República; por lo tanto el voto real de Lasso era del 19% de la sociedad ecuatoriana.

En los primeros tres meses de gobierno, Lasso sí tiene un plan, masifica las vacunas. El país tenía problemas en los procesos de vacunación por la pandemia. Esto hizo que creciera en popularidad, pero inmediatamente después de eso se visualizó un gobierno sin hoja de ruta, un gobierno compuesto por muchos miembros del mundo corporativo, un gobierno de perfil neoliberal y sin sensibilidad política.

El Gobierno ha ejercido una política pública fundamentalmente destinada a la macroeconomía, al saneamiento de las finanzas públicas, a combatir el déficit fiscal y asegurar el servicio de deuda, el pago de la deuda externa del Ecuador con organismos internacionales y otras fuentes de financiamiento. Todo el peso de este tipo de políticas se puso encima de las espaldas de los sectores sociales más empobrecidos y esto lo que significó fue el deterioro de los servicios públicos. Hay un plan de privatización de empresas públicas en el país que todavía no ha podido aplicar Lasso pero lo tenía anunciado. La primera iba a ser la venta de un banco público pero hay otras: la empresa de telecomunicaciones, empresas eléctricas, infraestructura estratégica, la propia empresa petrolera nacional, Petro Ecuador.

No ha habido ninguna sensibilidad con las políticas sociales y lo que se ha  implementado es una política agresiva de corte neoliberal y todos los esfuerzos han estado destinados a combatir el déficit fiscal y asegurar el pago de la deuda externa. La gente lo que ha ido sintiendo es como los hospitales se iban quedando sin medicinas, como se iba deteriorando la infraestructura destinada a la educación, es decir cómo se deterioraban los servicios públicos y como se iban reduciendo los programas que transferían excedentes hacia los sectores históricamente olvidados.

Esto se da en una situación donde el país está teniendo unos ingresos absolutamente desmedidos a consecuencia del precio del petróleo y de la coyuntura internacional, con lo cual la gente no comprendía este tipo de políticas y esto ha sido echarle leña al fuego por lo que estamos viendo en este momento esta fuerte movilización.

 

¿Le queda tiempo a Lasso? ¿Cómo pensás que se van a desarrollar los próximos eventos? La Asamblea Nacional, por otro lado, ¿qué papel está jugando hasta ahora? ¿o no juega ningún papel?

-Yo creo que asistimos a un momento donde los sin rostro, los nadie, los de abajo, los que nunca son considerados, de alguna forma ocupan la centralidad política del país. Son momentos muy coyunturales. Y la ocupan para intentar inscribir sus derechos en la ley.

Estamos viviendo eso en el Ecuador. Esto significa un desplazamiento de toda la política institucional que ha perdido la centralidad política y la han tomado estos sectores movilizados que son los sectores pobres, los que no tienen representación política institucional.

En este sentido, todo el sistema político ecuatoriano institucional está en crisis. Ni la Asamblea Nacional, que es el poder legislativo aquí, ha tenido la capacidad de dar respuestas a estos sectores; la agenda de la Asamblea Nacional está absolutamente al margen de lo que está pasando en las calles. Ni el Gobierno Nacional tiene capacidad de respuestas políticas a las demandas actuales. El Gobierno ante el fervor popular ha aceptado algunas de las demandas de la CONAIE, pero siguen sin aceptar el conjunto de la tabla reivindicatoria y parecería ser que la lucha que está en las calles es por un todo nada. O sea, aceptan los 10 puntos que ha puesto la CONAIE encima de la mesa o, en principio lo que se está declarando en este momento, no se aceptarían soluciones parciales y por lo tanto estamos con un conflicto enquistado, que ya lleva varias muertes y hay bastantes desaparecidos.

Hay que ver qué es lo que ha pasado en estos momentos de refriega con la Policía Nacional y con los cuerpos represivos del Estado. En este momento siguen los cortes de carreteras, siguen las movilizaciones y siguen los conflictos en la calle de forma permanente especialmente en la ciudad de Quito aunque el conflicto es a nivel nacional, se está dando en todas las provincias del país.

Yo creo que hay una ausencia de capacidad de la institucionalidad para dar respuestas a sociedades vivas cuando éstas se movilizan reclamando sus derechos.

 

Reviendo la historia reciente ecuatoriana, han caído muchas veces presidentes, ¿crees que puede pasarle esto a Lasso o no hay en este momento un posible recambio?

-La Constitución ecuatoriana recoge en su artículo 130 una herramienta que se llama “muerte cruzada”. Lo que permite es que o bien la Presidencia de la República pueda disolver la Asamblea Nacional y gobernar seis meses por decreto hasta un proceso de elecciones anticipadas es decir, convocar elecciones anticipadas; o la propia Asamblea Nacional tiene la posibilidad de auto-disolverse y llamar a la muerte cruzada, lo que significa que el gobierno tendría esos seis meses para convocar a elecciones anticipadas. En este momento en que estamos haciendo esta entrevista en la Asamblea Nacional no se consiguen los votos para la muerte cruzada. Para activarla uno tiene que tener dos tercios de los curules existentes en la Asamblea Nacional y en este momento se está lejos de conseguir eso; los asambleístas no se quieren ir llevan apenas un año de mandato, priorizan sus agendas personales y partidistas por encima de los intereses de los sectores movilizados.

Parece que estamos enquistados en esta lógica de conflicto porque no hay una salida. Evidentemente el gobierno no va a convocar muerte cruzada porque es perfectamente consciente que con los indicadores de popularidad actuales no llegaría a la segunda vuelta en un proceso de elecciones anticipadas.

Estamos en una en un callejón sin salida en este momento. Ayer se intentó articular una vía de negociación, pero se rompió rápidamente, hay que ver qué es lo que pasa en los próximos días pero la verdad es que está muy lejos la institucionalidad de darle respuestas a las demandas populares en este momento.

En todo caso, cabe decir que más allá de que el conflicto se pueda solucionar en algún momento o por agotamiento o porque se consiga negociar con el gobierno nacional por parte de la CONAIE y los sectores que apoyan el paro, es difícil visualizar como el Presidente de la República puede gobernar este país tres años más a partir del día después de esta situación. Es un gobierno aislado, con una legitimación popular que está por debajo del 15% y que tiene una bancada pequeñita en la Asamblea Nacional, ni siquiera tiene el apoyo del resto de los partidos políticos que conforman el ecosistema político ecuatoriano. Con lo cual parece que estaríamos encaminándonos a tres años de parálisis, si es que este gobierno se mantiene hasta el final de su mandato.

Tres años de parálisis política nuevamente, porque no es un fenómeno nuevo, pero es un fenómeno que deja al país lastrado y sin capacidad de desarrollarse adecuadamente, sobre todo una situación como la que vivimos donde se prevé una recesión global a finales de este año o a principios del año que viene.

En otras épocas, por ejemplo, sectores del ejército se aliaron con la CONAIE (el caso de Lucio Gutiérrez que llegó a la presidencia). ¿Ese camino de ruptura del orden institucional o de la estructura de mando del gobierno está cerrado, ya fue saldado?

-Yo creo que sí. En este momento no es una realidad que se visualice por cómo se está dando la represión. Sí, bien el ejército, las Fuerzas Armadas no son el principal actor de represión, es la Policía Nacional la que está ejerciendo la represión en las calles, evidentemente también está movilizado el ejército y ahí tiene su rol en segundo lugar.

Yo creo que hay una radicalización de la CONAIE en sus demandas y esto hace que los sectores militares sean menos proclives a llegar a acuerdos como en otras épocas pudieron haber llegado con la CONAIE, en otros momentos históricos del Ecuador.

En tercer lugar lo que sí es posible, es que el ejército pudiese ejercer un papel donde le dijese al presidente “usted en estas condiciones, no puede seguir, por lo tanto haga su salida más digna sería la convocatoria de esa muerte cruzada” siendo conscientes de que ese es el fin de Lasso, políticamente hablando, pero podría haber otras opciones conservadoras que en un momento determinado pudiesen competir con los sectores progresistas en una disputa electoral anticipada. Yo creo que ese rol si lo puede desarrollar las fuerzas armadas y no sería digamos un escenario desdeñable.

En este momento el país está absolutamente ingobernable. No hay tránsito de carreteras. Quito está teniendo problemas de abastecimiento, han subido los precios de los productos en los mercados de una forma disparatada en los últimos días a consecuencia de que no hay acceso de alimentos a la ciudad y la situación es muy tensa. No solamente se da en Quito, también en otras ciudades, aunque donde se visualiza de forma más evidentemente es en la capital.

 

El otro día hablábamos con un líder indígena de la Amazonia y me quedó la sensación de que lo peor que les podía pasar a los pueblos indígenas amazónicos es que llegar el Estado, porque el Estado llega con petroleras, con mineras, con el ejército, con desastres ambientales…

-Si uno pone dos capas sobre el mapa nacional, una, la capa de pobreza donde están los bolsones de pobreza fundamentales, y otra donde está la riqueza natural, los recursos naturales del Ecuador, evidentemente te va a coincidir que precisamente en los sectores de donde se alimenta el Ecuador -la explotación fundamentalmente de crudo de petróleo- es donde están los sectores más empobrecidos de la sociedad, o al menos parte de ellos. Otra parte está en la sierra central donde los sectores indígenas no tienen acceso a tierras fértiles, están en las partes altas de la montaña, de la sierra andina, mientras las tierras fértiles están en los valles y están ocupadas por terratenientes. Allí no existe un equilibrio de la distribución de la tierra, no ha habido procesos de reforma agraria. El último que hubo aquí fue hace décadas atrás, no ha habido ninguna actualización en ese sentido, por lo tanto hay una carencia de justicia social enorme en este sentido.

Estos indígenas que trabajan con pequeños minifundios, con muy poca capacidad productiva, además se ven absolutamente chantajeados por los intermediarios que son los que llevan esos productos hasta la ciudad y los comercializan en los grandes mercados de distribución.

Ha habido un proceso de endeudamiento familiar tremendamente fuerte en el Ecuador por parte de estos sectores productivos agrícolas, familias de economía rural artesanal, pero también de sectores de las clases medias bajas que han tenido acceso a crédito pero con poca capacidad de respuesta. Esto hace que el endeudamiento familiar sea brutal en este momento. Está habiendo procesos de embargos a bienes, porque la gente no ha podido pagar, no ha podido cumplir con su responsabilidades frente a las hipotecas, financiamientos, créditos, que había pedido en las soluciones bancarias.

Todo esto ha generado una situación catastrófica en el país donde los indicadores de pobreza, los indicadores sociales, están tremendamente deteriorados. Está creciendo la pobreza y la desigualdad.

El problema de este gobierno es que se ha preocupado por combatir el déficit público, se ha preocupado de asegurarle al FMI, porque estamos sujetos a una agenda fondo monetarista impuesta desde fuera al Ecuador, los pagos y las devoluciones de préstamos y de créditos al FMI y a otros entes financistas y se ha olvidado de la gente.

El problema de esto es que la gente está sufriendo. Hay mucha gente en el Ecuador, me refiero a un porcentaje muy alto de la población, que vive en estados de subsistencia, todos los días sale a la calle a vender informalmente lo que sea, unas escobas en un semáforo, botellas de agua mineral, cualquier cosa, y depende de esa economía informal. En el Ecuador, de la población económicamente activa de cada 10 personas, tres trabajan en la economía formal y siete trabajan en la economía informal; y de esos tres que trabajan en la economía formal, los que cobran el salario mínimo interprofesional, muchos de ellos ni siquiera tienen las condiciones para solventar la canasta básica familiar.

O sea, hay una situación de empobrecimiento brutal que ha desembocado en esta sublevación popular en las calles y digo popular porque el protagonista principal de esto fue la CONAIE pero hay que decir que en la revuelta a la que estamos asistiendo en el país están los sindicatos, sectores de trabajadores de la salud, las asociaciones de estudiantes. Está el movimiento feminista. Están los movimientos ambientales… con lo cual, la tabla de demandas va creciendo paulatinamente según va pasando el tiempo, y ahora mismo ya también se está hablando de los cupos de acceso a la universidad, se está hablando de la retribución del trabajo de cuidados, se está hablando de muchas cosas que no formaban parte del pliego inicial y que sin embargo forma parte de los sectores incorporados en la lucha.

Fotos: @FluxusComunica vía CONFENIAE

domingo, 19 de junio de 2022

Reseña libro “Derivas y dilemas del progresismo sudamericano”


 Por Decio Machado

En primer lugar, vale considerar este trabajo como un esfuerzo oportuno y en buen momento para reflexionar sobre el primer ciclo progresista del siglo XXI. Y digo primer ciclo progresista porque al contrario de lo que en algún texto introductorio de este libro se plantea, creo que el ciclo progresista que inaugura el comandante Hugo Chávez en Venezuela y que se extiende durante década y media en el subcontinente es un ciclo diferente al momento actual en el que vivimos.

De hecho hoy vemos las diferencias entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández en Argentina, las diferentes entre Evo Morales y el tándem Arce-Choquehuanca en Bolivia, el giro político-económico del gobierno de Maduro en Venezuela o las rupturas internas en la sensibilidad correísta en Ecuador, las cuales sin ser aún públicas son notorias y que reflejan los niveles de agotamiento actual en el liderazgo de Rafael Correa, lo que en su conjunto marcan diferencias notables existentes entre ambos momentos.

El progresismo latinoamericano, fundamentalmente en esta primera etapa a la que hacemos referencia se caracterizó -entre otras cuestiones- por generar una suerte de intelectualidad propagandística que en lugar de analizar la coyuntura, la superestructura y la estructura en la que se dieron se dedicó a vanagloriar estos procesos y a sus líderes en aras a profundizar el culto a la personalidad de sus respectivos dirigentes y los procesos que de sus liderazgos emanaban. 

Fruto de lo anterior, esfuerzos como este trabajo que reseño han de ser debidamente considerados, tanto en el ámbito de los coordinadores y autores que lo impulsaron como de las editoriales que los publican.

Esta obra recoge bien las contradicciones existentes entre los gobiernos progresistas y los procesos de lucha social, cercionados por estos regímenes con la captación tanto de líderes como de discursos, que combatían por la emancipación social de las clases subalternas, la autodeterminación de los pueblos, la defensa de los territorios frente a la presión extractivista por parte de los Estados de despojo y las resistencias desde abajo ante la agresión de las políticas neoliberales.

En resumen, el pensamiento crítico latinoamericano no solo se enfrenta a la derecha clásica latinoamericana o a las nuevas derechas en proceso de composición en el continente, sino también a las izquierdas tradicionales que sustentan sus conceptos ideológicos sobre la idea del progreso y en este el rol del Estado. No en vano, y citando a Cornelius Castoriadis: “El Progreso es una significación imaginaria esencialmente capitalista por la que el mismo Marx se dejó seducir”.

Es en este sentido donde “Derivas y dilemas del progresismo sudamericano” abre la puerta a una reflexión que nos permite contraponer la urgencia de que la izquierda se “enraíce en los problemas de la tierra” antes que proponerse la necesidad de “asaltar los cielos”.

Esto pone en cuestión aquella dicotomía weberiana que prioriza una supuesta “ética de la responsabilidad”, lo que la realidad nos permite hacer -pongo esto entre comillas-, frente a la ética de las convicciones -lo que se se pudo o se debe hacer- aquí sin comilla alguna.

En todo caso, el reformismo solo ha sido transitoriamente exitoso en momentos de amenaza revolucionaria y radicalización social, y sus límites los indicó ya en su momento el propio John Maynard Keynes cuando dijo aquello de que: “yo puedo estar influido por lo que estimo que es justicia y buen sentido, pero la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía educada”.

Para quienes creemos que el keynesianismo fue una nueva fase de dominación que sustituyó a una fase de dominación anterior que ya estaba agotada, el neokeynesiasmo progresista implementado en América Latina tanto en el primer ciclo progresista como en el segundo actualmente en marcha no puede ser interpretado de otra manera. Y es por ello que feminismos, autonomías, territorios, cuestionamientos al Estado y al poder no son compatibles con los progresismos de antes ni de ahora, generándose las lógicas de conflictos que tanto antes como ahora vivimos durante los períodos de pacificadora hegemonía progresista.

El progresismo no fue ni es una política de emancipación porque la emancipación es cambio y desorden, no orden, no hay ninguna transformación que se haya hecho de forma ordenada y no se puede combatir la alienación por medios alienados.  Los procesos de cambio tienen que transformar a los actores implicados en ellos, y esto no sucedió durante el ciclo progresista anterior ni está sucediendo en el actual. Esto, aunque de forma parcial, es abordado en esta obra.

Pero más allá de lo anteriormente señalado, el trabajo que presento establece en sus diversos capítulos las diferencias existentes entre los distintos proyectos progresistas que alcanzaron el poder en múltiples países de la región, pero busca también, desde una mirada multiangular que pretender ser lo más objetiva posible, el análisis de sus elementos comunes. 

Hago referencia aquí a las características que transversalizan el primer ciclo progresista del presente siglo en América Latina: fortalecimiento/reposicionamiento de los Estados, aplicación de políticas sociales compensatorias como eje de las nuevas gobernabilidades, el modelo extractivo de producción y exportación de commodities como la base de las distintas economías nacionales afectadas y la realización de grandes obras de infraestructuras en connivencia con el gran capital.

Así, lejos de plantear alternativas al modelo capitalista, estos gobiernos -convertidos en administradores institucionales- pasaron a desempeñar un papel decisivo en el reposicionamiento del Estado en la economía sin apenas cuestionar las bases estructurales de la matriz de acumulación heredada del período anterior, conviviendo con las élites económicas y establecimiento un modelo posneoliberal carente de proyecto anticapitalista pero donde su retorno al poder pocos años después, momento que vivimos, lo muestra evidentemente preferible a la lógica neoliberal canibal que opera de forma antropófaga disolviendo todos los espacios que tienen que ver con lo común y las narrativas comunitarias.

Así que no queda otra que darle las gracias a los amigos Pabel López, Mila Ivanovic y Salvador Schavelzon, coordinadores de la obra, así como al resto de autores participantes en este trabajo por el esfuerzo realizado en la elaboración de esta recomendable obra.

Ecuador: «el presidente Lasso está radicalizando la movilización popular»

 



El analista político Decio Machado aborda la situación actual en Ecuador en medio del Paro Nacional indefinido. Sostiene que las demandas de la movilización son lógicas debido a la severa crisis económica del país, y caracteriza las medidas represivas como un intento del gobierno de Guillermo Lasso de recuperar el capital político que perdió por su mala gestión. Felipe Gutiérrez Ríos*, para ANRed.

La segunda jornada de movilización nacional indefinida estuvo marcada por la detención – luego revocada – de Leonidas Iza, el máximo dirigente indígena del país. El arresto arbitrario del presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) es parte de una estrategia criminalizadora del gobierno de Guillermo Lasso, que en mayo detuvo a ocho militantes del Movimiento Guevarista, y que durante las jornadas de paro ha utilizado la represión y las detenciones como una forma de quitar legitimidad al movimiento popular. 

Para hacer una panorámica sobre la situación actual en Ecuador, entrevistamos a Decio Machado, sociólogo y consultor político, autor de (entre otros) el libro “Cambiar el mundo desde arriba: los límites del progresismo”, junto con el uruguayo Raúl Zibechi. Machado caracteriza la situación política actual en Ecuador, marcada por un fuerte retroceso de la popularidad del gobierno, que ha caído de manera incluso más abrupta que Lenin Moreno, el anterior mandatario. Señala que: “esto se explica porque el presidente Lasso solo pudo cumplir una de sus promesas electorales, que fue la vacunación masiva. A partir de ahí, ha sido un gobierno sin hoja de ruta, sin agenda política, sin tener una generación de política pública concreta, más allá de su perspectiva neoliberal. Entonces la gente se ha ido desilusionando muy rápidamente. En esta situación, la CONAIE, los pueblos y nacionalidades indígenas, han llamado a una movilización de carácter permanente, que no era un paro, y que planteaba una tabla de diez reivindicaciones, donde algunas de ellas caían por su propio peso”. 

¿Por qué caían por su propio peso?

Porque son de sentido común. Para hablar claro, los servicios públicos están cada vez más deteriorados, los hospitales carecen de medicinas, la atención está siendo muy precaria, están despidiendo médicos. Los colegios están en una situación dramática de infraestructura. Las carreteras están destrozadas, esas de las que se vanaglorió en algún momento el Ecuador durante la época correista, hoy son un mar de agujeros. Y fundamentalmente la situación económica es crítica. En materia de empleo, solo 3 de cada 10 ecuatorianos recibe un empleo que llaman digno, esto significa que alcanza a cobrar por lo menos el salario mínimo interprofesional. Después de la pandemia mucha gente quedó en situación de subsistencia, la pobreza multidimensional está casi en el 40%, y hay mucha gente que no alcanza la canasta básica familiar. Los indicadores sociales han empeorado notablemente, el 32% de los ecuatorianos vive con menos de 2.8 dólares al día, lo que significa una situación de pobreza tenaz. El país ha retrocedido enormemente desde la gestión de Lenin Moreno, la pandemia golpeó aún más, y el gobierno de Lasso durante este año de gestión, no se puede apuntar un triste punto de mejoras en esta materia. Todo esto desembocó en la movilización que llevamos viviendo desde el lunes. 

¿De qué manera actuó la oposición política en todo este período?

Desde la traición de Lenin Moreno, la agenda de oposición es la agenda del correismo. Desde entonces, han llevado adelante una lógica de conflicto permanente con los gobiernos de turno, pero que se enmarca en una cuestión meramente institucional. Es decir, las calles, las movilizaciones, el tejido social organizado, son luchas que no las encabezan ellos, sino los movimientos sociales. El correismo lo que ha hecho en la última época es apoyar esas luchas, poniendo algo de movilización, pero tampoco tanto, pues no tiene un gran músculo movilizador. Pero sí cuenta con un aparato político importante, distribuido en el país. Es una posición estratégica: hoy apoyan la liberación de Iza, pero cuando eran gobierno llevaron adelante siete procesos judiciales contra él, por movilizarse contra el extractivismo minero. Eso lo hizo el gobierno de Rafael Correa. En ese sentido, el correismo tiene la memoria de un pez, y por eso los movimientos sociales han marcado diferencias importantes con ellos. 

Al mismo tiempo, dentro del movimiento indígena existen dos sectores muy marcados. Uno que hoy está en las calles movilizándose junto a Leonidas Iza, y otro al interior del Movimiento Pachakutik, que ha cogobernado con Lasso

Eso es una realidad. Tenemos el gobierno de Guillermo Lasso a consecuencia de algunas acciones de dudosa reputación por parte de sectores de la izquierda ecuatoriana. Y en esto tuvo que ver no tanto la CONAIE, sino Pachakutik, principalmente todo un sector de la intelectualidad de izquierda crítica con el correismo, que prefirió – y esto hay que decirlo claramente – apoyar a Lasso aunque fuese por debajo de la mesa. No lo cuestionaron en la segunda vuelta, para castigar al correismo a través del voto. Consecuencia de aquellos polvos, estamos en estos lodos. Existe una complicidad en estos sectores de la izquierda con las realidades que hoy ocurren en el país. 

¿Qué crees que lleva a Lasso a tomar la estrategia represiva, con medidas como la detención de Leonidas Iza, que es potencialmente destituyente?

Lasso está sintiendo que no tiene el apoyo internacional y tampoco tiene apoyo nacional consecuencia del deterioro de su imagen. Desde mi punto de vista, la movilización que convocó la CONAIE no contaba con la simpatía de al menos un 50% de la población. Entonces la represión a Iza es una operación estratégica de Lasso, de alto riesgo, en la cual detiene a su principal opositor en las calles, con la finalidad de capitalizar a toda la gente que no quería la movilización, aunque no por eso apoyaba al gobierno. Creo que Lasso hace esta operación tratando de sostener un capital político que ya no tiene, porque su deterioro de imagen es tremendamente fuerte. Es una operación desesperada e irresponsable, que le puede salir muy mal, porque puede poner encima de la mesa sangre de gente que hoy se está movilizando en las calles. El Presidente Lasso está radicalizando la movilización popular, que no tenía ese sentido en un primer momento, pero se está radicalizando a consecuencia de la detención. Es decir, las medidas represivas que ha tomado Lasso ponen en peligro la estabilidad del país, con el único objetivo de recuperar el capital político que perdió por su falta de capacidad en la gestión. Hoy no cuenta ni siquiera con el apoyo del gobierno de Estados Unidos.

¿Qué nivel de injerencia está teniendo hoy Estados Unidos en Ecuador?

La injerencia es enorme y atenta sobre cualquier parámetro de soberanía nacional. Eso pasa porque Estados Unidos está temiendo perder a Colombia, que fue el vértice estratégico que tuvo hasta ahora. Eso lo vamos a ver el próximo fin de semana: si es elegido Gustavo Petro, probablemente todo lo que significó Colombia en las últimas décadas para el imperialismo norteamericano en América Latina, intente ser trasladado al Ecuador. Al mismo tiempo, Ecuador está siendo muy afectado actualmente por las lógicas del narcotráfico. Los niveles de violencia son brutales, entonces gran parte de la injerencia norteamericana se disfraza bajo la lucha contra el narcotráfico, que ya sabemos que no es muy efectiva, pero que forma parte de las agendas políticas internacionales de los Estados Unidos. Esas dos coyunturas están haciendo que Estados Unidos tenga en Ecuador una presencia sobredimensionada para el tamaño del país.

En este caso en concreto creo que el gobierno de Lasso tuvo el apoyo de la embajada norteamericana, pero lo perdió en este año de gestión. ¿Esto significa que Washington quiere bajarse el gobierno de Lasso? No, significa que no le ve como un líder que pueda darle estabilidad al país y que no tiene continuidad política. En este sentido creo que los  Estados Unidos están buscando nuevas alternativas desde las lógicas conservadoras, porque no confían en él. 

¿Crees que estas movilizaciones puedan desembocar en un nuevo levantamiento como el de 2019?

El 2019 pasó. El país del 2019, era un Ecuador de antes de la pandemia. Estaba tremendamente afectado porque la economía ya venía paralizada desde el año 2015, que fue el momento en que impactó el fin del boom de los commodities, al final del gobierno de Correa. Desde entonces la cosa fue yendo a peor, hasta el punto de que se dio la movilización de octubre de 2019, que significaba el rechazo a meter al país en políticas neoliberales por sorpresa. Por sorpresa me refiero a que nadie votó a Lenin Moreno por políticas neoliberales, y sin embargo Moreno aplicó un programa político distinto al que presentó en la campaña electoral. Esa fue una realidad, la de octubre de 2019. 

Yo creo que hoy estamos en otra. La gente que votó consciente o inconscientemente a Guillermo Lasso, sí votó al programa que está aplicando y por lo tanto yo creo que no estamos viendo una reedición de octubre de 2019. Estamos viendo otro momento de rebeldía, de insurgencia, y de insatisfacción por parte de los sectores organizados ecuatorianos, pero me parece que tiene características y connotaciones diferentes. Es muy habitual que cuando se analiza Ecuador se tenga mitificado aquel octubre de 2019 porque fue el momento en el que empezó el temblor en toda América Latina, pero realmente hoy me parece que se vive una coyuntura diferente, no por eso menos problemática y conflictiva.


* Militante de Marabunta, investigador del Observatorio Petrolero Sur.

miércoles, 1 de junio de 2022

Ecuador: país fracturado en mil pedazos


Por Decio Machado
/ Consultor político y miembro de la Universidad Nómada del Sur

A punto de cumplirse el primer año de su mandato, cabe recordar que Guillermo Lasso llegó a la poltrona presidencial de Carondelet obteniendo 1.83 millones de votos en la primera vuelta sobre un censo electoral de 13.11 millones de electores, es decir, apenas un 13.96% del electorado lo apoyó en primera instancia recibiendo 1.89 millones de votos menos que en su primera vuelta de las elecciones presidenciales anteriores en 2017.

Así las cosas, podemos afirmar que la victoria de Lasso en segunda vuelta fue un regalo. Se le agasajó con 2.83 millones de votos que no eran suyos fruto de la justificada resistencia de un importante sector de la población ante la posible vuelta al poder de un correísmo carente de autocrítica y la incongruencia ideológica de determinados sectores de la izquierda política, social e intelectual del país que en lugar de negociar condiciones de apoyo crítico con el progresismo auspiciaron la transferencia de sus votos a la opción conservadora bajo un sofístico llamado al voto “nulo ideológico”, haciéndole escasa crítica durante la campaña electoral al hoy presidente banquero. En definitiva, si bien se constata en los hechos aquella cita que decía que “a cada revolución inconclusa le sigue una contra-revolución”, lo sorprendente aquí es ver quienes fueron sus auspiciadores.

Consciente de la compleja situación económica en la que se encuentra el país, Lasso fijó compromisos electorales muy concretos: dinamizar la economía y generar dos millones de empleos incrementado la inversión extranjera, expandiendo el sector agrícola mediante préstamos a bajo interés, aumentando la producción petrolera y ampliando agresivamente la frontera extractiva en general. Lo demás, eso que fue ampliamente halagado por diversos consultores y analistas políticos y que tenía que ver con su “supuesta” adhesión a determinadas causas juveniles y su particular aparición en redes sociales durante la segunda vuelta fueron apenas florituras que hicieron, dentro del ya por sí reduccionista mundo del marketing político, algo más creíble su propuesta electoral.

¿Qué país se encontró Lasso y que país tenemos un año después?

Aunque Ecuador es considerado un país de renta media fruto del más que discutible uso predominante del PIB para diagnosticar el desarrollo nacional, en realidad vivimos en un país pobre, semi-estancado desde el año 2015 -momento en que impactó sobre la economía nacional el fin del llamado “boom de los commotidies” o de la “era de la economía fácil”- y en profundo proceso de aun mayor empobrecimiento.

Nuestro PIB per cápita en 2021 fue de USD 5.545, lo que hace al Ecuador ocupar el puesto 97 de los 196 países que componen dicho ranking global. Sin embargo, los datos del SRI demuestran que en torno a un 53% de los contribuyentes ecuatorianos percibe menos de USD 499 mensuales y otro 9% más estaría por debajo de los USD 600. Así las cosas, la pérdida de empleo en el presente año continúa afectando en mayor medida a los hogares medios y populares con menores de edad (52%), por encima del promedio nacional (43%), lo cual genera un rebote de la economía -hablemos claro, recuperación económica nunca hubo- muy lento y desigual tras el impacto económico de la pandemia que agravó aún más la crisis.

Según el informe ENCOVID presentado por UNICEF en febrero del presente año, un 57% de las familias ecuatorianas se han visto obligadas a pedir préstamos a sus familiares y amigos para poder mantener sus hogares. Todo ello tras dejar de comprar medicamentos, no pagar rentas, servicios básicos y devolución de deudas, mientras la canasta familiar nacional pasaba de USD 712,07 en febrero de 2021 a USD 725,16 en febrero de 2022 y sigue en acelerado crecimiento fruto del impacto de la inflación que ya significó un IPC el pasado mes de marzo del 2,64%. Derivado de lo anterior, la inseguridad alimentaria no disminuye (48%), aumentando sustancialmente en los hogares con menores de edad de estrato bajo (de 68% a 79%) y medio bajo (de 63% a 73%). Queda como tarea pendiente para algunos amigos y amigas adscritos al Colegio de Economistas hacer una evaluación profunda y sincera de los niveles de endeudamiento familiar en el país y las consecuencias que de ello derivarán al medio plazo.

Con su habitual imprudencia, como “gobierno débil” definieron nuestros inefables analistas del campo de la izquierda al gobierno de Guillermo Lasso desde el día mismo de su investidura. “Mejor esto que el correísmo” afirmaron incluso algunos de los más osados, justificando así su falta de coherencia y olvidando aquella memorable cita de Giulio Andreotti -quien fuera en siete ocasiones presidente del consejo de ministros italiano- que decía “el poder desgasta al que no lo tiene”.

En paralelo, la Asamblea Nacional, fruto de un voto muy fragmentado en los comicios del 7 de febrero de 2021, se constituía inicialmente con un bloque mayoritario de la Revolución Ciudadana (49 curules), seguido del Pachakutik (27 curules) debido al “efecto electoral Yaku Pérez”, e Izquierda Democrática y Partido Social Cristiano con 18 curules cada uno. El partido de gobierno, CREO, apenas conseguía 12 legisladores y no tenía en principio capacidad de conformar un bloque en el Legislativo. Apenas unos días después, en su “debilidad” los operadores del gobierno ya habían logrado articular una bancada de 25 curules conformados bajo el nombre Bancada del Acuerdo Nacional (BAN) con 13 asambleístas más comprados a buen precio en el “mercado persa” legislativo.

Una vez más, renombrados dirigentes y pretendidos voceros de la izquierda alternativa saludarían con alegría, nocturnidad y alevosía el nombramiento de la cacique amazónica Guadalupe Llori como presidenta de la Asamblea Nacional, refiriéndose a ésta como una dirigente del movimiento indígena que había sido perseguida por el régimen correísta debido a su convicción de lucha y coherencia política. Algunos tuits y declaraciones públicas del momento son inolvidables y quedan para los anales de la historia.

De igual manera, el aparato de comunicación del Legislativo nos transmitía que por fin tendríamos una Asamblea Nacional diferente y sensible a la ciudadania ecuatoriana, donde se debatirían las reivindicaciones e inquietudes de la sociedad en la búsqueda de la defensa de los intereses de los sectores más humildes y vulnerables del país. Se acabaron los “brazos de madera” del período correísta y la venta de hospitales y prebendas del período de María Paula Romo como jefa del frente político de la administración morenista nos dijeron… pues bien, a partir de ahí asistiríamos a un pacto anti-natura entre la bancada pro gobierno nacional, determinados asambleístas provinciales, la mayoría del bloque Pachakutik y el partido Izquierda Democrática.

En la práctica lo más grave en este primer año del actual ciclo legislativo es constatar que el movimiento político Pachakutik, lejos de identificarse con aquella tesis del filósofo francés Jacques Rancière según la cual puntual y periódicamente los “cualquiera” irrumpen en el poder para inscribir sus derechos en la ley, más bien demostró lo resistentes que son las instituciones públicas al cambio y lo irrelevante que representa quienes estén al cargo de ellas, sean del pelaje que sean.

Más allá de lo ideológico, ni el gobierno nacional tuvo la capacidad de presentar leyes bien articuladas, ni los legisladores de cada bancada fueron competentes a la hora de imponer una agenda propia ante las carencias técnicas del actual gobierno. Unos y otros se justifican hoy públicamente estupidizando sus mensajes y minimizando hasta lo inverosímil la capacidad receptiva del pueblo ecuatoriano.

La cuadratura del círculo llegaría de la mano de la bancada de la Revolución Ciudadana el pasado 26 de noviembre, posibilitando mediante su abstención, la entrada en vigor mediante el ministerio de la ley de las reformas tributarias impulsadas desde el gobierno de Lasso. En la práctica, el más que hipotético pacto entre Rafael Correa y Guillermo Lasso que permitiría a la postre la salida del ex vicepresidente Jorge Glas de la cárcel de Cotopaxi y el “supuesto” cese de la persecución sobre líderes políticos del correísmo implicaría habilitar una de las demandas fundamentales de la agenda fondomonetarista en el país: recaudar cerca de USD 2.000 millones en los dos próximos años con el fin de hacer viable el servicio de deuda al que está obligado Ecuador. Todo ello claro está, a costa del lomo de la cada vez más débil clase media nacional mientras se privilegian los intereses de los grandes emporios empresariales y fortunas del país -los cuales gozan que una tasa de presión fiscal inferior al de la clase media- y del establishment político nacional por encima de los de la sociedad a la que dicen representar. En fin, parece evidente que una de las tareas urgentes que debe afrontar Ecuador en este momento es transformar lo que se considera aceptable y no aceptable en política.

En definitiva, se constató que la representación es una suplantación que desactiva la capacidad de incidencia de la sociedad común en política, lo que en la práctica implica que las grandes mayorías no tengan interlocutores en la Asamblea Nacional por mucho que a dichos legisladores les encante hacer spaces en Twitter para indicarnos lo involucrados que están con el bienestar de la ciudadanía ecuatoriana y sus preocupaciones respecto al devenir de la nación.

Las consecuencias de todo esto se dieron de ipso facto: mientras en la actualidad la confianza promedio respecto al poder legislativo en América Latina es del 20% (Latinobarómetro, 2021) en nuestro país apenas alcanza el 4%; en paralelo, asistimos a un creciente deterioro de la popularidad gubernamental que posiblemente equipare hacia fin de año los indicadores de legitimación del presidente Guillermo Lasso a aquellos con los que terminó el mandato su antecesor Lenín Moreno.

La creciente descrédito gubernamental está provocando que el inicial pacto existente entre medios de comunicación nacionales y el Ejecutivo para el blindaje mediático de Guillermo Lasso este llegando a su fin, lo que a la postre agudizará aún más el deterioro de la figura del actual mandatario, aunque no por ello su capacidad de ejercer el poder.

Que el pacto entre gobierno y correísmo le haya dado cierto fuelle al Ejecutivo es un hecho innegable, pero también lo es que mediante este proceso el gobierno nacional apenas compró tiempo. En su agenda está, tal y como se pudo apreciar en su proyecto Ley de Inversiones, la privatización de sectores, servicios y empresas públicas bajo la eufemística figura de la “delegación”, ahora bien, que puedan hacer el business pretendido empoderando en paralelo al sector financiero privado parece a priori improbable dado el grado de deslegitimación social al que está llegando el Ejecutivo. En paralelo y con un gobierno gestionado por personas que durante su vida profesional y política activa se han dedicado a combatir el rol del Estado en la economía y la sociedad en general, descubrimos que pasado un año de mandato siguen sin ni siquiera comprender como es el funcionamiento de la gestión pública ni la estructura del Estado, lo que está implicando un deterioro acelerado de la infraestructura vial y los servicios públicos, perdiendo excelencia la Academia ecuatoriana, incrementándose aceleradamente el mal estado de los centros escolares y viéndose los hospitales con carencia de medicinas y personal sanitario para la atención demandada.

En pocas palabras, el diseño de la hoja de ruta realizada para la salida de la crisis recae sobre las espaldas de los sectores más débiles de nuestra sociedad, lo que mantiene la balanza de este país muy desequilibrada a favor de la fracción más privilegiada bajo un proyecto político que busca normalizar tanto la exclusión como la precarización de la vida de nuestra gente.

Riesgos y retos a futuro

Pero la crisis más grave que atraviesa el país no es la económica, la cual ya de por sí es considerable, sino la política e institucional. Todo atisba a una crisis orgánica, aquello que Antonio Gramsci definía en sus Quaderni del Carcere como el agotamiento del marco institucional, es decir, cuando el conjunto de lo existente no es capaz de ofrecer soluciones institucionales ni integración cultural y simbólica a los anhelos de grandes capas de la población dentro del actual orden constituido.

Nuestro establishment político se muestra en su cotidianidad como incapaz de ofrecer y hacer una política útil para la sociedad; todos los partidos políticos hoy existentes en la cartografía política nacional nos llevan al camino de lo viejo; no hay nada menos erótico que la política institucional ecuatoriana; los auto-definidos como intelectuales -tanto del ecosistema político la izquierda como de la derecha- no hacen más que teorizar y emitir consignas sobre lo que ya conocemos, es decir, repiten lo que uno ya sabe demostrando sus falencias en el ámbito de la frescura intelectual; y en el caso de la izquierda el correísmo, tras una década de gobierno y su actual práctica en la Asamblea Nacional y discursos en foros internacionales, logró convencernos de que militar en las filas del progresismo carece de atractivo y sex appeal para todo aquel que no tenga como ambición personal escalar en su debido momento en las estructuras de poder el Estado.

Entre unos y otras convirtieron a la política ecuatoriana en una máquina de fabricar decepciones, a través de la cual los liderazgos políticos nacionales, sin excepción, se muestran incapaces de comprender que es en los momentos en que se rompen las bases materiales que antaño permitieron antiguos consensos cuando se generan los momentos propicios para articular las transformaciones sociales que toda sociedad viva periódicamente necesita.

En un Ecuador que necesita urgentemente cambios, lo que evidentemente no quiere el poder político y económico en manos conservadoras, el izquierdismo clásico mantiene una visión instrumental del Estado entendiendo que lo único realmente importante es en manos de quien está dicho Estado, lo que a la postre implica que el país carezca de vectores de cambio. En fin, decía Nietzsche que “no hay hechos, solo interpretaciones” pero quizás para aquellos que se reivindican del ala dura de la vieja izquierda y que se vanaglorian de considerarse marxistas les vendría bien una re-lectura de los textos de aquel viejo barbudo: para Marx el Estado nunca fue el reino de la razón, sino de la fuerza y los fetiches; no era el reino del bien común, sino del interés parcial; nunca tuvo como fin el bienestar de todos sino de quienes detentar el poder; tampoco fue la salida del “estado de la naturaleza” sino su continuación de otra forma, es más, para Karl Marx la salida del “estado de naturaleza” debía coincidir con el fin del Estado. Así que estimados lectores, este es el estado de situación de la “empanada mental” de las izquierdas ecuatorianas, y recordando aquella frase del filósofo mayo-sesentista Gilles Deleuze que decía que “la izquierda necesita que la gente piense” sería cuestión de preguntarse: ¿qué es lo que pasa cuando ni siquiera piensa la izquierda?

Sería José Ortega y Gasset, principal exponente del movimiento novecentismo español, quien diría aquello de “no me pidan que sea coherente con mis ideas, pídanme que se coherente con la realidad…”, así que vayamos al quid de la cuestión. Más allá de lo anterior, lo más grave que nos sucede en la actualidad política nacional es que se sustituyó el antagonismo social por la competición entre partidos, lo que hace que no haya cabida para articular las transformaciones radicales que hoy por hoy el país y nuestra sociedad necesita. Esto ha hecho que vivamos en una democracia en crisis, una democracia diabética donde no existe insulina que permita que la glucosa entre en sus células para suministrarles energía.

Lo previamente expresado convirtió al Ecuador en un país fracturado en mil pedazos, pero no porqué la gente vote por diferentes partidos políticos o por el hecho de que no avale al gobierno nacional de turno, sino porque la sociedad ecuatoriana en su mayoría no tiene ninguna seguridad sobre su futuro, no sabe en que va a trabajar ni de que va a vivir y en el caso de los más jóvenes ni siquiera que quiere estudiar si es que quiere realmente quiere estudiar algo. Pese a que tengamos muchas figuras nuevas ejerciendo como autoridades locales o nacionales su forma de concebir la política es vieja y caduca, con grandes carencias en materia de innovación ideológica y no adecuada a los actuales tiempos. Utilizando la terminología clásica de las ciencias políticas, podríamos decir que el conservadurismo hoy es tanto de derechas como de izquierdas, lo cual implica una situación que ya no podemos definir como grave sino como muy grave.

Fruto de lo anterior, política y sociedad llevan tiempo divorciadas en Ecuador. Hablemos claro, la política institucional hoy solo le interesa a los políticos y a los periodistas que la cubren, más allá de una pequeña porción de enfermos mentales de la que -si me permiten el chascarrillo- posiblemente usted, en este momento lector de este texto, y seguro yo formamos parte. Vivimos un momento de retroceso del sistema político ecuatoriano, así como de hartazgo de la sociedad y el votante respecto a la política. Si el voto no fuera obligatorio bajo sanciones de orden administrativo posiblemente el ausentismo electoral se elevaría por encima del 60%.

Ecuador ya es en la práctica un “Estado fallido”, entendiendo a este como el tipo de Estado que no solo es incapaz de proveer de bienestar a su población, sino que a la vez, pasa a representar un riesgo para la seguridad de su entorno regional, en nuestro caso debido a la penetración de las redes delincuenciales del narcotráfico en ámbitos como la justicia, los cuerpos de seguridad e incluso la política. Respecto a esto último cabe indicar que serán muchas las campañas electorales en territorios estratégicos que se financiarán en las próximas elecciones seccionales con plata del narcotráfico, sin importar las tiendas políticas auspiciadoras de cada uno de los candidatos implicados.

En un país donde durante el pasado año se reportó un feminicidio cada 47 horas (186 feminicidios en 2021), la tasa de empleo adecuado ronda apenas el 30% del PEA y en menos de cuatro meses transcurridos del presente año se reportan más de 1.200 muertes violentas, estamos a un tris de que las élites nacionales se doten de sus propios mecanismos de seguridad privada pasándose por la nariz aquello del monopolio de la violencia legítima por parte del Estado – el gewaltmonopol des staatesweberiano- lo que implicará acentuar aún más la indefensión ya existente en la que vive la sociedad de los comunes ecuatoriana.

Cincuenta y cuatro años atrás, en aquel interesante momento en que Karl Marx y Sigmund Freud se encontraron en el ámbito de lo que fue la construcción política de la subjetividad, en los muros de la Sorbona de Paris alguien grafiteó una consigna que decía: “yo participo, tu participas, él participa, nosotros participamos, vosotros participáis y ellos se aprovechan”. Pues bien, para el 90% de los ciudadanos ecuatorianos la única participación en democracia que realizan durante toda su vida es ir a votar cada cuatro o dos años si es que se intercalan las elecciones seccionales entre las presidenciales. Pese a ello, hoy varias fuerzas políticas y líderes sociales que directa o indirecta auspiciaron que Guillermo Lasso llegase al gobierno de nación nos hablan de revocar al presidente de la República como si esto fuera algo novedoso y propio de la legislación ecuatoriana, ignorando que dicha potestad ciudadana estaba ya recogida en los articulados normativos de la Comuna de París allá por 1871. Pero lo más grave es que olvidan que más allá del presidente de turno es el sistema democrático nacional, su sistema de partidos y su casta política la que no le ha cumplido a la ciudadanía ecuatoriana. Esto hace que estemos viviendo el momento más bajo de confianza institucional de por los menos los últimos quince años de la historia política contemporánea del Ecuador.

Pero como decía Michel Foucault, “lo propio del saber no es ni ver ni demostrar, sino interpretar”. Dicho esto vamos al meollo de la cuestión: para la mayoría de las y los ecuatorianos el clivaje izquierda vs derecha no es más que algo alegórico,  una etiqueta carente de contenido dado que apenas se les distingue, situándose la centralidad del tablero político nacional bajo aquella fractura gramsciana de lo nuevo frente a lo viejo, es decir, nuevos movimientos ciudadanos frente a los viejos -por jóvenes en edad que sean- políticos convencionales y es aquí donde está el mayor factor de riesgo pero también un interesante reto como sociedad.

Lo anterior responde a que el estado anímico de la sociedad ecuatoriana es tan negativo y posiblemente con consecuencias tan imprevisibles que puede materializarse bajo dos escenarios absolutamente opuestos entre sí: por un lado y siendo optimistas, las fallas del sistema por arriba podrían conllevar a tensiones emancipatorias que generen el desborde por los de abajo, generando las condiciones para que las cosas cambien impulsando transformaciones para bien en el país y su gente, aunque para ello haya que políticamente construir bajo la premisa de la diversidad, algo con lo que las izquierdas locales demuestran tener serios problemas; pero por otro y desde una visión más oscura o pesimista, es la ultraderecha quien en el momento actual está demostrando a nivel global mayor capacidad para entender las pasiones sociales en las que vivimos y quien ha tenido la capacidad de realmente asumir el discurso de la innovación y el cambio, lo cual implica el riesgo de que lo que está por venir podría ser un modelo social y político todavía más injusto y autoritario del ya actualmente existente.