Por Decio Machado
En primer lugar, vale considerar este trabajo como un esfuerzo oportuno y en buen momento para reflexionar sobre el primer ciclo progresista del siglo XXI. Y digo primer ciclo progresista porque al contrario de lo que en algún texto introductorio de este libro se plantea, creo que el ciclo progresista que inaugura el comandante Hugo Chávez en Venezuela y que se extiende durante década y media en el subcontinente es un ciclo diferente al momento actual en el que vivimos.
De hecho hoy vemos las diferencias entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández en Argentina, las diferentes entre Evo Morales y el tándem Arce-Choquehuanca en Bolivia, el giro político-económico del gobierno de Maduro en Venezuela o las rupturas internas en la sensibilidad correísta en Ecuador, las cuales sin ser aún públicas son notorias y que reflejan los niveles de agotamiento actual en el liderazgo de Rafael Correa, lo que en su conjunto marcan diferencias notables existentes entre ambos momentos.
El progresismo latinoamericano, fundamentalmente en esta primera etapa a la que hacemos referencia se caracterizó -entre otras cuestiones- por generar una suerte de intelectualidad propagandística que en lugar de analizar la coyuntura, la superestructura y la estructura en la que se dieron se dedicó a vanagloriar estos procesos y a sus líderes en aras a profundizar el culto a la personalidad de sus respectivos dirigentes y los procesos que de sus liderazgos emanaban.
Fruto de lo anterior, esfuerzos como este trabajo que reseño han de ser debidamente considerados, tanto en el ámbito de los coordinadores y autores que lo impulsaron como de las editoriales que los publican.
Esta obra recoge bien las contradicciones existentes entre los gobiernos progresistas y los procesos de lucha social, cercionados por estos regímenes con la captación tanto de líderes como de discursos, que combatían por la emancipación social de las clases subalternas, la autodeterminación de los pueblos, la defensa de los territorios frente a la presión extractivista por parte de los Estados de despojo y las resistencias desde abajo ante la agresión de las políticas neoliberales.
En resumen, el pensamiento crítico latinoamericano no solo se enfrenta a la derecha clásica latinoamericana o a las nuevas derechas en proceso de composición en el continente, sino también a las izquierdas tradicionales que sustentan sus conceptos ideológicos sobre la idea del progreso y en este el rol del Estado. No en vano, y citando a Cornelius Castoriadis: “El Progreso es una significación imaginaria esencialmente capitalista por la que el mismo Marx se dejó seducir”.
Es en este sentido donde “Derivas y dilemas del progresismo sudamericano” abre la puerta a una reflexión que nos permite contraponer la urgencia de que la izquierda se “enraíce en los problemas de la tierra” antes que proponerse la necesidad de “asaltar los cielos”.
Esto pone en cuestión aquella dicotomía weberiana que prioriza una supuesta “ética de la responsabilidad”, lo que la realidad nos permite hacer -pongo esto entre comillas-, frente a la ética de las convicciones -lo que se se pudo o se debe hacer- aquí sin comilla alguna.
En todo caso, el reformismo solo ha sido transitoriamente exitoso en momentos de amenaza revolucionaria y radicalización social, y sus límites los indicó ya en su momento el propio John Maynard Keynes cuando dijo aquello de que: “yo puedo estar influido por lo que estimo que es justicia y buen sentido, pero la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía educada”.
Para quienes creemos que el keynesianismo fue una nueva fase de dominación que sustituyó a una fase de dominación anterior que ya estaba agotada, el neokeynesiasmo progresista implementado en América Latina tanto en el primer ciclo progresista como en el segundo actualmente en marcha no puede ser interpretado de otra manera. Y es por ello que feminismos, autonomías, territorios, cuestionamientos al Estado y al poder no son compatibles con los progresismos de antes ni de ahora, generándose las lógicas de conflictos que tanto antes como ahora vivimos durante los períodos de pacificadora hegemonía progresista.
El progresismo no fue ni es una política de emancipación porque la emancipación es cambio y desorden, no orden, no hay ninguna transformación que se haya hecho de forma ordenada y no se puede combatir la alienación por medios alienados. Los procesos de cambio tienen que transformar a los actores implicados en ellos, y esto no sucedió durante el ciclo progresista anterior ni está sucediendo en el actual. Esto, aunque de forma parcial, es abordado en esta obra.
Pero más allá de lo anteriormente señalado, el trabajo que presento establece en sus diversos capítulos las diferencias existentes entre los distintos proyectos progresistas que alcanzaron el poder en múltiples países de la región, pero busca también, desde una mirada multiangular que pretender ser lo más objetiva posible, el análisis de sus elementos comunes.
Hago referencia aquí a las características que transversalizan el primer ciclo progresista del presente siglo en América Latina: fortalecimiento/reposicionamiento de los Estados, aplicación de políticas sociales compensatorias como eje de las nuevas gobernabilidades, el modelo extractivo de producción y exportación de commodities como la base de las distintas economías nacionales afectadas y la realización de grandes obras de infraestructuras en connivencia con el gran capital.
Así, lejos de plantear alternativas al modelo capitalista, estos gobiernos -convertidos en administradores institucionales- pasaron a desempeñar un papel decisivo en el reposicionamiento del Estado en la economía sin apenas cuestionar las bases estructurales de la matriz de acumulación heredada del período anterior, conviviendo con las élites económicas y establecimiento un modelo posneoliberal carente de proyecto anticapitalista pero donde su retorno al poder pocos años después, momento que vivimos, lo muestra evidentemente preferible a la lógica neoliberal canibal que opera de forma antropófaga disolviendo todos los espacios que tienen que ver con lo común y las narrativas comunitarias.
Así que no queda otra que darle las gracias a los amigos Pabel López, Mila Ivanovic y Salvador Schavelzon, coordinadores de la obra, así como al resto de autores participantes en este trabajo por el esfuerzo realizado en la elaboración de esta recomendable obra.
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