Por Decio Machado / Sociólogo y periodista
Publicado en www.aldhea.org
Corría el 25 de marzo de 1977 cuando un
equipo de tareas perteneciente a los comandos militares de la Marina embosca a
Rodolfo Walsh en la esquina porteña de San Juan y Entre Ríos. La idea inicial
era detenerlo vivo, aunque Walsh se resiste y es tiroteado, siendo el periodista
y militante revolucionario argentino herido de muerte. Su cuerpo es secuestrado
y llevado a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde pasó a engrosar
la lista de desaparecidos de la última dictadura militar argentina.
El día anterior había aparecido
públicamente su Carta Abierta a la Junta Militar, donde Walsh consciente de
que podía perder la vida, denunciaba los crímenes y el terrorismo de Estado
implementado por el gobierno de facto de la Junta Militar en Argentina.
Con apenas cincuenta años, nos era
arrancado del mundo del periodismo investigativo y la literatura comprometida
quizás el más coherente ejemplo en las últimas cinco décadas de lo que debe ser un
periodista y el rol que debe desarrollar en nuestras sociedades. Walsh entendía
el periodismo como un acto de militancia social, y como tal, este debía ser
llevado hasta las últimas consecuencias. Lejos del disfraz tras el
que la mayoría de profesionales del sector pretenden esconderse mediante el
simplista discurso de la imparcialidad “objetivista”.
Apartado del vedetismo -nunca entendió su profesión como una plataforma desde donde recibir homenajes ni premios del
poder-, Walsh era un cuentista, dramaturgo y periodista excepcional, que nunca
tuvo miedo de cuestionar y asumir posiciones críticas frente al poder.
Como periodista había dirigido el
semanario de la Confederación General de Trabajadores de los Argentinos (CGTA),
sindicato en el que militó, formando parte del equipo que redactó su programa,
en clara confrontación con la dirección sindical de la oficialista CGT.
Posteriormente fundaría y formaría parte del equipo de redacción del diario
Noticias, un periódico de orientación montonera revolucionaria.
Atrás quedaban también sus novelas del
“género de no ficción”, en las cuales a través de la investigación
periodística, narró hechos reales mediante procedimientos ficcionales: Operación Masacre, ¿Quién mató a Rosendo? o El
caso Satanovsky entre otras. De igual manera sus obras teatrales de
mediados de los sesenta, La batalla y
La granada.
Entendiendo como imposible desvincular
la literatura y el periodismo de la política, Walsh expone dicha condición en
su último relato de ficción, Un oscuro
día de justicia, publicado en enero de 1973. Manteniendo una vida de
acuerdo con sus ideas, se incorporará a la militancia
política clandestina, primero en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y
posteriormente en la organización Montoneros, donde militó hasta el día de su asesinato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario