Por Decio Machado / Director de la Fundación
Alternativas Latinoamericanas de Desarrollo Humano y Estudios Antropológicos
(ALDHEA)
El documento sintetiza un trabajo de investigación mucho más amplio que busca aportar análisis sobre la situación de las principales economías
latinoamericanas y su afectación por la caída del precio de sus diferentes commodities
estratégicos en el último período. El trabajo relaciona estos datos con la situación política al interior de
estos países y plantea diversas interrogantes y cuestionamientos tanto en lo político como en lo económico hacia el futuro inmediato.
La tendencia a la baja de los precios de las materias
primas ha sacudido fuertemente las economías latinoamericanas en los últimos
meses. Esta situación ha generando indicadores desfavorables para el ciclo
económico en curso, condición que ha sido utilizada por determinados actores
políticos para desestabilizar algunos gobiernos estratégicos de perfil
progresistas en la región.
Enmarcado en este contexto político y económico, el
llamado ambiente para los negocios –basado sobre criterios empresariales y
enfoque de oportunidades- se ubicó 26 puntos por debajo del promedio de los
últimos diez años, una situación por cierto que contrasta con la ligera mejora
registrada sobre estos mismos indicadores a nivel global. Frente a las tímidas mejoras
económicas que recientemente se han dado en las economías de EEUU, Unión
Europea y Japón; el subcontinente latinoamericano es percibido en la coyuntura
actual como un espacio de riesgo.
Las previsiones de crecimiento económico para América
Latina al cierre del actual año en curso, se mueven en un franja de entre el 1,3%
(según estimaciones del FMI) al 2,2% (según la CEPAL). De una forma u otra, ambos
indicadores han de ser considerados como mediocres teniendo en cuenta los
actuales niveles de PIB per cápita existentes en el subcontinente, el cual se
estima según promedio de Paridad de Poder Adquisitivo (PPA) en 12.443 dólares
anuales.
Fin de la economía
fácil
La época dorada de los commodities parece haber llegado a su fin. De manera paralela, los
gobiernos de la región empiezan a demostrar sus carencias respecto estrategias
eficientes en materia social y económica para reenfocar sus políticas destinadas
a la disminución de la desigualdad y el desarrollo de sus respectivos países.
Todo ello en una América Latina donde aun existen 167 millones de personas que viven
en situación de pobreza, a pesar de que la brecha entre pobres y ricos en al
menos 15 países, haya disminuido un 10% en el período transcurrido ente los
años 2002 y 2013.
Aunque la pobreza por ingresos se ha reducido a casi
la mitad durante la última década, no todos han logrado incorporarse a la clase
media de cada uno de sus respectivos países: la población en riesgo de caer en
pobreza por ingresos son cerca de 200 millones de personas en el conjunto de la
región. Sin duda hablamos de una proporción demasiado alta de latinoamericanos
en riesgo de ver severamente agravado su estatus social y económico en caso de
enfrentar algún tipo de crisis significativa –población vulnerable-,
convirtiéndose en el grupo de mayor tamaño en la región (38%). Hablamos de más
de un tercio de la población regional, siendo estos los que ni se encuentran
viviendo en la pobreza (25%) ni han logrado aún ingresar en la clase media
(34%).
La clase media (ingresos entre U$D 10 y U$D 50
dólares diarios) en América Latina y el Caribe creció en 82 millones de
personas, pasando del 21% de la población al 34% en 2012. En paralelo, la
población vulnerable (ingresos entre U$D 4 y U$D 10 al día) también aumentó
ligeramente del 35% de la población latinoamericana en el 2000 al 38% en 2012,
según análisis del PNUD publicados el pasado año. Este mismo organismo
destacaba la reducción de la proporción de personas viviendo en la pobreza (ingresos
inferiores a U$D 4 al día) como un gran logro de la región: del 42% en 2000 al
25% en 2012.
Entre los países referenciales en estos aspectos cabe
destacar a Perú, donde el descenso de la pobreza se concentro hacia la clase
media, ubicándose como el de mayor aumento en el tamaño relativo de este grupo
(19,1 puntos porcentuales). También Bolivia asumió un papel protagónico en
estas estadísticas, dado que pasó a ser el país con la mayor reducción relativa
de pobreza (32,2 puntos porcentuales), aunque también con el mayor de aumento
de población vulnerable (16,9 puntos porcentuales). El caso chileno y argentino
también son destacables, en la medida en que redujeron tanto la pobreza como la
vulnerabilidad, situación que se correspondió casi en su totalidad con el
aumento de sus correspondientes clases medias.
Todos y cada uno de los gobiernos latinoamericanos
durante esta última época, desde los de tendencia política más progresista
hasta los más conservadores, han desarrollado fuertes campañas de comunicación
estratégica y marketing político destinadas a posicionar a sus líderes como los
referentes y el modelo a seguir en la senda hacia el desarrollo regional. El
caso del aparato de propaganda ecuatoriano y la frecuencia de sus mensajes en
relación al tamaño de su territorio nacional y número de ciudadanos destaca
como referente de la desproporcionalidad que desde algunos gobiernos se ha
llegado a alcanzar en este sentido. Todo ello apoyado desde el exterior por pretendidos
conformadores de opinión procedentes del mundo tecnológicamente desarrollado,
los cuales a cambio de reconocimiento y otras prebendas, se han encargado de
formar parte desde el exterior de estos aparatos propagandísticos.
Sin embargo y más allá de los reconocidos logros en
materia socioeconómica de América Latina, cabe reseñar que hablamos de un
territorio con condiciones sumamente beneficiosas para la inversión, dada su
riqueza natural, conectividad, homogenización de leguas y mercados, así como su
lejanía de las zonas planetarias en conflicto bélico –Oriente Medio entre
otros-. Las realidades nacionales y los logros en materia de lucha contra la
pobreza que se han visto efectivizados en los últimos años han sido acompañados
por un agudizado proceso de reprimarización económica, característica común en
la región, que ha viabilizado la aplicación de políticas desarrollistas de
perfil neoextractivista, como estrategia para la consecución de importantes
ingresos basados en el dinero fácil. Dicha condición ha marcado el retorno
regional a la alta dependencia de las exportaciones de productos primarios y de
baja elaboración.
Llegado ahora el momento de la “flacas vacas” las
economías latinoamericanas más importantes, todas ellas con una fuerte
dependencia extractivista, sufren el impacto por la afectación de la caída de
los precios de los commodities en el
mercado internacional.
Brasil en
crisis
Entre 2003 y 2010, coincidiendo con los dos gobiernos
del carismático presidente Lula da Silva, Brasil se convirtió en la sexta
economía mundial, creciendo una media del 5% anual. Ni siquiera la crisis
financiera internacional de 2008 y 2009 significó un obstáculo insalvable para
el crecimiento brasileño. Mediante un círculo mágico de exportaciones exitosas,
sobre todo de soja, y con el enorme estímulo de la demanda China, los gobiernos
del Partido de los Trabajadores (PT) dispusieron de cuantioso recursos para
financiar sus programas de inclusión social –especialmente el Plan Bolsa de
Familia-. Brasil mediante el crédito fácil que llegaba a las familias que
históricamente se habían visto marginadas del consumo consiguió dinamizar el
mercado interno nacional. Escaso desempleo con tendencia a disminuir,
redistribución de la riqueza mediante programas de subsidio, incremento de la
capacidad adquisitiva de la población asumidas por las empresas gracias al
incremento del gasto y el consumo, fueron configurando una lógica
socioeconómica que permitió alimentar una rueda que parecía imparable de
bonanza económica.
El desempleo en Brasil descendió desde el 13% en 2004
al 5% en 2014. La renta media se elevó de 700 reales (unos U$D 250) a unos
1.100 reales (unos U$D 393) en 2013. Más de treinta millones de personas, de
una población de 200 millones, pasó de la economía sumergida al empleo formal
–de baja calidad en la mayoría de los casos- y a cotizar fiscalmente al Estado.
El nuevo salario medio, que bascula en la amplia franja de entre los 1.000 a
los 3.000 reales (entre USD 260 y USD 1100) se conformó una nueva clase social
denominada “clase C”, la cual empujada por los créditos bajos, impulso
fuertemente el consumo interno (60% del PIB total del país) y la economía
nacional.
En resumen, se logró bajar los niveles de
desnutrición y desescolarización, se aumentó la cifra de trabajadores
sindicados y se introdujeron ciertas mejoras en el mercado laboral.
Brasil dispone de abundantes recursos naturales y su
economía, afortunadamente, está relativamente diversificada. Siendo gran
potencia agrícola, el gigante suramericano es el primer productor mundial de
café, caña de azúcar, naranjas, y uno de los primeros productores de soja. El
país atrae un gran número de empresas multinacionales de la industria
agroalimentaria y de los agrocombustibles, contando además con el mayor volumen
de ganado comercial del mundo. A pesar de ello, el aporte de la agricultura al
PIB nacional es escaso, pues representa tan solo el 5,5%, aunque el sector
asegura el 40% de las exportaciones. Brasil es también el cuarto exportador
mundial de madera, gracias a un proceso de deforestación creciente en
territorios amazónicos.
Se trata también de un gran país industrial (es más
industrializado de América Latina): la importancia de sectores como el textil, aeronáutico, farmacéutico, automovilístico, siderúrgico y químico es cada día mayor. La mayoría de los grandes fabricandes de automóviles han establecido unidades de producción en el país. El sector industrial representa casi más de un cuarto del PIB, pero experimenta una fuerte desaceleración, que intenta frenar el plan "Brasil Maior".
El sector terciario representa dos tercios del PIB y emplea a 60% de la población activa. El país ha emprendido estos últimos años la producción de servicios con alto valor añadido, especialmente en el ámbito de la aeronáutica y las telecomunicaciones.
La explotación de su riqueza en minerales le coloca
como segundo exportador mundial de hierro y uno de los principales productores
de aluminio y hulla.
Sin embargo, los tiempos han cambiado para la
economía brasileña, la cual se estancó y entró en recesión, lo cual afecta a
los sectores más vulnerables, expobres y capas medias.
Si analizamos el caso brasileño y fijándonos tan sólo
en la afectación de la bajada de precios del mineral hierro –segundo mayor
producto de exportación del país, sólo superado por la soja- en su economía
nacional, veremos como el gigante suramericano con la caída actual del 50% del
valor de este producto, ha sufrido un impacto valorado en menos U$D 8 mil
millones en su cuenta de exportaciones.
Este hecho ha significado que la economía del quinto
país más grande del mundo (48% de la extensión geográfica de Suramérica y con
un territorio agrícola cuantificado en 2,64 millones de kilómetros cuadrados) haya
tenido que suspender temporalmente las actividades de varias de sus empresas más
relevantes del sector, que estas procedan al ajuste de sus costes operacionales
y… ¿cómo no?, que en muchos casos se esté procediendo impunemente con el
despedido de trabajadores.
A pesar del aumento de 15 millones de toneladas de
hierro en la cantidad exportada, la baja en el precio provocó una caída del 20%
en los ingresos, motivo por el cual las exportaciones brasileñas dejaron de
recaudar en minerales ferrosos unos U$D 12.900 millones.
Las consecuencias han sido graves para las cuentas
externas del país. Brasil cerró el año 2014 con un déficit de cuenta corriente
de 4,2% del PIB, unos U$D 90.000 millones, lo que viene a significar un notable
aumento comparativo respecto a los datos del 2013 (3,6% del PIB).
Analizando los recientes datos de enero, vemos que el
país registró un déficit en su balanza comercial de U$D 3.174 millones debido a
la fuerte caída de las exportaciones a China y Argentina. Las exportaciones
brasileñas cayeron 10,4% el mes pasado interanual, situándose en U$D 13.704
millones, mientras las importaciones alcanzaron los U$D 16.878 millones.
Las ventas a China, primer socio comercial de Brasil
en los últimos años, bajaron 35,5% hasta U$D 1.300 millones, por menores
ingresos en hierro, azúcar, cueros, cátodos de cobre, polímeros, plásticos,
entre otros. En el caso argentino, tercer cliente de Brasil, también cayeron en
un 26,1%.
Respecto a la caída del precio del petróleo, Brasil
no se ha visto de momento fuertemente afectado dado que su producción busca
cubrir las necesidad internas de consumo, sin embargo se están sembrando
fuertes dudas sobre la rentabilidad de proyectos energéticos estratégicos fundamentales
para el desarrollo del país, como es el caso de la explotación planeada por
Petrobras de las reservas en aguas profundas en el Presal.
Por su parte, los efectos sociales y políticos de
dicha crisis son evidentes, y ya han desembocado en la pérdida de control por
el PT del poder legislativo, cuya Cámara tiene una composición mayoritaria de perfil
conservador; un creciente nivel de conflictos internos en el oficialismo, así
como niveles de corrupción destapada cada vez mayores en el gobierno y las
empresas estratégicas más importantes del país. La estabilidad política
brasileña no es muy prometedora.
La popularidad de la presidenta Dilma Rousseff se
desplomó a casi la mitad desde su reciente reelección –obteniendo la más baja
evaluación de un gobierno desde diciembre de 1999 durante el mandato del Fernando
Henrique Cardoso-, en medio de escándalos de corrupción, la desaceleración
económica y el alza de precios de la electricidad, la gasolina y los pasajes de
los transportes públicos. En resumen, si las elecciones presidenciales
brasileñas -celebradas hace apenas tres meses y medio y donde la actual
mandataria ganó con apenas 3 millones de votos de diferencia entre un
electorado de 146 millones de ciudadanos con derecho a sufragio (Rousseff
obtuvo el 51,64% frente al 48,36% de su
oponente, el liberal conservador Aécio Neves)-, fuesen hoy, la era gobernista
del Partido de los Trabajadores, inaugurada por Lula da Silva con su
investidura el 1 de enero del 2003, habría pasado a ser ya historia.
Ahora, la estrategia conservadora pasa por calentar
el país a base de movilizaciones ciudadanas –el próximo 15 de marzo hay
convocatoria nacional de movilizaciones para pedir la salida de Dilma Rousseff
del gobierno- y la estrategia de petición de impeachment (una figura del Derecho anglosajón reconocido en la normativa
brasileña mediante el cual se puede procesar a un alto cargo público) destinado
a intentar relevar a la presidenta de su cargo. En definitiva, el “calentón”
político brasileño está en marcha y el PT en la peor situación desde que está
en el poder, a pesar de su reciente victoria electoral.
Chile
minero
La economía chilena ha tenido un desempeño bajo en el
último tiempo y su desaceleración es causada por una combinación de factores
externos y domésticos, entre los cuales están los altos costos energéticos, la
baja productividad nacional, la falta de inversión y fundamentalmente el
descenso de los precios de los commodities.
Situación que comienza a generar dudas sobre si la minería seguirá siendo el
sector que impulse la economía.
En el caso chileno, por la importancia del cobre en
la economía nacional, el ingreso de sus exportaciones se ha visto fuertemente
afectado. Si bien durante gran parte del pasado año se consiguió mantener el
precio de la libra de cobre a U$D 3, su precio se ha ido viendo paulatinamente deteriorado
desde noviembre del 2014.
Alrededor del 40% de las exportaciones chilenas
proceden de la minería. La caída en el valor de este metal impacta de manera
importante en la actividad local, el mercado bursátil y el balance fiscal. Cabe
señalar al respecto, que en el presupuesto fiscal chileno para el 2015 se
valoró el precio del cobre en U$D 3,12, siendo su precio actual de U$D 2,61
(16% inferior). Esta situación genera a su vez graves implicaciones en materia
de recaudación fiscal e impacto negativo en los sectores auxiliares a
Corporación Nacional del Cobre de Chile (Codelco).
Siguiendo con los datos del Servicio Nacional de
Aduanas, el intercambio comercial de Chile con el resto del mundo registró el
pasado mes de enero un descenso de 9,9% interanual. Es decir, el comercio
exterior chileno alcanzó un valor de U$D 11.295 millones, unos U$D 1.244
millones menos respecto de enero del 2014. Esta reducción se motiva por las
disminuciones del comercio internacional con Asia (7,8%), Europa (15,7%) y
América (9,6%).
Por su parte las importaciones durante enero del 2015
alcanzaron U$D 4.761,8 millones, dado que los combustibles –que representan el
13,9% de las importaciones totales de este estrecho pero largo país andino-
disminuyeron casi un 50% de su valor.
Sin embargo, Chile aparece como uno de los países más
expuestos a la desaceleración de la actividad económica de China, dado que sus
exportaciones al gigante asiático representan el 7% de su PIB nacional. Cabe
indicar, que Chile es el principal exportador a China dentro de la región,
seguido de Venezuela, Uruguay, Perú y Brasil. Esto hace que el país pase por un
ciclo de desaceleración económica que tuvo su arranque en el año 2013, cuando
el PIB creció un 4,1% frente al 5,6% registrado en 2012. Este valor para el 2014
ha sido tan solo del 1,8%.
Desde el ámbito político, es reseñable la reciente
dimisión como director sociocultural de la Presidencia del hijo de Michelle
Bachelet, luego que la prensa desvelara que fue beneficiario de un crédito de
10 millones de dólares que se concretó apenas veinticuatro horas después de la
elección como presidente de la República de su madre. Esta situación de
desgaste hacia la imagen de la presidenta Bachelet, sumada a la deteriorada situación
económica del país, ha significado que aunque la mandataria chilena registre una
valoración positiva a su gestión del 40%, el nivel de rechazo alcanzó el 46%.
Argentina
sojera
Argentina cerró el año 2014 con una caída de su PIB
del 1,5% y según los pronósticos del Banco Mundial existirá una relativa
recuperación durante el año 2015, cerrando con una contracción del 0,3%.
Estos resultados son, más allá del impacto de lo que
las instituciones de Bretton Woods llaman muy discutiblemente “default
selectivo” –disputa irresuelta del Estado con “fondos buitres”-, la
consecuencia de la caída de los precios de las materias primas, especialmente
la soja, y el deterioro del clima de negocios en el país, fruto de las trabas a
las importaciones que se ha visto obligado a interponer el gobierno
kirchnerista.
Para entender la magnitud que el sistema de
agronegocios de la soja tiene para Argentina, basta indicar que representa el
5,5% del PIB nacional, generando el 26% de las divisas que ingresan en concepto
de exportaciones en el país (soja y sus derivados de aceite y harina). Tras
EEUU y Brasil, Argentina aporta el 17% del “oro verde” al mercado mundial; y
aunque su dependencia respecto de las materias primas es inferior a la de
países como Colombia, Perú, Chile, Venezuela, Bolivia o Ecuador, dado que el 32,6%
de sus exportaciones son productos manufacturados, es evidente la importancia
que sobre su economía tiene la caída de precios de este producto.
Dado que el país grava con un impuesto del 35% la
exportación de grano, el 3,5% de la recaudación tributaria argentina en 2014
devino de las ventas al exterior de la soja y sus derivados.
Si sumamos las exportaciones de harina y pellets de
soja, poroto de soja, aceite de soja, biodiesel, semilla de girasol, pellets de
harina de extracción de girasol y aceite de girasol en bruto, veremos que el
total de las ventas externas de estos siete productos alcanzó en 2014 el monto
de U$D 21.857 millones. Esta cifra sobre un total de exportaciones de U$D
71.935 millones, supone que el grupo de productos oleaginosos generó el 30,3%
del total de divisas obtenidas por exportaciones en Argentina. Sin embargo, si
analizamos el mercado en los últimos dos años veremos que los precios de los
aceites vegetales cayeron un 27% durante este período, lo que produce una seria
preocupación sobre los productores agropecuarios argentinos, la agroindustria
nacional y el resto de los operadores económicos además del Estado, augurándose
el fin del boom sojero.
El ingreso de divisas por exportaciones de los
principales complejos agrícolas argentinos sumará estimativamente un valor de
U$D 22 mil millones en 2015, lo que supondrá un nuevo revés para las arcas
públicas del segundo país más grande de Suramérica, dado que significará una
reducción del 9% sobre el monto obtenido en 2014. De igual manera, se prevé que
el aporte en concepto de derechos de exportación de los tres principales
cultivos (soja, trigo y maíz) y de sus derivados, alcancen estimativamente unos
U$D 6.900 millones al cierre del presente año, lo que implicaría una
disminución de 600 millones respecto al 2014 –un 8% menos-.
De acuerdo con estas estimaciones y considerando las
últimas proyecciones de producción y tomando los precios FOB (siglas de Free on board: significa que el vendedor
asume los gastos hasta la puesta de la mercancía en el barco o medio de
transporte) oficiales actuales para los tres cultivos – unos U$D 250 por
tonelada de trigo, U$D 439 dólares de soja, y U$D 180 dólares para el
maíz-, los complejos agrícolas seleccionados concretarían exportaciones por U$D 22.000 millones
durante 2015. De estos, el 85% sería el aporte de un sector sojero en crisis,
sin considerar en este cálculo los envíos de biodiesel.
La reducción de las exportaciones de estos tres
productos estrella de la balanza comercial argentina generarán diversas
repercusiones sobre la macroeconomía del país durante el presente ejercicio,
incluyendo una merma del consumo interno en el país, incremento del déficit
fiscal y una caída en los ingresos por derechos de exportación. Este conjunto
de circunstancias generará a la postre, mayor endeudamiento externo y necesidad
de continuar restringiendo las importaciones con el fin de preservar un
superávit comercial positivo.
Por otro lado, la caída de los precio del crudo
también ha tenido un efecto negativo sobre la industria del biodiesel
argentino, aunque a pesar de los avatares del sector la producción argentina en
2014 alcanzó un récord de 2,6 millones de toneladas, de las cuales 1,5 millones
fueron destinadas a la exportación. A su vez, megaproyectos energéticos como la
explotación mediante fracking de las
reservas no convencionales de Vaca Muerta en la Patagonia quedan en entredicho
dado que la caída de los precios del crudo pone en cuestión la rentabilidad de
este tipo de emprendimientos.
Desde la perspectiva política, la mayoría de la
población argentina considera que el año 2015 será un año aciago para la
economía del país, lo que concuerda con los últimos indicadores de popularidad
de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien muestra una imagen
negativa del 64%. Este incremento en la percepción negativa de ella y su
gobierno no solo es fruto de la situación económica que atraviesa el país, sino
también de una eficaz estrategia de desgaste auspiciada por los sectores
conservadores argentinos en torno al caso Nisman. Más allá de la coyuntura, el
futuro político argentino para 2016 (cambio de gobierno) se mueve sin discusión
hacia la derecha, pues indiferentemente de que el próximo presidente de la
República sea Sergio Massa, Mauricio Macri o Daniel Scioli (potenciales
candidatos a ocupar próximamente el sillón presidencial de la Casa Rosada), el
giro político esta dado hacia posiciones más conservadoras.
Venezuela
del oro negro
Entre 2005 y 2013, Venezuela ha vivido una etapa de
relativa estabilidad económica consecuencia de los altos precios del petróleo,
lo que permitió el financiamiento de importantes programas y subsidios sociales
que mejoraron el nivel adquisitivo de
gran parte de la población y que muchos salieran de la pobreza. Dicha situación
comenzó a revertirse a partir del año pasado debido a la caída de los precios
del petróleo, un importante y acelerado crecimiento de la inflación (el año
pasado se alcanzó la tasa del 64%, la más grande de la región), entre otros
factores de índole político interno y externo, así como la mala gestión del
aparato burocrático administrativo del Estado.
En lo que tiene que ver estrictamente con el crudo,
los impactos de la caída de su precio sobre la balanza de pagos venezolana son
realmente dramáticos. Si en 2012 los ingresos por exportaciones petroleras
fueron de U$D 93.569 millones con un precio promedio de exportación de U$D
103,42 por barril, en 2013 las cifras bajaron a U$D 85.603 millones, habiendo
caído en 2014 a U$D 71.500 millones. Si los precios del crudo durante este año
no mejoran, Venezuela podría sufrir una disminución de hasta el 60% de sus
ingresos. Con reservas internacionales insuficientes (cuantificadas tan solo en
U$D 20.000 millones) para cubrir la caída del ingreso petrolero, el país
caribeño podría ver en breve tiempo aun todavía más deteriorada la economía
nacional, generándose una crisis de balanza de pagos (crisis cambiaria) de
notable importancia dada la magnitud de obligaciones financieras adquiridas
durante los últimos años.
El proceso de crecimiento de la dependencia petrolera
en Venezuela ha generado que las necesidades de importación se hayan elevado en
estos últimos años. A esta realidad, hay que sumar las obligaciones de pago en
efectivo por parte de PDVSA por importaciones de crudo liviano utilizado como
diluentes del petróleo pesado de la Faja Petrolífera del Orinoco –cada vez
menos rentable con el actual precio del barril de crudo- y otros productos
auxiliares, junto al servicio de deuda financiera del Estado y de la empresa
petrolera. Además de lo anteriormente descrito, no podemos olvidar los miles de
millones de dólares acumulados en concepto de deudas comerciales con
proveedores de bienes alimenticios, medicinas y equipamiento sanitario,
servicios como aerolíneas y deudas financieras por bonos y préstamos.
En la actualidad, la población venezolana sufre una
severa disminución de su capacidad adquisitiva y un pronunciado malestar ante
la incapacidad gubernamental para solucionar la escasez de alimentos y medicinas.
Hechos irrefutables de las condiciones actuales que vive la República
Bolivariana.
El país mantiene un esquema monetario con varios
tipos de cambio, vendiéndose el dólar oficial a 6,3 bolívares, valor claramente
insostenible si tenemos en cuenta que en el mercado paralelo su cotización
alcanza los 170 bolívares. Es por ello que recientemente se introdujo un nuevo
sistema de cambio de divisas –Sistema Marginal de Divisas (Simadi)- que permite
la compra-venta de dólares a precios de libre mercado. A esto se suma el actual
Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad), que vende el dólar
a 12 bolívares bajo el sistema de subastas, aunque de manera limitada. En
resumen, el inadecuado manejo del tipo de cambio en un esquema de distintas cotizaciones,
viene a generar un fuerte impulso de la corrupción y una pretendida realidad
virtual no existente respecto al cambio de moneda. Lo cual incentiva la fuga de
capitales, y acentuando la ineficiencia de los mercados en una situación de
crisis económica nacional.
En estas condiciones de necesidad financiera
bolivariana, China se ha convertido en el gran prestamista. Desde 2007 hasta
hoy, la chequera asiática ha generado financiamiento por más de U$D 45.000
millones, los cuales quedan respaldados por crudo venezolano. China es un
valioso socio de las transformaciones sociales bolivarianas, condición a la que
accede sin imponer condicionamientos. El gigante asiático goza de U$D 3,6
billones en reservas, lo que implica que los montos de financiamiento dirigidos
hacia Venezuela son cantidades irrisibles desde una visión global. Sin embargo,
no se puede obviar que el peso de la deuda adquirida por el Estado venezolano
puede a la postre conllevar tensiones políticas similares a las que se desarrollaron
entre el FMI y los estados latinoamericanos en décadas anteriores, puesto que
mientras se mantuvieron altos precios en el mercado del petróleo el pago de
dicha deuda no significó riesgos de envergadura para la banca asiática. Los
precios bajos podrían mermar la credibilidad venezolana como sujeto de crédito,
motivo por el cual podríamos asistir a un nuevo ciclo de las relaciones entre
China y Venezuela.
Respecto a la situación política interna, el
presidente Nicolás Maduro enfrenta niveles de popularidad tremendamente bajos,
pues apenas goza de un 22,6% de aprobación y 86% de la población evalúa muy
negativamente la situación actual del país y su gestión. En esta situación, el
oficialismo podría perder la mayoría parlamentaria en las próximas elecciones
legislativas en el último trimestre del presente año. Esto ha hecho que la oposición
conservadora, a pesar de su división interna, se movilice instrumentalizando la
escasez de productos básicos de alimentación e higiene, así como la falta de
medicamentos y los altos niveles de corrupción.
Si bien el país ya sufrió una contracción del 3,9% al
cierre del ejercicio 2014, el escenario proyectado eleva el desplome al 7% en
el presente año. En conclusión, el Partido Socialista Unificado de Venezuela
(PSUV) con sus líderes a la cabeza, está dejando en “bandeja” la entrega del
poder político a los sectores más reaccionarios del país. Ya son muchos los
miembros del oficialismo que dudan que el presidente Maduro llegue a agotar su
mandato.
Colombia cafetera
Colombia es uno de los países que tiene más alta
dependencia de los precios de las materias primas en su economía, motivo por el
cual su situación económica actual también se complicó. Las exportaciones
colombianas en materia de crudo han sufrido un fuerte impacto, dado que
mientras el gobierno pronosticó el barril a U$D 97, el mercado internacional lo
ha situado en un precio notablemente más barato. Esta situación significará un
déficit de U$D 9 billones, a lo que hay que sumar el hándicap que supone el paulatino
encarecimiento de los costos de exploración y explotación del sector, los
cuales ya de por si son altos por la falta de infraestructura de transporte y
logística. Construir un pozo en Colombia puede ser hasta tres veces más costoso
que hacerlo -en las mismas condiciones- en EEUU o México. Todo ello tendrá una
fuerte afectación sobre la recaudación tributaria, condición que pretende ser
paliada en parte con la reforma de dicho sector.
En Colombia, donde el crudo representa casi el 55% de
las exportaciones nacionales y alrededor del 20% de los ingresos fiscales, se prevé
una desaceleración del crecimiento del PIB de 4,8% en 2014 al 4% en el 2015.
Anteriormente se pronosticaba el 4,5% y es muy posible que el actual pronóstico
vuelva a sufrir revisión dentro del presente año.
De mantenerse los precios bajos del crudo durante el
año 2015, se estima que la proyección de exploración y producción de esta
industria será menor que en los años anteriores, lo que generaría a su vez, una
significativa pérdida de puestos de empleo. La Unión Sindical de la Industria
del Petróleo proyecta 25.000 puestos de empleo menos en un sector que cubren
137.000 operarios.
Por su parte, el sector cafetero alcanzó 12,1
millones de sacos de 60 kilos en 2014, un alza de un 11,5% respecto al crítico
año 2013, gracias a un aumento de la productividad en plantaciones renovadas y
el buen clima. Sin embargo, el pasado diciembre la producción bajó un 2,6%,
situándose en 1,08 millones de sacos, según datos de la Federación Nacional de Cafeteros.
Aunque los precios del café en el actual ejercicio
son una interrogante por su constante volatilidad, se prevé buenos precios para
lo que viene del año 2015, consecuencia de la sequía que asoló el rural sureste
brasileño. Al respecto, la Compañía Nacional de Abastecimiento de Brasil
(Conab) ha divulgado recientemente datos que reflejan una caída del 8,16% en la
producción de café brasileño en 2014, consecuencia de los impactos del cambio
climático. Los colombianos rezan para que dicha situación se mantenga o agrave durante
en el presente ejercicio, lo que generaría un mayor déficit de oferta en el
mercado internacional, con el consiguiente incremento de precios.
Cabe reseñar que la industria manufacturera continúa
rezagada frente a otras actividades y respecto al PIB total. El promedio de
crecimiento del PIB entre 2000 y 2014 fue de 4,2% anual, mientras que el PIB
industrial creció apenas 0,2%. Tan solo en relación al 2014, el sector
industrial de Colombia siguió creciendo 4,5 puntos por debajo del PIB nacional.
En realidad, más allá de que el Plan de Desarrollo
colombiano se enfoque sobre tres pilares básicos, “Paz, Equidad y
Educación”, la realidad es que los
sectores potencializados son la infraestructura, el minero-energético y el
agrobusiness.
Oro peruano
En el caso peruano, la economía creció el 2,35%
durante el pasado año, su ritmo más débil desde el año 2009, muy por debajo del
promedio del 6,4% anual de los diez últimos años.
Respecto a los sectores económicos más afectados por
la actual contracción, destacan pesca (descenso del 27,94%), minería (descenso
del 2,1%) y manufactura (descenso del 3,29%). En el caso de la pesca, su
desaceleración es debida a factores de carácter climático. En materia minera se
está sufriendo el impacto de la caída de precios, especialmente del oro, que
llegó a perder el 36% de su valor en los diez primeros meses del pasado año, y
al cual no se le avizora un futuro muy halagüeño. El sumatorio de los
desempeños negativos de ambos sectores explican a su vez, el descenso del
sector manufacturero.
Por su parte, el FMI no tiene mejores recomendaciones
para el gobierno del presidente Ollanta Humala que acelerar la implementación
de megaproyectos mineros, buscando incrementar la tasa de crecimiento. En
paralelo, varias agencias de internacionales de inteligencia económica involucradas
en las inversiones extractivas peruanas, destacan los riesgos del retraso o
cancelación de los nuevos proyectos mineros planificados en el país,
consecuencia de las resistencias generadas en las comunidades afectadas.
En el ámbito del petróleo, la caída del precio del
crudo está generando mayores obstáculos para atraer inversionistas externos
hacia la explotación de los hidrocarburos peruanos.
Todo lo anterior significó que las exportaciones
peruanas totales cerraran el ejercicio 2014 con una caída del 9%, lo que supone
un retroceso de U$D 3.924 millones respecto al año 2014. Dicha reducción tiene
su explicación en la menor cuantificación de las exportaciones peruanas en
minerales, dejando de percibir U$D 3.921 millones (casi el 99% del recorte
anual).
En relación al ámbito político, la aprobación
respecto a la gestión gubernamental del presidente Ollanta Humala se sitúa en
el 22%, uno de los índices más bajos de su gestión y de las gestiones
presidenciales latinoamericanas. Los porqués de dicha pérdida de popularidad giran
en torno a tramas de corrupción política, pérdida de liderazgo y baja
credibilidad política.
Narco
estado mexicano
Para México el desplome del crudo viene significando
el colapso de sus finanzas públicas, dado que a pesar de la reforma tributaria y
del régimen fiscal de Pemex, no se ha logrado aumentar los ingresos no
petroleros en el país. A esto hay que añadir que la dependencia de los recursos
provenientes de la actividad petrolera, calculada por el gobierno para el
ejercicio 2015 en U$D 79 por barril, se ha visto alterada por los precios del
petróleo. Dicha condición implicaría, en las condiciones actuales, una
cuantificación de menores ingresos que gira en torno a 15.700 millones de
dólares.
El país prevé impactos todavía más graves en el
segundo trimestre del presente año, motivo por el cual a finales del pasado mes
de enero, ya se anunció un recorte del gasto público de 124 mil millones de
pesos (U$D 8.513,6 millones).
Especialistas del sector energético mexicano, ponen
incluso en duda la continuidad de determinadas empresas extranjeras en diversos
proyectos energéticos cuestionando también las capacidades de estas para hacer
frente a sus obligaciones financieras a corto plazo.
La situación económica generó incluso que las
autoridades renunciaran a organizar los Campeonatos Mundiales de Natación 2017
previstos en Guadalajara. Otros proyectos de envergadura que han quedado
cancelados, son: la construcción del tren en la península de Yucatán y la
suspensión indefinida del tren de México DF a Querétaro.
En el plano político, la desaprobación a la gestión
gubernamental del presidente Enrique Peña Nieto ha alcanzado el 58%, siendo la
primera vez que un mandatario mexicano cae tanto desde los años 1995 y 1996, al
inicio de la gestión del ex presidente Ernesto Zedillo, en un contexto de
fuerte crisis económica. En la lectura de tales resultados se entremezclan
desde la masacre de 43 estudiantes en Iguala, hasta la debilidad económica
mexicana, pasando por el incumplimiento de las promesas presidenciales de abatir
la violencia relacionada con los cárteles del narcotráfico. En los dos primeros
años de gobierno priista, México sumaba ya 30.000 personas asesinadas sobre
todo en un grupo de estados donde la violencia es crítica.
Mercado de
trabajo latinoamericano
Con el escenario esbozado sobre el estado de las
principales economías de América Latina, el panorama laboral regional en el
2015 se ve fuertemente influenciado por esta realidad. Habrá impacto sobre indicadores
de desempleo e informalidad, alterando la tendencia positiva que se había
desarrollado en los últimos años.
Cabe señalar que la última vez que se había dejado de
generar empleo en la última década fue en 2009, el año de la crisis financiera
global, y la región se recuperó de forma muy rápida. Sin embargo, hoy existen notables
diferencias respecto a este pasado reciente, pues los pronósticos de la
economía regional vienen a indicar que el crecimiento lento podría durar
algunos años.
Todo esto hace que sobre la región se visualice un
panorama de incertidumbre sobre algunos de los importantes logros alcanzados en
la “década dorada”. No hay que olvidar que el empleo es factor clave en las
estrategias de reducción de la pobreza y la desigualdad. La región necesitará
crear cerca de 50 millones de plazas de empleo en los próximos diez años tan solo
para paliar su crecimiento demográfico vegetativo.
En relación a las brechas de genero y etarias, aunque
un gran número de mujeres se han incorporado al mercado de trabajo, su tasa de
participación es 30% inferior al de los hombres, lo que implica que se sitúan
con una tasa de desocupación más alta. Respecto a los jóvenes, el 40% de los
desempleados latinoamericanos tienen entre 15 y 24 años, y sus tasas de
desocupación son de dos a cuatro veces superior a la de los más mayores.
Respecto a la calidad del empleo, cabe significar que
a diferencia de lo ocurrido en años anteriores y posiblemente debido a la falta
de dinamismo del mercado de trabajo, en 2014 creció más el autoempleo que el
empleo asalariado, lo cual indica que los indicadores de informalidad tenderán a
volver a subir y la calidad del empleo disminuirá.
Nuevamente vuelve a situarse el reto en los deberes
no cumplidos por parte de los gobiernos latinoamericanos respecto a repensar
las estrategias para impulsar el crecimiento económico y la transformación productiva.
Una asignatura pendiente en América Latina.
China
estornuda y América Latina se enferma
Cabría indicar que mientras todavía algunos asesores
económicos de los respectivos gobiernos desarrollan concienzudas tesis para
entender que está pasando con la economía china, han sido las leyes básicas de
la gravedad económica las que han devuelto a la tierra al gigante asiático y
otros grandes mercados emergentes. La primera de estas leyes es la que hace
referencia a las grandes cifras, según la cual cuanto más rico es un país, más
difícil le resulta aumentar la riqueza nacional a un ritmo rápido.
China y muchos otros mercados emergentes siguen un
modelo de crecimiento basado en las exportaciones similar al adoptado por
Japón, Corea del Sur y Taiwán después de la Segunda Guerra Mundial. Todas estas
economías de alza bajaron del 9% o 10% de crecimiento de PIB anual al 5% o 6%
cuando sus rentas per cápita alcanzaron un nivel medio-alto. Japón tocó ese
máximo a mediados de la década de 1970; Taiwán y Corea del Sur lo hicieron en
las dos décadas subsiguientes. Nótese que se trata de grandes ejemplos exitosos
en la historia de desarrollo económico, es decir, que representan el mejor de
los escenarios posibles dentro del sistema mundo capitalista.
Después de que Deng Xiaoping empezara a experimentar
con sus reformas de libre mercado a principios de la década de 1980, la hoy más
importante de las economías emergentes se preparó para lanzar una reforma tipo
“Big Bang” cada cinco años, y cada
nueva medida aperturista –primero la privatización de la agricultura, luego de
los negocios, después franquear la entrada de las empresas extranjeras-
precipitó una nueva racha de crecimiento. Sin embargo todo apunta a que ese
ciclo económico toco fondo.
China pretende desarrollar nueva etapa en el que los
costes y la opinión pública ya comienzan a tomar importancia y donde los experimentos
multimillonarios sin mayor utilidad social o económica se reducen. Hay un proceso
de reflexión en marcha que arrancó en el año 2008, cuando el entonces primer
ministro Wen Jiabao calificó el crecimiento chino de “desequilibrado,
descoordinado e insostenible”, situación que fue empeorando con el tiempo.
La deuda total china en relación al PIB creció con
rapidez y la ventaja que suponía la mano de obra barata fue esfumándose en
función de que la demanda de trabajadores superó la oferta. Esta situación ha
permitido la organización obrera en muchos centros de producción y cierta
ventaja a la hora de negociar las nuevas condiciones de trabajo. Reclamos,
movilizaciones y huelgas ya comienzan a ser habituales por gran parte del
cinturón industrial de la costa suroriental del país. Hay fabricantes que
incluso se están trasladando a países como Indonesia y Bangladesh.
China prosperó a la vieja usanza, construyendo
carreteras para unir las fábricas a los puertos, desarrollando redes de
telecomunicaciones para conectar unos negocios con otros y ofreciendo a
campesinos desempleados puestos de trabajo en fábricas urbanas que aumentaron
su poder adquisitivo. Ahora todas estas medidas parecen estar llegando a su
etapa de madurez, a medida que la oferta de mano de obra procedente de zonas
rurales se agota –el flujo migratorio interno hacia las grandes urbes ha
decrecido drásticamente-, el empleo en las fábricas alcanza su máxima capacidad
y la red de autopistas ya alcanza los 75.000 kilómetros, la segunda más larga
del mundo tras los 100.000 kilómetros estadounidenses. La tendencia demográfica
que en décadas recientes ha inclinado la balanza de población hacia trabajadores
jóvenes y activos comienza a mermar con la aparición de una clase social de
pensionistas que pronto generarán impacto sobre el crecimiento económico chino.
Las exportaciones que han espoleado el crecimiento
del país también empezarán a declinar conforme Occidente vaya afinando sus
estrategias de control de endeudamiento. En la última década las exportaciones
chinas crecieron a una media anual del 20%, algo insostenible económica y
ambientalmente en las condiciones globales actuales.
En realidad, el camino que parece haber emprendido la
República Popular China es parecido al que siguió Japón a principios de la
década de 1970, cuando su economía, en auge desde el fin de la guerra, se
ralentizó de forma marcada pero continuó creciendo a un ritmo rápido. Algo
normal y derivado de la fase de madurez de cualquier economía “milagro”
capitalista.
En 1998 para que la economía de China creciera el 10%
tuvo que expandir sus actividades en U$D 100.000 millones y consumir el 10% de
las materias primas industriales mundiales. En 2011 para crecer igual de
rápido, necesitó expandirse en U$D 6 billones y fagocitar el 30% de la
producción global de materias primas. El modelo no es soportable y China generó
un punto de inflexión buscando regular lo es evidentemente insostenible.
El impacto tiene calado mundial, pero sus
repercusiones en América Latina han sido casi de nocaut para el subcontinente.
Lo que requiere la necesidad de reflexión por parte de los articuladores de la
política económica regional sobre –más allá de sus escasos criterios
ambientales- los riesgo derivados de la dependencia económica a los recursos
naturales y mercados de exportación concentrados.
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