Decio Machado desde Quito
El pasado 30 de septiembre, en varios puntos del país se amotinaron diversos acuartelamientos de la Policía Nacional. El momento tuvo dos localidades críticas, Quito y Guayaquil, las dos ciudades más importantes del país.
Notificado el Presidente Correa de la situación, se personó en el cuartel del Regimiento Num. 1 de Quito con el fin de informar debidamente a los sublevados de cuál es el contenido de la Ley y eliminar cualquier tipo de suspicacias entorno a su articulado.
Tras ser fuertemente vapuleado dentro del acuartelamiento, el Presidente Correa no pudo abandonar el recinto, y fue recluido en el Hospital de la Policía, situado en el edificio contiguo al cuartel sublevado.
No más de medio centenar de civiles se aproximaron en un primer momento, a las puertas del acuartelamiento gritando consignas anti correístas y solicitando a los policías sublevados que no dejaran salir al Presidente. Entre ellos aparecía una cara conocida, el abogado Pablo Guerrero, vinculado al ex presidente Lucio Gutiérrez, quien presidió el Ecuador entre primeros del 2003 y abril de 2005, cuando se vio forzado a abandonar el Palacio de Carondelet –palacio presidencial- ante las fuertes movilizaciones de la ciudadanía quiteña y sectores indígenas provenientes de diferentes partes de la Sierra Central andina. Lucio Gutiérrez encabeza hoy el Partido Sociedad Patriótica, principal oposición conservadora al régimen de Rafael Correa.
En esos momentos, la Policía Nacional desalojaba a los asambleístas de Alianza PAIS de la Asamblea Nacional (el poder legislativo ecuatoriano), tomando el edificio y solo permitiendo la presencia de la oposición conservadora en su interior.
De igual manera, la Policía Nacional tomaba los aeropuertos de Quito y Guayaquil, los únicos en el país de donde parten y llegan vuelos desde el exterior, impidiendo el tránsito de aviones hasta bien avanzada la tarde.
Automáticamente corrieron las convocatorias vía sms por todos los teléfonos celulares del Ecuador, convocando una manifestación de apoyo al presidente constitucionalmente elegido frente al Palacio de Carondelet.
Miles de personas, militante y no militantes de Alianza PAIS se congregaban frente al palacio presidencial. En su terraza principal, múltiples ministros del gobierno correístas arengaban a los manifestantes con consignas de apoyo al régimen y en defensa de la democracia y el Estado de derecho. El canciller Ricardo Patiño, máximo dirigente del partido de gobierno llamaba a rescatar al Presidente en el Hospital de la Policía. Por diversas calles de Quito los manifestantes pro gubernamentales avanzaban hacia el acuartelamiento amotinado coreando consignas a favor del Presidente Correa.
Desde que la noticia del secuestro del Presidente comenzó a expandirse por la ciudad, cientos de personas ya se habían movilizado atrincherándose en la zona del hospital y haciendo frente a las bombas de humo y gases lacrimógenos lanzados por los policías amotinados con las pocas piedras que encontraban por el camino.
En Guayaquil especialmente, pero también en algunas ciudades más, pequeños grupos de manifestantes de la derecha celebraban en las calles a favor del golpe de Estado. Jóvenes universitarios, muchos de ellos aleccionados por los estudiantes antichavistas de Venezuela (han estado en Guayaquil en varias ocasiones invitados a charlas y conferencias); y por otro lado, militantes de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE), de perfil maoísta, intentaron tomas de edificios públicos (en Cuenca y Guayaquil), al igual que levantaron algunas fogatas en calles cercanas a algunos centros universitarios. Sorprendió ver como la izquierda maoísta apoyaba la intento golpista.
Quito se convertía en el bastión del levantamiento, y aunque sin apoyo popular, los policías sublevados elevaban su nivel de represión sobre los ciudadanos, en cada vez en mayor número se aproximaban al Hospital Metropolitano.
Con palos, piedras y gran coraje, los manifestantes hicieron frente durante todo el día a las cargas y disparos de la Policía Nacional, que defendían su cerco al hospital donde Correa se hallaba secuestrado.
Al grito de “Oh Ah Correa no se va”, “Quito no se ahueva” y “No nos vamos de aquí sin nuestro Presidente”, jóvenes, mayores e incluso gentes en silla de ruedas, cargados de una enorme valentía hacían frente a las embestidas policiales de una brutalidad propia de los años 70 en la región.
Sin embargo poco a poco la multitud avanzaba, haciendo cada vez más corto el espacio que les separaba de su presidente. Algunos fueron heridos y principalmente gaseados, teniendo que ser atendidos por asfixia por los sanitarios que llegaban a la zona.
Con anterioridad, el mismo Presidente Correa también había sido gaseado cuando se encontraba dentro del cuartel, y su escolta personal sufrió las agresiones de los policías amotinados.
La cúpula militar manifestaba su apoyo al régimen, lo cual significó el fin de cualquier posibilidad de éxito de la sublevación policial, aun así, los policías sublevados continuaban sus acciones de forma cada vez más violentamente, y el ejército no aparecía.
Frente al palacio presidencial, donde todo estaba tranquilo, se aglutinaban miles de personas para defender la casa de gobierno de una posible toma por parte de las fuerzas de seguridad.
El canciller Patiño fue golpeado cuando se aproximó al hospital con el objetivo de hablar con el Presidente de la República. También otros ministros se personaron en el lugar, pero la línea de frente estaba conformada fundamentalmente por jóvenes que ejercían la resistencia frente a la brutalidad policial.
Mientras llegaban muy deficientemente las noticias de que en el resto del país la situación se normalizaba, los aeropuertos de Quito y Guayaquil eran recuperados y se ponían nuevamente en funcionamiento, un grupo de policías vestidos de civil, junto con un grupo de civiles, cuyas dirigentes reconocidas, tienen vinculación con el Opus Dei, ocupaban violentamente la televisión pública, Ecuador TV. Una vez más, aparecía el rosto del abogado Pablo Guerrero liderando a los sediciosos e intentando hablar por este medio.
Caída la noche, se articuló la operación militar para sacar al Presidente Correa del hospital y trasladarlo al Palacio de Carondelet. Unidades militares llegaban a los entornos del hospital en múltiples camiones y buses, siendo aplaudidos por los manifestantes que muchos de ellos llevaban todo el día reclamando la liberación de su presidente.
La respuesta policial fue sorprendente, disparando gases lacrimógenos y balas reales los militares recién llegados. Entorno a 45 minutos duró el tiroteo hasta que los Grupos de Operaciones Especiales (GOE) consiguieron acceder al hospital y liberar al Presidente Correa.
Trasladado con urgencia a Carondelet, la balacera continuó durante al menos una hora más, de la que sin estar los datos claros, parece ser que hay dos víctimas de momento y cerca de una treintena de heridos. No se tienen datos de detenciones, lo que presupone que los policías nacionales debieron escaparse del acuartelamiento.
Era el fin definitivo del levantamiento. El Presidente prometió ante la multitud concretada en Carondelet, que se hará justicia y que no habrá perdón, responsabilizando a los hermanos Gutiérrez del Partido Sociedad Patriótica de la intoxicación informativa que sufrieron los policías amotinados.
Sin embargo, y a pesar del buen desenlace de la crisis que duró hasta largas horas de la noche, el régimen demostró tener una muy deficiente inteligencia en materia de seguridad, pues nunca pensó en la posibilidad de un alzamiento y no tenían reacción ante una situación de estas características.
Por otro lado, y a pesar de que el nivel de movilización era importante, se constata la necesidad de una organización de base del proceso, lo cual hubiese permitido: coordinación de las acciones y más gente en la calle resistiendo.
Por último, las diferencias que el régimen ha ido generando con los movimientos sociales, hizo que tampoco fuese visible la presencia de organizaciones sociales estructuradas en la resistencia, si no gentes que a título individual se movilizaban en defensa de la democracia.
Triunfó la democracia, y sus artífices fueron los miles de ciudadanos que se enfrentaron durante todo el día a los policías golpistas; dejándoles claro que el pueblo estaba dispuesto a defender a su Presidente Constitucional hasta las últimas consecuencias.
Si la intención de la derecha fue el derrocamiento régimen correísta, en este momento todo parece indicar que el Presidente Correa disolverá la Asamblea Nacional, convocando elecciones generales. Tras los sucesos del día de ayer, el Presidente Correa y Alianza PAIS saldrán fuertemente reforzados en este escrutinio popular, lo que significará el hundimiento el generalizado de todas las demás opciones políticas en disputa, y en especial de las organizaciones de la derecha ecuatoriana y dentro de esta la del ex coronel Lucio Gutiérrez. A la derecha golpista le salió el “tiro por la culata”
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