miércoles, 25 de octubre de 2017

La vuelta del pensamiento conservador

Por Decio Machado
Revista Plan V

La década de 1960 y 1970 en América Latina significó una fuerte ebullición de ideas revolucionarias a nivel continental, donde el pensamiento y la producción intelectual fue transversalizada por la política y la ideología. La Operación Cóndor y los derivados de aquellos golpes cívico-militares significaron el exilio de las y los intelectuales más interesantes del subcontinente, pero no se limitó por ello la capacidad de generación de espacios de reflexión y discusión crítica que configuraron un cambio epocal en la cultura latinoamericana.

Tras el fin de las dictaduras y el nuevo ciclo democrático en la región, se configuró un escenario determinado por la consolidación del pensamiento neoliberal y una nueva composición de las relaciones entre Estado, mercado y sociedad civil. Surgen nuevos actores que transforman, desde diferentes lugares (think tanks, centros de investigación, fundaciones privadas, universidades, empresas y organismos multilaterales)  y con diferentes objetivos e intereses, el sentido de la política. En pocas palabras, este tipo de organizaciones postuladoras del pensamiento neoliberal -con una visión mucho más pragmática respecto a su capacidad de acción sobre la política- significan una transformación en el campo del pensamiento, pues se alejan de la simple reflexión teórica para pasar a orientar sus objetivos a la incidencia en la toma de decisiones sobre espacios políticos concretos.

El proceso es copia de lo ya sucedido en los países del Norte desarrollado, donde las reformas neoliberales desarrolladas durante el gobierno de Margaret Thatcher en Gran Bretaña (1979-1990) se basaron en los estudios realizados y promovidos por el Institute of Economic Affairs; y de igual manera, las de similar perfil ideológico aplicadas por el gobierno de Ronald Reagan en Estados Unidos (1981-1988) fueron impulsadas desde la Heritage Foundation.

Estos hijos latinoamericanos de las tesis de Francis Fukuyama sobre el “fin de la historia” producen en su momento una crisis tanto de índole cultural como política, donde la intelectualidad y las organizaciones políticas quedaron muy debilitados dejando un vacío en la política que comienza a ser ocupado por actores tales como los medios de comunicación, los gestores con expertise técnica y la tecnoburocracia institucional. Es desde ahí desde donde se consagra la crisis de las ideologías y de la intelectualidad política en el subcontinente. Pese a ello, subsistió una camada de intelectuales locales que todavía entendían que su rol era una tarea colectiva, al servicio de sujetos colectivos en lucha, por la transformación social en un mundo que tiende a ser cada vez más injusto.

La llegada del ciclo progresista a la región no significó el repunte de postulados políticos alternativos, sino más bien todo lo contrario. Una de las consecuencias más nefastas de este período progresista fue la deserción de una generación casi completa de profesionales académicos respecto a su papel como impulsores del pensamiento crítico. Pocas veces en la historia hemos observado una combinación tan extensa de simplificación del pensamiento y de actitud conformista como a la que asistimos durante estos años. Entender que los gobiernos posneoliberales significaban una lógica revolucionaria en la región es una muestra de lo que el subcomandante Galeano del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas denominó en algún momento como “pensamiento perezoso”, es decir, ese que queda atado a los poderes existentes y es incapaz de desplegarse libremente con especial vocación autocrítica.

Es evidente que el progresismo latinoamericano ignoró el legado intelectual del dramaturgo francés Albert Camus, quien indicó setenta años atrás que “en las galeras siempre se podría cantar a las estrellas mientras los forzados remaban”, es decir, que el intelectual no debe estar al servicio de los que hacen la historia, sino de los que la sufren. Y de igual manera, el progresismo se olvidó también del padre del existencialismo, Jean Paul Sartre, cuando este definió que la misión de un intelectual es proporcionar a la sociedad una “conciencia inquieta” de sí misma, “una conciencia que la arranque de la inmediatez y despierte la reflexión”. Para Sartre y otros tantos pensadores más, un intelectual comprometido y crítico debe ser autónomo respecto a los poderes y los aparatos políticos. Se diría en aquellos tiempos de revuelta resultantes del mayo de 1968 que los aportes de la intelectualidad que se reclama como transformadora, ni pueden estar sujetos al poder político o religioso ni subordinados al partido “revolucionario”.

En esa misma línea, el escritor palestino-estadounidense Edward Said definiría, en su libro Representaciones del intelectual (1996), al intelectual como un contradictor del poder y perturbador del statuo quo, cuyo rol es plantear públicamente cuestiones incómodas para los gobernantes, desafiando las ortodoxias religiosas e ideológicas de su sociedad y demostrando un espíritu indócil no domesticable por las instituciones.

Sin embargo, la mayor parte de la intelectualidad progresista latinoamericana durante este período posneoliberal -hoy en decadencia- olvidó la esencia de la intelectualidad rebelde, autónoma y crítica que dio históricamente origen a espacios de pensamiento constituidos desde la racionalidad para cuestionar al poder, pasando a ejercer sus funciones de forma sistemática en el ámbito de la legitimación al nuevo poder político. Estos “intelectuales orgánicos”, utilizando la terminología gramsciana, pasaron más de una década haciendo apología, mediante tediosos textos compuestos por un mosaico de fragmentos ideológicos mal combinados, a unas supuestas “revoluciones” inexistentes bajo su redoblada fe en presidentes y otros liderazgos institucionales.

Fruto de estos errores, las nuevas derechas regionales se rearticulan en la actualidad bajo el recurso dialectico de la reivindicación y (re)vinculación con la democracia desde un sentido meramente instrumental. Es así, que cuestionan las lógicas de concentración del poder establecidas durante la última década, al igual que denuncian los múltiples casos de corrupción que poco a poco han ido desvelándose una vez que los progresismos de diferentes países han ido cayendo en desgracia.

Estos nuevos voceros del pensamiento ideológico neoconservador se articulan bajo la figura de nuevos defensores de la estabilidad institucional, utilizando para ello un discurso pospolítico y desideologizado que busca deslegitimar cualquier concepto de antagonismo y la existencia de conflictos sociales. Estratégicamente esto significa plantear nuevas lógicas del consenso, pretendiendo superar con ello los clásicos conceptos de derecha e izquierda -a los cuales denominan propios de las narrativas de otras épocas-, así como del conflicto de clases. Para ello se plantea el discurso de la eficiencia como eje superador de la vieja política ideologizada.

En realidad estamos ante una reactualización el pensamiento de Fukuyama, donde el fin de las ideologías presupone el fin de todo sentido respecto a la confrontación social. La política pasa nuevamente a tomar una mera dimensión técnica y administrativa, donde la lógica empresarial -basada en la eficiencia- desplaza a cualquier concepto vinculado a un modelo de sociedad alternativa y configuradora de justicia social e igualdad.

Bajo esta reactualizada narrativa basada en la necrofilia ideológica nos situamos en un plano político nuevo, donde la pospolítica es nucleada en torno a los nuevos liderazgos capitalizados por outsiders que ya no tienen necesidad de conocimientos sobre teoría política o ciencias humanas. Así, en nombre de la estabilidad económica y política se vuelve a hacer la vista gorda ante un modelo de sociedad que hace aguas por todos lados, naturalizándose bajo una especie de cinismo antropológico las distorsiones sociales que genera un sistema que reduce al individuo a una subjetividad sin sustancia.

viernes, 13 de octubre de 2017

Breve análisis sobre las recientes medidas económicas anunciadas por el presidente Lenín Moreno

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Por Decio Machado / Director Ejecutivo de la Fundación ALDHEA

La situación de endeudamiento y recesión económica en la que dejó el gobierno anterior al país requiere de grandes dosis de pragmatismo para articular una política económica adecuada para el Ecuador. Sin embargo, el pragmatismo es también una ideología cuyos límites están en la dificultad para prever las consecuencias a largo plazo de las políticas gubernamentales y en la tendencia a desentenderse de realidades que no encajen en visiones cortoplacistas de conveniencias momentáneas. Así las cosas, el país requiere de un plan económico que aún no tenemos y que va más allá de meras líneas de acción coyunturales como las expresadas hasta ahora por el actual gobierno nacional.

Respecto a lo anterior, cabe reseñar que toda política económica debería buscar a la postre cuatro ejes básicos: lograr un crecimiento económico sostenido en el tiempo, conseguir la estabilidad de los precios, favorecer el empleo y lograr un marco de justicia económica y social para el conjunto de la población.

Para lograr esos fines, todo manual de Estado aplicado a la política económica se vale de un serie de instituciones y actores que pueden ser directos –el Estado en todos sus niveles y así como sus instituciones públicas- e indirectos –banca, asociaciones empresariales, corporaciones transnacionales, inversionistas y sindicatos-. El objetivo ideal de cualquier Estado es que tanto unos como otros avancen juntos en la misma dirección para conseguir que las políticas sean efectivas y cumplan los objetivos trazados.

Para ello hace falta, en la medida de lo posible, alcanzar un acuerdo democratizador que fomente la producción, el empleo y los ingresos con justicia social. Todo ello teniendo presente que vivimos en un país donde los sectores económicos están controlados semi-oligopólicamente, donde los grandes beneficiados económicos de las políticas del gobierno anterior -pese a sus quejas- fueron los grandes capitales y donde la capacidad productiva de las empresas es baja y carece de diversificación pese al tan “carareado” cambio de matriz productiva.

Bien, pues bajo ese esquema de pretendido consenso son cinco ejes los de intervención planteados por el presidente Moreno en la noche del 11 de octubre como medidas económicas inmediatas para reactivar la economía nacional y fomentar el empleo: eliminar la Ley de Plusvalía, fortalecer la dolarización, profundizar el programa de austeridad, combatir el contrabando y la evasión de impuestos, así como articular un cambio de política económica con base sobre el Impuesto a la Renta.

Respecto a la Ley de Plusvalía, su continuidad o derogación será decidida democráticamente por la sociedad ecuatoriana, puesto que forma parte del cuestionario de la consulta popular entregada el pasado día 2 de octubre por la secretaría jurídica de la Presidencia a la Corte Constitucional. En todo caso vale resaltar que, más allá de que es de justicia establecer medidas contra la especulación del suelo, en un país que sufre un déficit de entre 800.000 y 1.000.000 de viviendas, la entrada en vigencia de dicha ley ha significado una reducción del 15% en la construcción de estás y el sector se ha contraído en un 5% dejando de generar empleo. En el caso de ser derogada plebiscitariamente dicha normativa, tendrá que ser mediante el artículo 60 de la Ley de Ordenamiento Territorial, Uso y Gestión del Suelo (LOOTUS) como se regule el mercado del suelo y se eviten prácticas especulativas respecto a la plusvalía de bienes de inmuebles.

En el artículo 60 de dicho ordenamiento se indica:

“Los instrumentos para regular el mercado del suelo establecen mecanismos para evitar las prácticas especulativas sobre los bienes inmuebles y facilitar la adquisición del suelo público para el desarrollo de actuaciones urbanísticas. Dichos instrumentos son el derecho de adquisición preferente, la declaración de desarrollo y construcción prioritaria, la declaración de zona de interés social, el anuncio del proyecto, las afectaciones, el derecho de superficie y los bancos de suelo.”

El cumplimiento cabal de este artículo de la LOOTUS debería ser debidamente fiscalizado por las autoridades de control y forma parte de las políticas de descentralización y transferencia de competencias a unos gobiernos autónomos cada vez más descapitalizados, debiéndose implementar los mecanismos apropiados para la captación por parte de estos de los beneficios por el alza del precio de un bien inmueble o terreno fruto de la transformación de suelo rural a urbano, la modificación de usos del suelo o la autorización de un mayor aprovechamiento del suelo a cambio de una participación justa del Estado en el beneficio económico que estos derechos adicionales significan.

Respecto a la segunda línea de acción, fortalecer la dolarización, el presidente Moreno se comprometió a presentar una ley de incentivo para la repatriación de capitales planteando la exoneración del pago del Impuesto a la Renta durante cinco años a quienes cumplan con esta demanda durante el primer año de la entrada en vigor de la ley. El gobierno busca la entrada de 1.700 millones de dólares hoy fuera de la economía nacional, reequilibrando en parte el sistema monetario dolarizado y dinamizando la actividad económica. En ese sentido, también se plantea el compromiso de devolver el impuesto por ingreso de divisas a los exportadores y por el mantenimiento de las plazas de empleo en el sector, pero no se cede a la presión empresarial de eliminar el impuesto a la salida de capitales, un impuesto fundamental en una economía rentista y de escasa diversificación productiva como la ecuatoriana en aras a defender una dolarización que en la actualidad nos mantiene atrapados en el ámbito de la falta de soberanía monetaria.

Siguiendo con este apartado, preocupan más que lo dicho las posibles medidas no anunciadas por el Presidente de la República. En este sentido y al día siguiente de la alocución presidencial, el ministro de Comercio Exterior, Pablo Campana, declararía públicamente que se está trabajando con la Procuraduría General del Estado y la Cancillería para que en los próximos días sea presentado un borrador de nuevos Tratados Bilaterales de Inversión (TBI), los cuales durante el anterior gobierno fueron en gran parte denunciados. Según Campana, los inversionistas ven la necesidad de resucitar los TBIs para tener un marco legislativo seguro, ignorando que dicho marco jurídico especial se sobrepone a la legislación interna del país y conlleva una importante involución en el ámbito de la soberanía nacional. 

Para el titular de la cartera de Comercio Exterior, la mayoría de los países con los que se pretenden establecer líneas de inversiones en Ecuador demandan la articulación de TBIs. La carencia de estos vendría a explicar en parte la baja Inversión Extranjera Directa (IED) que actualmente recibe el país, la cual se cuantifica en tan solo el 0.79% de la que llega a América Latina y Caribe. Lo que no dice este alto funcionario público es que un país como Brasil, mayor receptor de IED del subcontinente, nunca suscribió en su historia un TBI y por lo tanto no enfrenta demanda alguna ante el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI), una institución de arbitraje internacional que gran daño ha causado con sus sentencias al Ecuador y resto de países del Sur global.

En la noche del pasado día 11, el presidente Moreno volvió a hacer hincapié en la necesidad de profundizar el programa de austeridad sobre las cuentas púbicas ya puesto en marcha y mediante el cual se busca reducir el déficit fiscal del actual 4,7% del PIB –que en realidad está por encima del 6%- al 1% en el 2020. Para ello ya se están aplicando medidas de austeridad que conllevan la reducción del 10% en el sueldo de servidores públicos del jerárquico superior –en la actualidad el 8% del empleo público absorbe el 20% del gasto corriente en nómina-, la limitación de contratación de consultorías, pagos de horas extras y viáticos, además de la supresión de compra de vehículos de lujo y otros tantos gastos más de carácter innecesario.

A este respecto cabe destacar que las medidas planteadas se alejan del tan demandado ajuste económico reclamado desde los voceros de los grandes grupos económicos y la oposición conservadora, y que de igual manera fuera tan falsamente anunciado por el ex mandatario Rafael Correa y sus seguidores a través de las redes sociales. Al menos hasta el momento, el frente económico gubernamental demuestra entender que reducir el déficit no tiene porqué significar recortes sociales. Un ejemplo concreto de políticas alternativas en este sentido son las expuestas por el economista y profesor universitario Pablo Dávalos, quien ha llegado a plantear esquemas muy validos que tienen parecidos al de los derivados financieros. Según Dávalos, se podrá establecer un sistema de compensación del déficit fiscal a través de la emisión de SWAPs –seguros de ejecución presupuestaria- mediante la transferencia, a año vencido, de los recursos de ejecución presupuestaria no ejecutados y convertidos en Certificados de Programación Fiscal por un monto similar al del déficit y respaldados por el Fondo de Estabilización Económica y Monetaria.

Respecto al cuarto eje de acción, lo que tiene que ver con el combate al contrabando y la evasión fiscal, el mandatario planteó que se implementará un sistema destinado a eliminar la subvaloración de mercancías, fijando aranceles que protejan la industria nacional y una tasa de control de 10 centavos por producto para financiar la lucha de las aduanas contra el contrabando y la evasión.

Si bien es cierto que 10 centavos por ítem puede significar mucho o poco en función del precio de cada producto gravado, lo que en principio apunta a una medida no proporcionalizada, una vez más el sector de importador –eje fundamental en una economía de escasa capacidad productiva- clama contra dicho impuesto y los aranceles en general, ignorando la dificultad que atraviesa el sector productivo nacional que sí cumple con sus obligaciones tributarias para poder competir con este segmento de competencia desleal basado en la comercialización de productos de contrabando y la necesidad de proteger la escasa producción nacional de un país sin capacidad de devaluación en su moneda.

En todo caso, las medidas planteadas por el régimen dejan entrever cierta limitación a la hora de conceptualizar excepciones de carácter estratégico, tales como podrían ser la exoneración de aranceles para el sector ciencia y tecnología o moratorias para la importación de vehículos livianos a combustión interna vs liberalización de importaciones de vehículos híbridos y eléctricos, por poner tan solo un par de ejemplos.

Ahora bien, lo más interesante de las medidas anunciadas por el presidente Moreno tiene que ver con el cambio de las políticas económicas poniendo como eje el Impuesto a la Renta, es decir, la política fiscal.

Mientras los agoreros del desastre -léase ese 20% de voto duro correista que aún queda en el país- auspiciaban un “paquetazo” económico (incremento de los precios del gas, combustibles, electricidad y la tasa del IVA), la propuesta presidencial y de su equipo de gestión se basa en la reactivación productiva poniendo en el centro de estas medidas a las pequeñas y medianas empresas.

Es así que el presidente Moreno anunció el envío en breve a la Asamblea Nacional de un proyecto de ley destinado a eliminar el anticipo del Impuesto a la Renta para las empresas cuyas ventas no superen los 300.000 dólares, así como para que las microempresas ya establecidas no paguen dicho impuesto por sus primeros 11.000 dólares de utilidad y los nuevos emprendedores tampoco tengan que pagar dicho tributo durante los dos primeros años de existencia.

De esta manera se articula un elemento de cambio fundamental en las políticas económicas del gobierno nacional que tiene que ver con que el Impuesto a la Renta pase a ser utilizado para incentivar a las empresas y el empleo, y no para equilibrar las cuentas públicas, tal y como pasaba antaño.

En ese sentido, a las empresas que facturen más de 300.000 dólares se les aplicará la devolución progresiva del impuesto mínimo del anticipo al Impuesto de la Renta, comenzando con el 50% durante el 2018. Para asegurar esa medida, el gobierno pide a los emprendedores que se cumpla con el compromiso de al menos mantener las plazas de empleo actualmente existentes.

Sin embargo, los representantes de los grandes grupos económicos del país –esos que manejan ingresos por el 59% del PIB pero tan sólo tributan en la práctica el 2.31% de estos- se quejan de que el Impuesto a la Renta pase del 22% al 25% tal y como era hasta el 2010. Las élites económicas también consideran desmedido que los ecuatorianos que perciben más de 3.000 dólares mensuales –más de ocho veces de un salario básico al que tan solo llegan menos de la mitad de la población económicamente activa- tributen el Impuesto a la Renta sobre el décimo tercer sueldo para partir del próximo año.

Al respeto cabe señalar el retrógrado nivel que demuestran los voceros y representantes políticos de estas élites, dado que hasta el propio FMI -institución financiera internacional poco sospecha de izquierdismo- plantea en su última publicación del Monitor Fiscal la necesidad de actuar sobre tres áreas básicas: el incremento de los impuestos aplicados a las rentas más altas, la adopción de un régimen con un salario básico universal y el crecimiento del gasto público en el terreno de la educación y la salud. Respecto a este último apartado, cabe significar que en el Ecuador actual, dicha inversión ha pasado a ser inferior al gasto aplicado para cubrir el déficit fiscal y pagar amortizaciones de deuda -entre 8.000 y 10.000 millones de dólares anuales- adquirida de forma desproporcionada por el anterior gobierno durante los últimos tres años de su gestión.

Según el FMI, institución históricamente bendecida por las élites económicas latinoamericanas, el incremento de la desigualdad y la brecha social es tan grande a nivel planetario que se indica: “Nuestros resultados sugieren que es posible aumentar el grado de progresividad tributaria (…) y también se podría evaluar distintos tipos de impuestos sobre la riqueza”.

Ante la voracidad de la banca privada, importante es también la medida presidencial anunciada por la cual el dinero electrónico pasaría a estar gestionado también por las cooperativas de ahorro y crédito, lo que significa darle liquidez a los sectores más olvidados de la economía nacional.

En todo caso y más allá de las medidas enfocadas de incentivar la producción poniendo énfasis en los sectores micro y medianos productivos (donde faltan propuestas para el crédito educativo, de apoyo a la mujer emprendedora, fondos de inversión de riesgo para primeros emprendimientos, programas destinados a incentivar el primer empleo y estrategias sólidas destinadas al sector agropecuario) la propuesta gubernamental demuestra una carencia en los ámbitos que tienen que ver con reincentivar ese consumo venido a menos a partir de la caída de precios del crudo.

En este sentido y más allá del riesgo de flexibilización laboral que podría suponer la actual reforma en marcha del sistema de contratación laboral en el país, una medida tan básica como la disminución del IVA en tan solo dos puntos vendría a significar un incremento de liquidez para los consumidores, tal y como ya se demostró cuando dicho impuesto regresivo pasó del 14 al 12% haciendo que la economía del país creciera un 3% en tan solo un trimestre.

También siembra dudas el anuncio presidencial de cumplir en los términos acordados con las obligaciones contraídas con proveedores internacionales, lo cual a la larga no viene a significar otra cosa que prolongar la agonía del endeudamiento heredado y desplazar al año que viene una medida –la renegociación de la deuda externa- que tendrá que se aplicada para que el Estado tenga algo de liquidez. Respecto a esto, se debe tener en cuenta que el incremento del Impuesto a la Renta para las grandes empresas, los cuales se aplicarán en 2018, comenzarán a tener sus frutos en las arcas públicas a partir del siguiente año.

En resumen y saludando el hecho de que el presidente Lenín Moreno y su gabinete no hayan sucumbido a las presiones de los grandes grupos económicos que operan en el país, las propuestas gubernamentales expuestas en la noche del 11 de octubre no conforman un programa económico sólido para salir de la crisis. Son básicamente líneas de acción político económica coyunturales y de medidas de aplicación a corto plazo. Seguimos sin hoja de ruta para salir de una economía extractivista que agudiza nuestra dependencia respecto a las necesidades de los mercados globales de commodities, seguimos sin criterio a la hora de determinar que tipo de inversión extranjera directa queremos, seguimos sin medidas claras para diversificar y democratizar el sector productivo y se mantiene la actual desvinculación entre política social y económica en Ecuador.






lunes, 9 de octubre de 2017

Las tres muertes del Che Guevara

Pese a los intentos de manipular su herencia, la memoria del Che pervive como la imagen misma de la rebeldía.

Por Decio Machado

Cincuenta años han pasado desde su muerte, pero el Che Guevara continúa despertando pasiones. Su imagen sigue siendo ícono habitual en camisetas, pósters, carteles, murales y banderas en todas partes del mundo. Los libros sobre su biografía se reeditan año tras año y otros tantos más aparecen cada vez que se aproximan los aniversarios de su muerte.

En Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela se celebran en estos momentos actos institucionales de homenaje a la figura de este guerrillero abatido cobardemente el 9 de octubre de 1967 en La Higuera, un pequeño poblado ubicado en el municipio de Pucará, a unos 60 kilómetros de la ciudad de Vallegrande. Pero más allá de las agendas gubernamentales, son muchos los que en estos días recuerdan su figura, rindiéndole homenaje personal o colectivo de muy diferentes formas en los cinco continentes.

La manipulación de su memoria

El filósofo francés Regis Debray afirmó años atrás que “al Che lo mataron dos veces, primero con una ráfaga de fusil del sargento Terán y después con sus millones de imágenes”.

Las revelaciones del hoy general retirado Gary Prado, quien en aquel entonces era el inmediato superior jerárquico de Mario Terán Salazar, identificaron a dicho sargento como el militar a quien le fue encomendada la tarea de asesinar a sangre fría al Che. Según esta narración, al entrar Terán con mucho nerviosismo en la sala donde estaba recluido el guerrillero —capturado el día anterior por operativos del ejército boliviano—, este le dijo: “Usted viene a matarme…, póngase sereno, usted va a matar a un hombre”.

En la confesión por escrito que el homicida hizo a sus superiores se indica: "Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che cayó al suelo con las piernas destrozadas, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en un hombro y en el corazón…".

Pese a lo que muchos biógrafos del Che indican, la operación de montar una guerrilla revolucionaria en Bolivia no fue un acto improvisado. El Che llevaba años pensando que Bolivia era una base de operaciones apropiada para permitir la posterior extensión de focos guerrilleros en Argentina y Perú. En aquellos años, la estrategia militar del Che se basaba en “crear uno, dos, tres Vietnam”, basándose en la experiencia del sudeste asiático donde más allá de Vietnam los grupos insurgentes combatían paralelamente en Laos y Cambodia. En pocas palabras, se trataba de crear multitud de focos guerrilleros que impidieran al imperialismo concentrarse en una sola zona.
 
Sin embargo, la ubicación del foco insurgente en Bolivia se dio en un territorio donde no había tradición de lucha revolucionaria, lejos de la zona minera y de las zonas urbanas, lo que hizo que el apoyo a la guerrilla fuese inversamente proporcional a la experiencia cubana de Sierra Maestra. ¿El Che se equivocó? Pues probablemente sí, tal y como ya había sucedido en su desastrosa aventura guerrillera en el Congo.

Respecto a la “segunda” muerte del Che, cierto es que la foto tomada el 5 de marzo de 1960 por el fotógrafo cubano Alberto Díaz (Korda) -durante el entierro de las víctimas de la explosión de un buque fondeado en La Habana- es considerada la imagen más reproducida de la historia de la humanidad.

Se llegó a decir que Korda supo, mediante esa fotografía, capturar mediante en blanco y negro gran parte de la belleza existente en aquel revolucionario. En todo caso, sería años después cuando el artista plástico Andy Warhol —modificando y suavizando esa la imagen— a través de la ilustración trabajada por el artista de cómic irlandés Jim Fitzpatrick en 1968, la convertiría en un producto más accesibles a las masas. A partir de ahí, la expansión de dicha imagen le correspondería a esas modas aplaudidas propias del sistema capitalista, ese mismo sistema contra el que el protagonista del retrato luchó hasta entregar su vida. Entender cómo se ha llegado hasta aquí tiene una lectura sencilla: el capitalismo sabe bien que el Che es más que un mito, es el estandarte de las ideas más nobles de la humanidad, lo cual tiene un valor agregado en los mercados comerciales.

Pero superando a Debray, el siglo XXI ha conllevado también una “tercera” muerte del Che. Esta tiene que ver con la utilización que se ha hecho de su imagen durante el llamado ciclo progresista —hoy en decadencia— en América Latina.

Los llamados gobiernos posneoliberales latinoamericanos convirtieron la figura del Che en una imagen intocable, intachable y permanente pura. Estos procesos de idealización, donde además se intentaron confundir a las figuras presidenciales de Lula, Dilma, Correa, los Kirchner, Evo o Maduro con el legado de Ernesto Che Guevara, nos dejaron estos productos auspiciados desde los aparatos de propaganda gubernamentales y burocratizados. 
 
Basta leer las mejores biografías sobre el Che (A Revolutionay Life, de Jon Lee Anderson, Descamisados, del Comandante Enrique Acevedo González, Ernesto Guevara también conocido como el Che, de Paco Ignacio Taibo II o Cuba-USA: el Libro de los Doce, de Arnaldo M. Fernández) para entender que el guerrillero asesinado 50 años atrás estaba en contra de cualquier tipo de culto a la personalidad, nunca tuvo el más mínimo acercamiento a tramas de corrupción ni de enriquecimiento personal y que, además, era un personaje que personalmente tenía la capacidad de burlarse socarronamente de sí mismo.

Estos procesos de idealización interesada sobre la figura del Che nos traen a la memoria las lógicas dogmáticas, doctrinales y hasta religiosas de la izquierda. El Che era todo lo contrario: en lugar de producir doctrina desarrolló aprendizaje, reflexión y pensamiento crítico. A diferencia de la reciente experiencia latinoamericana, el Che hizo lo que debe hacerse desde los ámbitos de la izquierda.

Su pensamiento siempre en evolución fue cambiando a lo largo de su vida, lo que implica que lo que pensaba el Che en 1956, momento en el que se unió a Fidel Castro en su exilio mexicano, diste mucho de lo que desarrollaría mientras ejerció cargos ministeriales en Cuba (1960-1964) o de las propuestas que expondría en la última fase de vida ya en Bolivia. Pese a la construcción forzada de una memoria impoluta sobre su persona, el Che cambió de opinión en muchas ocasiones e incluso mantuvo pensamientos contradictorios en función de las épocas y el entorno en el que vivía, tal y como nos sucede a cualquier otro ser humano.

Su principal valor fue la coherencia, lugar donde habitualmente se pierden gran parte de sus biógrafos y gobiernos que se reclaman su figura. Esa coherencia que le hizo incapaz de pedirle a ninguno de sus compañeros algo que él previamente no hubiera hecho o estuviera realizando en esos momentos. Acostumbrado a sobreponerse a sus propias limitaciones físicas —fue asmático desde niño— midió a los demás con el mismo baremo con el que se medía a sí mismo, lo que hizo que agradeciese poco y diese escasas palmaditas en la espalda a sus colaboradores.

Una memoria viva

Preguntar por qué la memoria del Che se mantiene viva tras medio siglo de su desaparición tiene una respuesta simple: el Che es la imagen misma de la rebeldía. Es la plasmación del ser humano que dice no a las injusticias.

Albert Camus, en su libro El hombre rebelde, publicado por primera vez en 1951, dice: “El hombre en rebeldía no se reserva nada, puesto que lo pone todo en juego y exige, sin duda, el respeto a sí mismo”. Bien, pues ese era el Che, demostrando a su vez que la rebeldía no nace sólo en el oprimido, sino que puede nacer asimismo ante el espectáculo de la opresión de que otro es víctima.
 
Su figura representa el sentido profundo de la crítica y la asunción de un estilo de vida que no solamente va más allá de las reglas establecidas, sino que las combate, entregando en dicha lucha hasta la vida. Esa loca generosidad es la de la rebeldía, la que da su fuerza de amor sin esperar nada a cambio mientras rechaza sin demora la injusticia.

En definitiva, el Che es la demostración práctica de que más allá de la razón están las emociones y los sentimientos. Es la encarnación de la ley número uno de cualquier análisis social: donde hay dominación hay resistencia a la dominación.

A partir de ahí, cada piedra lanzada por jóvenes palestinos contra las fuerzas de ocupación sionistas en Jerusalem, cada grafiti nocturno y clandestino clamando libertad en las calles de Harare, cada canción colectivamente compartida alrededor de una hoguera por las mujeres kurdas en Rojava, cada acción de resistencia indígena shuar en Nankints contra la implantación de la minería a cielo abierto en la Amazonía, cada movilización de lucha ogoni contra las transnacionales petroleras en el Delta del Niger, cada movilización estudiantil contra la privatización de la enseñanza en Santiago de Chile o cada reclamo por la aparición con vida de Santiago Maldonado en Buenos Aires, lleva aún hoy la impronta del Che.

Quizás haya sido el subcomandante Marcos, desde la Selva de Lacandona, quien mejor definiría la figura del Che: “Ciudadano del mundo, el Che nos recuerda lo que sabemos desde Espartaco y lo que a veces olvidamos: la humanidad encuentra en la lucha contra las injusticia una marcha que nos eleva, que nos hace mejor y más humanos”. Y sería el Che, en una frase en alusión a Camilo Cienfuegos, quien mejor definiría lo que hoy sucede con su memoria: “Podríamos mejor preguntarnos: ¿quién liquidó su ser físico? Porque la vida de los hombres como él tiene su más allá en el pueblo; no acaba mientras éste no lo ordene”.

Demostrada su capacidad para el desarrollo de buenas crónicas, ahí están sus pasajes guerrilleros en América Latina y en el Congo, aún nos faltan por descubrir textos y pensamientos ocultos del Che. A la fecha de hoy, aún hay diarios escritos por el Che que la familia no ha querido publicar, posiblemente porque echan pestes de personajes en aun vivos en la actualidad.

En todo caso el Che nos sigue dejando, medio siglo después de su desaparición, cierto legado ideológico, su sonrisa, la capacidad de ironizar con uno mismo, un concepto del igualitarismo a ultranza, la humildad de quienes entregan sus vidas por los demás y, sobre todo, la voluntad intrínseca de los pueblos del Sur por transformar de forma radical una sociedad que sigue siendo tan injusta hoy como lo era durante los tiempos en el que el Che decidió desenvainar su fusil.
 
Fuente: https://elsaltodiario.com/la-ruta-del-jaguar/el-che-50-anos-despues

sábado, 7 de octubre de 2017

El temor de las élites al Internet

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Por Decio Machado
Publicado en Revista PlanV

Un reciente informe distribuido a sus clientes por JP Morgan, primera institución bancaria de Estados Unidos, posiciona los riesgos a corto plazo de la economía global haciendo referencia a dos procesos históricos que sobre los que correrán ríos de tinta en el próximo año: el quincuagésimo aniversario de la rebelión estudiantil-obrera de mayo de 1968 en París y el décimo aniversario de lo que fue el inicio de la última crisis financiera global que tiene su arranque con la quiebra de Lehman Brothers en septiembre del 2008.

La deuda global actual, es decir, lo que deben las empresas, los hogares y los gobiernos del conjunto del planeta supera ya los 217 billones de dólares. Para entender la magnitud del problema, cabe indicar que dicha deuda equivale al 327% del Producto Interior Bruto realmente existente en el planeta y que esta creció un 46% durante la última década.

Preguntarse como hemos llegado hasta aquí conlleva una respuesta simple: la salida de la última crisis económica mundial se basó en estrategias de cada vez mayor endeudamiento. Sin embargo, la fiesta de liquidez de los bancos centrales y los mercados se acaba: la Reserva Federal ha abierto la puerta para reducir su balance en los próximos meses adquiriendo el compromiso de seguir elevando sus tipos de interés; en el Banco Central Europeo varios países ya han propuesto ir reduciendo sus programas de compra de deuda; en Japón ya se están aplicando la reducción de adquisiciones de pasivos en el mercado; y en Reino Unido y Canadá ya dieron los primeros pasos para comenzar a subir los tipos ante las presiones inflacionistas.

Marko Kolanovic, responsable de las estrategias globales de JP Morgan, indica en dicho informe que la próxima crisis económica será una “gran crisis de liquidez” fruto de que las políticas de retirada de las medidas acomodaticias de los distintos bancos centrales en diferentes partes del mundo. “Estas medidas comenzarán a retirarse de forma consistente a partir de 2018” señala Kolanovic previendo la agudización de la estampida –ya en curso- de los bancos centrales. En pocas palabras, tras la última crisis económica los bancos centrales de casi todo el mundo desarrollado sacaron toda su artillería para tratar de sostener los mercados financieros, pero ante la longevidad de un ciclo económico donde el crecimiento no repunta esos mismos bancos centrales se han ido quedando sin municiones.

Así las cosas y en medio de los despropósitos del modelo globalizado capitalista, los analistas de JP Morgan y varios de sus clientes ya preparan sus estrategias para beneficiarse de este nuevo drama humano mediante la reformulación de sus algoritmos de “trading” automatizado, enfocándolos a las nuevas oportunidades de compras especulativas de activos en un futuro de nueva crisis en los mercados globales. Es así que la brecha entre ricos y pobres sigue alcanzando cuotas nunca antes existentes, desarrollándose un mundo donde las ocho personas más ricas del planeta –todos ellos hombres por cierto- gozan del mismo acumulado de riqueza que la mitad más pobre de la población global. Estamos ante un modelo económico y social que beneficia al un por ciento privilegiado frente el noventa y nueve por ciento restante.

De forma simplificada podríamos decir que existen dos tipos de poder, uno vinculado a la clásica idea trabajada desde Maquiavelo a Max Weber y que tiene que ver con el poder como capacidad de intimidación -el Estado y su monopolio de la violencia- y otro que tiene vinculación con la capacidad de influencia y persuasión –eso que nos organiza las mentes- sobre lo que Gramsci construyó su concepto de hegemonía.

Pues bien, es precisamente sobre esta segunda faceta del poder sobre la cual en los últimos cuarenta años se ha construido la idea central de que nuestras sociedades contemporáneas son muy complejas como para que en ellas se alcancen acuerdos políticos y/o sociales ciudadanos de forma directa y sin intermediación. Es desde esa perspectiva desde la que se impone la lógica de que hay recurrir a un modelo de mercantilización lo más amplio posible para que las preferencias individuales se coordinen sin necesidad de consensos colectivos. Nos hicieron creer que no es necesario deliberar en común, pues la mercantilización nos genera una codependencia liberadora donde el mercado pasó a ser una tecnología que transmite paquetes de información acerca de las preferencias de sus usuarios y de esta manera se asignan automáticamente las soluciones oportunas para cada uno de los casos individuales. En resumen, se impuso aquella máxima de Margaret Thatcher por la cual “la sociedad no existe”.

Sin embargo, el elemento más llamativo del informe de JP Morgan es la parte en la que se pone de manifiesto que la próxima crisis dará lugar a un nivel de tensiones sociales de escala global similares a las observadas en 1968. Curiosamente, Kolanovic explica en su informe como hace cinco décadas la televisión y el periodismo de investigación proporcionaron a la generación de baby boomers –hoy padres de la Generación X y abuelos de los Millennials- el acceso a información no filtrada a acontecimientos como Vietnam y otras guerras, movimientos a favor de los derechos civiles o la desigualdad de ingresos entre otras vergonzosas cuestiones de índole internacional.

En su referencia a los sucesos rebeldes acaecidos a partir del mayo francés y más allá de demostrar cierta ignorancia respecto a los episodios protagonizados por estudiantes y obreros en París, la conformación de movimientos contraculturales en Estados Unidos, la Primavera de Praga en la extinta Checoslovaquia o la represión sangrienta en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en México, el informe viene a mostrar los miedos a una nueva reacción popular y global expresados por el uno por ciento privilegiado de la población mundial. El poder financiero descubrió por fin que las relaciones de poder son las relaciones fundamentales en nuestra sociedad, siendo la ley número uno de cualquier análisis social el hecho de que donde hay dominación hay resistencias a la dominación.

Es así que el poder global demuestra sus miedos a la democracia real y lo expresa plasmando un cuestionamiento a los procesos políticos ciudadanos y socio-deliberativos que nos permiten las nuevas tecnologías de información y comunicación.

En el informe de JP Morgan, Kolanovic alerta a sus clientes indicando que las redes sociales proporcionan en este momento un efecto similar al que los medios de comunicación desencadenaron en la juventud de finales de los sesenta. Indica que internet ofrece una plataforma para que diferentes grupos sociales a nivel global sean cada vez más conscientes de sí mismos, se unan y se organicen, poniendo el caso de movimientos como las primaveras árabes, los diferentes Occupy´s en distintos países desarrollados, las contra-cumbres antiglobalización, las movilizaciones de Junio del 2013 en Brasil, los indignados españoles o los movimientos de independencia en Europa como ejemplos de desestabilización de un mundo que sonríe tan solo al uno por ciento. En resumen, los adláteres del poder están muy preocupados porque la gente ha ido construyendo redes de personas frente a las redes del capital o de las instituciones, lo cual genera un enorme pavor a un formato de capitalismo radicalizado que está atravesado por acción y aptitudes básicamente delincuenciales.

En términos de neurociencia, Kolanovic demuestra saber que el miedo es la emoción más potente del ser humano. Que efectivamente es el miedo la base de nuestras sociedades y civilizaciones, pero también comenzó a entender que los modelos injustos de sociedad generan rabia, y es la rabia sumada a otra emoción –en este caso positiva- como es la esperanza son los antídotos históricamente demostrados al miedo. 

Para Kolanovic las reglas del juego están marcadas, teniendo que ver en la actualidad con el control de la información y la comunicación. Si históricamente quien ha controlado el poder ha controlado la comunicación y la información, este registro ya no es tan claro tras el desarrollo del internet.

Conscientes de que desconectarnos hoy del internet equivaldría a cortar el suministro eléctrico cincuenta años atrás, no deja de ser curioso como incluso los informes auspiciados desde el poder financiero a las élites de dominación global muestran su preocupación respecto a lo que vincula las palabras internet, libertad y sociedad en el complejo mundo actual.