Por Decio Machado
Publicado en Revista PlanV
Un
reciente informe distribuido a sus clientes por JP Morgan, primera institución
bancaria de Estados Unidos, posiciona los riesgos a corto plazo de la economía
global haciendo referencia a dos procesos históricos que sobre los que correrán
ríos de tinta en el próximo año: el quincuagésimo aniversario de la rebelión
estudiantil-obrera de mayo de 1968 en París y el décimo aniversario de lo que
fue el inicio de la última crisis financiera global que tiene su arranque con
la quiebra de Lehman Brothers en septiembre del 2008.
La
deuda global actual, es decir, lo que deben las empresas, los hogares y los
gobiernos del conjunto del planeta supera ya los 217 billones de dólares. Para
entender la magnitud del problema, cabe indicar que dicha deuda equivale al
327% del Producto Interior Bruto realmente existente en el planeta y que esta creció
un 46% durante la última década.
Preguntarse
como hemos llegado hasta aquí conlleva una respuesta simple: la salida de la
última crisis económica mundial se basó en estrategias de cada vez mayor
endeudamiento. Sin embargo, la fiesta de liquidez de los bancos centrales y los
mercados se acaba: la Reserva Federal ha abierto la puerta para reducir su
balance en los próximos meses adquiriendo el compromiso de seguir elevando sus
tipos de interés; en el Banco Central Europeo varios países ya han propuesto ir
reduciendo sus programas de compra de deuda; en Japón ya se están aplicando la
reducción de adquisiciones de pasivos en el mercado; y en Reino Unido y Canadá
ya dieron los primeros pasos para comenzar a subir los tipos ante las presiones
inflacionistas.
Marko
Kolanovic, responsable de las estrategias globales de JP Morgan, indica en dicho
informe que la próxima crisis económica será una “gran crisis de liquidez”
fruto de que las políticas de retirada de las medidas acomodaticias de los
distintos bancos centrales en diferentes partes del mundo. “Estas medidas
comenzarán a retirarse de forma consistente a partir de 2018” señala Kolanovic
previendo la agudización de la estampida –ya en curso- de los bancos centrales.
En pocas palabras, tras la última crisis económica los bancos centrales de casi
todo el mundo desarrollado sacaron toda su artillería para tratar de sostener los
mercados financieros, pero ante la longevidad de un ciclo económico donde el
crecimiento no repunta esos mismos bancos centrales se han ido quedando sin
municiones.
Así
las cosas y en medio de los despropósitos del modelo globalizado capitalista,
los analistas de JP Morgan y varios de sus clientes ya preparan sus estrategias
para beneficiarse de este nuevo drama humano mediante la reformulación de sus
algoritmos de “trading” automatizado, enfocándolos a las nuevas oportunidades de
compras especulativas de activos en un futuro de nueva crisis en los mercados
globales. Es así que la brecha entre ricos y pobres sigue alcanzando cuotas nunca
antes existentes, desarrollándose un mundo donde las ocho personas más ricas
del planeta –todos ellos hombres por cierto- gozan del mismo acumulado de
riqueza que la mitad más pobre de la población global. Estamos ante un modelo
económico y social que beneficia al un por ciento privilegiado frente el noventa
y nueve por ciento restante.
De
forma simplificada podríamos decir que existen dos tipos de poder, uno
vinculado a la clásica idea trabajada desde Maquiavelo a Max Weber y que tiene
que ver con el poder como capacidad de intimidación -el Estado y su monopolio
de la violencia- y otro que tiene vinculación con la capacidad de influencia y
persuasión –eso que nos organiza las mentes- sobre lo que Gramsci construyó su
concepto de hegemonía.
Pues
bien, es precisamente sobre esta segunda faceta del poder sobre la cual en los
últimos cuarenta años se ha construido la idea central de que nuestras
sociedades contemporáneas son muy complejas como para que en ellas se alcancen
acuerdos políticos y/o sociales ciudadanos de forma directa y sin
intermediación. Es desde esa perspectiva desde la que se impone la lógica de
que hay recurrir a un modelo de mercantilización lo más amplio posible para que
las preferencias individuales se coordinen sin necesidad de consensos
colectivos. Nos hicieron creer que no es necesario deliberar en común, pues la
mercantilización nos genera una codependencia liberadora donde el mercado pasó
a ser una tecnología que transmite paquetes de información acerca de las
preferencias de sus usuarios y de esta manera se asignan automáticamente las
soluciones oportunas para cada uno de los casos individuales. En resumen, se
impuso aquella máxima de Margaret Thatcher por la cual “la sociedad no existe”.
Sin
embargo, el elemento más llamativo del informe de JP Morgan es la parte en la
que se pone de manifiesto que la próxima crisis dará lugar a un nivel de tensiones
sociales de escala global similares a las observadas en 1968. Curiosamente,
Kolanovic explica en su informe como hace cinco décadas la televisión y el
periodismo de investigación proporcionaron a la generación de baby boomers –hoy padres de la Generación X y abuelos de los Millennials- el acceso a información no
filtrada a acontecimientos como Vietnam y otras guerras, movimientos a favor de
los derechos civiles o la desigualdad de ingresos entre otras vergonzosas
cuestiones de índole internacional.
En
su referencia a los sucesos rebeldes acaecidos a partir del mayo francés y más
allá de demostrar cierta ignorancia respecto a los episodios protagonizados por
estudiantes y obreros en París, la conformación de movimientos contraculturales
en Estados Unidos, la Primavera de Praga en la extinta Checoslovaquia o la
represión sangrienta en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en México,
el informe viene a mostrar los miedos a una nueva reacción popular y global
expresados por el uno por ciento privilegiado de la población mundial. El poder
financiero descubrió por fin que las relaciones de poder son las relaciones
fundamentales en nuestra sociedad, siendo la ley número uno de cualquier
análisis social el hecho de que donde hay dominación hay resistencias a la
dominación.
Es
así que el poder global demuestra sus miedos a la democracia real y lo expresa
plasmando un cuestionamiento a los procesos políticos ciudadanos y
socio-deliberativos que nos permiten las nuevas tecnologías de información y
comunicación.
En
el informe de JP Morgan, Kolanovic alerta a sus clientes indicando que las
redes sociales proporcionan en este momento un efecto similar al que los medios
de comunicación desencadenaron en la juventud de finales de los sesenta. Indica
que internet ofrece una plataforma para que diferentes grupos sociales a nivel
global sean cada vez más conscientes de sí mismos, se unan y se organicen,
poniendo el caso de movimientos como las primaveras árabes, los diferentes Occupy´s
en distintos países desarrollados, las contra-cumbres antiglobalización, las
movilizaciones de Junio del 2013 en Brasil, los indignados españoles o los
movimientos de independencia en Europa como ejemplos de desestabilización de un
mundo que sonríe tan solo al uno por ciento. En resumen, los adláteres del
poder están muy preocupados porque la gente ha ido construyendo redes de
personas frente a las redes del capital o de las instituciones, lo cual genera
un enorme pavor a un formato de capitalismo radicalizado que está atravesado
por acción y aptitudes básicamente delincuenciales.
En
términos de neurociencia, Kolanovic demuestra saber que el miedo es la emoción
más potente del ser humano. Que efectivamente es el miedo la base de nuestras
sociedades y civilizaciones, pero también comenzó a entender que los modelos
injustos de sociedad generan rabia, y es la rabia sumada a otra emoción –en
este caso positiva- como es la esperanza son los antídotos históricamente
demostrados al miedo.
Para
Kolanovic las reglas del juego están marcadas, teniendo que ver en la
actualidad con el control de la información y la comunicación. Si
históricamente quien ha controlado el poder ha controlado la comunicación y la
información, este registro ya no es tan claro tras el desarrollo del internet.
Conscientes
de que desconectarnos hoy del internet equivaldría a cortar el suministro
eléctrico cincuenta años atrás, no deja de ser curioso como incluso los
informes auspiciados desde el poder financiero a las élites de dominación
global muestran su preocupación respecto a lo que vincula las palabras
internet, libertad y sociedad en el complejo mundo actual.
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