viernes, 18 de septiembre de 2020

“El ecosistema político ecuatoriano carece en estos momentos de actores que aporten valor agregado”

 


Por Isabella Silva y Victor Sepúlveda / Compas del Sur

Decía Vinicius de Moraes que “la vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida”. Pues bien, encontrarse con Decio Machado en uno de nuestros aeropuertos latinoamericanos se convirtió en una oportunidad que no podíamos desaprovechar. Presentamos por lo tanto una entrevista improvisada pero profunda sobre la coyuntura global y regional de nuestro continente.

Decio Machado es un analista y consultor político hispanobrasileño residente en Ecuador, director de la Fundación Nómada y vinculado a medios de comunicación alternativa y diversos movimientos sociales latinoamericanos. Es coautor junto a Raúl Zibechi de una obra referencial, “Cambiar el mundo desde arriba: los límites del progresismo” editado en nuestro país por la editorial Quimantú, donde se analiza de forma crítica desde una visión autonomista el reciente período progresista que vivió el subcontinente. 

Empezando por una mirada desde lo global todo parece indicar que no volveremos al mundo en el que vivíamos antes del Covid-19. Habrá un antes y un después, esto que llaman “nueva normalidad” será una realidad diferente… ¿Hacia dónde vamos?

Hemos implementado a escala global un modelo productivo, de consumo y formas de gobierno que atentan directamente contra la Naturaleza, eso tiene su costo y comenzamos a sentirlo de forma directa sobre nuestros propios cuerpos y también sobre el orden político-social imperante.

No creo que esta pandemia haya actuado como un punto de inflexión que marque un antes y un después, sino más bien como un nuevo capítulo derivado de la crisis multidimensional -social, económica, ambiental y cultural- que transversaliza al sistema mundo. En este caso concreto y ciñéndonos estrictamente a la Covid-19, hablamos que una pandemia originariamente vinculada al colapso de la biodiversidad, la destrucción planetaria y el cambio climático; pero con impacto derivado en la economía, lo social y lo cultural.

No es la primera pandemia a la que se enfrenta la Humanidad, pero el alto desarrollo tecnológico y comunicacional existente en el mundo de hoy ha permitido que su impacto desnude las altas desigualdades sociales existentes en el planeta, así como el nivel de vulnerabilidad de nuestra población mayor y de los sectores socio-económicamente más débiles. Esto último se evidenció en los países del Norte desarrollado, donde tras haberse alcanzado un nivel importante de cobertura social durante el pasado siglo hoy hemos podido ver de forma brutal como las políticas de austeridad implicaron la actual crisis de los cuidados en sus sistemas de salud y una cobertura social cada vez mas insuficiente, precaria e insatisfactoria. Respecto al Sur global ni hablamos, los muertos los ponen los pobres, quienes viven en espacios urbanos sin infraestructura adecuada, hacinados en micro viviendas y en muchos casos sin agua que permita un adecuado nivel de higiene personal y familiar.

En fin, es la consecuencia del modelo capitalista que se comenzó a experimentar a partir de 1973 en Chile y en Argentina a partir de 1976 tras sus respectivos golpes de estado, y que comenzó a imperar a nivel planetario a partir de la década de 1980. Si quieres buscar el origen de todo esto, posiblemente esté en la abolición unilateral que hizo Estados Unidos en agosto de 1971 del acuerdo que fijaba el valor de todas las demás monedas al dólar, y el dólar al oro. A partir de entonces, el sistema de monedas global pasaría a ser sostenido por el dinero fiduciario y se introducirían las bases sobre las que se sustentó la fe neoliberal en la creación expansiva de dinero por parte de los bancos, la suposición de que todas las crisis son solucionarles y la idea de que las ganancias generadas en el marco de la especulación se pueden mantener de forma indefinida.

¿Cómo se sale de esta crisis económica?

El crack de 1929 y el miedo a que en aquellas condiciones hubiera un significativo ascenso del movimiento obrero generó que las élites capitalistas del mundo económicamente desarrollado se vieran obligadas a aceptar un pacto multipartes que involucró también a los Estados, élites gerenciales tanto del sector privado como de las empresas públicas y a las clases populares. Hago referencia a aquello que tuvimos a bien definir como “socialdemocracia» y que determinó que el establishment aceptara en aquel momento una limitación de sus prerrogativas sin necesariamente eliminarlas como clase. Aquello permitió, tras la crisis de 1929, la estimulación de la actividad económica bajo políticas keynesianas de recuperación y un importante impulso a los sistemas de protección social. Un proceso que duró desde el periodo entre guerras hasta la primera mitad de la década de 1970, momento en el que la productividad del trabajo dio señales de estancamiento y tasa de beneficio empresarial comenzó a descender. 

Teniendo en cuenta que la actual crisis económica implica que unos 170 países ya registren contracciones económicas de diversos orden y que estamos ante la peor situación económica mundial detectada en la historia del capitalismo desde la quiebra bursátil de 1929, se hace urgente la necesidad de articular un nuevo pacto social que al menos contemple mínimos similares al que generó los estados-providencia durante el pasado siglo. Digo esto siendo consciente que el capitalismo es un sistema evolutivamente dinámico, lo que implica mutaciones permanentes, y por lo tanto articular hoy un pacto de aquellas características conlleva dificultades y condicionantes diferentes.

Pero te diría más, incluso a nivel global y teniendo en cuenta que el poder económico actual se ubica en la región Asia-Pacífico, donde se concentra aproximadamente la mitad de la actual población mundial, se hace necesario también consensuar un nuevo orden mundial superador de viejo pacto establecido en 1945 y que situaba como eje referencial de aquel sistema mundo al entorno geopolítico aledaño al Atlántico Norte.

¿Y tienen hoy las élites dominantes un miedo similar al que tenían en la segunda década del pasado siglo de que las mayorías sociales se organicen y pongan en riesgo sus privilegios?

Si y no, me explico… Lo que desde las ciencia política hemos denominado tradicionalmente izquierda no ha sido capaz de adaptarse a la nueva situación generada por la creciente automatización de las industrias que devaluó la fuerza de trabajo obrera, desplegando a escala mundial una crisis aguda y estructural del trabajo asalariado.

El nuevo capitalismo tecnológico se articula sobre un inmenso poder de procesamiento digital que tiene la capacidad de metabolizar nuestras fuerzas vitales con una voracidad no conocida antes, lanzando y relanzando constantemente al mercado nuevas subjetividades. Esto implica que en nuestras sociedades actuales, tanto la noción de masa como la de individuo se han transformado. Hoy vivimos una lógica de integración social más asociada a la perspectiva individual y colectiva del consumo, nichos de mercado, filiación a marcas, segmentos de públicos y bancos de datos, que desde la óptica ciudadana. Incluso en este nuevo modelo de capitalismo donde las plataformas digitales y redes sociales captan nuestros datos, el producto comprado y vendido en los mercados digitales es el consumidor en sí mismo y básicamente sus sentimientos y datos. En paralelo, la virulencia de los dispositivos de exclusión socioeconómica está en aumento y tiene su efecto sobre el cada vez mayor sobrante de sociedad sin capacidad de insertarse en el nuevo sistema productivo.

Ante todo este contexto en acelerada evolución/mutación del capitalismo actual la izquierda tradicional se mueve extremadamente lento y no sabe insertar su discurso en una nueva realidad donde desapareció el viejo “sujeto revolucionario”, lo cual implica pérdida de capacidad seductora en su discurso. En paralelo, esa misma izquierda sigue sin entender que sus viejas formas organizativas de partidos de masas o del partido de cuadros/vanguardia carecen en la actualidad de validez y efectividad. En este sentido, las élites están tranquilas…

Ahora bien, lo que sí genera miedo entre las élites es que desde la llegada del presente siglo existe un cuestionamiento cada vez mayor al viejo modelo de representación democrático liberal sobre el que se sostuvo el sistema de dominación durante el pasado siglo. La cumbre de la OMC en Seattle a finales de noviembre de 1999 es el principio de una serie de movilizaciones ciudadanas de descontento que dejan a un lado la institucionalidad y el sistema organizacional de partidos, prolongándose posteriormente a través de las primaveras árabes; movimiento de los indignados; los ocuppy Wall Street, Londres y Hong Kong; junio del 2013 en Brasil; chalecos amarillos; las movilizaciones nacidas en octubre y noviembre del pasado año en Ecuador, Chile y Colombia… o las más recientes en Estados Unidos bajo la consigna black life matter.

Estos movimientos tienen un fuerte perfil horizontal y digitalmente asambleario, están desligados de la política tradicional y por lo tanto del sistema, poniendo por igual en cuestión al establishment político como al económico, y al carecer de liderazgos personales son difícilmente cooptables. Aquí las elites y su sistema de dominación si sienten un problema…

En todo caso, la disputa por el poder político aún se mantiene en el marco de lo electoral. ¿Cómo ves la coyuntura electoral de Bolivia ante los comicios presidenciales del próximo 18 de octubre?

Lo ocurrido en Bolivia durante los últimos meses refleja una coyuntura excepcional que por un lado pone en cuestión al masismo y por otro le beneficia. Ambas condiciones deben ser evaluadas en el momento actual. 

En el primero de los casos cabe señalar el desgaste acelerado y la pérdida de sustento social que vivió el gobierno de Evo Morales durante su última etapa. Este momento tiene su origen en la consulta popular por la reforma constitucional en el cual los postulados del régimen fueron derrotados y que termina en el cuestionamiento, por parte de amplios sectores de la sociedad boliviana, de su victoria electoral en las últimas elecciones presidenciales. Desde mi punto de vista, el elemento más esclarecedor de este proceso se da cuando en pleno conflicto post-electoral quienes primero se movilizan son sectores de gente muy joven para posteriormente ser ocupado ese espacio por sectores santacrucenses muy reaccionarios, mientras en paralelo el régimen no tuvo la capacidad de sostener una movilización potente por parte de las orlas que aún expresaban -al menos verbalmente- su apoyo a Evo. Sin embargo y pese a lo anterior, Bolivia ha vivido un segundo momento posterior que tiene que ver con una gestión desastrosa por parte del gobierno transicional encabezado por Jeanine Añez, lo que llevó a la institucionalidad democrática y economía nacional al traste, esto último ahora agudizado por el impacto de la Covid-19. Esto ha hecho que, pese al agotamiento del régimen anterior, en la actualidad mucha gente añore la estabilidad política y económica existente durante el periodo del masismo en el poder.

Lo anterior implica que pese a que los números cambien en función de las fuentes, la candidatura del MAS, encabezada por el binomio Luís Arce y David Choquehuanca, goza en la actualidad de la mayor intención de voto para la primera vuelta según señalan el conjunto de encuestadoras que operan en dicho país. A esta le sigue la candidatura de la alianza Comunidad Ciudadana encabezada por Carlos Mesa y bastante más atrás quedaría la actual presidenta del país,  Jeanine Añez, quien está utilizando ilegítima y desesperadamente medios y recursos del Estado para intentar reposicionar su imagen ante esta contienda.

El conflicto y la división de voto existente entre Mesa, Añez y Luis Fernando Camacho -líder de la movilizaciones santacruceñas contra Evo Morales del pasado año-, quienes rivalizan por ser la opción conservadora contra el MAS en segunda vuelta beneficia estratégicamente a la candidatura auspiciada desde el masismo. Sin embargo, también es cierto que diversas denuncias sobre actos de corrupción que implican a miembros del anterior gobierno y las recientes denuncias de pedofilia contra Evo Morales podrían estar afectando negativamente durante estas últimas semanas a la intención de voto de Luís Arce.

Para el MAS es fundamental ganar el primera vuelta, necesitan para ello llegar al 40% del voto y una ventaja de 10 puntos sobre su más cercano rival, pues en segunda vuelta sería previsible una alianza de todo el resto del abanico electoral contra ellos. Para lograr esos objetivos, el MAS, cuyo voto duro es indígena, necesita establecer una estrategia de comunicación que le permitan conectar de manera favorable con los sectores jóvenes, clases medias y profesionales urbanos. Ahí está el quid estratégico electoral de la cuestión ante el escenario político inmediato.

Faltan cinco meses para el proceso electoral presidencial y legislativo en Ecuador, país en el que resides. ¿Cómo ves la situación en un momento en el que ya se vive en fase de precalentamiento de la campaña electoral?

Ecuador vive una crisis de perfil orgánico y agotamiento del marco institucional. Digamos muy resumidamente que el conjunto de lo existente ya no es capaz de ofrecer soluciones institucionales ni una integración cultural y simbólica que satisfaga los deseos de la mayoría de la sociedad dentro del orden actualmente existente.

Si en algún momento hubo, más allá de alharacas dirigidas a la platea, un equilibrio pactado entre grupos e intereses durante la década correísta este dejó de existir tras el primer año de gestión del actual gobierno. Hoy, el discurso de los de arriba ya no convence a los de abajo…

En Ecuador tenemos un gobierno extremadamente mediocre. No es algo nuevo, pasó antes de Rafael Correa, pasó durante el último período de gestión de la década correísta y también pasa ahora aunque de forma más agudizada. Cualquier sistema político necesita de liderazgos rectores, destinados a promover el consenso multinivel de acciones colaborativas, y eso en este momento no existe en Ecuador. La política es conflicto y en las condiciones actuales no hay por donde evacuar dichos conflicto, estamos ante una olla a presión donde el deterioro económico se convierte en un látigo que azota al conjunto de la sociedad y con especial crueldad a sus capas más vulnerables.

A lo anterior debemos sumar que el fuerte divorcio existente entre ciudadanía y establishment político a lo largo y ancho del continente es aun más profundo en el caso ecuatoriano. De hecho, las movilizaciones del pasado mes de octubre reflejan un conflicto que quedó no resuelto entre el Estado y amplios sectores de la sociedad ecuatoriana. Ni los partidos políticos, ni los liderazgos convencionales, ni la influencia política de los grandes grupos económicos, ni el concubinato existente entre gobierno nacional y prensa  pudieron aplacar el furor de miles de ciudadanos a lo largo y ancho del país… La pandemia y el confinamiento salvó al gobierno de Lenín Moreno, pero gran parte de esa rabia sigue viva y tendrá una expresión electoral en febrero.

¿Un pronostico para las elecciones de febrero y abril?

El ecosistema político institucional del Ecuador carece en estos momentos de actores que aporten algún tipo de valor agregado. Existe mucha fragmentación en la intención de voto porque la gente está normativamente obligada a votar pero votará sin convicción. Faltan cinco meses para que la ciudadanía se encuentre con las urnas y en la situación actual aventurarse a hacer pronósticos es temerario pese a la gran cantidad de “analistas» que en formato hilo de 140 caracteres andan en estos momentos haciendo futurología en nuestro ecosistema digital.

En todo caso y siendo muy imprudente, mi visión en este momento es que más de la mitad de los candidatos presidenciales terminarán haciendo el ridículo obteniendo un porcentaje de voto muy marginal. De este pelotón de rezagados podría sobresalir algo la candidatura de César Montúfar, quien carente de propuestas políticas para el país se sostiene sobre ese sector del voto duro anticorreista al que le encanta el show y el espectáculo mediático amarillista. Arriba, a la cabeza de la carrera electoral, parece que habrá tres o cuatro candidaturas en disputa de los que pasarán a segunda vuelta solo dos y posiblemente por muy poco margen de diferencia. Estos serían Guillermo Lasso, quien lleva unos ocho años en campaña permanente y que pese a no haber aprendido casi nada de política en esta ocasión cuenta con el apoyo del aparato institucional del Estado; Yaku Pérez, quien perdió perfil indígena para asumir una imagen más hipster en la búsqueda del voto millenials y muy vinculado a causas especialmente ambientales; y Andrés Arauz, quien en el caso de que se imponga una posición democrática en el Consejo Nacional Electoral que le permita correr, basará su campaña en la defensa de lo que fue la gestión de la década correista pero al que no le veo con capacidad de emocionar y crecer sostenidamente entre sectores más allá a los que ya forman parte del voto decidido por la revolución ciudadana.

Sobre esto un apunte final. Teniendo en cuenta el “cabreo” generalizado de la sociedad ecuatoriana con su establishment político y teniendo en cuenta que ninguno de los políticos en cabeza se posiciona sobre el clivaje “lo nuevo frente a lo viejo” o “la antipolítica frente a la política”, todavía podría haber sitio para un cuarto candidato en discordia.

Más allá de diferencias políticas… ¿dónde ves los problemas en la candidatura de la revolución ciudadana’

Andrés Arauz es un hombre brillante pero carece de experiencia en campañas electorales. En paralelo, es presumible que el equipo que toma las decisiones en el ámbito estratégico esté fuera del país, lo que puede implicar que pierdan el pulso sobre la realidad nacional. Por último, el correísmo puede verse tentado a  repetir la matriz central de la campaña del 2006, donde le ganó a una partidocracia que entonces manejaba el poder tal y como sucede en la actualidad. Sin embargo, ya no estamos en 2006. La estrategia política se determina por el contexto y está por verse si los estrategas correistas comprenden bien esta cuestión…

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