Por Decio Machado / Director de la Fundación ALDHEA
Esta madrugada, Lucas, un gran amigo suyo y mío,
forjado como ella en las luchas de los de abajo en Centroamérica, me despertó
con la terrible noticia de un asesinato. Aturdido aún por el suceso, no pude por
menos que recordar los versos escritos ochenta años atrás por otro represaliado
del fascismo: “Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y
homicida, un empujón brutal te ha derribado”.
“Estaba dormida… entraron y la mataron a balazos…”, así expresaba Lucas lo sucedido a la 1´00 horas de la madrugada de este triste 3 de marzo. Mientras escribo estas líneas la información aun es confusa, pero parece ser que dos pistoleros forzaron la puerta de la casa donde Berta Cáceres dormía en la pequeña ciudad de La Esperanza, cabecera del fronterizo departamento de Intibucá en Honduras.
“Estaba dormida… entraron y la mataron a balazos…”, así expresaba Lucas lo sucedido a la 1´00 horas de la madrugada de este triste 3 de marzo. Mientras escribo estas líneas la información aun es confusa, pero parece ser que dos pistoleros forzaron la puerta de la casa donde Berta Cáceres dormía en la pequeña ciudad de La Esperanza, cabecera del fronterizo departamento de Intibucá en Honduras.
La asesinaron con nocturnidad, premeditación y alevosía, durante el transcurso de la celebración de un foro sobre energías alternativas desde la visión indígena, es decir, la asesinaron mientras participaba junto a otros compañeros y compañeras de la utopía que reivindica la vida ante un mundo insostenible que se cae a pedazos. Estos sicarios al servicio del poder transnacional y del neodesarrollismo en esta sufrida América morena no pueden entender que Berta estaba soñando cuando violentaron su puerta, y que a pesar de que la balearon, sus sueños de esperanza en un mundo mejor no se fueron con ella…
¿Quién era Berta Cáceres?
Berta era hija de una partera y activista social del
pueblo lenca que acogió y protegió en el pasado a refugiados de la guerra civil
en El Salvador, un conflicto armado que aunque nunca fue declarado de forma oficial,
se desarrolló entre 1980 y 1992, dejando un saldo estimado de 75.000 muertos y
desaparecidos. Recibió de su madre la mejor herencia posible en el actual mundo
en el que vivimos, el valor del compromiso militante en la defensa de los
derechos humanos y la solidaridad con las personas que sufren,
independientemente de su color, sexo, étnia o del país que provengan.
Es así y con esos valores, con los que Berta se
convirtió de forma temprana en una destacada activista estudiantil. Pero
consciente de sus orígenes, el 27 de marzo de 1993 formó parte del grupo compañeros
y compañeras que fundaron el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas
de Honduras (COPINH).
Su trayectoria a partir de entonces será la de líder
de la comunidad indígena lenca, un pueblo milenario y campesino del que quedan
aún unas 400 mil personas que se divide entre El Salvador y esencialmente
Honduras, y que se consideran custodios de la naturaleza, de la tierra y
guardianes de los ríos. Al respecto cabe reseñar que según la tradición lenca
en los ríos residen los espíritus femeninos y por lo tanto las mujeres
desempeñan el rol de ser sus principales guardianas.
El COPINH se convertirá a partir de entonces en una
organización indigenista pero pluralista y abierta, solidaria en las luchas
nacionales aunque afincada en la zona sur-occidental del país, desarrollando un
importe rol como herramienta para la reivindicación y reconocimiento de los
derechos políticos, sociales, culturales y económicos del campesinado y de las
comunidades indígenas en Honduras.
Madre de cuatro hijos, de los cuales dos de ellos ya
tuvieron que abandonar el país debido a las amenazas recibidas sobre sus vidas,
su rol como coordinadora del COPINH la llevó a destacarse en la defensa del
medio ambiente y de los derechos de los pueblos indígenas hondureños.
En 2006 el COPINH recibiría la visita de diversos
miembros de la comunidad de Río Blanco, quienes denunciaron, desconociendo sus
objetivos, la presencia y actividad de ingente maquinaria de obra pesada en su
territorio. A la cabeza del COPINH, Berta Cáceres lideraría la resistencia
frente a la construcción de la represa de Agua Zarca, la cual pretendía ser
ejecutada por la mayor empresa hidroeléctrica china, Sinohydro Corporation, lo
que supondría grandes desplazamientos de población lenca de sus territorios y
con fuerte afectación a las sagradas aguas del río Gualcarque. La mayor
transnacional china en construcción de represas tuvo que abandonar la obra en
el año 2013, denunciando su contrato con el gobierno hondureño debido a la
continua y persistente resistencia comunitaria.
Pero el compromiso de Berta no sólo fue con su pueblo
y la defensa de su entorno, también lo fue con la democracia. Junto a otros
compañeras y compañeros, encabezó las movilizaciones de protesta contra el
golpe de Estado del 28 de junio del 2009 que derrocó al presidente legítimo de
Honduras Manuel Zelaya. En ese contexto, esta líder indígena denunció también,
en diferentes momentos, la presencia militar de EEUU en Honduras, la cual a
través de operaciones “cívico-militares” se desplazó a lo largo y ancho del
territorio lenca amenazando con instalar nuevas bases militares en el país,
buscando profundizar el rol de este territorio como una importante plataforma
militar estadounidense que opera como centro de entrenamiento táctico avanzado
y tareas militares conjuntas que dependen del Comando Sur.
Desde su cinismo, el gobierno hondureño en palabras
de su coordinador general Ramón Hernández Alcerro repudió hace unas horas el
asesinato de la líder indígena, calificándolo de “abominable y deleznable”. Sin
embargo, el hecho de gozar de medidas cautelares debido a las múltiples
amenazas de muerte sobre su persona, sus hijos y su madre, no impidió que esta
madrugada dos pistoleros a sueldo regaran su sangre sobre el territorio por el
que entregó su vida. Todo ello en el país más peligroso de América Latina para
los defensores de la vida.
Berta, los que te conocimos recordaremos siempre como
incluso en los momentos más duros se iluminaba tu sonrisa. Tu sangre es la
misma sangre que corrió por las venas de líder indígena Lempira, quien encabezó
la lucha de tu pueblo 500 años atrás frente a la conquista española. Fuiste
forjada con ese mismo material del que se forjan los sueños, y como todos y
todas sabemos, nuestros sueños, tus sueños, no mueren por la metralla.
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