Pese a haber recortado recientemente sus estimaciones de crecimiento, Brasil se muestra como el único país con perfil hegemónico en la región.
Por Decio Machado (Quito, Ecuador)
Periódico Diagonal
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Hace apenas un año, en septiembre de 2013, el jefe de la secretaría general de la presidencia en Brasil, Gilberto Carvalho, lo reconocía públicamente: “Brasil reproduce en relación a sus vecinos el mismo comportamiento del gran imperialismo del primer mundo con respecto a nosotros”.
Este comentario autocrítico surgía después de que se hiciera público, tras un proceso de investigación abierto tras la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia en 2006, que Petrobras había llegado a controlar el 45,9% de las reservas probadas y probables de gas, el 39,5% del petróleo y las dos refinerías existentes en el país. Todo ello a través de procedimientos más que cuestionables como, por ejemplo, la contratación por parte de Petrobras Bolivia, bajo sustanciales remuneraciones profesionales, de varios exgerentes provenientes de la empresa estatal boliviana YPFB.
En la actualidad, el capitalismo brasileño controla un porcentaje importante de las principales fuentes de divisas de los países de la región y mantiene grandes inversiones en la minería peruana, en los sectores ganaderos y frigoríficos de Uruguay, en la soja paraguaya y en el control de la energía derivada del proyecto binacional –entre Brasil y Paraguay–, de la represa de Itaipú.
Por todo ello, diversos analistas latinoamericanos rescatan el concepto de “subimperialismo”, formulado por el brasileño Ruy Mauro Marini en el marco de la teoría marxista de la dependencia de los años 60 y 70, cuando en la actualidad hablan del rol de Brasil en el subcontinente.
Proceso expansionista
Según Mathias Luce, profesor de Economía Política Internacional, son tres los mecanismos que hacen que el gigante suramericano esté expandiendo sus empresas e inversiones por todo el subcontinente. El primero tiene que ver con el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), el mayor banco de fomento latinoamericano. Para financiar los proyectos de infraestructura de los distintos países de la región, este banco exige la participación de las transnacionales brasileñas en la ejecución de esos megaproyectos. Otro factor es la protección que brinda el Estado a los capitales financieros, que buscan para sus inversiones altas tasas de beneficio, generando un importante flujo de inversión hacia las empresas que forman parte del eje más dinámico del nuevo patrón exportador suramericano. No menos importante es el papel que desempeña la diplomacia brasileña, cuya doctrina se basa en la defensa y el posicionamiento de los intereses de sus grandes transnacionales en el extranjero, considerando a estas empresas como parte de los intereses nacionales de Brasil.
El lugar de Brasil en el mundo
La diplomacia brasileña ha jugado un papel protagónico en diversos momentos políticos internacionales de primer orden, como su participación en el Grupo de los 69 en la Ronda de Tokio o la coordinación de la fuerza de la ONU en Haití. Sin embargo, su mayor despliegue en política exterior es la campaña para obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Brasil legitima su discurso como postulante a este organismo formado por las principales potencias del planeta con el argumento de que representará los intereses de toda América Latina en materia de seguridad. Una afirmación que ha despertado distintas inquietudes en la región, ya que no se ha contado con los países del entorno para realizarla.
Según el politólogo paulista Armando de Moraes, el liderazgo brasileño en Unasur se ha visualizado en diversos momentos de máxima tensión regional, señalando como ejemplos significativos la mediación brasileña en la crisis entre Colombia, Venezuela y Ecuador a raíz de los bombardeos colombianos en Angostura, en 2008, o a raíz del acuerdo entre Colombia y EE UU para el libre acceso de tropas estadounidenses a bases militares en territorio colombiano, en 2009. La intervención del entonces presidente Lula da Silva propició la creación del Consejo de Seguridad Suramericano, algo que ha permitido desde entonces coordinar las políticas de seguridad entre los países de la región. Con esta propuesta, Brasil definió de forma clara su voluntad de establecer un régimen de seguridad regional, en perjuicio de la Organización de Estados Américanos –donde EE UU juega un papel fundamental– dejando fuera a Washington de los asuntos de seguridad y defensa regionales.
Respecto a los foros internacionales de comercio, las delegaciones brasileñas han desarrollado también un papel protagónico en varias de ellas, asumiendo unilateralmente el rol de vocero regional sin haber contado con el consenso del resto de los países vecinos. Para de Moraes, “Unasur le resulta útil a Brasil siempre y cuando este organismo esté acorde a sus objetivos, pero al mismo tiempo los diplomáticos de Itamaraty [la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil] se cuidan de negociar su política comercial con los restantes socios, lo que obstaculiza cualquier política como bloque regional”.
Integración
Según el consultor económico brasileño Alberto de Souza, el aumento de las relaciones comerciales entre países adherentes del Mercosur –creado en 1991– no ha sido uniforme. “Si bien es cierto que ha aumentado considerablemente el intercambio comercial en la región, las asimetrías de los países más pequeños respecto a los dos gigantes suramericanos, Brasil y Argentina, ha generado notables diferencias productivas y negociadoras en la región, lo que ha permitido que estos dos países acaparen en su conjunto más del 95% de las importaciones y exportaciones realizadas por el Mercosur desde su creación”. Fruto de dichas desigualdades, principalmente Brasil y, en segundo lugar Argentina, proveen a los restantes miembros de la unión aduanera los bienes con mayor grado de industrialización, obteniendo notables ventajas comparativas respecto a sus socios menores. Según De Souza, “todo ello sucede mientras continúa creciendo la importancia de las ventas brasileñas en las compras totales de sus socios, y la participación del resto de miembros en las importaciones realizadas por Brasil se va reduciendo considerablemente”. Argentina, que se disputaba hace unos años el liderazgo de Cono Sur con Brasil, ha visto cómo en los últimos tiempos importantes sectores de su economía han sido absorbidos por grandes empresas brasileñas.
Brasil ha mantenido desde la fundación del Mercosur una posición de liderazgo, incrementado los niveles de dependencia hacia su economía por parte de países como Argentina, Uruguay y Paraguay. Con respecto a Venezuela, último país en incorporarse al Mercosur, su balanza comercial respecto a Brasil continúa siendo claramente deficitaria.
El presidente uruguayo, Pepe Mujica, señaló en una entrevista en el diario brasileño Folha de Sao Paulo, el pasado mes de julio, que Brasil mantiene “una actitud imperialista”, haciendo énfasis en el hecho de que “ya no es tiempo de colonizar”.
El rastro lleva a las empresas brasileñas
La casi totalidad de las más de 500 obras –por un valor superior a 100.000 millones de dólares– aplicadas en materia de construcción de infraestructuras contempladas en el proyecto Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA) están siendo construidas por multinacionales brasileñas. Unas obras que están siendo seriamente cuestionadas por organizaciones indígenas y ambientalistas en cada uno de sus respectivos países. Lo mismo sucede con las represas hidroeléctricas. El estatal BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) es el principal financiador de estas obras, pero lo hace a condición de que el país que recibe el préstamo contrate empresas brasileñas.
La fuerza de las presiones diplomáticas
Las presiones de la diplomacia brasileña en favor de sus transnacionales se han visualizado claramente en diversas ocasiones. Durante la Asamblea Constituyente en Bolivia, cuando se debatía la reforma agraria en el país, Brasil advirtió que cortaría préstamos del BNDES para la adquisición de tractores si pasara algo con las propiedades de latifundistas brasileños en el departamento de Santa Cruz. Otro ejemplo: cuando el movimiento popular en Ecuador exigió la salida de Petrobras de un bloque petrolero concesionado irregularmente en el interior del Parque Yasuní, Brasil realizo presiones dejando claro que si no se mantenía la concesión se acababan los préstamos del BNDES.
Multinacionales, nunca mejor que con el PT
En los últimos cinco años los desembolsos del BNDES en proyectos en obra en la región se duplicaron: de 726 millones de dólares pasaron a 1.400 millones. Entre 2009 y 2013, el principal destino de estos recursos fue Argentina, con 2.128 millones, seguido de Venezuela, Cuba, República Dominicana y Perú. Aunque las multinacionales brasileñas Odebrecht, Camargo Correa, OAS y Queiroz Galvao operan activamente en la región hace más de 30 años, ha sido a partir de la llegada del PT al Gobierno cuando consiguieron sus mayores beneficios. En el caso de Odebrecht, la constructora tiene una carpeta de proyectos estimada en más de 8.100 millones de dólares en sectores que abarcan desde la industria petroquímica, la agricultura y la energía hasta la infraestructura.
El caso de Odebrecht en Ecuador
La empresa constructora brasileña Odebrecht, líder de las transnacionales brasileñas en materia de megaproyectos e infraestructura en Suramérica, fue expulsada de Ecuador en 2007 por actuaciones ilícitas en la contratación de la represa de San Francisco y por una ejecución deficiente. Brasil llamó a consultas a su embajador en Quito y bloqueó la cooperación internacional con Ecuador. El presidente Correa llegó a decir públicamente que a Odebrecht "se le acabó la fiesta" en Ecuador. Tras las presiones pertinentes de la diplomacia brasileña, en la actualidad la transnacional brasileña goza de cuatro contratos en el país, multiplicando notablemente sus beneficios. Y sin haber rendido cuentas ante la justicia.
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