Por Decio Machado.
Consultor internacional en Análisis Estratégico y Comunicación.
Artículo para la Revista Tribuna Democrática
Se
hace imposible diagnosticar el estado del sistema financiero ecuatoriano sin
recordar que el pasado siglo cerró con la banca nacional en ruinas.
Decio Machado |
Los
administradores y autoridades bancarias de entonces así como los funcionarios responsables
de su control, fueron cómplices de aquel grotesco episodio que significó un
escandaloso robo al país, reeditando el drama de la emigración y significando a
la postre la desaparición de la moneda nacional. Los responsables aún continúan
sin la sanción penal correspondiente por su actuar doloso, siendo incluso el
economista neoliberal Alberto Dahik, vicepresidente del gobierno que pusiera en
marcha la Ley General de Instituciones del Sistema Financiero mediante la cual
se normó que la Superintendencia de Bancos ejerciera escaso control sobre el
sistema bancario privado, amnistiado de delito de peculado a petición del
presidente Correa.
Sin
embargo, han pasado ya quince años desde la crisis de 1999 y en este momento el
sistema financiero en Ecuador tiene expectativas de crecimiento y se ha sabido
adaptar a las exigencias regulatorias implementadas desde entonces.
Analizando
los datos de la banca privada y pública, así como de las mutualistas y
financieras al cierre del 2013, podemos apreciar que el sistema financiero nacional
está en general libre de riesgos inmediatos y goza de buena salud. El ingreso
del sistema bancario en estos últimos años se ha estructurado, de forma
mayoritaria, en base a los intereses de los préstamos otorgados, los cuales han
aumentado considerablemente fruto de la dinamización de la economía nacional,
pasando del 55% en 2007 al 70% al cierre del 2013.
Es
de suponer que los beneficios bancarios continuarán arrojando saldos
sustanciosos, más allá de su tendencia a la moderación. Si bien los ritmos de
crecimiento económico del país ya no volverán a ser los mismos que durante el boom de los precios de los commodities, los costos operativos de
los servicios financieros ya no generan ingresos, y la participación del BIESS en el segmento de vivienda y los
cambios en el esquema de garantías tanto para los préstamos hipotecarios como
para vehículos han obligado a los bancos a redireccionar el destino de sus
créditos, el amplio target de
consumidores aún no bancarizados que a través del uso del dinero digital
entrarán en el sistema financiero supondrá una importante ampliación del
mercado para este tipo de entidades.
Según
la literatura económica, la acumulación del capital físico y humano, junto con
los adelantos tecnológicos, son los principales determinantes del crecimiento
en las economías de mercado. Como es evidente, la disposición que tiene la
sociedad para ahorrar e invertir depende del desarrollo y la solidez de su
sistema financiero. El desarrollo de este implica contar con instituciones cuya
oferta de servicios y productos incentive de forma real el ahorro familiar y
promueva la inversión empresarial. Sin embargo, el indicador de profundización
financiera de Ecuador, a pesar de haber crecido están aún notablemente por
debajo de países como Brasil, Panamá, Chile o Colombia, lo que viene a
significar que hay todavía mucho margen su crecimiento.
Queda
en todo caso la duda sobre el nuevo Código Orgánico Monetario y Financiero, el
cual pretendiendo buscar el direccionamiento del crédito hacia la inversión
privada de largo plazo en un momento donde el Estado ya no puede sostener el
crecimiento nacional tan solo con la inversión pública, pudiera desanimar a los
accionistas de pequeños bancos para invertir más capital y alcanzar el nuevo mínimo
estipulado o que los bancos más grandes prefieran no adquirir a estas entidades
más pequeñas. Todo ello más allá de que el Gobierno haya creado a través de
dicha ley la herramienta necesaria para en el futuro proceder con una posible
desdolarización de nuestra economía.
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