Por Decio Machado / Revista Novedades Jurídicas
Las últimas décadas están marcadas por cambios
trascendentales en los ámbitos de la economía, sociedad, legislación e incluso
cultura en América Latina. Todos sus
países, en distintas dimensiones e intensidades, viven los efectos de procesos
que por su dinamismo se encuentran en permanente transformación. Esta condición
ha generado la incesante publicación de materiales de análisis al respecto,
destacándose un especial interés, que va desde la alabanza a la crítica, por
los gobiernos y personajes más significativos al interior de la alianza
bolivariana ALBA.
Este es el caso del libro que nos incumbe,
“Dictaduras del siglo XXI”, donde el Dr. Osvaldo Hurtado, en su preámbulo, introduce
a los cuatro presidentes más significativos del ALBA (el difunto Hugo Chávez,
junto a Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega) dentro de un mismo “combo”
al que define como “autoritarismos del siglo XXI”, para dar luego entrada a lo
que serán doscientas páginas dedicadas a “el caso ecuatoriano”.
En pro del libro, entre otras cuestiones, hay que
reconocerle su escritura clara y concisa sobre cada uno de los elementos que
aborda, lo que permite la fácil comprensión de las opiniones del autor respecto
a todo lo que ha sido y es el gobierno del presidente Rafael Correa.
La obra parte de un error conceptual poco perdonable
para un sociólogo del prestigio del Dr. Hurtado, y es arrancar componiendo un
cóctel en el que se juntan gobiernos militares latinoamericanos derivados de la
“Operación Cóndor”, junto con los fascismos europeos de la primera mitad del
siglo pasado, los cuales se pretenden hacer parecer a los llamados gobiernos
“autoritarios” existentes hoy en la
región. El problema es grave, pues parte de desconocer a autores como Carl
Friedrich y Zbigniew Brzezinski –referentes de la utilización del término
totalitarismo en las ciencias sociales-, los cuales tienen claramente definida
la diferencia entre el modelo totalitarista y los gobiernos de perfil
autoritario. Mientras la teoría propia del modelo totalitarista gira en torno a
los esfuerzos del régimen por remodelar y transformar a los seres humanos –pensamiento
y actitudes- bajo su control a imagen de su ideología, el autoritarismo carece de ideología “dura” y
bien elaborada que cumpla el rol de direccionamiento ideológico al conjunto de
la sociedad. Esto no es algo baladí, porque a diferencia de lo que indica el
Dr. Hurtado capítulo tras capítulo, no se trata de que el gobierno haya
implementado un régimen de ideología socialista que restringe las libertades bajo
una especie de setentero “yugo” cubano, sino que la característica principal de
este se basa en la peculiar mentalidad de su líder, lo que por un lado se
convierte en justificación ideológica, y por otro, les permite ejercer el poder
dentro de un límite formalmente mal definido dado el control existente sobre
los distintos poderes del Estado y sus órganos de control. La Constitución no
estableció en Ecuador el partido único, ni existen gulags o campos de
concentración para disidentes, lo cual lo convierte en un modelo de gobierno
notablemente diferente al de los totalitarismos europeos ya fueran fascistas o el
soviético al que el autor no menciona; y de igual manera, tampoco son
comparables a los sistemas de control social y violación de derechos humanos ejercidos
por las dictaduras militares y sus espeluznantes centros de torturas entre
desaparecidos y niños secuestros.
Otro elemento que sorprende en el libro, es la
vulneración de todas las reglas del método sociológico y técnicas
de investigación derivadas desde los tiempos de Durkheim (1895) hasta nuestros
días. En este sentido, se analiza la historia del correísmo como si no
existiera un antes histórico, como si el Ec. Rafael Correa fuera una producción
eptoplásmica que rompiendo con su perfil paranormal se quedó anclado a una realidad
que dura más de seis años y tiene condiciones de perpetuarse por un largo
tiempo. El libro ignora los antecedentes sociopolíticos a la llegada del actual
Presidente de la República al Palacio de Carondelet: la sucesión de mediocres
gobiernos que llevaron al país al caos económico, una institucionalidad
enmarcada en una pronunciada corrupción y una deslegitimación social del
sistema “democrático” y sus instituciones propia de gobiernos centroafricanos. Es
esta condición la que determina un escenario político donde ningún mandatario,
desde 1996 termina su legislatura, y lo que permite que un fenómeno como el
“correísmo” se instale en la sociedad con anclajes tan sólidos como en los que se
sostiene al día de hoy. Dicho de otro modo, si leemos el pasado –cosa que no
hace ni someramente el libro- para entender el presente, se podría llegar a una
conclusión sustancialmente distinta a la que llega el autor: no es Rafael
Correa quien cuestiona el sistema democrático en el Ecuador, es que ese
supuesto sistema democrático hacía aguas prácticamente desde la reinstauración
de la democracia en el país. Reinstauración por cierto, en la que el autor tuvo
su protagonismo.
El libro del Dr. Hurtado parte de premisas ciertas
para llegar a conclusiones, en muchos, casos equivocadas. Siendo cierto, como
indica el autor, que el pueblo ecuatoriano bajo ninguna excusa debería
hipotecar su democracia y libertad, pierden autoridad sus afirmaciones fruto de
una dialéctica en la que se entremezclan adjetivaciones y descalificativos que
ponen en cuestión la objetividad que se demanda de todo analista. El uso de
lecturas sesgadas y contaminadas ideológicamente de un criterio excesivamente
conservador que no se ajusta al momento histórico que vive el planeta, es otro
de los elementos cuestionables del libro. Explico esto: no se le pide al autor
que obvie en sus conclusiones su posición ideológica marcadamente conservadora,
sino que haga lo posible por no escribir, como popularmente se denomina, con el
“hígado”. Sin duda el Dr. Osvaldo Hurtado es un actor más en realidad política
del país, y más allá de su peso y capacidad de incidencia, no se puede obviar
que “Dictaduras del siglo XXI” es un libro de barricada donde su ser académico
pierde respecto su ser político, con todo lo que el término político conlleva
en este país.
Sorprende y a su vez es contradictoria con varias de
las tesis desarrolladas por el autor, la constante arremetida contra el texto
constitucional vigente, el cual fue respaldado de forma mayoritaria por la
ciudadanía ecuatoriana. Según el Dr. Hurtado, es la vigente Carta Magna la que
le permite al presidente Correa “eliminar el equilibrio de poder entre las
funciones del Estado, a favor del fortalecimiento de la autoridad
presidencial”. Así el autor, olvida en esa abstracción que hace del pasado, que
el fenómeno no es nuevo y que las élites nacionales, desde 1979, llevan
protagonizando reformas políticas destinadas a robustecer el poder del
presidente y del Ejecutivo en decremento de otros poderes del Estado. De hecho,
estos esfuerzos se vieron claramente reflejados en la Constitución de 1998
–elaborada por la Asamblea Constituyente que el mismo Dr. Hurtado presidió-, en
la cual las atribuciones presidenciales fueron sustancialmente aumentadas. En
este sentido, el texto de Montecristi -y que esto no sirva de excusa- es apenas
continuidad de una ruta de “culuncos” yumbos. Quedaría entonces para la
reflexión independiente del lector, por no ser abordado en el libro, que si la
acumulación de poder en una sola persona conlleva lógicas autoritarias, lo que
sumado a la debilidad institucional de los partidos –entre estos el de
gobierno, dado que carece de debate interno-, la recuperación de la democracia
quizás no pase por su sistema representativo, sino por la participación activa
y de calidad del conjunto de la población en cada ámbito de decisión. Para
ello, es necesario contar con los canales, las estructuras, la información y el
modelo de sociedad que posibilite dicha participación, otros de los objetivos
incumplidos que emanan de la Constitución de Montecristi cuando hacía
referencia a la democracia radical.
A lo anteriormente expresado, destaca una
contradicción que transversaliza las algo más de doscientas páginas del libro: ¿si
la herramienta utilizada por el presidente Correa para reformular a su antojo
al Estado ecuatoriano ha sido y es la Constitución de 2008, por qué entonces
las diferentes rupturas que ha sufrido en su alianza de gobierno, hoy críticos
respecto a sus políticas, señalan que el
problema es que no se cumple la Constitución?
El profesor Max Horkheimer, uno de los principales
exponentes de la Primera Teoría Crítica (Escuela de Frankfurt), entendía al
Estado autoritario como un fenómeno sociológico que se origina tras
circunstancias históricas donde surge la anarquía, el desorden y la crisis;
presentándose como la vía para la superación de los problemas existentes. Es
desde ese consenso ciudadano desde donde se legitima un Estado autoritario, y
no a través del uso de la fuerza o el abuso del poder. Quien ha legitimado y
sigue legitimando la consolidación de un estado de tintes autoritarios en el
Ecuador es su ciudadanía, la cual se muestra esperanzada en un proyecto futuro
de modernización e inserción inteligente de su país en el sistema mundo, que
con independencia de las críticas que conlleve, ninguna otra opción política en
el país ha sido capaz de brindarle tras la muerte de Jaime Roldós el 24 de mayo
de 1981. Como ya señaló, el filósofo francés Henry Bergson, “el presente sólo
se forma del pasado, y lo que se encuentra en el efecto estaba ya en la causa”.
Me parece que su análisis del libro carece de objetividad política. En ninguna parte del libro se dice que es un análisis académico. Definitivamente es un análisis político. Por otro lado,definitivamente estamos viviendo en Ecuador una etapa anárquica que se sostiene en un gasto público desenfrenado. Solo pregúntese usted, y lo dejo para sus adentros, que pasaría en Ecuador si no se habrían gastado ingresos netos por más allá de los 140 mil millones de USD y no se mueva financieramente cerca de 180 mil.
ResponderEliminarA mi me parece que todo intento de correguir un país, sobre la supuesta base de un autoritarismo, queda totalmente desligitimada y no tiene futuro. Lo que Hurtado trata de decir es justamente ello: que esta "supuesta revolución" no es más que populistoide. Ni siquiera populista. Que ya sería negativo.
Trata de detallar todas las argucias políticas, ilegales y hasta inmorales que se han aplicado para lograr "la supuesta" estabilidad del país. Creo, sinceramente, que la poca cultura económica y financiera de la mayoría de Ecuatorianos, no permiten que se analice lo que realmente está pasando y que se ha realizado sobre la base de un autoritarismo y totalitarismo que puede llevar a una anarquía total. Cuando? pronto porque los recursos se gastan más allá de las capacidades, el fin: sostener un modelo que se sale de toda lógica. Tan ilógica como pretender ser un país rico con una economía que recibe menos del 1% de la Inversión Extranjera que recibe LATAM.
Muchos, no usted, justifican lo sucedido sobre la base justamente de que no hemos sido estables desde el año 1996.
¿Queremos una estabilidad política y económica que no es perdurable a largo plazo?, ¿una estabilidad que se sostiene en un gasto público desenfrenado (como país rico)?
¿Acaso había que romper con todo para lograr correguir lo malo del pasado? ¿Es eso perdurable?.
¿Creo Sr. Machado que lo importante no es errar respecto de pensadores sociológicos o cometer errores de apreciación. Este es un libro de política que demuestra verdades que a nadie le gustan. No es un libro académico, el Sr. Hurtado no es un académico sino un político y lo que dice en su libro no es mentira. El hecho de que no hable de la historia no le quita valor a lo que afirma ha sucedido en estos 7 años.
Con todo el respeto que usted se merece, creo que su análisis político debería topar los temas reales. Quitar credibilidad a lo aseverado por Hurtado deja de lado el fondo: el "negro" futuro que parece tendremos como país. Para muestra un botón: Correa afirmó que el es jefe de todo el estado y que el estado se conforma por todas las funciones del estado. Correa ha triplicado el presupuesto estatal y ha duplicado el PIB, sin embargo en este último apenas estamos en penultimo lugar en Sudamérica. Ahora nos hemos peleado de un imperio (USA) para aliarnos con los Chinos, endeudándonos en casi 10 mil millones y al 6,7% de interes, mientras a Nigeria le prestan al 2,8%.
Si el fin justifica los medio, como muchos piensas - YO no -, vale la pena lo sucedido.
La base de lo que ahora somos es justamente una ruptura de los mínimos principios democráticos de un país, eso no es sostenible y el análisis sociológico y de las causas no nos llevan a nada.
Respeto mucho su análisis Sr. Machado, sin embargo creo que en momentos de crisis como la que se nos viene como país estos sobran y, lo aportado por Hurtado (en lenguaje entendible para nuestro poco culto pueblo)es más importante para saber que es lo que nos puede pasar.
Un modelo de país autoritario o totalitario se presta para lo que estamos viviendo: un país de nuevos ricos que son solapados (por el poder) ya que el fin justifica los medio, parece ser............
Muchos saludos,
Si el fin justifica los medio