Este 7 de febrero se realizan las elecciones presidenciales en Ecuador. La fórmula del correísmo, encabezada por el joven Andrés Aráuz, primerea en los sondeos de las encuestadoras. El binomio de Unión por la Esperanza se acerca a los 40 puntos que le permitirían, si acumula una diferencia de un 10% sobre el segundo, ganar en primera vuelta.
El análisis de Decio Machado.
Redacción Canal Abierto | A pocos días de realizarse las elecciones presidenciales en Ecuador, el domingo 7 de febrero, la fórmula del correísmo, compuesta por Andrés Aráuz y Carlos Rabascall, lleva claramente la delantera en los sondeos de las encuestadoras. El binomio de Unión por la Esperanza (UNES) estaría rondando los 40 puntos que le permitirían, si además acumula una diferencia de un 10% sobre el segundo, ganar en primera vuelta.
En un país sumido en una grave crisis socio-económica, política y sanitaria –Ecuador es el país que menos vacunas ha recibido en la región–, con 16 fórmulas presidenciales en pugna, recurrimos para analizar el momento político y el proceso electoral a Decio Machado, analista político y miembro fundador de emprendimientos editoriales como el Periódico Diagonal de España y el portal Ecuador Today.
“Este gobierno lleva tres años y medio de gestión. Si bien aparecía como un gobierno heredero del régimen anterior, en la práctica hubo un giro muy rápido hacia posiciones muy conservadoras y a una rearticulación de alianzas con el empresariado, los centros financieros, los grandes capitales y a una ruptura con el correísmo. El país empeoró sustancialmente todos los indicadores sociales y económicos durante esta gestión y esto significó que la economía esté semi paralizada. Aumentaron los índices de pobreza y desempleo, se han deteriorado los servicios públicos y se ha achicado el Estado desde una perspectiva neoliberal”, sintetiza Machado. “En resumen, en esta condición de crisis económica nos pegó la pandemia como al conjunto del planeta, y la situación se tornó dramática”.
“El próximo domingo tendremos elecciones y como dice (Jacques) Ranciere: “los procesos de politización del dolor son cuando los problemas personales pasan a tener una expresión colectiva”, es decir política. El 7 de febrero los problemas de los padres y madres de familia a quienes no les alcanza el dinero para cubrir las necesidades de la familia, o la muerte de allegados y familiares debido a la mala gestión frente al COVID-19 o incluso problemas que antes se interpretaban como frustraciones personales, como perder el empleo, van a tener una expresión este domingo en las urnas. Va a haber esa politización del dolor y quien capitalice eso será quien no formó parte de generar el dolor, es decir quienes no gobernaron. Esta es una explicación importante de la intención de voto que, a priori, tiene el candidato Andrés Aráuz”, analiza el sociólogo y periodista español que hace trece años reside en Quito y supo asesorar al gobierno de Correa en su primera etapa.
¿Podés esbozar una breve semblanza de los tres candidatos que según las encuestas se encuentran mejor posicionados: Andrés Arauz (Unión por la Esperanza), Guillermo Lasso (Creo – Movimiento Creando Oportunidades) y Yaku Pérez (Pachakutik)?
–Aráuz es un hombre joven de 35 años, que aparece de la mano de Rafael Correa, y en ese sentido es el heredero del capital político del correísmo en el país y se echa encima diez años de gestión que generaron indicadores mejores que los que tenemos en la actualidad. Tiene la virtud de ser parte de una regeneración del proceso progresista en Ecuador y eso es interesante. La campaña de Aráuz ha significado la conexión con sectores jóvenes vinculados a la academia, científicos, etc., aparece un nuevo segmento de líderes y cuadros políticos que parecen sustituir a los del proceso anterior. En contra, tiene la vinculación con Correa que en una sociedad muy polarizada tiene sus resistencias sobre todo en los sectores más conservadores.
(Guillermo) Lasso es el líder conservador del país desde el 2013, no ha ganado ninguna de las elecciones en las que se ha presentado. Esta es la tercera. Es un acaudalado, dueño del segundo banco más importante del país y ser un banquero tiene una carga problemática en Ecuador. El Ecuador vivió su corralito en 1999-2000 que implicó la emigración de tres millones de personas y ese drama todavía sigue latente en muchas familias ecuatorianas. Quienes apuestan a Lasso son quienes piensan que de la crisis los únicos que nos pueden sacar son las élites del capital.
En tercer lugar aparece una candidatura sorpresa, la de Yaku Pérez. Sorpresa porque el Pachakutik que es la expresión político del movimiento indígena, siempre ha estado ahí pero nunca con esta intención de voto. El movimiento indígena tuvo un papel muy importante en los últimos meses antes de la pandemia, en octubre de 2019 se hicieron levantamientos populares muy importantes contra los ajustes acordados con el FMI, y eso le dio capital político para sumar a mucha gente que no necesariamente es indígena.
Por otro lado, Yaku tiene un discurso muy ambientalista, muy vinculado a la Pachamama, anti-extractivista y en defensa del ambiente y ha tenido la virtud de conectar con sectores jóvenes que tienen esa sensibilidad y son de perfil más urbano. Esto le ha dado un caudal político importante a Yaku.
Los indicadores de encuestas ubican a Yaku tercero en la disputa, aunque va a sacar un resultado notablemente superior a los históricos resultado del Pachakutik. Lasso sería el segundo en la contienda y, al parecer, la candidatura de Andrés Aráuz se distanció de la de su seguidor y, en este momento, la disputa está en la posibilidad de que gane en la primera vuelta. Si no gana en primera vuelta es posible que se le compliquen las cosas en la segunda vuelta, que esté más disputado ya que habría todo un arco de esas 16 candidaturas que se conjuntarían contra Aráuz. El clivaje se marcó en una lógica correísmo – anti-correísmo y creo que esto ha hecho que el movimiento indígena perdiera intensidad en los últimos tiempos, ya que quien capitaliza el anticorreísmo es el sector conservador con Lasso a la cabeza.
¿Podés puntualizarnos los números de los sondeos?
-Bueno, hay una guerra de encuestas, por lo tanto los números dependen de para quién estén trabajando las encuestadoras. Me atrevería a decirte que los números más sensatos colocan a Aráuz con un 37 a 38% de los votos; la disputa es que consiga unos puntos más para ganar en primera vuelta. El reto para el progresismo es sacar más del 40% y 10 puntos de ventaja sobre el segundo, que es lo que dispone la constitución ecuatoriana para consagrar un vencedor en la primera ronda electoral. La de Lasso está entre el 28 y el 30% y la de Yaku Pérez podría moverse entre el 17 a 22%.
La disputa está en que los correístas lleguen a 40 y Lasso no supere los 31-32, es decir que se quede 10 puntos atrás.
La coyuntura política actual parece sumarle a la intención de voto de Aráuz, porque el gobierno de Moreno apoya la candidatura de Lasso de modo informal o extraoficial y la gestión de la pandemia que está haciendo es terrible. Ecuador es el país que menos vacunas ha recibido en Latinoamérica; hemos recibido 8 mil dosis, es decir que se van a vacunar a 4 mil personas nada más, que se han repartido arbitrariamente vacunando a los poderosos y sus familias. La sociedad tiene conciencia de esto y hay un hastío generalizado y el voto va a castigar a quienes de alguna forma han estado cerca del poder los últimos 4 años.
Volviendo al Pachakutik, ¿es posible que en algún momento Ecuador tenga un gobierno surgido del movimiento indígena?
-Parece difícil. Estos van a ser los mejores resultados históricos en unas presidenciales del movimiento indígena. Pero este no es su campo de juego. El movimiento se mueve mejor en la movilización, en la articulación de lo rural, en las comunidades, en los movimientos sociales… el campo de juego de las elecciones es un campo inclinado contra las lógicas del Pachakutik. Cierto es que este va a ser el mejor resultado electoral de este movimiento político creado en el levantamiento del Inti Raymi de 1990 y eso significa que van a tener una bancada de legisladores muy importante. Habrá que ver qué política hace esa bancada.
¿De pasar a una segunda vuelta, el Pachakutik inclinaría su voto hacia Aráuz?
-Venimos de una etapa donde el movimiento indígena fue represaliado por el correísmo. Los indígenas articularon movilizaciones fuertes con demandas a Correa y sufrió la represión por parte de su gobierno. Esto ha generado dolor y ha habido persecuciones sobre algunos de sus líderes, el propio Yaku Pérez fue uno de los represaliados durante la época correísta.
En el 2017, en las elecciones en que resultó vencedor Lenin Moreno, en la segunda vuelta Yaku apoyó la candidatura de Lasso públicamente. Si esto se repitiese en esta ocasión yo creo que provocaría un cisma muy importante en el movimiento indígena. Es posible que algunos sectores del movimiento indígena, en esos dolores, apoye la candidatura conservadora pero un amplio sector más concienciado ideológicamente no va a apoyar la candidatura de un banquero. Por lo tanto podríamos tener una crisis del movimiento y una división del voto en segunda vuelta.
El ciclo progresista en Latinoamérica cayó por su propio peso, por sus propios errores y empujado por los poderes fácticos que dieron por terminado el ciclo de servicios prestados por los dirigentes progresistas en busca de un equilibrio de gobernabilidad imposible… Desde la izquierda, junto a Raúl Zibechi, por ejemplo, y otros pocos intelectuales y referentes políticos, fuiste de quienes advirtieron los errores y límites del ciclo progresista, de esa apuesta imposible de querer “Cambiar el mundo desde arriba” –como se llama el libro que publicaron con Zibechi editado en nuestro país por Red Editorial–. Pasados algunos años, atravesando la mayoría de nuestros países ciclos de restauración conservadora y neoliberal, ¿qué reflexión hacés y cómo ves la posibilidad de la vuelta del correísmo al poder en Ecuador? ¿Qué posibilidad se abre, qué aprendizajes podremos haber hecho los movimientos populares y las dirigencias políticas progresistas?
-Por el bien de todos nosotros espero que el progresismo haya aprendido de sus errores. Me parece que hay un recambio. En los dos últimos procesos electorales, el de Bolivia y el que estamos viviendo ahora en Ecuador, hay un recambio de liderazgos y hay nuevas formas. Ese liderazgo caudillista muy marcado, esa relación líder-masa que veíamos en Evo Morales o en Rafael Correa, no es la misma que posiblemente mantengan sectores más jóvenes y de un perfil más tecnocrático como Lucho Arce o Andrés Aráuz (N. de R.: ambos fueron ministros de los mencionados presidentes, Arce de Economía y Aráuz fue ministro Coordinador de Conocimiento y Talento Humano entre 2015 y 2017), que creo que apuntan a otro tipo de liderazgo.
Los discursos de Aráuz han hecho referencia a que se han cometido errores en el pasado y que hay que corregirlos y avanzar en el proceso. Esto que es aún algo difuso, de alguna forma gestiona una visión de autocrítica que no ha tenido el correísmo anteriormente. Yo lo veo como positivo, debemos ver como evoluciona.
Desde las izquierdas, más allá de que podamos ser críticos con los neopopulismos y ese tipo de cosas, no podemos equivocarnos de trinchera: en una situación de segunda vuelta debemos apoyar esta opción frente a una candidatura neoliberal encabezada por un señor proveniente del sector financiero y especulativo.
¿Cuáles son los principales desafíos de un posible gobierno de Aráuz?
-El problema que tenemos en el país ahora mismo es que el gobierno ha gestionado terriblemente mal. Han sido los principales jefes de campaña de la vuelta del progresismo al Ecuador, por lo mal que lo han hecho. El país enfrenta unos retos terribles: han incrementado enormemente la deuda externa; hay un servicio de deuda que se está pagando a las instituciones de Breton Woods que está provocando que no haya recursos a nivel nacional para poder afrontar las necesidades básicas de la población; en el período de pandemia se han perdido un millón de puestos de trabajo, y previamente ya veníamos perdiendo empleo aceleradamente. Frente a las resistencias que se habían dado desde los movimientos sociales y los sectores organizados a las políticas neoliberales, el gobierno aprovechó el período de pandemia para articular políticas de shock. Hay que retroceder en todo eso y recuperar derechos adquiridos por la ciudadanía y los trabajadores que se han ido perdiendo; y, evidentemente, hace falta que los servicios básicos y las necesidades fundamentales de la población estén cubiertas, especialmente en materia de salud que parece que es lo que va a marcar este nuevo siglo, este conjunto de epidemias globales a consecuencia del cambio climático y de esta lógica antropocéntrica que hemos construido en este modelo civilizatorio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario