lunes, 29 de octubre de 2018

Decio Machado: La izquierda latinoamericana entregó el discurso de la ética a la derecha

Si Jair Bolsonaro ganó en Brasil es porque la izquierda latinoamericana lamentablemente entregó el discurso de la ética a la derecha, así lo manifestó Decio Machado, analista internacional, quien también reconoció que el triunfo del ultraderechista es un retroceso que representa un sentimiento fuertemente racista, patriarcal, xenófobo y violento.
Punto Noticias. - El experto enfatizó que los brasileños no votaron por Bolsonaro porque estén a favor de un gobierno fascista, sino por la violencia que es cinco veces superior a la de Estados Unidos, por la decepción del partido izquierdista de los Trabajadores, que estuvo atravesado por la corrupción y el descuido a las favelas.
De ahí que la gente aplauda que las FFAA salgan por las noches a las calles por las noches por temas de “seguridad” y que crean en el discurso de las iglesias que llegaron a las favelas para hacer el trabajo que el PT  abandonó.

Ecuador

¿Quiénes están capitalizando lo que fue el partido hegemónico durante diez años?, dijo Machado al agregar que no existe ninguna organización política por la cual la ciudadanía confíe.
En ese marco manifestó que Jaime Nebot es una figura aspirante a la Presidencia de la República que está generando expectativas e ilusión pero que tampoco genera confianza.
“Lo que si hay es pesimismo. El 65% de la población manifiesta que todos le parecen los mismo y ese es el caldo de cultivo para que vengan actores como Bolsonaro”
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lunes, 22 de octubre de 2018

Khashoggi y la geopolítica

Por Decio Machado

Jamal Khashoggi era un periodista saudí relativamente conocido en Estados Unidos por sus columnas de opinión en el periódico The Washington Post. Fue un intelectual y escritor crítico al proceso de islamización impulsado por la familia real de su país y especialmente crítico con el rey Salman bin Abdulaziz debido a su política de guerra en Yemen y el bloqueo comercial a Qatar. Es por ello que Khashoggi sufrió intimidaciones múltiples que le llevaron a abandonar su país y exiliarse en Estados Unidos desde hace aproximadamente un año.

En el momento de su asesinato, Khashoggi se encontraba en Estambul con su novia turca, con quien pretendía casarse y motivo por el que debía acreditar su origen a través de documentos que únicamente podía expedir el Estado saudí. Es esto lo que origina su visita al consultado de ese país en la antigua Constantinopla.

Según versiones de la novia, ambos acudieron a las oficinas consulares el 28 de septiembre siendo Khashoggi reagendado para el día 2 de octubre, momento en el que le dijeron que estarían listos los documentos solicitados. Conocedor del riesgo que corría, Khashoggi le trasmitió a su novia que si ese día no salía del consulado o alguna anomalía percibía automáticamente notificara el dirigente del partido islamista gobernante en Turquía y a la Asociación de Prensa Turco-Árabe. Dicho y hecho, tras pocas horas de la entrada del periodista en el consulado y ante su desaparición, las autoridades turcas y prensa internacional fueron notificados de inmediato.

El asesinato de Khashoggi es una siniestra muestra de salvajismo y estupidez por parte de la monarquía saudí, la cual en un primer momento negó el asesinato para terminar reconociéndolo 18 días después.

Ahora bien, el asesinato de Khashoggi no es ni de lejos el peor acto llevado a cabo por la dinastía de este reino petrolero en los últimos años. Los bombardeos sobre Yemen y otras acciones bélicas auspiciadas por la coalición liderada por los saudíes están deliberadamente enfocadas a cortar el abastecimiento y la distribución de alimentos sobre la inocente población civil que sufre este conflicto bélico, teniendo como objetivo final generar una tragedia de grandes dimensiones sobre millones de personas desarmadas al otro lado de su frontera.

Según los últimos informes de Naciones Unidas, esos que han sido sistemáticamente ignorados por las potencias occidentales -especialmente las que tienen negocios de petróleo y armas con el reino árabe-, alrededor de 22,2 millones de yemeníes (tres cuartas partes de la población) necesitan asistencia humanitaria y 8,4 millones de ellos no tienen suficiente acceso a los alimentos. Lo anterior es fruto de que la fijación de objetivos militares por parte de la coalición agresora ha conllevado la destrucción de gran cantidad de barcos pesqueros, motivo por el cual la pesca en Yemen ha decaído en más de un 50%. En paralelo, se agudizó la falta de electricidad para bombear agua y el combustible para los vehículos agrícolas escasea, lo cual sumado a que los ataques aéreos devastaron la producción ganadera, sitúa a la población civil yemení al borde del colapso.

La coalición encabezada por los saudíes comenzó su intervención en marzo de 2015, posicionándose de lado del gobierno de Abdrabbuh Mansur Hadi y haciéndole la guerra a los rebeldes “hutíes”, a los que catalogó como esbirros financiados por el régimen de Irán. En esta operación bélica aparecen varios cómplices junto a la monarquía saudí: Estados Unidos asiste logísticamente y con reabastecimiento de combustible a las incursiones aéreas, el personal militar británico está estacionado en centros de mando y control, además de la participación más testimonial que otra cosa de los Emiratos Árabes Unidos.

Los ataques aéreos de la coalición se han vuelto más letales a partir del asedio del puerto Hodeida, en el Mar Rojo, impidiéndose así que las importaciones alimenticias yemeníes entren por dicho puerto para abastecer una población local de 600.000 habitantes. El mercado y el hospital de dicha ciudad portuaria también fueron sido atacados por las fuerzas aéreas saudíes, habiendo sido indultados sus responsables por el rey Salmán bin Abdelaziz.

Sin duda, la ausencia de protestas internacionales sobre los abusos y atentados contra la población civil de Yemen hizo pensar a la monarquía saudí que podría desaparecer a Khashoggi sin por ello tener que enfrentar mayor problema. Sin embargo el juego de la geopolítica posicionó las fichas de tal forma que estas pudieron ser bien jugadas por otro actor de gran deslegitimidad democrática y con una coyuntura de crisis económica en la región, el cual ahora se posiciona como defensor de la verdad y los derechos humanos en el tablero de juego mundial.

Turquía ha sabido utilizar de forma acertada y para su beneficio el asesinato de Jamal Khashoggi en Estambul. Desde el 2 de octubre las autoridades turcas han ido filtrando en pequeñas cápsulas informativas a la prensa mundial gran parte del conjunto de información de que disponen sobre este brutal asesinato. Es así que han ido generando una situación donde paulatinamente ha ido incrementándose un clamor internacional contra el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salman, quien el pasado sábado no tuvo más remedio que admitir la muerte del crítico con su dinastía.

El régimen de Recep Tayyip Erdogan, sobre quien recaen acusaciones múltiples de represión sobre la resistencia kurda y también sobre su disidencia política interna, ha conseguido reposicionarse internacionalmente ante los países de OTAN, organización militar de la que Turquía forma parte.

Para la estrategia de Erdogan los medios de comunicación han sido fundamentales, asegurándose -a través del suministro a cuentagotas de la información sobre el asesinato de Khashoggi- que este suceso se mantuviera de forma permanente en las portadas de la prensa internacional de prestigio. El último episodio de este desenlace fue la revelación de un audio que tendrían los investigadores turcos en el que se oye como el médico forense -posteriormente identificado como un colaborador habitual del Ministerio del Interior saudí- que viajaba con el escuadrón de 15 hombres que presumiblemente asesinó al periodista disidente lo descuartizaba vivo.

Imposible ya de cubrir por más tiempo estos hechos, la monarquía saudí se pronunció corrigiendo su primera versión en la cual se decía que Khashoggi había salido sano y salvo del consulado. El ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, Adel al Jubeir, indicó en una entrevista el pasado domingo en la televisión estadounidense Fox, que el periodista crítico "fue asesinado en el consulado, aunque no sabemos los detalles que cómo fue…”.

En paralelo, las cámaras de videovigilancia del consulado saudí en Estambul han permitido a la prensa turca identificar a los 15 sospechosos del asesinato de Khashoggi, entre los cuales destaca Maher Abdulaziz Mutreb, un acompañante habitual del príncipe Mohamed bin Salman en sus viajes al exterior y otros cinco de estos son identificados como miembros de su seguridad personal. Las autoridades turcas creen que el supuesto "escuadrón de la muerte” viajó de vuelta a Riad en dos aviones privados esa misma noche.

El rey Salmán y el príncipe heredero Mohamed bin Salman -quien ejerciera como ministro de Defensa en el momento del comienzo de las incursiones aéreas saudíes en Yemen- han tenido que expresar telefónicamente sus condolencias al hijo del periodista asesinado.

Irán entre tanto mantiene silencio, viendo como se desprestigia su principal enemigo en la zona. En el lado contrario del conflicto, Estados Unidos se muestra benevolente con el régimen saudí, posiblemente debido a los fuertes intereses comunes que unen a ambos países hace décadas.

La Arabian American Oil Company, más conocida como Aramco, fue creada inicialmente por Standard Oil y tres socios (Texaco, Exxon y Mobil) tras el descubrimiento en 1944 de las importantes reservas de crudo existentes en Arabia Saudí. La monarquía ha ido comprando gradualmente sus partes a los distintos accionistas extranjeros de la compañía, la cual ahora rebautizada como Saudi Aramco se propone como la mayor petrolera del mundo y se espera que en el corto plazo esté cotizando en los mercados de Wall Street. Saudi Aramco y las compañías estadounidenses de petróleo siempre mantuvieron, y lo siguen haciendo, intereses comerciales  de gran importancia en este país del Golfo Pérsico.

En paralelo, el reino saudí desde la revolución islámica en Irán en 1979 se configuró como el principal aliado estratégico de los Estados Unidos en la región, siendo un importante comprador de armamento norteamericano en este momento. De hecho fue el primer país que visitó Donald Trump tras ser investido como presidente de los Estados Unidos.

De igual manera, el dinero saudí está detrás de las más grandes startups en Estados Unidos, firmas como Lyft, Uber o Magic Leap no existirían sin la aportación saudí en sus diferentes rondas de negocios. Fueron también los saudíes quienes extendieron un cheque de USD 45.000 millones a Vision Fund de SorfBank, el fondo de inversiones de riesgo más grande de todos lo tiempos, y tampoco se salva Silicon Valley, donde los magnates del desierto han posicionado en torno a USD 6.200 millones en los últimos cinco años.

Como se puede apreciar los derechos humanos y el derecho internacional quedan una vez más de lado cuando los intereses económicos se imponen. Adaptando aquella famosa frase de James Carville, asesor de Bill Clinton en la campaña presidencial estadounidense de 1992, “es la geopolítica, estúpido…”.

Fuente: http://www.planv.com.ec/ideas/ideas/khashoggi-y-la-geopolitica

martes, 16 de octubre de 2018

Guerra por el control de la tecnología 5G

Por Decio Machado

En medio de la escalada de tensión entre China y Estados Unidos, esto que hemos definido como guerra comercial entre las dos principales potencias del planeta, se sitúa bajo telones la disputa por liderar la nueva revolución industrial tecnológica.

China es la segunda potencia económico mundial y está en camino de convertirse en los próximos años en la primera. Sus altas tasas de crecimiento le permitieron situarse en esta posición sin necesidad de liderar sectores como la innovación y la tecnología, sin embargo el gigante asiático se centra ahora en el fomento de áreas clave como la inteligencia artificial y la robótica. Para alcanzar este objetivo, desde Beijing se diseñó en 2015 la estrategia “Made in China 2025”. Se trata de una hoja de ruta a diez años encaminada a reorientar su industria manufacturera hacia sectores de alta tecnología, dejando atrás su modelo de producción intensiva.

La política “Made in China 2025” pasó desde entonces a ser el foco principal de las preocupaciones de EEUU, dado que el gobierno estadounidense tiene como objetivo que la cuarta revolución industrial y el “Internet de las Cosas” (Internet of Things o IoT) estén liderados por la industria norteamericana.

Pese a que gigantes tecnológicos chinos como Alibaba, Tencent, Baidu o líderes en la fabricación de smartphones como Huawei han ascendido hasta las primeras filas del ranking global de compañías tecnológicas, donde se miden internacionalmente con empresas estadounidenses como Apple, Google o la surcoreana Samsung en el segmento de celulares, el eje de este conflicto está hoy centrado en la disputa por el control de la tecnología 5G.

Hablando en términos comprensibles, la llegada de las redes 5G va a impactar en la productividad de las economías con mucha mayor fuerza que las tecnologías anteriores, lo que dejará rezagados a quienes se queden atascados en dicha innovación tecnológica.

La “G” de 5G significa “Generación”. Sus antecedentes comenzaron con el 1G de la tecnología inalámbrica para celulares a comienzos de los años noventa y se expandió al 2G cuando las compañías comenzaron a habilitar que sus usuarios pudiesen enviar SMS entre dispositivos. Se conoció el 3G cuando se comenzó a enviar mensajes de texto y a navegar por Internet, llegándose al 4G a través de las mejoras en capacidad y velocidad en esas mismas prestaciones.

El 5G, un innovador tipo de conexión inalámbrica diseñada para mantenerse al día con la proliferación de dispositivos celulares conectados a Internet y atender nuevas necesidades, ya comienza aterrizar de forma embrionaria en los mercados desarrollados siendo aún un gran desconocido para muchos líderes empresariales y especialmente para los políticos. Minusvalorar la importancia e impacto de esta nueva tecnología, considerándola sólo una mera versión actualizada del actual 4G es un error que pueden pagar muy caro los países emergentes y Europa.

Un reciente informe de Gartner Inc, consultora estadounidense especializa en tecnología informática, pronostica que 20.8 mil millones de dispositivos estarán conectados a Internet en 2020, es decir, tres veces más de los ahora existentes.

La tecnología 5G aportará nuevas características que la convertirá en algo único hasta el momento y que determinará su impacto global, de forma especial en la productividad de la economía. Esto se debe a que multiplicar por muchas veces la capacidad de transmisión de datos, llevándola a velocidades por encima del gigabit por segundo y llegando hasta los 10 gigabits en sus versiones más avanzadas -frente a los pocos cientos de megabits que ofrecen hasta el momento las mejores redes de 4G-, la convertirán en la protagonista de la cuarta revolución industrial tecnológica por dos factores fundamentales: la latencia (velocidad de la red a una interacción) y la capacidad de conectar miles de objetos simultáneamente.

En el 4G la latencia está por encima de los 59 milisegundos mientras que con la tecnología 5G podrá situarse por debajo de los 5 milisegundos, lo que hará que esta se convierta en la herramienta esencial para el control digital de máquinas en tiempo real. Es así que se llegará a la automatización industrial, generándose el ecosistema dentro del cual se articulará la imparable e implacable (se estima una pérdida de más de 140 millones de empleos globales) robotización industrial que se avecina.

Por otro lado y siguiendo la información contenida en una investigación de la consultora Recon Analitycs para Cellular Telecommunications Industry Association -la patronal estadounidenses de las telecomunicaciones-, se pasará de una tecnología como la 4G que ahora puede conectar hasta 2.000 dispositivos por kilometro cuadrado a la 5G, que cubrirá un millón de objetos conectados en ese mismo espacio. Es por ello que quien controle la tecnología 5G es quien ganará la carrera por la competitividad industrial, lo que se ha convertido en términos geopolíticos en una prioridad absoluta para los próximos años.

Cabe recordar que Estados Unidos lideró el descubrimiento e implementación de la tecnología 4G, lo que le permitió comandar mundialmente el desarrollo de la economía digital. Esto permitió que miles de startups basadas en los smartphones florecieran. Sin ello, entidades que hoy dominan la tecnología digital tales como Facebook, Instagram, Uber, Airbnb o Netflix no hubiesen sido estadounidenses.

Es por ello que la Administración Trump está tan preocupada por cortar cualquier posible intromisión de los gigantes tecnológicos chinos en el desarrollo de la tecnología 5G, prohibiéndoles a firmas como Huawei y Zhong Xing Telecommunication Equipment Company Limited (ZTE) -proveedor global de equipamiento de telecomunicaciones y soluciones de redes- participar en las redes de los operadores estadounidenses. Pero además, EEUU ha prohibido a sus funcionarios federales, de forma específica a los relacionados con el ámbito de la seguridad, usar celulares marca Huawei o ZTE, lo que ha llevado a los operadores estadounidenses como AT&T a suspender contratos de comercialización de teléfonos Huawei.

Por su parte, China valora en estos momentos incluso transformar su ecosistema empresarial de telecomunicaciones. Tras años de empeño en generar equilibrios en su industria nacional, donde tres operadoras de telecomunicaciones -todas estatales y controladas por la burocracia gubernamental- controlan el mercado, hoy el gobierno chino se plantea fusionar sus dos operadoras más “pequeñas”, China Unicom y China Telecom (alrededor de 400 millones de usuarios cada una), con el fin de generar sinergias y optimizar sus tiempos para desplegar rápidamente una red 5G de forma que no queden rezagadas frente a la poderosa China Mobile (con casi mil millones de clientes).

Los celulares compatibles con el 5G comenzarán a llegar al mercado el año que viene. Los vendedores de equipamiento (Nokia, Ericsson, Huawei, ZTE y Samsung) ya compiten por firmar los principales acuerdos vinculados a proporcionar equipos para la próxima generación de redes celulares. Todo ello pese a que las compañías chinas están siendo expulsadas de algunos mercados más allá del estadounidense, como es el caso de Australia e India. Esto ha limitado la elección sobre las redes en esos países a Ericsson y Nokia, abriendo la puerta también para que Samsung reconstruya su posición en los equipos de telecomunicaciones.

La batalla por el 5G arrancó en 2014 cuando la rusa MegaFon -anteriormente conocida como North-West GSM- firmó un acuerdo de cooperación con Huawei para testear el 5G momentos previos a la Copa Mundial de la FIFA de 2018. De las docenas de bancos de pruebas, lanzamientos piloto y contratos firmados desde entonces, Ericsson ha ganado más de 80, frente a los 64 de Huawei y los 45 de Nokia, quedando rezagados Samsung y la china ZTE. Pero los primeros contratos reseñables han llegado este año con los lanzamientos de redes 5G en EEUU, donde Ericsson ganó un acuerdo “histórico” con T-Mobile en septiembre por USD 3.500 millones, que igualó otro similar firmado por Nokia con la misma operadora en julio. Ambas compañías también han cerrado acuerdos con AT&T, Verizon y Sprint aprovechando la ausencia forzada de las compañías chinas en EEUU.

Sin embargo, pese a que EEUU estableciera las pautas para la adopción inicial del 5G, aún es posible para las empresas chinas encontrar ganancias, dado que se espera que las compañías Huawei y ZTE -más allá de su mercado nacional- ganen una gran cuota en Europa y otras regiones.

Por su parte, América Latina sigue con una tasa de adopción del smartphone muy alta, del 65%. Se espera llegar al 71% en 2020. Será el momento en el que llegará el 5G a nuestros mercados -un año después de su implementación en Europa- y asistiremos a una nueva disputa por el control de dicho mercado en nuestra región. Se estima una cobertura del 50% en el año 2025, cuando el total de conexiones de esta nueva generación será superior a los 50 millones en Latinoamérica.

Fuente: http://www.planv.com.ec/ideas/ideas/guerra-el-control-la-tecnologia-5g

sábado, 13 de octubre de 2018

Quien se presenta como anti-sistema en las elecciones presidenciales en Brasil es Jair Bolsonaro

El analista político Decio Machado abordó el tema de las elecciones en Brasil, celebradas recientemente. Uno de los elementos de campaña del ultraderechista Jair Bolsonaro es la lucha contra la corrupción y el llamado a la seguridad ciudadana en un país altamente violento, señaló Machado.
El problema es que el sistema democrático brasilero o el sistema de partidos está en quiebra total. Hubo una esperanza a principios de siglo, en el mandato del PT, que iba a transformar las cosas. La realidad que hemos visto es que el PT, al igual que ha pasado con otros progresismos, ha reflejado los mismos vicios que veníamos heredando. Lula no está en la cárcel porque sí. Hay una larga lista de antecedentes en el caso Lava Jato que afecta a la mayoría de los partidos brasileros, pero también y especialmente al PT.
Quien se erige ahora como alternativa anti-sistema y plantea limpiar las instituciones públicas de corrupción, “lamentablemente es un personaje como Bolsonaro”. Machado subraya: “la izquierda le entregó el discurso de la ética a la derecha en América Latina”.
Ahora, desde la táctica electoral, Machado considera que es un error del PT señalar que Bolsonaro es una especie de bestia negra, que pone a la democracia en peligro. “No es una estrategia adecuada para revertir el voto. Espero equivocarme. No soy un defensor de la posición de Bolsonaro, pero me temo que no lo están haciendo bien”.
Para Machado, se debe tener en cuenta que para grandes targets de la población brasileña la democracia es una intelequia, pues amplios sectores históricamente excluidos no la sienten.
Por otra parte, el PT planteó la estrategia de trasladar los votos de Lula a Haddad, dijo el analista. Esto, en la región, no se da porque no hay institucionalidad en el sistema de partidos.
Todo sucesor de líder fuerte tiene un problema porque no se transfieren los votos así (…) Toda la campaña del PT se ha basado en identificar a Haddad con Lula. De hecho los eslogan en campaña fueron: Lula es Haddad.
Finalmente, Machado dijo que el techo de votación de Bolsonaro está más limitado. Es decir, no va crecer tanto en relación a Haddad (PT), 
En ese sentido creo que hay un espacio para el crecimiento del voto progresista (…) tiene un amplio margen de crecimiento. Se va a disminuir la diferencia entre uno y otro. Me temo, para mal de todos, que lamentablemente Bolsonaro solidifique su posición de ganador en estas elecciones presidenciales.
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