lunes, 29 de enero de 2018

Lo que en Davos no dicen


Por Decio Machado

Si uno quiere analizar el estado de salud de algo tan antidemocrático como del capitalismo global, necesariamente debe leer entre líneas lo que sucede en los encuentros y ciclos de conferencias globales también muy antidemocráticos que periódicamente organizan nuestras élites. Pues bien, el reciente foro económico mundial realizado en la pequeña población suiza de Davos es uno de esos eventos que nos permite ver el nivel de cinismo del 1% más privilegiado de nuestra población mundial.

La pasada semana las élites mundiales se reunieron en Davos, juntándose los CEOs de las principales corporaciones mundiales, los más prominentes líderes políticos internacionales, los periodistas que responden a los intereses de los grandes grupos mediáticos globales, algunos sectores de la Academia funcionales al sistema económico hegemónico e incluso algún que otro artista de Hollywood que entre cocteles y miradas lascivas a la hija de algún mega-banquero intentó comprender algo de lo que se decía a su alrededor.

La imagen que se dio desde los Alpes suizos no pudo ser más reconfortante. Recordó al Foro de Davos del año 2007, donde todo era optimismo. Allá, once años atrás, presidentes de la época como Jacques Chirac o Tony Blair nos hablaban de reducir sustantivamente la pobreza mundial, magnates del mundo tecnológico como Bill Gates prometían donar centenares de millones para crear la vacuna contra el SIDA, mientras CEOs globales y académicos de prestigio nos prometían tecnológicas soluciones para cerrar el agujero en la capa de ozono y acabar con el proceso de calentamiento global. Todo era perfecto… de no ser por el hecho de que unos meses después ya se hizo innegable la existencia de una burbuja inmobiliaria que terminó en la mayor crisis financiera de la historia del capitalismo tras el crac de 1929.

En Davos, la semana pasada, asistimos a la misma fiesta, lo cual indica nuevamente que algo va mal. Se dijo que la economía mundial es ahora más fuerte y potente que en ningún otro momento tras la crisis del 2008, pronosticándose un 3,9% de crecimiento para este año. Los presidentes de las principales corporaciones transnacionales aplaudieron las políticas de recortes fiscales de Estados Unidos y el nuevo proceso de desregulación financiera emprendido por Donald Trump. Gobiernos y corporaciones brindaron por una cuarta revolución tecnológica ya en curso, la robótica, la cual pretenden sea el impulso definitivo para recuperar los niveles de crecimiento anteriores al 2007, pese a que se estima dejará sin empleo, tan sólo de forma inicial, a más de cinco millones de personas. Fueron múltiples las voces que anunciaron el 2018 como el año del climax de la economía mundial y hasta el FMI ¿cómo no? se unió a la fiesta, indicando que este año podría registrar la cifra más baja de países en recesión de toda la historia.

Pero ahora, bajado el telón y terminado el espectáculo alpino, hablemos en serio. El economista Alan M. Taylor, en 2015, junto con otros investigadores académicos demostró que analizando los últimos 140 años de las diecisiete principales economías del planeta, podemos observar que durante ese período hubo 166 recesiones, 78 antes de la Segunda Gran Guerra y 88 posteriores (Leveraged Bubbles, Paper 1486 del National Bureau of Economic Research). Bueno pues aunque sorprenda la magnitud del dato, nada nuevo, pues ya sabemos que la tendencia hacia crisis cíclicas es una ley inherente al sistema capitalista. Pero donde el sistema económico capitalista se enfrenta realmente a cambios traumáticos es ante las crisis sistémicas, tal como la que actualmente vivimos y que pretendió ser negada en Davos. Los únicos análisis serios en este sentido se hacen en los anuales encuentros del Club de Bilderberg, motivo que explica el secretismo de su agenda interna.

En el mismo período estudiado por Taylor, el capitalismo afrontó tres crisis sistémicas. La primera tuvo su origen en 1873, la segunda en 1929 y la última, en la que aún estamos inmersos, en 2007. Cada una de estas implicó el agotamiento de la forma de hacer anteriormente existente y la implementación, durante largos años, de un nuevo modelo que generaría una nueva normalidad.

El crac bursátil de 1929 obligó a la implementación de un modelo de capitalismo diferente al que se había puesto en marcha a partir de 1873, quedando integralmente aplicado –nueva normalidad- durante la postguerra. Así, entre 1950 y 2007 asistimos a la fase estrella de eso que se ha llamado “progreso”, donde el crecimiento medio del planeta fue del 5% hasta 1975 y luego se ralentizó por la aplicación del neoliberalismo, pasando al 3%.

La crisis financiera de 2007 marca el fin de aquel período, situándonos desde entonces en un momento de transito hacia otro modelo de capitalismo. En él y aunque aun este en diseño, la flexibilidad laboral ha pasado a ser uno de sus ejes fundamentales, precarizándose enormemente el mercado de trabajo. Pero además, el capitalismo de las plataformas digitales hace que la disciplina laboral sea más rígida, ya que impone supuestas mediciones “científicas” y evaluaciones que pueden parecerse a la de la vieja fabricación industrial. Sin embargo y a diferencia de antaño, a cambio de esta subordinación los trabajadores ya no reciben seguridad social a cargo de la empresa ni derecho a la representación político-sindical.

De igual manera, el concepto de producción correspondiente al modelo anterior se ha visto superado por el modelo de productividad. Producción y productividad son dos términos que se confunden habitualmente pero que en realidad poco tienen que ver. Entre 1995 y 2015 la productividad global ha crecido muy poco por no decir prácticamente nada.

Durante el modelo de crecimiento instaurado en la posguerra el enfoque se hizo muy orientado hacia el consumo, soportándose esta realidad mediante incrementos de la capacidad adquisitiva o bien con créditos. Con el tiempo el crédito fue teniendo cada vez mayor importancia, pero siempre quedó anclado a las tasas de ocupación y la capacidad salarial. Si resulta que la remuneración por hora trabajada no crece, situación en la que estamos desde hace décadas, nos encontramos ante un problema que tiene su impacto en los indicadores de desigualdad.

Los últimos estudios sobre desigualdad realizados por la OCDE con proyecciones hacia el 2060 vienen a indicar que en todos los países la desigualdad crecerá. Esto implica que tendremos que acostumbrarnos a movernos en un mundo cada vez más desigual y con salarios estancados, condición que jamás había sucedido en la historia de la economía mundial de forma sistémica.

Siguiendo con los estudios prospectivos de la OCDE, alarma ver como estos análisis indican que entre 2026 y 2060 el crecimiento caerá sostenidamente de forma paulatina. Estos indicadores vienen a señalar que llegado el 2046 los países OCDE estarán en los niveles de crecimiento del 2005 y en 2060 la situación será aun inferior a la existente a primeros del presente siglo. Para los países que no forman parte de la OCDE –Brasil o China entre ellos- esta declinación será aún más pronunciada.

Cuando esta crisis sistémica finalice llegaremos a un escenario estabilizado de nueva normalidad donde el crecimiento estará altamente sesgado –unas zonas tendrán crecimiento pero la mayoría no-; existirá un equilibrio estructural en desempleo elevado –precisamente lo que Keynes cuestionó en su momento-; esto implicará que el empleo a tiempo parcial y desempleo será muy elevado, disparándose la contratación temporal a todos los sectores de la producción; la clase media comenzará a declinar y con ella desaparecerá el concepto de Estado que hoy conocemos a favor del poder de las grandes corporaciones; la industria 4.0 –era postmáquina aplicada a la customización- hará que lo que se fabrique hoy mañana será antiguo (la vida media de un nuevo producto en la década de 1980 estaba en unos tres años, en la década de 1990 se redujo a un año, hoy se mueve entre tres y cinco meses); y entraremos de lleno en la Sociedad 1/3, es decir, un modelo de sociedad donde un tercio de nosotros será necesario, otro tercio parcialmente necesario y el tercio restante un estorbo.

En este modelo de sociedad el gasto público será muy reducido, y si no hay ingresos superiores al gasto de la seguridad social -pensiones y subsidios por prestaciones de desempleo- los subsidios se irán acabando consecuencia de que los contratos serán cada vez más precarios y los ingresos tenderán a estancarse.

Hasta los economistas estadounidenses no marxistas más sensatos -caso de Robert Reich, Paul Krugman o Joseph Stiglitz- se han visto obligados durante las últimas décadas a modificar su interpretación de las causas del crecimiento de la desigualdad. Tiempo atrás, los economistas liberales sostenían que el aumento de la desigualdad era resultado de que había sectores de la clase trabajadora que no reunían los requisitos tecnológicos o carecían de las habilidades exigidas por “cambio tecnológico basado en la habilidad” (SBTC, por sus siglas en inglés). En ese contexto, la educación era vista como el gran nivelador, estabilizador de la riqueza y herramienta de avance de los sectores atrasados. Sin embargo, el aumento del número de graduados universitarios en todo el planeta, especialmente en los países del Sur, sin que la desigualdad global deje de aumentar ha puesto el cuestión este discurso. Es la tendencia hacia el monopolio que deviene de la evolución sistémica del capitalismo lo que lleva al aumento de la desigualdad económica, algo de lo que Marx ya nos habló hace 150 años…

El cierre del Foro de Davos fue una fiesta, pero no nos equivoquemos, el planeta va a una situación bastante peor de la que ya estamos. Entender esta realidad es algo de fundamental importancia para sociedades, Estados y pequeños y medianos emprendedores, pues ni izquierdas ni derechas muestran en la actualidad capacidad alguna para plantear alternativas creíbles al nuevo modelo de irracional capitalismo en curso.


viernes, 19 de enero de 2018

Decio Machado: "Wikileaks no es una organización siniestra"

Durante su entrevista en Radio Pichincha Universal, el analista político Decio Machado se refirió a Wikileaks como una nueva forma de hacer periodismo y una plataforma importante para que la sociedad acceda a información que nunca antes podía tenerla.

Según Machado, en un mundo en constante evolución, donde las nuevas tecnologías se apoderan de quienes viven en él; la profesión periodística se enfrenta a un desafío sin precedentes. Sin embargo, “Wikileaks no es una organización siniestra, es un grupo de hacker activistas, que de alguna formar ha dotado a la sociedad desde el 2017 hasta acá de más de un millón de documentos clasificados  que demuestran cosas que son realmente graves de la política mundial” dijo.

Además aclaró que esta organización mediática internacional no son los únicos que realizan este tipo de trabajo, pero sí los más referenciales. Más aún cuando son liderados por uno de los personajes más conocidos en los últimos tiempos, Julian Assange.

“Tuvo estrategias muy interesantes. Quiero recordar que Wikileaks no solamente publicaba en su portal; sino que (…) distribuía su información estratégicamente a los periódicos más importantes del paneta porque eran informaciones comprobadas, antes de publicarlas la comprobaban” explicó el analista.

Assange también considerado el enemigo número uno en comunicación de los Estados Unidos y aunque no existe una petición formal de extradición, el Fiscal General de este país dijo públicamente que una de las prioridades fundamentales de EE.UU. es extraditar a Julian Assange por alta traición y develar secretos militares.


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lunes, 15 de enero de 2018

En defensa de un hacker activista

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Por Decio Machado
Para Revista Plan V

Desde que Winston Churchill acuñara en 1946 el término de “relación especial” para definir la vinculación entre su país y Estados Unidos, la cual se acentuaría durante la era de la Guerra Fría, el Reino Unido ha secundado todas y cada una de la barbaridades estadounidenses en política internacional. La última de ellas tuvo que ver con la participación de Tony Blair en la campaña de mentiras orquestada por el gobierno de George W. Bush respecto a la existencia de armas de destrucción masiva en Irak, elemento “justificador” de la segunda invasión al Golfo Pérsico en 2003 y momento en el cual el inquilino de la Casa Blanca declararía ante el Congreso que su país no contaba con “un amigo más verdadero que Gran Bretaña”.

Incluso hoy, cuando el Reino Unido sigue su hoja de ruta para abandonar la Unión Europea, Theresa May –actual residente del 10 de Downing Street- encontró a su mejor aliado en Donald Trump, quien ha manifestado, pese a la actual política proteccionista, que los británicos estarán “los primeros en la fila” a la hora de mantener acuerdos de libre comercio con Estados Unidos.

Con base en lo anterior resulta pueril que los estrategas de la Cancillería del Ecuador, si es que los hay, hayan considerado en algún momento que el Foreing Office aceptaría el nombre de Julian Assange como miembro de su cuerpo diplomático en territorio de la “pérfida Albión”.

Pero chascarrillos aparte… ¿Cómo explicar que un Estado con la legitimidad del británico proceda con la destrucción de correos electrónicos relacionados con el caso Assange, información revelada por The Guardian el pasado mes de noviembre, violando las obligaciones de defender y salvaguardar la información para un debido proceso? ¿Cómo justificar que un gobierno con la trayectoria del británico ignore las conclusiones emitidas por un panel de Naciones Unidas en el que se indica que Julian Assange esta “detenido arbitrariamente”, entendiendo que su confinamiento en la embajada ecuatoriana en Londres equivale a una detención ilegal, y que debería permitírsele la llegada al país que le otorgó el estatus de asilado político? ¿Cómo entender también que las autoridades británicas mantengan esta orden de detención, ignorando que desde el pasado 19 de mayo la justicia sueca archivó el proceso en su contra? Pues bien, pese a que tanto las autoridades británicas como las estadounidenses se nieguen a garantizar que el activista australiano no vaya a ser extraditado a Estados Unidos para su posterior enjuiciamiento, ha sido tanto el fiscal general Jeff Sessions como el ex CIA John Kiriakou quienes nos han aportado las respuestas. 

Si bien Estados Unidos tiene dificultades legales para presentar cargos contra Assange dado que las revelaciones de Wikileaks han sido publicadas por los medios de comunicación más prestigiosos del planeta, lo que implicaría que estos también deberían ser procesados, su fiscal general Jeff Sessions –miembro del ala dura del Partido Republicano y tristemente conocido por sus comentarios racistas- ha manifestado públicamente que este arresto es una prioridad de la política estadounidense. De igual manera John Kiriakou, ex analista de la CIA y quien fuera el primero en revelar las técnicas de tortura aplicadas por el espionaje estadounidense en su guerra antiterrorista, indicó recientemente que Donald Trump ha intensificado la política de “mano dura” contra lo que consideran filtradores y denunciantes de la política exterior norteamericana. Según Kiriakou, el gobierno británico ha recibido “grandes presiones” por parte de Washington para que el activista, hoy confinado en Londres, sea arrestado y extraditado a Estados Unidos.
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 juicio"ssange"si estamos considerando traerlo a Estados Unidosaguardar la informaciaciones Unidas en el año 2016 por el cual

Así las cosas, la postura mantenida por Ecuador respecto a la protección otorgada a la referencia más importante del movimiento por la transparencia y la democracia global tiene un valor indiscutible, pese a que su origen devenga de la necesidad de legitimación de un régimen que con anterioridad fue denunciado por coartar la libertad de prensa.

Sin embargo, si algo caracteriza al conjunto de letras escritas y verborrea vertida durante estos últimos días por la mayoría conservadora de generadores de opinión en los distintos medios de comunicación ecuatorianos, es el desconocimiento y el cinismo respecto al caso Assange.

Desconocimiento respecto a lo que es un hacker y el rol de Assange en la conformación del nuevo periodismo en el presente siglo, así como cinismo respecto a las críticas vertidas por su naturalización y el fácil recurso del chovinismo barato.

En lo que respecto al primero de los casos, sería recomendable para estas excelencias del enjuiciamiento público la lectura del libro “La ética del hacker y el espíritu de la era de la información”, escrito por el finlandés Pekka Himanen, y publicado hace ya la friolera de diecisiete años.

El libro de Himanen, la biblia del hacker-activismo, es un texto exquisito e inspirador sobre la filosofía de los valores de los hackers, término aun confundido por estos grandes demiurgos de la ciencia infusa con el de crackers, es decir, quienes usan sus conocimientos informáticos para fines ilícitos.

Pero lo más grave de esto, es que son los medios de comunicación y sus periodistas quienes han dado espacio a estas ilustres voces de la erudición vulgatis, desconociendo que la industria de los medios se encuentra inmersa en una profunda y rápida mutación por la búsqueda de una nueva fórmula de relevancia.

Pues bien, si alguien le ha dado una nueva relevancia al periodismo en esta última década ese ha sido Julian Assange y su organización Wikileaks, demostrándonos que el periodismo puede ir mucho más allá que usar la tecnología sólo para hacer lo mismo de siempre pero en tiempo real. En resumidas cuentas, hackeando el periodismo.

En enero del 2007 Wikileaks comenzó a publicar sus primeros informes respecto a órdenes de asesinato contra oficiales somalíes, pero sería en abril del 2010 cuando publicaría un famoso video donde soldados estadounidenses disparan al reportero de Reuters Namir Noor-Eldeen, a su ayudante y a nueve personas más, algunas de ellas cuando iban a retirar a muertos y heridos. Dos meses más tarde, aparecerían 92.000 documentos denominados popularmente como los “Diarios de la Guerra de Afganistán”, donde se mostraban datos hasta entonces no revelados sobre víctimas civiles provocadas por soldados estadounidenses y otras tropas aliadas, así como las conexiones entre la inteligencia pakistaní y los talibanes insurgentes. En octubre de ese mismo año, aparecerían los “Irak War Logs”, otros 391.831 informes filtrados desde El Pentágono donde se demuestra el uso sistemático de técnicas de tortura y el asesinato de 31 civiles de media diarios entre los años 2004 y 2009. Wikileaks cerraría ese año difundiendo los “Cablegate”, otros 251.187 documentos más donde queda demostrada la injerencia de Estados Unidos en asuntos internos de prácticamente todos los países del planeta. En febrero de 2012 aparecerían los “Global Intelligence Files leak”, donde se evidencian las espurias relaciones de la empresa privada de espionaje Stratfor y sus clientes; en marzo del 2016 aparecerían los correos electrónicos de Hillary Clinton con sus vinculaciones a grandes empresas –entre ellas Facebook-; para terminar desvelando, en marzo de 2017, los ilegales sistemas de intersección a usuarios de teléfonos, computadoras y televisoras utilizados por parte del espionaje norteamericano.

En resumen, Wikileaks ha publicado durante la última década más documentos clasificados que toda la prensa mundial junta, lo que a muchos nos hace pensar que el arbitrario proceso abierto en contra de Assange, por parte de la fiscalía sueca, bien podría ser una artimaña articulada desde alguna agencia de espionaje internacional con el fin de silenciarle.

No puedo terminar sin hacer referencia a las críticas realizadas a la otorgación de la nacionalidad ecuatoriana a Julian Assange. Sorprende que se ponga el grito en el cielo exigiendo méritos al hacker australiano, pero no se hagan respecto a las naturalizaciones que de forma habitual suceden en el futbol ecuatoriano. Voy a poner tan solo un caso: ¿qué ex diplomático de gobiernos conservadores del pasado consideró una ofensa la nacionalización de Damián (Kitu) Díaz -quien posteriormente fue sancionado por insultos racistas a un arbitro negro- bajo el pretexto de ser un ejemplo para los niños?

En todo caso y más allá de los errores de la Cancillería ecuatoriana, resulta muy triste ver como el periodismo y los analistas ecuatorianos no comprenden el significado y los méritos de un site como Wikileaks. Este, a través de un sistema modificado del software de MediaWiki y una serie de herramientas añadidas (OpenSSL, Freene, Tor y PGP) autoriza a cualquiera a subir anónimamente información que posteriormente es examinada, decidiéndose cuales gozan de los parámetros de veracidad necesarios para ser publicados, lo cual conforma un ejemplo sumamente peligroso de periodismo de investigación para Estados, poderes fácticos y económicos.

viernes, 5 de enero de 2018

La corrupción, por las nubes


Por Decio Machado
Revista La Brecha


El devenir informativo de los últimos meses ha hecho que los ecuatorianos vayan acostumbrándose, día tras día, a despertar con la difusión de un nuevo escándalo de corrupción a través de sus medios de comunicación.

Si bien este asunto no es nuevo, pues la corrupción lleva décadas enraizada en la política nacional, las dimensiones actuales lo han convertido en el segundo problema más preocupante para la sociedad ecuatoriana, después del desempleo.

El vicepresidente, Jorge Glas, cesado en la actualidad de sus funciones, lleva tres meses encerrado en la Cárcel 4 de Quito. El número dos del antiguo gobierno, impuesto por el ex presidente Rafael Correa como número dos también del actual, fue condenado el 13 de diciembre a cumplir una sentencia de seis años de prisión como autor del delito de asociación ilícita dentro de la trama de corrupción de Odebrecht en Ecuador, y está obligado a devolver –junto a sus cómplices– 33,4 millones de dólares como afectación dolosa al patrimonio del Estado ecuatoriano.

Glas no sólo es el primer vicepresidente del país encarcelado mientras estaba desempeñando de su cargo, sino el funcionario de más alto rango, en ejercicio, de América Latina detenido a consecuencia de la Operación Lava Jato.

Lo anterior propiciará que en los próximos días el presidente, Lenín Moreno, proponga formalmente una terna al Legislativo para sustituir al vicepresidente encarcelado, el cual desde el 3 de enero cumple los 90 días máximos permitidos de ausencia temporal para el cargo. Los medios de comunicación han filtrado en los últimos días los nombres de tres ministras del actual Ejecutivo como posibles sucesoras del ex vice.

La situación de Glas es extremadamente compleja, pues todo apunta a que las investigaciones judiciales a las que está sometido desencadenarán nuevos procesos en su contra. Si su condena actual es por asociación ilícita, aún está por determinarse con qué finalidad cometió este acto delictivo.

Pero los casos de peculado, concusión, cohecho, enriquecimiento ilícito, tráfico de influencia, lavado de activos y testaferrismo abundan en Ecuador. Durante este año 2018 deberán resolverse otros tantos casos más de corrupción que implican a ex ministros del gobierno de Correa –algunos de ellos fugados–, su ex contralor general –también escondido en Miami– y altos funcionarios responsables de megaproyectos construidos durante esta última década.

El propio Correa, que vuelve al país esta semana para hacer campaña en contra de la consulta popular impulsada desde el actual Ejecutivo y que según su resultado puede impedir su presentación como candidato presidencial en las próximas elecciones, ya ha anunciado que teme ser vinculado a las tramas de corrupción que paulatinamente van destapándose.

 

 POR QUÉ.


Entender las causas por las cuales durante el mandato de Correa esta pequeña nación andina ha pasado a ser considerada como una de las que tienen los más altos índices de corrupción implica entender un entramado de leyes desarrollado durante los últimos diez años que hicieron que fuera más fácil delinquir en la gestión pública y más improbable que antes que dicha corrupción saliera a la luz.

El primer error es constitucional, pues la actual carta magna –aprobada en setiembre de 2008–,que pretendió ser la más garantista del mundo, creó la Función de Transparencia y Control Social. Con ello se buscó superar el histórico reparto de instituciones públicas y organismos de control que había sufrido Ecuador durante los tiempos de la vieja partidocracia, conformando a través de la nueva estructura de un “supuesto” Estado moderno un organismo llamado Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. A ese consejo de siete miembros se lo dotó de las siguientes competencias: promover e incentivar el ejercicio de los derechos relacionados con la participación ciudadana, establecer mecanismos de control social para asuntos públicos, elegir a los titulares de la Fiscalía, Contraloría, Defensoría del Pueblo, Defensoría Pública y la Corte Constitucional, entre otros.

Sin embargo, este llamado “quinto poder” se construye a partir de una Constitución que concentra una gran parte de éste en el presidente de la República, una imposición de Rafael Correa a la que la bancada mayoritaria de su partido durante la Asamblea Constituyente (2007-2008) no tuvo el valor de enfrentarse, permitiéndole influir decisivamente en la conformación de un organismo que, a través de un concurso de méritos, pretendía ser representante de la sociedad civil.

El resultado es evidente: todos los organismos de control del sistema democrático quedaron en manos de personas afines al partido de gobierno. De igual manera, el Ejecutivo impulsó una nueva “ley de servicio de contratación pública” que teóricamente pretendía transparentar esta función del Estado. Derivado de dicha ley se creó la figura del “régimen especial”, lo cual permitió al Estado contratar a empresas sin licitaciones públicas, bastando una selección directa del proveedor avalada tan sólo por el visto bueno del ministro del área. Esa misma ley incorpora la opción de que entidades estatales y empresas públicas puedan contratar obras, bienes, servicios y consultorías –incluso con empresas extranjeras– sin requerir garantía alguna y también mediante selección directa.

En estos últimos diez años Correa dictó 16 decretos de emergencia tan sólo en el sector petróleo, lo que abrió las puertas a la corrupción en los sectores estratégicos, sin contar con otras áreas de intervención del Estado que también se vieron afectadas por dicha reglamentación.

Por último, cabe reseñar que entre 2005 y 2015 la Contraloría ha enviado a la Fiscalía General del Estado más de 2 mil informes por mal uso de fondos públicos. El anterior fiscal, Galo Chiriboga, tío de Rafael Correa, reconoció la falta de respuesta por “falta de registros” de la institución que dirigía, anunciando la pronta implementación de un sistema para hacer un seguimiento en “tiempo real” que nunca llegó a ponerse en marcha. Hasta el cierre de 2016 tan sólo hubo 245 sentencias, que básicamente hacían referencia a pequeños casos vinculados a municipios que desviaron recursos. Los procesos hoy en marcha contra altos funcionarios públicos vinculados al gobierno nacional devienen de investigaciones internacionales, como la Operación Lava Jato, en Brasil, y nunca son fruto de acciones iniciadas judicialmente en el país.