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Decio Machado |
¿Desde su experiencia profesional cómo
definiría a la comunicación política?
Podríamos definir la comunicación política como una
amalgama de recursos estratégicos fundamentales de la acción política. Es
decir, se trata del conjunto de técnicas de la que disponen los actores
políticos para incidir, controlar y persuadir sobre eso que se ha venido en
definir en términos generales como “opinión pública”. Si bien la comunicación política se remonta a
tiempo inmemoriables, con el auge de los medios de comunicación de masas y en
la actualidad a través de los nuevos medios de comunicación enmarcados en los
que conocemos como “Nuevas Técnicas de la Información y Comunicación”, la
comunicación política se ha visto obligada a superar los viejos estereotipos
basados en la calidad literaria de los discursos políticos, modernizándose e
implementando nuevos procedimientos para influir sobre el conocimiento, las
creencias y la acción sobre asuntos públicos.
Para posicionar un ejemplo ilustrativo de este cambio,
basta con hacer referencia a los atentados del 11 de septiembre del 2001. La
decisión política más importante que tomó el deleznable ex presidente
estadounidense George W. Bush inmediatamente después de los atentados no fue el
cambio en la estructura de mando de la seguridad interna o externa del país,
sino nombrar a una profesional de la comunicación externa a las estructuras
militares como subsecretaría de Estado en Diplomacia Pública y Asuntos
Públicos. Más importante que los nombres de los generales responsables de la
estructura de mando militar, fue fichar a Charlotte Beers, conocida
profesionalmente como “la reina del branding” y ex presidenta de la prestigiosa
agencia de publicidad J. Walter Thompson Worldwide, para implementar lo que
sería la estrategia de comunicación estadounidense inmediatamente posterior a
los atentados conocida como “guerra comunicacional contra el terrorismo”, la
mayor campaña de relaciones públicas y comunicación en la historia de la política exterior.
Todavía hoy la humanidad está pagando el precio de aquella campaña político-comunicacional…
¿Usted cree que el discurso político de
los funcionarios de elección popular es una forma de realizar
propaganda? ¿Porqué?
Para todo gobierno que se precie, sea en el ámbito y la
sensibilidad que fuere, el control de la comunicación que emiten sus
funcionarios es estratégicamente fundamental. Decía Napoleón Bonaparte que
“nada puede ir bien en un sistema político en el que las palabras contradicen
a los hechos”. Si bien es cierto que desde el punto de vista académico, la
comunicación política como subcategoría de las ciencias de la Comunicación, no
debería ser ni publicidad ni propaganda, en la práctica su utilización por
parte de los espacios de poder suele convertirse en un proceso de manipulación
de la ciudadanía, lo que viene a demostrar el nivel de degradación existente en
la política actual.
En la actualidad, más que trabajar sobre un nexo
bidireccional entre el gobernante y los gobernados, la comunicación política
busca convencer al ciudadano de que el gobernante y su accionar político es
coincidente con las demandas sociales y las necesidades existentes en este
momento en la sociedad, buscando en muchas ocasiones desprestigiar
paralelamente a sus competidores políticos. Más que acompañar la estrategia
política gubernamental, la comunicación política lamentablemente se ha enfocado
a intentar imponer una especie de legitimación social de las políticas públicas
y de la imagen del gobernante sobre el conjunto de la sociedad.
Este modelo de comunicación política, desde mi punto de
vista mayoritario, se asocia a aquel concepto de propaganda definida como “el
manejo de las actitudes colectivas mediante la manipulación de los símbolos
significantes”. La intención de cambiar las visiones de las personas a favor de
una causa, o en perjuicio de otra, acerca la comunicación política que se
desarrolla en la actualidad a la persuasión.
¿Cree que el discurso político ejerce una función de manipulación para la sociedad?
Los discursos
políticos de hoy carecen de espontaneidad. Están forjados en laboratorios donde
se trabaja con sondeos de opinión sobre temáticas socialmente sensibles para la
sociedad, estudios de intención de voto, estrategias de posicionamiento de
imagen, y técnicas destinadas al ataque y la descalificación de los
contrincantes. Bajo un conjunto de fórmulas metodológica y técnicamente
desarrolladas se busca afectar a la parte emocional e irracional de los
receptores, transformando sus sentimientos y pensamientos. No es gratuito que
los políticos convencionales y al uso sean socialmente asociados a la imagen de
mentirosos. En gran parte del mundo los electores votan por lo que consideran la menos mala de
las opciones políticas existentes en el tablero electoral. Esto explica que las
recientes movilizaciones del 15M o el movimiento de los Indignados en España;
los Occupy de Wall Street, Londres o Hong Kong; o las primaveras árabes del
norte de África hayan reivindicado el protagonismo directo de la ciudadanía en
la toma de decisiones, cuestionándose así los sistemas de representatividad
política cada vez más deslegitimados. Refundar los valores de la política es
una tarea global para los próximos años.
¿Usted cree que las autoridades de
elección popular buscan el control social? y ¿está de acuerdo que sea así?
Todo tipo de poder busca implementar el control social.
Para ello desarrollan de forma combinada distintas lógicas de acción que van
desde el desarrollo de normativas punitivas o disciplinarias en el ámbito del
Derecho contra las conductas que consideran no deseadas, hasta la imposición de
determinados valores afines al sistema a través del control de la
Educación, la imposición de normas morales, la Cultura, etc… Las autoridades de
elección popular suelen ser piezas coyunturales dentro de este puzzle socialmente
construido a nivel global que ha transformado al poder político en algo
dependiente del poder económico. Podemos ver dos ejemplos concretos y
relativamente recientes de cómo gobiernos teóricamente díscolos se han plegado
a los intereses del capital internacional. En primer lugar, recordemos como el
gobierno ecuatoriano, cuyo mandatario destacó en sus tiempos de académico por
su cuestionamiento a los Tratados de Libre Comercio y a las instituciones de
Bretton Woods, ha firmado el año pasado un TLC con la UE que hipoteca el futuro
desarrollo endógeno del país, y en la actualidad se ha reintegrado a los
monitoreos económicos del FMI como condición impuesta para poder emitir los Bonos 2024
destinados a paliar en parte el creciente endeudamiento nacional. En segundo
lugar, recientemente vimos como el gobierno de Syriza en Grecia, presidido por un
presidente del carisma de Alexis Tsipras, se ha visto obligado a aceptar las
condiciones impuestas desde el Eurogrupo para poder recibir un nuevo préstamo
europeo que palie en parte la gran crisis económica que viven los helenos, a pesar
de que ese mismo gobierno fue el promotor de un referéndum en el cual la mayoría del pueblo manifestó su rechazo a los chantajes de la Troika
compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo
Monetario Internacional.
En ambos casos, estos mandatarios constitucionalmente
elegidos en lugar de irse con dignidad del poder y denunciar ante sus
respectivas ciudadanías el chantaje internacional al que se han visto sometidos y no han podido afrontar por parte del poder económico global, han preferido desarrollar estrategias de
comunicación política en la que emiten el mensaje que los acuerdos firmados son
buenos para el país. En el caso ecuatoriano, el presidente Correa incluso niega
que firmase un TLC con la UE, cuando es público y notorio -por los documentos
filtrados desde la Cancillería- que está faltando a la verdad.
Sobre su pregunta respecto a que si yo legitimo eso, la
respuesta es simple: rechazo cualquier acto de manipulación sobre la sociedad,
hace mucho tiempo ya que entendí que el fin no legitima los medios. Cuando la
comunicación política es confundida con propaganda, su propósito deliberado y
sistemático pasa a ser dar forma a las percepciones, manipular la compresión y
dirigir comportamientos para alcanzar una respuesta que sigue la intención
deseada del propagandista. Eso forma parte del control social. Los comunicadores al servicio del poder olvidaron que gestionar la información no
significa falsear la verdad. En el caso de los que dirigen medios comunicación que se autodefinen como medios públicos, este tipo de comportamientos dan hasta vergüenza ajena por no decir asco.
¿Qué mensajes debería contener un
discurso político de una autoridad que busca el adelanto de sus representados?
La comunicación en
general y la comunicación política en particular responden a dinámicas en
movimiento. Carecen de manuales que aseguren el éxito en contra de lo que se
les suele enseñar a las y los estudiantes en la universidad. La aplicación de
estrategias responde a las coyunturas políticas en el que se desenvuelven los
políticos en un momento determinado, así como a los públicos a los que se
dirige en cada ocasión.
Haciendo un esfuerzo
de síntesis y generalidad, cabría indicar que un discurso al igual que un
documento narrativo consta de introducción, desarrollo y conclusiones. Lo más
habitual es que un discurso político utilice lo que se ha venido en llamar
método inductivo, es decir, que en función del target social al que va
dirigido, este se enfoque en un solo tema y desde ese eje se vayan desgranando
poco a poco los argumentos y las propuestas que emanan de la autoridad en
cuestión. Todo ello debe enmarcarse en el objetivo concreto que se busca a
través de dicho discurso.
Un político que no
sea buen comunicador lo mejor que puede hacer es irse a casa. Se deben manejar
datos, los cuales por más complejos que sean, han de terminar aterrizados de la
manera más asequible posible. Un ejemplo de esto es el presidente ecuatoriano
Rafael Correa. Tras cada Enlace Ciudadano sabatino sus seguidores terminan con la
percepción de haberse convertido en profundos conocedores de cómo se organiza
una sociedad con el fin de alcanzar el desarrollo económico, a pesar de que no
hayan entendido casi nada y hayan recibido consignas previamente escritas con
lo que deben corear en cada momento.
En la actualidad
existe una combinación de elementos clásicos provenientes del ámbito político y del mundo empresarial que se fusionan en los discursos de los principales
líderes mundiales: se conjuntan las ideas, el pensamiento y la ilusión en un
nuevo modelo de sociedad más justo y próspero para la sociedad con los mensajes
de confianza, esperanza y empatía con el país.
Los mensajes políticos
no solo deben emitir datos, análisis y propuestas. Deben también tener la capacidad
de conexión con el factor más emocional existente en el receptor. Winston
Churchill, único primer ministro británico galardonado con un Premio Nobel de
Literatura, tras embarcar al Reino Unido en la Segunda Guerra Mundial diría en un
emotivo discurso a la nación: “No tengo nada más que ofrecer que sangre,
lágrimas y sudor”. Sin embargo, su voluptuoso aspecto físico viene a indicar
que a diferencia de su pueblo, durante aquellos años que guerra Churchill no se
vi0 obligado a alimentarse en base a una cartilla de racionamiento familiar.
¿Qué opinión le merece el discurso
político de los actuales representantes de la República del Ecuador?
Desde mi punto de vista, el único político ecuatoriano
con capacidad discursiva en este momento es el presidente Correa. Como
anteriormente ya le indiqué, considero que el actual mandatario es un gran
comunicador, lo cual no deja de ser sorprendente dado que hasta la campaña
electoral del 2006 el único contacto con la política de Rafael Correa fue haber
desarrollado el cargo de ministro de Economía durante tres meses durante el
gobierno de Alfredo Palacio. El presidente Correa carecía con anterioridad de
antecedentes militantes en organizaciones políticas y/o sociales del país,
nunca fue un líder social, nunca sufrió represión ni formó parte de asambleas
populares, no protagonizó ninguna de las luchas sociales existentes en el país
anteriores al ejercicio de su mandato.
Sin embargo y a pesar de lo anterior, el presidente
Correa ha entendido mejor que nadie el uso de las nuevas tecnologías de la
comunicación en el ámbito de la política, y desde el primer momento se ha
dotado de buenos equipos de asesores para la implementación de técnicas
innovadoras relacionadas con el marketing político y la comunicación. Este
hecho, sumado a su formación pedagógica y su capacidad de oratoria, desembocó en un antes y un después
en la comunicación política ecuatoriana.
Si me pregunta por el resto de las y los políticos
ecuatorianos, sean estos indistintamente del oficialismo o de la oposición,
debo confesarle que no atisbo nada más allá de una enorme mediocridad generalizada.
En el ámbito del oficialismo esto es fruto de un modelo
de política basada en la relación líder-masa, donde citando al psicólogo social
frances Gustave Le Bon, los seguidores correístas consideran que “la masa es
siempre intelectualmente inferior al hombre aislado”. Este tipo de relación no genera
horizontalidad ni debate, no fomenta la construcción de organización social ni
la generación de delfinazgos políticos. Se sigue con fe ciega a un líder
carismático, lo que estrangula la posibilidad de generación de nuevos cuadros
políticos. En el caso de la oposición política, sea esta conservadora o situada
a la izquierda del correísmo, la situación es aún más dramática, pues refleja
la urgente necesidad de que emerja una nueva generación de liderazgos capaces
de superar la patética representación política existente en el país. Esto
requiere una catarsis política que seguramente vendrá determinado por algún
tipo de movimiento espontáneo protagonizado por los jóvenes del país cuando
menos nos lo esperemos. Rememorando al filósofo prusiano Immanuel Kant, el
carácter natural de un pueblo no es de ningún modo algo originario, sino que
depende del régimen de gobierno, de la religión y de la educación.
¿Qué piensa del discurso político
utilizado como medio de propaganda en Latinoamérica y en el Ecuador?
Eric Hoffer, un escritor y filósofo estadounidense
especializado en reconocer la importancia central de la autoestima para el
bienestar psicológico, dijo alguna vez que “la propaganda no engaña a la gente,
sino que simplemente les ayuda a engañarse a sí mismos”. Hago mención a Hoffer
no porque coincida ideológicamente con este personaje
ya fallecido, sino porque considero que tras el estrepitoso fracaso del neoliberalismo en América Latina gran parte de las poblaciones latinoamericanas depositaron su fe de cambio en
movimientos políticos progresistas que a la postre han demostrado sus
limitaciones y techos políticos. La única diferencia entre el neoliberalismo
anterior y el “progresismo” posneoliberal implementado en gran parte de los países
suramericanos es hacia donde va destinado su excedente. Bajo políticas
asistencialistas e implementación de procesos modernizadores de Estado se han
obtenido logros importantes en materia de indicadores sociales y generación de
nuevas infraestructuras, pero paralelamente se ha agudizado aún más la
dependencia económica del subcontinente a través de procesos de
reprimarización. No se ha querido transformar, fruto de una combinación entre falta
de voluntad y falta de valentia política, los pilares estructurales del modelo de
explotación capitalista y por ende la vieja matriz de acumulación existente a
lo interno de cada una de las economías nacionales latinoamericanas. La
Venezuela chavista puede haber significado una excepción al respecto, sin
embargo sus resultados no son muy alentadores.
Sin embargo, aprovechándose de los anhelos de cambio
existentes en la región, estos gobiernos han venido a autodefinirse como
conductores de supuestos procesos de emancipación social hacia procesos
revolucionarios, criminalizando a cualquier tipo de disidencia que desde sus
propias filas se han ido generando en función de que las contradicciones entre
discurso y praxis se fue haciendo cada vez más insostenibles.
Llegado el fin de la década dorada de los commodities,
es decir, terminado el período de las flacas gordas forjado gracias a las
demandas de recursos naturales emanadas de las necesidades del capitalismo
global, comienzan a aparecer los primeros signos de deterioro económico en estos
países y la generación de descontento social. En esta nueva coyuntura social,
política y económica, estos gobiernos están unificando un modelo discursivo basado
en el atrincheramiento político, con el cual se intentan relegitimar en base a supuestas
tramas golpistas auspiciadas y financiadas desde el exterior. Más allá de que
puedan existir determinados actores con intereses desestabilizadores en sus
respectivos países, este modelo de discurso plasma el agotamiento de estos
procesos políticos, el deterioro de sus estrategias comunicacionales antaño
exitosas, y el comienzo del fin de sus respectivas hegemonías políticas.
Ecuador es un ejemplo paradigmático de este agotamiento.
El neopopulismo ecuatoriano basó su construcción en la destrucción del tejido
social popular organizado. El liderazgo populista solo tiene capacidad de
auspiciarse como “salvador” de la sociedad si se eliminan las distintas formas
de expresión y organización de las que se dota autónomamente la ciudadanía.
Esto funcionó mientras hubo bonanza económica, sin embargo el valor político
del presidente Correa esta directamente vinculado al precio del petróleo, la
caída del precio del crudo en el mercado internacional conlleva la devaluación
política del mandatario ecuatoriano.
¿Cree usted que es necesario
redimensionar el discurso político o educar en formación política a la
población?
La política necesita
reinventarse. Las movilizaciones en gran medida protagonizadas por jóvenes en
Brasil, Grecia, el Estado español, EEUU, Londrés, Hong Kong o diversos países
árabes vienen a reflejar la búsqueda de nuevas formas de hacer e interpretar la
política. Los políticos al uso están devaluados y se devaluarán de manera más
notable en el futuro. Esto transformará el discurso político a futuro y
evidentemente también los mensajes que desde este ámbito se emiten. Las y los
ciudadanos deben pasar a ser los protagonistas, por encima de partidos, por
encima de representantes, por encima de estructuras de gobierno que piden a
voces ser reinventadas y reconsiderados sus roles. Existe una crisis en las
lógicas de mando social emanadas de un proceso electoral cada cuatro o cinco años, la
política y la toma de decisiones debe ser reabsorbida por la sociedad.
La lucha que
asistimos en la actualidad en varios países latinoamericanos entre los mass
media privados y los nuevos holdings de mediáticos de carácter "público" no
tienen nada que ver con los intereses de la ciudadanía a estar debidamente
informada. Es tan solo una disputa entre poderes políticos y económicos que
pretenden ser hegemónicos en el esfera de la comunicación. Se trata tan solo de
controlar la información que se emite a la ciudadanía. Unos y otros nos
demuestran en la práctica que establecen esquemas similares de manipulación
informativa y son herramientas al servicio de estructuras de poder superiores. La conformación de alternativas en el ámbito de la información no será el fruto de la intervención estatal, sino de los espacios liberados por la ciudadanía autónomos del poder conformando medios de comunicación alternativa.
En América Latina se
viene hablando de participación política de la ciudadanía desde hace ya más de
una década. Hasta la OCDE, NNUU o el Banco Mundial hablan de fomentar la participación ciudadana en
diferentes partes del mundo. En el fondo todo es una falacia. Esperar que sean
los Estados o los organismos multilaterales quienes fomenten la participación
ciudadana en la toma de decisiones, es como esperar que tu carcelero te de las
llaves de tu celda tras entender que el sistema penitenciario como modelo de
reinserción social ha fracasado.
Desde mi punto de
vista, la formación política a la ciudadanía debe implementarse desde espacios
ciudadanos autónomos del poder. Esto viene a significar justo lo contrario de lo
que piensa el régimen político ecuatoriano, toda persona individual u
organización social del tipo que fuere tiene derecho a hacer política y
construir contrapoder. Hablamos de liberar espacios, de emancipar territorios
hoy en disputa. Lo que deviene desde el poder es tan solo adoctrinamiento
funcional al orden establecido, ningún amo enseña a sus esclavos a escaparse de
la finca.