Este artículo son reflexiones a partir de la lectura del recomendable libro "Contra hegemonía y Buen Vivir" de los editores Francisco Hidalgo y Álvaro Márquez, en el que tuve el honor de participar en su presentación en Quito junto a Francois Houtart, Julio C. Guanche y Francisco Hidalgo.
Decio Machado // Quito (Ecuador)
Para Revista Teoría y Praxis Latinoamericana
Decio Machado // Quito (Ecuador)
Para Revista Teoría y Praxis Latinoamericana
El capitalismo en Italia se expande tras su tardía
unificación (1870), desarrollando una flamante industria automotriz en el norte
que coexiste con la economía agraria del sur –“Mezzogiorno”-, hecho que se mantiene prácticamente hasta nuestros
días. En paralelo al proceso de industrialización en el norte de Italia se
desarrolló el Partido Socialista Italiano (fundado en 1892) y que fue el
principal partido de la izquierda italiana hasta la Segunda Guerra Mundial.
Es en ese momento político en el que los industriales
urbanos del norte de Italia trazan ciertos compromisos con los terratenientes
agrarios del sur; en el que el Vaticano se enfrenta a la masonería y al
anticlericalismo de izquierdas; y en el que el fascismo toma cuerpo haciéndose
con el manejo burocrático del Estado a través de la figura de Benito Mussolini[1],
cuando el conjunto de fuerzas reaccionarias se unen para hacerle frente a la
proliferación de huelgas obreras en el norte y las rebeliones campesinas del
sur italiano. Es en ese contexto político en que Amadeo Bordiga y Antonio
Gramsci abandonarán el XVII Congreso del Partido Socialista (1921) que se
celebraba en Venecia convocando a un congreso constituyente del que nacerá el
Partido Comunista de Italia (sección de la Internacional Comunista),
posteriormente ilegalizado por el régimen fascista en noviembre de 1925, lo que
conllevaría, tras la violación de su inmunidad parlamentaria, el arresto de
Gramsci y su encarcelación inicial en la cárcel de Regina Coeli para su
posterior traslado al penal milanés de San Vittore.
El legado de Gramsci es amplio, pero para el caso
quiero destacar las tesis de Lyon (1926), donde se indica que lo “nuevo” del
fascismo es conseguir un tipo de unidad orgánica entre sectores sociales
incluso antagónicos, y que antes estaban muy débilmente vinculados. Rompiendo
con la ortodoxia, Gramsci entiende que las clases sociales no son homogéneas y
puras.
¿Contrahegemonía
en Ecuador?
Gramsci fue un marxista de las “superestructuras":
ideología, construida por las instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y creencias
de una sociedad, a partir del concepto de "bloque hegemónico".
Es desde ahí desde donde las clases dominantes logran
ejercer “hegemonía” cultural sobre las clases dominadas (educación, religión y comunicación),
más allá del control de los aparatos represivos del Estado. Desde el análisis gramciano,
incluso se hace referencia a la utilización de términos como “Nación” o
“Patria”, como generador de sentimiento de identidad entre diferentes grupos
sociales, uniendo explotadores y explotados en aras a un supuesto “destino
nacional” y contra un enemigo exterior. De esta manera es como se conforma el
“bloque hegemónico” en el cual confluyen todas las clases sociales en torno a
un proyecto burgués.
El neopopulismo en Ecuador ha conllevado un “proyecto
de país” serio e inexistente en las últimas décadas, y sin ser aún un gobierno
de concertación, se ha ido transformando de forma acelerada en un alianza
política que engloba las diferentes clases sociales existentes en el país,
repartiendo beneficios para cada una de ellas.
Desde esa perspectiva, clase dominante y clase dominada
atenúan su lógica de conflicto, lo que tiene sentido con las posiciones varias
veces expresadas por mandatario ecuatoriano en las que señala que el concepto
de lucha de clases es algo caduco que se corresponde ideológicamente a la
“izquierda infantil”. En su reciente viaje a Europa, el presidente Correa
indicaba en Berlín que “somos un proyecto
de izquierda, pero una izquierda moderna, que entiende el papel de la empresa
privada en el desarrollo y que también entiende que el Estado tiene que tener
un papel"[2].
Más allá de que el tan utilizado término “revolución”
(alteración absoluta de las estructuras establecidas en un orden social y
político para ser sustituidas por otras radicalmente distintas) pierde absoluto
sentido; se constata la conformación de un “nuevo régimen” que combina discurso
revolucionario y avances en materia social con ordenamiento cultural de la
clase dominante. Dicha situación es posible a su vez, porque la clase dominante
superó sus lógicas de desvergonzada concentración de la riqueza, precarización sin
límites de salarios y privatización directa de servicios públicos. La clase
dominante transformó su estrategia y la adecuó inteligentemente al mundo globalizado.
Es de esta manera que un gobierno que nace fruto del
acumulado de la oposición popular al modelo neoliberal, termina manteniendo un
modelo de acumulación basado en sistema de producción monopólico y
neoextractivista.
La pobreza en Ecuador bajó, según datos oficiales,
del 37,6% en diciembre del 2006 a 27,31% en diciembre del 2012, es decir, un
10,29% en seis años (línea base sobre quienes reciben menos de USD 2,54 diarios).
El Informe de Desarrollo Humano 2012 -elaborado por el Programa de NNUU para el
Desarrollo (PNUD) con indicadores combinados de esperanza de vida, año promedio
de escolaridad, ingreso familiar e Ingreso Nacional Bruto-, ubica al Ecuador en
el puesto 89 entre 187 naciones y dentro del grupo de países de desarrollo
humano “alto”, con un IDH de 0,724 para el año 2012.
En diciembre de 2012 el gobierno decretaba un alza
histórica del salario básico unificado, pasando del USD 292 mensual del 2012 al
USD 318 actual. Pero es más, según datos oficiales, la evolución de ingresos
familiares en 2006 conllevaba una cobertura de la canasta básica familiar de
tan solo un 66,7%, mientras que en 2012 ese porcentaje se elevó al 92,43%.
Según el propio mandatario, esta situación prácticamente cierra la brecha del
“salario digno”[3],
referenciando textualmente que “tenemos
la mayor capacidad de compra de toda la historia”[4].
Se estima que con dicho incremento salarial, las familias puedan cubrir en el
año en curso el 103% de la Canasta Básica Familiar[5].
En paralelo, los 110 grandes grupos económicos (fuente
SRI) han visto multiplicarse sus volúmenes de negocio y su diversificación en
diferentes sectores económicos. A pesar de una Ley Antimonopolio, que aunque
reciente, no muestra voluntad de ser aplicada en amplitud; la bonanza económica
fortalecida por la demanda de un mercado donde circula más plata (sumatorio de
inversión pública, precios de los commodities
y, sin ser alarmante, cada vez mayor deuda externa -especialmente con China-),
se replicó en el sector privado, más allá de la dimensión de su mercado
interno. En una economía hiperconcentrada, sobra indicar que los mayores
beneficiados han sido los grandes grupos económicos, quienes concentran el 41%
del PIB.
La mayor presión fiscal desarrollada durante estos
seis años de gobierno del presidente Rafael Correa, ha sido absorbida con
quejas pero sin dramas por las grandes empresas, dado el incremento de beneficio empresarial
desarrollado en ese mismo periodo. Los grupos económicos en el ejercicio 2010
reportaron 650 millones de dólares en concepto de pago de Impuesto de la Renta,
mientras que en el 2011 se elevó a 798 millones (incremento del 23,61%).
El posible efecto pasajero de la bonanza económica,
tesis esbozada por el sector privado para justificar su escasa inversión,
beneficiándose básicamente del notable
incremento en inversión pública, ya no es una excusa sostenible, pues aunque la
política pública sigue anclada a factores exógenos (principalmente precios del
petróleo), no existen perspectivas serias de que la tendencia de commodities y las necesidades de los
BRIC, especialmente de la vorágine china, vaya a revertirse notablemente a
mediano plazo.
El dinamismo de sectores como el comercial, no hay
más que ver la proliferación de centros comerciales por todo el país, es bueno,
pero se venden productos que no son de fabricación nacional. De esta manera, se
mantiene la lógica económica heredada por la cual el importador se beneficia
más que el productor de dicho dinamismo económico. Una política pública de
marcado gasto ha permitido incrementar el consumo, situación de la que el
sector privado se ha beneficiado.
En resumen, bajo los efectos ópticos basados en
demagógicos discursos de retórica populista con base en la justicia, equidad,
subsidios sociales y la construcción de una “Patria Nueva” superadora del
pasado, se fomenta un imaginario de cambio que en realidad no es otra cosa que
la consolidación de un bloque hegemónico que goza del apoyo de amplios sectores
que van desde la clase media baja hasta el subproletariado, además de las
clases dominantes.
Es la conformación del nuevo capitalismo ecuatoriano del
siglo XXI, pretendidamente de “rostro humano” y articulado bajo una lógica de modernización
del aparato del Estado, desarrollismo y el neoextractivismo (con
reposicionamiento del Estado).
La utopía burguesa del Estado por encima del
conflicto de clases, para el servicio del bien común, pierde credibilidad
cuando la acción tiene perfil emancipador. Consciente de ello, el bloque
hegemónico va tomando un perfil de cada día mayor marcada alianza de todas las
clases sociales, donde todos deben y pueden ganar. Desde esa perspectiva de
“consensos”, el Estado se siente legitimado para golpear (política, jurídica,
económica y socialmente) a toda disidencia cuestionadora del modelo de desarrollo,
en la búsqueda de su destrucción.
Apoyándonos en la teoría crítica desarrollada por Max Horkheimer –Escuela
de Frankfurt de investigación social- el estado autoritario es un fenómeno sociológico que se
construye tras circunstancias históricas donde antes existía desorden y crisis;
presentándose como la vía para la superación de los problemas existentes. Es
desde ese consenso entre grupos sociales desde donde se legitima un estado
autoritario, y no a través del uso de la fuerza o el abuso del poder. Es, en
términos marxistas gramscianos, el poder de la superestructura.
Si entendemos como “contrahegemonía” los elementos
para la construcción de la conciencia política propia que genere espacios de
disputa para la construcción de un bloque social alternativo desde las clases
populares, es evidente lo lejos que estamos de dicha situación. Quizás por ello sonroja, que intelectuales
afines al régimen, confundan el actual proceso de reorientación/modernización
del sistema capitalista ecuatoriano, el cual aceptó en su estrategia de
recuperación en crisis global, determinadas formas de regulación e
intervencionismo estatal, lo que dista mucho de un cambio de hegemonía (discurso basado en lectura
de indicadores respecto a calidad de vida, capacidad de consumo y reducción de
la pobreza). Según Gramsci, la supremacía de un grupo social se manifiesta tanto
por el dominio como por la dirección intelectual y moral.
El neopopulismo tiene como objetivo obtener
legitimación social mientras se mantiene en el poder una élite específica que
controla la hegemonía política a costa de la popularidad de su líder. En ese
contexto, la distancia entre el discurso y la praxis se acrecientan,
desarrollándose medidas populistas que bajo discursos rupturistas posicionan
beneficios para la población, pero que lejos están de significar
transformaciones profundas en los pilares del Estado ni en las relaciones
sociales, económicas y políticas que se desarrollan en el país.
El poder articula entonces
formas diferentes para posicionarse y legitimarse, utilizando fórmulas que van
desde la violencia física hasta la manipulación psicológica. En ese contexto, está siendo el Derecho la herramienta que instrumentaliza el poder, encubriéndolo y difuminándolo; justificándolo y convirtiéndolo en "orden" social y político.
Mediante el Derecho, las respuestas a los conflictos
de poder adquieren un aurea de legitimidad y neutralidad, aplicando un “código
operacional” que tiene el efecto de limitar los hechos y la consideración de
estos a su racionalidad legal (lógica binaria que se limita a definirlos como
legales o ilegales), dotándose de respuestas normativas que pretenden
garantizar la solución no arbitraria de los conflictos sociales. El efecto de universalización
pasa a ser uno de los mecanismos aplicados por los grupos dominantes, a través
del cual se ejerce la dominación simbólica y la imposición legitimada del orden
social.
Es así que las contrahegemonías existentes, las que
incluyen estrategias de orden crítico y posiciones que optan por la sustitución
gradual del modelo extractivista -en su más amplio sentido- como mecanismo de
superación civilizatoria, pasan a ser “blanco” político del poder y del aparato
legal a su servicio (el Derecho -orden normativo e
institucional de la conducta humana en sociedad inspirado
teóricamente en postulados de justicia- no es más que el
resultado del enfrentamiento entre diferentes grupos sociales en conflicto,
pues es desde ese conflicto desde donde nace el Derecho).
Siguiendo a Michel Foucault,
es entonces cuando interviene el “discurso del saber” como mecanismo por el
cual se sustenta la justificación del método[6].
El ejercicio del poder pasa entonces de tan solo reprimir y castigar, a
convertirse también en “productor de verdad”. Los
“discursos del saber” se despliegan mediante herramientas de poder,
implementadas a través del control social, el cual se justifica y reproduce sus
prácticas de forma permanente como estrategia de adoctrinamiento y
subsistencia.
Desde
el plano ideológico, en este proceso de reorientación/modernización del sistema,
lo que unilateralmente se califica como aislado o atrasado, pasa a ser de
antemano condenado. La transformación, reducida al rigor de una ecuatoriana selección
darwiniana (miedo al provenir de nostálgicos del pasado combinado con
ciudadanos débiles que no afrontan el “choque del futuro” y no asumen el tiempo
que vivimos), pasa a fundamentarse bajo el criterio de que el provenir se
encuentra en el progreso “técnico”, en la movilidad, en la competencia, en la
profesionalización y en la comunicación.
Toda población que no asume el “nuevo orden” y las comunidades que mantienen
ciertos niveles de impermeabilidad al efecto modernizante y globalizador son
una molestia, pero sus tierras no si en ellas se encuentran los recursos
naturales.
Lo más curioso de la “empanada” dialéctica, es que
mientras en el pasado varios de los notables del oficialismo acusaban a los
gobiernos neoliberales de “vender” el país a las importaciones de bienes de
consumo de los países del Norte, en la actualidad van cambiando hacia Oriente
una parte de sus destinos importadores manteniendo las mismas asimetrías (bienes
primarios vs productos manufacturados con valor agregado).
Entender
al proceso correísta como una política progresista de profundo carácter
transformador, equivale a no entender los diferentes tipos de pensamiento
conservador existentes, aquello que Pierre Bordieu definió como conservadurismo
declarado y conservadurismo reconvertido o progresista, no
entendiendo a su vez el conflicto de clases y la lucha “contrahegemónica” por
una radical transformación sistémica y social. Es así que el pensamiento de la
derecha más “rancia” -conservadurismo declarado-, tiene como centro el
sentimiento de la declinación, la desesperanza y el miedo al porvenir,
disposiciones que denuncia y combate la nueva burguesía, es decir, el
conservadurismo reconvertido. El pensamiento conservador más reaccionario, pasa
a ser confundido intencionadamente desde el poder con posicionamientos
indígenas y rurales en defensa de derechos colectivos y formas propias de
organización social, espacios los cuales pretenden ser liquidados por los
nuevos planificadores (tecnócratas de la felicidad) que prestan una atención
condescendiente e inquieta a estos excluidos mientras eliminan las realidades a
las que ellos aún se aferran. Mientras el conservadurismo declarado aboga por
la perpetuación del pasado, la nueva burguesía propugna la creación de proyectos
modernizadores para “no volver nunca más al pasado”.
En
una combinación aparentemente contradictoria, el conservadurismo progresista no
es más que una fracción de la clase dominante que da como “ley subjetiva” lo
que constituye la ley objetiva de su subsistencia: bajo el concepto de
“gatopardismo” o “lampedusianismo”[8], se crea una apariencia de cambio revolucionario con el
fin último de que la base, el núcleo del sistema, permanezca inalterado.
Construcción
de “contrahegemonia”: una necesidad perentoria para la izquierda ecuatoriana
Desde la perspectiva de un gobierno que se llama a sí
mismo “revolucionario”, propiciar condiciones para la movilización social y
política de los sectores organizados de la sociedad, debería ser un objetivo
institucional en la búsqueda de conformar mayores niveles de autonomía,
organización, participación de la población en asuntos públicos, es decir,
“contrahegemonía”.
Lejos de esta visión, el régimen se caracteriza por
el intento de control -mayoritariamente exitoso- sobre el conjunto de
organizaciones sociales, anulando su capacidad de movilización y entendiendo a
ésta como un elemento de desestabilización política desde la disidencia.
El objetivo central del proyecto político correísta -en
esta etapa de modernización del sistema capitalista ecuatoriano- es el
monopolio de la vida política, lo cual le ha llevado a pasar de la utilización
instrumental de lo popular al desprecio y control sobre todo tipo de
articulación social. Siguiendo con Gramsci, hegemonía es una composición de
dominación y dirección que significa presencia ideológica en la sociedad y el
Estado, así como control sobre la dirección económica (control de los medios de
producción). Partiendo de esta premisa, el bloque hegemónico habría conseguido
sus objetivos tanto en el plano político como en el económico: de manera
rotunda tras el proceso electoral de febrero de 2013 en el primero de los
casos, como manteniendo el control en la disputa económica a través del mismo sistema
de acumulación y matriz productiva heredada de la época neoliberal en el
segundo. Siguiendo a Bolívar Echeverría, ni se supera el productivismo ni se
replantea el valor de uso como forma natural de la reproducción social.
Entendiendo como crisis de hegemonía a la que se da cuando
aún manteniendo el propio dominio, las clases sociales dominantes dejan de ser
dirigentes de todas las clases sociales -no resuelven los problemas de toda la colectividad
y dejan de imponer su concepción del mundo al conjunto de la sociedad-. Se debe
indicar que el actual gobierno ha reconsolidado a las clases dominantes y el
sistema económico sobre el que se sustenta, habiéndose convertido el Buen Vivir
-discurso transversal en los planes de desarrollo- en un limitado concepto que
se sostiene sobre el mayor suministro de servicios básicos a la ciudadanía y el
aumento de su capacidad de compra de bienes y servicios en el mercado.
El golpe recibido por las izquierdas políticas en las
últimas elecciones presidenciales y legislativas celebradas recientemente en Ecuador,
ponen en cuestionamiento la credibilidad de estas como factor
“contrahegemónico” en el momento político actual, planteando el reto en el
campo popular de un análisis adecuado sobre el nuevo bloque hegemónico
consolidado, para así encontrar las potencialidades transformadoras existentes
en el nuevo modelo de capitalismo posneoliberal ecuatoriano y el mecanismo de
reorientación adecuado para las izquierdas más tradicionales.
[1] El 23 de marzo de 1919 Benito Mussolini funda en Milán el primer "fascio di combattimento", adoptando
símbolos que hasta entonces habían distinguido a los arditi, como las camisas negras y la calavera, llegando al poder
tras la crisis ministerial del primer trimestre de 1922.
[2] El
Telégrafo, 16 de abril de 2013. http://www.telegrafo.com.ec/actualidad/item/correa-llama-a-los-empresarios-alemanes-a-invertir-en-ecuador.html
[3]
Desde hace dos años el término “salario digno” es aplicado en Ecuador como el
resultado de dividir los perceptores del sueldo por familia (1,6) y el promedio
anual de canastas básicas familiares (USD 589,39).
[4]
Agencia Pública de Noticias del Ecuador y Sudamérica (ANDES), 22 de diciembre
de 2012. http://www.andes.info.ec/es/econom%C3%ADa/salario-básico-unificado-2013-sube-318-dólares.html
[5] De
cumplirse esta condición, las empresas que generen utilidades ya podrán
distribuir también esta ganancia entre las directivas empresariales.
[6] Por ejemplo tan
solo un ejemplo del “discurso del saber”: la prisión pasa de ser el resultado
de los intereses de determinadas élites dominantes -las cuales inventaron el
encierro para determinadas personas dominadas que “incomodaban” y “perjudicaban”
sus intereses-, a tener a partir del siglo XIX mediante el positivismo jurídico
y científico, un discurso de justificación social (separación de la sociedad
para un adecuado proceso de reinserción social).
[7] El "gatopardismo" o lo "lampedusiano" es en ciencias políticas el "cambiar todo para que nada cambie", paradoja de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (fallecido en1957) en su libro “Il Gattopardo”, publicado póstumamente por la editorial del activista comunista italiano Giangiacomo Feltrinelli.