Juan Manuel Santos, es miembro de una histórica familia oligárquica colombiana. Hijo de un prestigioso periodista, cumple ahora el sueño de su padre llegando a la presidencia de Colombia, cargo que ya ostentó su tío abuelo, Eduardo Santos Montejo, quien fuera dueño del diario El Tiempo y presidente del país durante el período 1938-1942.
Tras su graduación en las mejores escuelas de economía y periodismo de Gran Bretaña y Estados Unidos, representó entre 1972 y 1981 a la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia en Londres. Desde entonces Santos ha estado vinculado con los sectores más reaccionarios del empresariado y la burguesía del país.
Las aspiraciones políticas del actual presidente electo colombiano se desarrollaron desde muy temprano, y en 1991, es nombrado por César Gaviria ministro de de Comercio Exterior. Su afiliación al Partido Liberal y el lobby de la oligarquía agroexportadora permitieron que Santos entrase en la escena política, formando parte del área económica del gobierno liberal de Gaviria.
Tras haber pasado por la dirección del Partido Liberal y después de un intento que no llegó a consumarse para presentarse a presidente en 1998, tuvo un destacado rol en la denuncia del financiamiento por parte del narcotráfico en la campaña del presidente Ernesto Samper. En compensación a su activo rol político, es nombrado en el 2000 ministro de Hacienda y Crédito Público por el gobierno del conservador Andrés Pastrana, quien fue calificado por los colombianos como el peor presidente colombiano.
Años más tarde, el líder paramilitar Salvatore Mancuso, denunciaría desde la cárcel de máxima seguridad de Itagüi, que Santos tramó un intento de golpe de Estado, pidiendo ayuda a los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia para derrocar al presidente liberal Ernesto Samper.
En su ejercicio en ambas carteras ministeriales, tanto en los gobiernos liberales y conservador, Santos tuvo la oportunidad de desarrollar políticas económicas afines a los sectores tradicionales de la oligarquía colombiana.
Pero en 2004, viendo el declive en el que entraba el Partido Liberal, el ambicioso Santos decide pasarse a las filas del ya entonces presidente Álvaro Uribe, pasando a ser uno de los principales organizadores del Partido de la U, el partido uribista, en 2005. Su premio llega rápido y en 2006 Uribe lo designa ministro de Defensa, uno de las carteras fuertes del uribismo consecuencia de su política de Seguridad Democrática.
Santos, que consideraba a las FARC "el cártel [de la droga] más poderoso del mundo", pasó a ejecutar la estrategia de lucha en firme contra la guerrilla en paralelo a la ofensiva antinarcóticos, que tenía como pilar el controvertido Plan Colombia, el cual incorporaba la asistencia militar de Estados Unidos y apostaba por la erradicación y la fumigación de las plantaciones ilícitas de coca con el correspondiente desplazamiento de las poblaciones en las zonas afectadas. En esta espiral de violencia, Santos hubo de salir en varias ocasiones en defensa de las Fuerzas Armadas, algunos de cuyos miembros estaban siendo acusados de montar falsos operativos antiterroristas y hasta de perpetrar atentados con oscuros fines de promoción personal, dejando un reguero de crímenes y violaciones.
Como titular de Defensa, Santos se mostró siempre contrario a los acuerdos humanitarios con la insurgencia, manifestándose en contra de que el presidente Hugo Chávez intermediara en el conflicto para la liberación de rehenes.
Con ayuda de las agencias de inteligencia estadounidenses, Santos logró dar certeros y duros golpes a la guerrilla de las FARC, cayendo asesinados bajo su gestión varios líderes guerrilleros entre los que destaca el número dos de las FARC, el Comandante Raúl Reyes.
Esta operación, conocida como Operación Fénix, significo la entrada de tropas y aviones colombianos con apoyo aéreo norteamericano en territorio ecuatoriano, con el fin de abatir a veintidos guerrilleros de un campamento clandestino de las FARC en territorio selvático ecuatoriano. Esto significó la ruptura de relaciones diplomáticas entre Colombia y Ecuador, situación que aun se mantiene.
Dos meses y medio más tarde, Santos tuvo la fortuna de que el líder histórico de las FARC, Manuel Marulanda, muriera de un infarto en las selvas colombianas, lo que obligó a la organización insurgente remodelar su dirección militar.
Con sus amigos presos o imputados en la parapolítica y liderando un deficiente proceso de desmovilización paramilitar, este miembro de la más rancia oligarquía colombiana permitió más de dos mil casos de “falsos positivos”, a través de los cuales los militares daban como abatidos a miembros de la guerrilla que en realidad apenas eran jóvenes campesinos que nada tenían que ver con el conflicto.
A pesar de todo ello, Santos fue nominado por Uribe como su ministro más destacado, abandonando el cargo en 2009 para presentarse como sucesor de Uribe en la presidencia.
Durante su campaña electoral destacan frases suyas como: “nos sentimos orgullosos de que Colombia sea considerada la Israel de América Latina” o “volvería a violar la soberanía del Ecuador si llegará el caso”.